20 sept 2011

MORODO EN ACCIÓN REBELDE

La acción rebelde y vigorosa del MC madrileño Morodo se tomó las estructuras del Teatro Metropol de Bogotá en medio del septiembre, con el respaldo de la Mad Sensi Band, en un calor que invoca a Jah, a ciertos olores naturistas y a las letras con sentido social. En inesperada aparición temprana se hicieron presentes los interminables dreads de Rubén Morodo Ruiz, un experto en rimas y fraseos de hip hop que se entregó al corazón de Haile Selassie y que ha tenido la sapiencia adecuada para hacer tregua y complemento entre los parlamentos callejeros del ghetto y la filosofía rastafari. En esta ocasión asomó a la capital para exponer su Rebel Action Tour 2011.

Los grupos de reggae se entregan al sonido sin extravagancias o decoraciones alternativas, la verdadera expresión de este género es entregar su energía tal y como vienen, sin mayores florituras tecnológicas, cambios de vestuario o inusitadas lluvias de espuma o papel. La Mad Sensi Band es entrega musical sin pretensiones presidenciales, un line-up proveniente de los entusiastas españoles del grupo Cañaman que brindaron un respaldo digno al show de Morodo, con un sonido acertado y una escenografía simple, donde el elemento clave es prender al público a través de sus instrumentos y voces.

De Madrid para el Metropol, Morodo.
Foto: Alejandra Mar (Shock)

El chaleco impregnado de colores jamaiquinos agitó al público abriendo con “Mas Yama”, proponiendo una noche de entrega al ritmo originario de Bob Marley. La dedicatoria temática de la noche era previsible: El amor de Jah, el amor a la Ganjah, y el Odio por la injusticia. Un recorrido bien plagado de flow urbano camuflado en las esferas del reggae, con un Morodo que desempeña un gran trabajo como showman y crooner, haciendo intervenciones habladas entre canción y canción y convocando a la gente a euforias gritadas que duraran todas las noches del mundo mientras siempre integraba al respetable con frases como ‘Para todos aquellos que soís los míos… One Love’.

El público bastante receptivo y con el cancionero de memoria, acompañando al MC español en momentos de clímax como sus reconocidos “La Yerba del Rey” o “Babilonia”. Los fanáticos verdaderos escoltaban las rimas más intrincadas de ragga y nunca abandonaron la peculiar voz del artista de la noche en canciones de desamor reggae como “Binghi No Cry” o el tributo místico a las hierbas exóticas en “Cuando fumo”. Del mismo modo, la preocupación social de Morodo resonó en otros temas de su set-list como su clásico “Yo me pregunto” o una de sus recientes piezas, “Abuso y maltrato”.




Extraído de la videoteca de OrtizJah

La Mad Sensi no se quedaba atrás en escena y un par de veces puso a trabajar a las Sweet Voices, coristas africanas del grupo, que lideraron la tarima e invitaron a los nostálgicos del reggae a cantar en son romántico el clásico “Waiting in Vain” de Bob Marley. Breve momento de paz, pues más adelante el hombre del Rebel Action vino a incendiar de erotismo y armonía sensual con “Tú eres como el Fuego” y en alguna instancia vino Ras Kuko, líder de la Mad Sensi y el proyecto Cañaman, a soltar su guitarra para cantar un fragmento de la dinamita alegre de “Fiesta Rasta” y encender aún más la euforia colectiva. Para cerrar el bloque, llegó el hip hop recién desempacado de su último disco “Rap & Party” con un bajo de poder sísmico y con todo el peso de la parranda urbana encima, el género que cultivó en sus inicios el señor Rubén Morodo Ruiz, y que rescató para ir al Encore con el cuerpo y la cabeza desgastados por el agite de la juerga.

Dos grandes cómplices: I Nesta & Ras Kuko
Foto: Alejandra Mar (Shock)

‘Es muy difícil crear y muy fácil destruir’ fue el comienzo del final. La infaltable letra de “Divina Ciencia” recogió las voces múltiples de la asistencia y trajo como invitado especial en las líricas al panameño I Nesta, quien iluminó el camino del desenlace con su contribución vocal de freestyle y, juntando poderes rasta con Morodo, hicieron las delicias del público con una exposición sincera y apasionada de gestos, rimas y movimientos. Una velada que rindió tributo a Jah, dispuso el baile entre los fervorosos fans y atacó con armonía y sonido compacto la noche del Rebel Action Tour, en la segunda intervención capitalina en vivo de uno de los MCs más reconocidos de la escena en español, el señor Morodo, y en esta ocasión la atinada compañía de la Mad Sensi Band.

16 sept 2011

PAUL BUTTERFIELD- THE PAUL BUTTERFIELD BLUES BAND


La fuerza eléctrica que generaron las guitarras conectadas invadieron de vitalidad la escena del blues de Chicago en los sesentas, germinando una legión de reconocidos músicos que tomaron sus instrumentos, le brindaron corriente alterna que afinizaba bien con el rock and roll, flirteaba al tiempo con salpicaduras de jazz, y le inyectó una extraña dosis de melancolía feliz al género. Los nombres son interminables, pero entre los más destacados vale la pena mencionar a Muddy Waters, James Cotton, Buddy Guy, Willy Dixon y desde luego, Paul Butterfield.

Lo curioso del asunto es que el color de piel de Paul no le permitía al inicio vincularse a la grandeza de sus colegas y esta característica le brindó ese catálogo especial de ser uno de los pioneros del blues blanco junto a gente como Johnny Winter en USA, y Alexis Corner y John Mayall en Gran Bretaña. No obstante, su excelsa participación como intérprete de la armónica y su sencillez y sinceridad en varios conciertos de Howlin' Wolf, Little Walter y Otis Rush le hizo ganar el cariño de los artistas afro y ser partícipe de los secretos, las discusiones y la evolución del blues en la transición de los cincuenta a los sesenta. Pero Paul quería tener un proyecto propio.





La disciplina fue parte esencial de la estrategia de Butterfield para convertirse en un gran músico. Luego de probar las mieles clásicas con la flauta traversa, prefirió los soplos sentidos y amargos del blues con la armónica. La práctica solitaria y extensa en The Point - del Hyde Park de Chicago- le convirtió en un virtuoso de la Hohner usando las dos manos y haciendo dotes de silencios bruscos, vibratos y variaciones novedosas que le darían mas adelante un puesto privilegiado en el mundo del blues. Los vientos de la armónica le desafinaron la academia y optó por abandonar la universidad y dedicarse por completo a la música, con la complicidad de su amigo y vecino, el guitarrista Elvin Bishop.

La fórmula para encontrar un sonido magnético y compacto llegó con la complicidad multiracial del bajista Jerome Arnold y el baterista Sam Lay. Así las influencias culturales marcarían mucho el estilo musical de estos entusiastas de Chicago, que tendrían como elemento clave al talentoso guitarrista Mike Bloomfield, quien llegaría a prender incendios con madera de blues bien hecho y contribuiría al contacto con el sello Elektra y la consiguiente unión con la banda para publicar el álbum debut. Como pieza final del engranaje, llegó Mark Naftalin a colaborar en el órgano. The Paul Butterfield Blues Band vio la luz en octubre de 1965.

Multirracial y efectivo, el combo de Paul Butterfield.

El blues de Chicago que expone la banda de Butterfield siempre va a estar ligado al sabor que dejó el rock and roll naciente de los cincuentas. Se demuestra abiertamente con el vivaracho y juguetón "Born in Chicago", una de sus piezas insignia que muestra los diálogos joviales entre la armónica y la guitarra y comienza a evidenciar la calidad del grupo, mientras le cantan a una ciudad famosa por el crimen organizado y las pilatunas gangster de Al Capone, 'Well, my blues are alright if there's someone left to play the game'. La influencia con el rock se sigue sintiendo en "Shake your money maker", un incendiario blues de doce compases -original de Elmore James- que instiga a mover el trasero hasta morir y que carga con un demonio sonoro de muchas vidas, contundente, bailable y absolutamente pecador, en una versión corta que ha pasado por los instrumentos de bandas como Fleetwood Mac, Black Crowes y George Thorogood. Al fin y al cabo, a muchos músicos les fascina la idea de ver a las chicas meneando su 'moneymaker'.

Una de las grandes influencias -e incluso compañero de tarima en el pasado- dentro del sonido de la banda es el señor Little Walter, respetado y famoso armonicista de la década del cincuenta, quien fue inspiración para incluír dos piezas en el producto debut de la Butterfield Band. La primera es "Blues with a Feeling" que con el título lo dice todo, puro sentimiento repleto de tonadas sensibles de guitarra y berridos magistrales de armónica que sugieren las más letales notas de desamor resignado, con cierto dejo al jump blues. La segunda composición original de Walter es "Last Night", un no menos lastimero discurso musical, más lento y melancólico, con la parsimonia rural del abatido dócil, blues de poca esperanza pero de alto sentimiento, 'I'm gonna wait 'til tomorrow/They tell me every day brings about a change'.


Fragmento documental bluesero. La Butterfield Band y Eddie "Son" House

Sin ser el protagonista de la historia, el organista Mark Naftalin se lleva un gran crédito cuando se habla de poner el Hammond a transitar sin prejuicios por la senda del blues blanco. Las piezas instrumentales del disco cuentan con esa picardía ágil del órgano que ameniza la velada en compañía de una armónica desinhibida de prolongaciones y murmullos danzantes, y de una guitarra formidable que se deleita en diapasones de diversión punteada, tal como se escucha en "Thank you Mr. Poobah". Esos mismos deleites comparecen con placer en esa atrevida muestra instrumental de gritos bien construídos en "Screamin", una sublevada armónica que despierta al cataléptico y una guitarra que remueve los suelos con energía bluesera gracias a la maestría en la composición del geniecillo Mike Bloomfield. Instrumentos que devoran estudios y los convierten en una pista absoluta de sensaciones.




Pero para que el ensamble funcione como una máquina de vapor es necesario nombrar a Sam Lay, encargado de los tambores, quien brinda resolución, dinamismo y una fuerte influencia al sonido del Soul y el funk. Esa máquina percutora de sangre afrodescendiente se apodera del micrófono en la versión de "Got my Mojo Working" y no demerita para nada, pues suena igual o más sabrosa que la canción original de Muddy Waters, con un swing especial en la forma de tocar la batería y una voz indiscutiblemente negra. La locomoción a todo vapor debe seguir funcionando en la percusión de "Mistery train", con la misma dinámica de "Got my Mojo Working"y una armónica de Paul que simula muy bien al gigante de los rieles y las válvulas y se deshace en un road song que narra el desamor viajero de una máquina de vapor que le arrebata su adoración, 'That long black train take my baby and gone'. Mucho más atractiva que las versiones de Elvis, Junior Parker (la original), Neil Young y de interminables nombres de bandas y artistas que se han montado en este tren de despecho.

La consistencia y el poder casi rocanrolero de Paul Butterfield con su armónica está presente en casi todo el disco. Eso se puede evidenciar en la composición original de Willie Dixon "Mellow Down Easy" donde se explaya en un discurso de altas y bajas que desafía al más versado en soplos blueseros. Pero Paul también le da un tiempo de tregua a la armónica en un par de temas y prefiere dar prioridad a su voz, como en el caso de "Our Love is Drifting" donde se lamenta con una voz afligida de gritos moderados y rinde homenaje a las relaciones que se van al traste, 'It's too late now baby/You know our good love's gone bad'. El instrumento sobresaliente en este caso es la guitarra heroica de Bloomfield, que batalla contra la tristeza produciendo notas sentidas y magníficas, y que sigue dominando el panorama en el blues de doce compases "Look over yonders Wall", entretanto Bishop y Arnold sostienen la rítmica, Lay brinda el vigor y Butterfield se encarga de brindar una voz blanca que se acopla en un género que alguna vez fue exclusivo de los negros.

Dos grandes de blues blanco: Bloomfield y Butterfield

La banda grabó un trabajo más en 1966 -East-West-, pero lentamente se diluye en miembros diferentes, pues Bloomfield monta proyecto aparte con The Electric Flag, Lay se enferma y Bishop y Naftalin abandonan el grupo en 1968. Butterfield tendría un vistazo de popularidad en los festivales de Woodstock y Monterey, pero las formaciones de músicos y los roces con sus compañeros se distorsionarían tanto que optaría por crear un nuevo proyecto, Better Days. Sin embargo, el ensamble más recordado y con más méritos para la historia de la música sería su Blues Band, un diamante efímero que estamparía su pesada huella en los anales del blues, que logró acentuar las propiedades del movimiento de Chicago, le dio apertura a muchos músicos blancos para interpretar el género sin miedos prejuiciosos, y daría a conocer dos de los mejores ejecutantes musicales en las memorias sonoras, el revolucionario Mike Bloomfield, y el discreto pero siempre novedoso Paul Butterfield.