27 jul 2009

ALBERT KING- BORN UNDER A BAD SIGN




Un descomunal negrito de 1.90 metros, oriundo de la región del Missisipi, puso en los 60s a temblar las tarimas de muchos escenarios gracias a su enorme contextura y a los fraseos inolvidables que procrearon un estilo guitarrístico único, ligado directamente al soul y con toda la refinación y desahogo posible a través de sus notas. El señor Albert King, digno de cualquier prototipo del Pacífico que se come todo su pescado, (pero le tocó pescado de Indianola en la zona norte), llamó a la gloria con su mano izquierda y marcó una huella sinigual en la historia del blues eléctrico.


El apoyo del sello Stax fue un aliciente para su prolífico comienzo, -recordemos que por aquí pasaron personajes con peso musical como Rufus Thomas, Otis Redding o Isaac Hayes- y dio vía libre para la creación de un excelso trabajo empalagado de soul hasta los poros, publicado en 1967 sin mayores pretensiones y titulado como si hubiera sido el desahogo de alguna tragedia oriental vivida en anteriores reencarnaciones: Born Under a Bad Sign.


King (uno de los 3 reyes del blues junto a B.B. y a Freddie), da concesiones musicales en su reino a los perfectos secuaces de esta conspiración Real: Booker-T and the MGs toman su arsenal para defender su reino y cada uno se comisiona poderosas armas: En la cabeza un manejador de las teclas como Booker T. Jones, en los acompañamientos de cuerdas Steve Cropper, en la línea del bajo Donald "Duck" Dunn y redoblando con cadencia en los tambores el señor Al Jackson Jr.


Pero la tropa no termina allí, pues los refuerzos vecinos que daban el toque de diana con sus metales y el veneno sublime del soul eran los Memphis Horns, bautizados como Wayne Jackson y Andrew Love. Mientras dos alfiles de otro reino complementaban el trabajo, Joe Arnold en vientos y el entonces anónimo Isaac Hayes en el piano, a quien no se le pasaba por la cabeza una popularidad cinematográfica tremenda en el cine Blaixplotation en los 70s, y una contribución gigante en el desarrollo del funk. Aunque eso es historia de otro reino, vámonos con el King del 67.



Y la historia comienza con el tema que titula el álbum, ilustrado de forma pop en su carátula con los sinos trágicos del gato negro, fechas nefastas y cartas fatalistas, en un clásico despierto y casi de protesta por la mala suerte del protagonista de la letra (quien sabe qué pobre diablo podría atribuirse el fracaso desde los 10 años), en un canto sobrio pero de negro sobreviviente, y una guitarra que acompaña el condenado tema agorero con frases cortas. Ha sido versioneado por miles de artistas, y una Joya de la Corona del Rey. Indiscutible.


Los temas en la época, para ser radiables, debían ser cortos. Y en la mayoría del trabajo varias de las canciones tuvieron que ser recortadas para no molestar al sistema de comercialización. Por King, hubiera trabajado en Jams interminables hasta finiquitar con el recurso de los surcos del vinilo. Pero los 2.35 del segundo track obligan a cumplir la norma, no obstante, con gran éxito en el producto final. Pues "Crosscut Saw" es un sabroso soul con lenta cadencia del boogie boogie acompañado de unos vientos que parecen serruchar con ritmo junto a la lírica, que habla del leñador, macho exitoso, que en contraposición al primer tema, es un verdadero conquistador gracias a su forma de mover el serrucho. La batería, piano y bajo parecen aserradores compañeros que exorcizan su sonido desde el bosque para cumplir con el producido del día, todos trabajan en perfecta armonía.

La década de los 50s, en lo que se refiere a temas de composición, tiene nombre propio, el duo Leiber-Stoller se consolidó como uno de los más exitosos a nivel profesional y comercial. Y gracias a ellos se dio otro de esos temas inolvidables de Albert King, el "Kansas City" versioneado de forma casi bailable, que inicia con visos de swing y va creciendo con la seductora y citadina forma de los metales que invitan a seducir chicas en la 12th Street de la ciudad de Kansas , mientras la guitarra es la coqueta incitadora de un viaje lleno de aventura. Existiría una popular versión de The Beatles, combinada con el tema "Hey Hey hey" de Little Richard. Aunque hay que decir que esta, si bien menos bulliciosa, despliega alegría en todo su transcurso.

Gibson Flying V es el nombre de la guitarra, compañera inseparable de King, y ella sigue siendo protagonista reposada y un tanto melancólica en "Oh Pretty Woman", el centro bucólico del rechazo de la mujer al hombre, aquella bella fémina que nunca dará el Sí, mientras el interesado se arrodilla en música, y con todo y esto, debe asumir una resignación sofisticada a través de su desahogo sonoro. En los 90s pondría a explotar algunos parlantes con una versión muy rockanrolera en compañía de Gary Moore, de Thin Lizzy.

Cuando se publicó "Crosscut saw" como tercer sencillo del disco, la cara B de la pasta era un tema de autoría del mismo Albert King, "Down don't bother me", tal vez la tonada con más inyección de soul, que cuenta con vientos negrísimos y de nostalgia vivaz, mientras la guitarra rompe en sollozos emotivos de candela viva. Sólo faltaron los coros de las negras de iglesia para darle el aire gospel que hubiera incendiado cualquier claustro sagrado en cánticos profanos.

De armas tomar es el siguiente libreto musical, esta vez planeado meticulosamente por los Booker T and the MGs que aportaron todo su veneno instrumental para obtener una pieza letal, categórica: "The Hunter", con una voz viril de King, quien esta vez se quita la camisa de leñador para apuntar con el gatillo del amor a toda chica que caiga en su caza, y seguramente más tarde, en su casa. Un híbrido de blues, soul y un flirteo claro con el rock and roll, muy divertido, digno de acompañar en algún festín nocturno de tonos alegres con buena música. Objeto de covers de gente como Paul Rodgers y Danzig. Tremendo.


La cara B del acetato de la época abre con otra versión, esta vez nos vamos con el pastel amargo del desamor que fue muy famoso en los 50s, "I almost lost my mind", compuesta por Ivory Joe Hunter, pero convertida en single famoso por Pat Boone en 1956. Aquí la maestría de la guitarra de King es un lloriqueo altivo mientras los demás instrumentos muestran aquella lenta tristeza, blues puro, refugio del despechado en un ceremonioso ritual de soledad que busca entre la gente, las pitonisas y los edificios apagados que desembocan en el vaticinio de la pena y el vacío. Acompañan la pieza unas flautas que la convierten en un caminante sin rumbo, condenado a la falta de compañía.

Característica especial la de Albert, tocar la guitarra con la mano izquierda, en el orden de las cuerdas de un diestro. Este "zurdo invertido" pone las cosas en un punto bluesero alto en un tema de su composición (junto a David Porter), con "Personal Manager", único track del álbum que dura más de cuatro minutos y que es un ataque de seducción grandilocuente de seis cuerdas que transitan por todo el diapasón, dispuesto a ser el directo artífice de la victoria amorosa, ofreciendo toda clase de servicios, en especial, el del amor. Los vientos juguetones son celestinas leales, y King desnuda las cuerdas para crear una pieza sensual y sin restricciones en su interpretación.

El devaneo continúa con el primer sencillo con Stax, "Laundromat Blues", la letra más divertida del trabajo, pues nos vamos a seducir, pero a locación, y esta vez el curioso flirteo se traslada a una lavandería. ¿Alguien se ha puesto en la labor de cortejo mientras de fondo ve su ropa interior que se consume en espuma en la centrífuga? Un casanova doméstico se podría decir, mientras la voz muy blues con una guitarra camarada brindan serenatas entre la ropa sucia y las miradas de los clientes. Pieza clave para los seductores con personalidad.



Y esta vez hay un aire de cafetín nostálgico envuelto en los blues típicos de los bares anónimos de luces tenues, pero con la esencia soul latente. "As the Years go Passing By" es una canción magistral que remueve las entrañas del ser que alguna vez fue hechizado por las mieles del pálpito sentimental, y que quiere abrigar su dolor en el piano y la guitarra que sobreviven al tiempo y al espacio, junto al lamentable recuerdo del verdadero amor, que parece ajeno de por vida... Su estética se puede refundir facilmente en algún pasaje de los 40s, un café de jazz condenado a la gloria del círculo cerrado. Hermosa elegía.

El cierre de la producción lo pone una composición de corte bastante baladístico, "The very thought of you", tema original de la década de los 30s interpretado originalmente por el cantante inglés Ray Noble. En esta pieza King crea toda la atmósfera íntima de baile suave entre dos amantes infinitos, donde él declara su total dependencia por ella y cada cosa que ve y palpa es un reflejo suyo. Con la esencia blues propuesta en los arreglos, el tema se podría colar divinamente en cualquier automovil de pareja parqueado en el mirador. Esta vez la guitarra toma un aire discreto para dar paso a unos cornos lentos y a una voz que busca indulgencia en medio del idilio.


Entre las sensaciones de alegría y decepción viaja constantemente Albert King, quien entre marzo de 1966 y 1967, logra conjugar estas emociones a través de su música y plasmarlas en un trabajo versátil, con la clara imponencia de un blues soul bien hecho, reverenciado por otros maestros como John Mayall o el mismo Hendrix (con quienes compartiría tarima en el Fillmore West el año siguiente), y definido como uno de los grandes intérpretes del blues eléctrico. Esta vez, Albert King ha engañado al nombre original de su álbum más valioso, para declarar que él si nació bajo una buena estrella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario