27 dic 2016

CINEMA COLOMBIA 2016


Luego de un glorioso 2015 que trajo reconocimiento y un repunte crítico a las producciones cinematográficas engendradas en Colombia, la marea se mantuvo alta a nivel de exhibición con más de treinta títulos en cartelera, no obstante no logró tener la figuración notoria de festivales internacionales de gran peso. A pesar de no contar con Osos de Oro, algún Oscar o una Palma de Oro en Cannes hubo cintas como Los Nadie, Magallanes u Oscuro Animal que mantuvieron el nivel digno y aún ávido de mostrar nuevas producciones de este país criollo.



LA TAQUILLA QUE DA RISA

Como siempre, las pantallas locales iniciaron con los sabores típicos de comedia taquillera desde el 25 de diciembre y durante el período vacacional. El éxito monstruoso de asistencia de Uno al Año no Hace Daño en 2015 de Dago García Producciones quiso mostrar la misma eficacia en 2016 con una nueva secuela y los mismos borrachos de la primera edición, y aunque no superó su antecesora, logró convocar más de un millón de espectadores a las salas y siguió demostrando que el humor de estereotipos sigue siendo funcional en las familias promedio que asisten al cine de entretenimiento. Junto a su taquillazo navideño García estrenó este año dos comedias adicionales, Polvo Carnavalero, mostrando el contraste de idiosincracias entre los cachacos y costeños que ha funcionado muy bien como fórmula televisiva, y El Coco, una mezcla entre humor y terror de chistes simples enmarcados en una casa embrujada con el elenco de Sábados Felices, que terminó siendo la película más taquillera del año con 1.154.396 espectadores. Lo que indica que la tendencia no cambia: comedias de estereotipo reventando en ganancias y crítica feroz que no logra atraer al público para ver otro tipo de cine.

                 

La contraparte de la comicidad rentable vino por parte de las 'nuevas generaciones', con Take One Producciones entrando en pugna por el rédito con ¿Usted no Sabe quién soy Yo? y varios de Los Comediantes de la Noche en acción en una comedia de apariencias y despropósitos románticos con el patrocinio nada subliminal de la emisora Olímpica Stereo. La misma frecuencia radial le brindó auxilios al segundo largometraje cómico de Hassam, El Agente Ñero Ñero 7, una especie de Johhny English a la colombiana con chistes del estilo de Sábados Felices, con brazo financiero de Dago García y una alta productividad doblando en taquilla a su antecesora Güelcom to Colombia llegando a más de 700.000 espectadores. Finalmente, la gente de Dynamo se animó a producir un remake del exitoso Nosotros los Nobles con Malcriados, mostrando una familia acomodada venida a la quiebra que debe obligarse a trabajar para sobrevivir, en la segunda salida de Felipe Martínez (Bluff) como director.


OTRAS LOCACIONES, OTRAS ACCIONES

La cartelera tuvo espacio para acercamientos al suspenso y al western con varios títulos estrenados en 2016. Riccardo Gabrielli (La Lectora) rodó Cinco en Nueva York, con Carolina Guerra como una ladrona profesional que queda encerrada en un cuarto y debe buscar salida, en una muestra de buena factura técnica pero flojo desarrollo narrativo. En marzo se estrenó La Semilla del Silencio, debut del director Felipe Cano, con cierto homenaje al cine negro y metiéndose en la investigación de los falsos positivos hacia las altas esferas, con un aceptable esfuerzo por contar una historia policíaca, que finalmente faltó de ingredientes más sorpresivos. Coqueteando el western apareció en abril Malos Días de Andrés Beltrán, con visos al estilo Tarantino, gran selección de locaciones, y seguimiento de varios personajes tras unas esmeraldas que intenta infundir un western a la criolla, con resultados regulares en las escenas de acción. En un tono mucho más rural se estrenó Pariente, el primer largo de Iván Gaona, reconocido en la escena por sus cortometrajes aplaudidos (Los Retratos y El Tiple), y que se remonta a la región de Santander para mostrar una historia de amor y traición familiar con actores naturales, buscando fusionar las bondades de la ficción con el naturalismo más criollo.

Lo regional siempre cuenta. Todos los años hay miradas descentralizadas de nuestra óptica multicultural desde distintos parajes colombianos. Siembra (de Santiago Lozano y Ángela Osorio) es la tierra negra, la pena negra, un retrato de entorno donde hay añoranza de hogar, desde la óptica de una Cali marginal llena de nostalgia. Dos Mujeres y una Vaca (Efraín Bahamón) es el viaje que busca respuestas desde la ruralidad analfabeta de dos campesinas que añoran ver de nuevo al hombre de la casa y emprenden una travesía por el sendero de la vida y la muerte en los caminos del Huila. Oscuro Animal (Felipe Guerrero) es la joya del 2016 que muestra la huida de la guerra desde la angustia silenciosa de tres mujeres, en un denso pero hermoso retrato de la violencia rural y la búsqueda por evitarla. El Soborno del Cielo es el sexto largometraje de Lisandro Duque, una interesante crítica al poder religioso y su manipulación en los pueblos del interior, donde disputar la palabra de un cura se convertía en sacrilegio. Estos ejemplos desde otras locaciones, con entramados distintos y propósitos diversos, fueron esfuerzos que realzaron la calidad del cine colombiano durante este año.


OTROS GUERREROS REGIONALES

También regional, pero con menos fortuna o pretensiones distintas, se exhibió desde el Putumayo Chamán El Último Guerrero, una aventura selvática de la lucha indígena por liberarse del yugo blanco, donde el director Sandro Meneses intenta construir un héroe de acción, pero que peca por sus excesos gráficos, sonoros y una formación actoral muy incipiente. Desde Pueblorrico en la región antioqueña viene una película familiar con gestos de inclusión, Pasos de Héroe (de Henry Rincón), que cuenta el sueño de un niño afectado por una mina antipersonal que quiere ganar un campeonato de fútbol, con una mirada tierna y optimista desde la actuación infantil, pero que carga con varios vicios televisivos y que pierde novedad. A final de año se exhibió exclusivamente en Pereira Los Asombrosos Días de Guillermino (de Gloria Monsalve), aventura infantil rodada en 2003 y lanzada con bastante sacrificio en 2016, en un esfuerzo por estampar un nuevo largometraje hecho en Pereira, cosa que no sucedía desde 1926 con Nido de Cóndores.

Hacia los predios chocoanos apareció el terror de Saudó, segundo largometraje de Jhonny Hendrix (Chocó). Locaciones deslumbrantes, bastante trabajo de postproducción y un montaje ágil no impiden que la cinta naufrague por debilidad en la historia y un mito que se hace poco creíble, en uno de los exponentes de horror del presente año. Se estrenó de forma casi invisible la fusión entre cine de terror y policíaco Lamentos, de Julián Casanova, con sabor a Santander, y con alguna rotación internacional en festivales, pero muy poca exhibición en el país. Con un título casi homónimo se estrenó en septiembre la cuota de terror de Dago García El Lamento que, como todas sus cintas, cuenta con muy buena factura técnica pero poco sentido de la lógica y un relato que se deja llevar por entramados absurdos y la búsqueda infructuosa de descifrar el enigma de una muerte accidental. La nota récord sobre este rodaje es la increíble forma de trabajar de su director fetiche de este año, Juan Camilo Pinzón, quien en solo 7 años ha logrado facturar 8 películas en su cuenta personal, esfuerzo loable en un país donde germinar una película es un proceso de varios años.



INDEPENDIENTE INDISPENSABLE

El cine independiente colombiano se ha vuelto presencia inobjetable en la cartelera, que le paga de forma ingrata. A veces prefiere viajar primero a través de festivales y conquistar públicos ajenos y sensibles, pero cuando no tiene este chance viene a las pantallas, tiene una vida corta y se silencia por la ingratitud de la industria. En 2016  debutó Jacques Toulemonde con Anna, la historia de una madre bipolar que ama pasionalmente a su hijo y que fue nominada a los Goya 2017 como mejor película. Claudio Cataño debutó como director con la extraña Moria, llena de tristeza malvada, con la localidad histórica de La Candelaria convertida en un epicentro de melancolía hippie, que no logra capturar del todo. Otro debut provino de la tesis de grado de Juan Paulo Laserna con Las Malas Lenguas, relato psicológico en un entorno de señalamientos y prejuicios sociales sobre embarazos dudosos, que intentó innovar a través de formas y propuestas en edición, pero que no logra ser homogénea en su identidad visual.

         

Películas corales de carácter independiente también hicieron presencia en la cartelera. El tercer filme de Alexander Giraldo (180 Segundos) fue Destinos, un relato de autor, comprometido con las ansiedades y frustraciones de varios personajes que buscan su propia redención personal, con buenas actuaciones, pero sin una conexión especial entre las historias. Del mismo modo coral también apareció Carlos César Arbeláez (Los Colores de la Montaña) con Eso que Llaman Amor, centrado en Medellín, con personajes urbanos que viven el vacío de sus propias ausencias, aquellos amores incompletos, la intensidad del anhelo que la película acompaña de modo muy natural. Una cinta muy exitosa en el exterior fue Los Nadie, debut de Juan Sebastián Mesa que evoca la rudeza de los tiempos de Rodrigo D y la atmósfera callejera de Los Hongos, haciendo un retrato de una ciudad joven, rebelde pero esperanzada con vivir su juventud a su manera, un homenaje desenfadado a la libertad. Finalmente, y con promoción totalmente independiente se estrenó La Luciérnaga, de Ana María Hermida, el amor iluminado entre dos mujeres a través de la muerte y el duelo, que logró tener algunos reconocimientos internacionales. Lo que mantiene la tendencia de años anteriores: películas personales de corte humano más apreciadas en el exterior, que en esta tierra de la comedia 'idiotincrática'.


LOS NUEVOS MERCADOS

El género que ha logrado posicionarse gracias a los cines independientes es el documental, cada vez más visible en las pantallas grandes. Hubo de todas las calidades y perspectivas. Cabe destacar tres: Todo Comenzó por el Fin de Luis Ospina, el autorretrato del grupo de cine de Cali, una epopeya freak de cine, drogas, delirio y muerte; Paciente de Jorge Caballero, que de forma desnuda muestra el coraje y la lucha de una madre en un hospital porque su hija reciba la atención médica adecuada para contrarrestar un cáncer inflexible; y No Todo es Vigilia de Hermes Paralluelo, un relato lentísimo pero hermoso sobre el amor en la vejez y la resistencia al tedio vital de los años y a no ser separados sino hasta la hora final. Vienen luego los coloridos documentales de entorno como Aislados (Marcela Lizcano) y su hacinamiento insular en la costa Caribe, Ati y Mindhiwa (Claudia Fischer), que busca la convergencia de dos jóvenes indígenas entre la cosmogonía de la Sierra Nevada y la visión occidental de Bogotá, y Jericó (Catalina Mesa) con las mujeres de este pueblo paisa como sembradoras de nostalgia y una promoción bastante comercial para una cinta de este género. En un lugar menos decoroso pero siempre lleno de esfuerzo hay títulos como La Selva Inflada, con un Amazonas desesperanzado por suicidios juveniles, donde se sugiere pero nunca se cuenta y nos quedamos con una historia nebulosa; Home, el País de la Ilusión, con una visión muy personal sobre una mujer que ha vivido en varios países pero no ha podido definir su nacionalidad, con poca magia en la realización; y Hombres Solos, una semblanza sobre la triste miseria de los pescadores solterones del río Magdalena, con un tono de registro pero sin una narración que trascienda.

                    


El mercado de coproducción ya es un tópico dentro de la cinematografía local y gran porcentaje de los nuevos títulos cuentan con auxilios económicos de países solidarios con el celuloide colombiano. Tres directores extranjeros fueron partícipes dentro de este tipo de procesos. El español Fernando Vallejo hizo la adaptación del libro de Héctor Abad Fragmentos de Amor, con una Angélica Blandón adecuada como mujer fatal, y una historia de angustia erótica que complace a la mujer, atormenta al hombre, y cuenta con un cameo del escritor del libro original. Desde Costa Rica Esteban Ramírez publicó Presos, con el amor como pena y con la cárcel como centro emocional, donde el encierro es la puerta que abre y cierra las posibilidades del amor. Y Salvador del Solar desde el Perú dirigió Magallanes, intromisión en el pasado oscuro de un militar retirado que busca redimir sus culpas, con un cartel de lujo liderado por Damián Alcázar y Magaly Solier, y que se envuelve con veracidad en el abuso de poder. Todas las coproducciones tuvieron rotación en festivales foráneos y Magallanes fue la más destacada con premios en San Sebastián, Huelva, Lima, Marsella y Washington.


La apertura consolidada de espacios independientes, la formación de públicos para el género documental y la cada vez más común llegada de coproducciones con países latinos y europeos trabajando en llave han logrado ampliar la oferta, creando nuevos nichos, nuevas miradas y reiterando la posibilidad de ensanchar una industria incipiente. Los 37 estrenos del 2016 ofrecieron variedad de temas y estilos, siempre con la comedia triunfando en la taquilla y el cine de autor haciendo lo propio con la crítica, con una relevancia internacional no tan mediática como en 2015, pero sí con un mayor atrevimiento por explorar nuestra humanidad con temas más universales desde territorios muy locales.



18 nov 2016

ÉPICA SELVÁTICA: EL ABRAZO DE LA SERPIENTE



Adentrarse en la selva puede ser un viaje sin retorno. Quienes logran sobrevivir vuelven a la civilización convertidos en nuevos seres. No es una aventura apta para cualquier sujeto, y para entrar en sinergia con la naturaleza es necesario dejarse llevar por una distinta y fabulosa sabiduría ancestral. A Ciro Guerra y Cristina Gallego siempre les inquietó la idea de introducirse en la magia amazónica y nadar en las aguas de un conocimiento ajeno, lleno de mística, gobernado por una cosmogonía inusual, donde la anaconda, el jaguar y los animales selváticos cobran vital importancia para la vida de la tribu. Su terquedad resiliente logró que se hiciera visible en 2015 El Abrazo de la Serpiente.


Ciro Guerra, el mediador del blanco y el indio.
Inspirada en los diarios de viaje de dos exploradores europeos a comienzos del siglo XX, la película desarrolla dos historias similares con un solo protagonista indígena cohiuano, Karamakate, quien revela una personalidad desafiante y recelosa en su juventud, y una serenidad resignada y sin alma en su vejez. El centro de la aventura es la Yakuruna, flor sagrada camuflada en la lejanía que contiene grandes secretos botánicos y espirituales, y por la que los dos exploradores, en épocas distintas, emprenden una azarosa búsqueda junto a Karamakate.

El entrelazado narrativo de las dos historias abre la impresión inmediata de un intenso contraste cultural, donde hay una puja por defender un conocimiento de lado y lado, y en la que entra el recelo como ingrediente crucial para no revelar secretos milenarios. El tono materialista del blanco toma notoriedad en su equipaje vasto, su necesidad ansiosa de comida, su música de vitrola y su ansiedad de explotación industrial; el tono esencial del indígena figura en sus ropajes escasos, sus dietas de prohibición, el sonido del río como música y su respeto por la fauna y flora de la espesa selva. Hay un continuo tira y afloja entre las virtudes y defectos de los dos conocimientos, y durante todo el filme la divergencia es protagonista.

Karamakate, la esencia del ancestro.

Pero el guión de Ciro Guerra y Jacques Toulemonde no sólo se remite a señalar las diferencias culturales, sino visibilizar el continuo perjuicio que el blanco ha causado al indígena por invadir su territorio. La fiebre hostil de las caucheras se expone en cuadros conmovedores, donde el mismo Karamakate grita con furia 'El caucho significa la muerte'. La obligada visión religiosa de Occidente retuerce los pensamientos de los nativos, creando Mesías falsos y oraciones ajenas, alejándolos de su respeto ancestral por la Tierra y los seres vivientes. Mientras tanto, la desconfianza y el recelo crece con las falsas promesas del blanco, quien llega a 'civilizar' el entorno con una tierra prometida desgastada en ladrillo y ansiosa de devorar un verde inocente, próxima víctima del rencor industrial.

Parte de la sorpresa agradable durante ese rodaje de siete semanas fue la selección de actores nativos. Nilbio Torres (Karamakate joven), oriundo de aquel Vaupés cubeo,  se llena de recia personalidad y coraje brutal para enfrentar los rigores del río y las ambiciones del blanco. Entretanto Antonio Bolívar (Karamakate viejo), un septuagenario de la casi extinta tribu ocaina, es un sabio fantasma sin recuerdos, de tensa pasividad, poseedor de una misteriosa sabiduría y un manejo sereno de los tiempos y las pausas. Complementa el reparto de origen indígena Dionisio Ramos, ticuna del Amazonas, con un abnegado papel de sirviente leal del blanco, cómplice y testigo de la magia, la muerte y la belleza del protagonista sin voz pero con gran voto durante todo el filme: el Río, majestuoso, imponente, sabio, dador de vida y muerte, el conducto principal de esta aventura.

Un épico road movie fluvial.
El trabajo de coproducción fue clave para poder sacar adelante este proyecto. Colombia, Argentina y Venezuela unidos en la causa de la odisea aborigen, con un presupuesto ajustado, unas últimas semanas de rodaje difícil y locaciones tan maravillosas como inaccesibles entre las que cuentan el río Igará-Paraná y los imponentes cerros de Mavicure. Fotografía ejemplar en blanco y negro, de aplicada observación en aquel road movie fluvial, remontando brazadas de remo de los primeros años 1900 con un arte y maquillaje cuidadosos, con una producción agotadora que vadeaba caudales y sorteaba obstáculos naturales; la música es reverencial, se entremezcla con la selva monocromática entre cantos indígenas y nos invita a un viaje remoto y sin fronteras; entretanto el montaje juega a dos universos paralelos con un mismo protagonista en décadas distintas, jugando con el río como hilo conductor.

                  

Los reconocimientos en Cannes, la nominación al Oscar y su paseo legendario por varios festivales del mundo son la muestra de un río audiovisual de buen caudal. El homenaje a la cultura amazónica, la denuncia informal del maltrato blanco, la exhibición corajuda de una selva monumental a blanco y negro, el buen recurso humano actoral y técnico, y la enorme capacidad de no dejarse vencer por la corriente hacen de El Abrazo de la Serpiente una película compacta, mística, algo surreal pero sensata, una épica selvática en busca de la sabiduría indígena que cada vez más se refunde entre el verde desconocido de la jungla inmensa.





13 oct 2016

BOZ SCAGGS - BOZ SCAGGS


Podría haber sido una especie de Van Morrison americano en aquella época. Sin embargo, las ventas y la poca difusión no lo quisieron así. Pero el tiempo, los pergaminos y los talentos que se unieron para crear Boz Scaggs (1969) le han representado una gradual retribución de dividendos y buenas críticas. El músico oriundo de Ohio presentó un album debut con disquera grande -Atlantic- y logró retratar en distintos colores musicales un album muy americano soportado por el country, el blues, el soft rock y el blue eyed soul.

William Royce Scaggs no era nuevo en la escena musical de fines de los sesentas. Fue compañero de aventuras musicales de Steve Miller y grabó voces y guitarras en sus dos primeras placas. Además, tuvo un lapso europeo donde grabó un album solista inicial que se lanzó en Suecia pero que estuvo apagado para el resto del orbe. La iluminación discográfica dio su primer chispazo a través de su contrato con Atlantic, gracias a los favores de su amigo Jann Wenner, fundador de la revista Rolling Stone. Fue el debut oficial de Scaggs con Norteamérica.


MÚSICA CON MÚSCULO

El tejido muscular musical cimentó sus bases en la acertada elección de una pequeña cofradía de músicos de sesión conocidos como los Muscle Shoals: un inspirado Barry Beckett en los teclados y composiciones, un austero pero adecuado David Hood en el bajo, un tranquilo Roger Hawkins en batería, y cuerdas de cortesía por parte de Jimmy Johnson y Eddy Hinton, además de una sección de metales y coros femeninos que le inyectaron impresiones de gospel y soul al disco.

Pero el elemento clave en la grabación del LP fue el virtuoso Duane Allman, joven e inquieto talento guitarrístico del rock sureño de los Allman Brothers, quien se trajo una amalgama de emociones virtuosas en sus cuerdas y logró compactar un sonido vigoroso pero a la vez sentido. La unión de Scaggs, Muscle Shoals y Allman desembocó en el tremendo clásico blues "Loan me a Dime", cover de Fenton Robinson, solidificado por el Hammond conmovedor de Beckett, el acento apasionado de los vientos, la sobriedad versada de Allman y el canto sensible de Boz, la Voz. El tiempo se encargaría de revelar su grandeza.


  

DESENGAÑOS SOUL Y COUNTRY

La voz de pasión apacible de Boz comienza a dar las señales inequívocas del desamor en la mayoría del repertorio del disco. Con desengaño elegante se despacha en varios de sus títulos de no retorno y desencanto sentimental. Hay una intimidad expresiva en "I'll be Long Gone", combinación de dulzura y apasionamiento en un soul de buenos arreglos;  en la balada soul lastimera "Another Day (Another Letter)" existe la evocación de antaño y la resignación del abandono amoroso, muy al estilo Motown; el inconsolable destino lírico del disco crea resoluciones fatales en "Sweet Release (Desolation Avenue)" con un Scaggs cubierto de dolor y olvido en un track despierto pero ceremonial, y la guitarra de Duane piloteando la tristeza: 'Curse my pain/ Curse the sunrise every dawn/ On those sidewalks ran me ragged/ Yeah those cracks my only guide'.

               


Pero la desilusión también estaba coloreada de ruralidad musical.  Con bastante influencia del country
Scaggs se alinea en el campirano "Now You're Gone" retomando el tema de las relaciones fallidas; con un tempo más sereno pero no desprovisto de tonos campesinos "Look what I Got" mantiene el tono de reclamo amoroso, 'If you treated me right I'd be comin' home to you'; el desconsuelo con sabor country se cierra con un cover de Jimmie Rodgers, "Waiting for a Train", pura desesperanza en canto yodeling de Scaggs, violín nostálgico de Al Lester, bar polvoriento en el piano de Beckett y guitarra agraria de Allman. Fue el lado más sureño de Boz.


EL BOZ POSTERIOR

Boz Scaggs iría matizando con los años su corriente a tonos más sofisticados y se casaría con un estilo adulto contemporáneo impregnado de tonos soul, entre la euforia y la intimidad. Dos ejemplos de este LP, "I'm Easy", contando con una fuerte influencia del soul de  los sesentas, fue parte de la sustancia vibrante de algunos de sus clásicos posteriores, mientras "Finding Her" es melancolía madura, de arreglos finos y voz cuidada, una muestra del Boz reposado y sensible.

                            Allman y Scaggs, gran dupla americana.

Duane Allman, exquisito músico de sesión, fue el condimento sensible para que Boz Scaggs sonara americano sin ser muy blanco, muy negro o muy country. Su lamentable partida temprana en 1971 impidió ver posibles evoluciones musicales junto a Scaggs. Por su parte, Boz cambiaría de disquera, de músicos y de estilo para conquistar las audiencias del soft rock y la adultez reposada sería su estampa clave de éxito  en placas como Slow Dancer o Silk Degrees a mediados de los setentas. Su album homónimo es el rescate primario de su relación cercana con los sonidos autóctonos, haciéndolo una especie de Van Morrison americano, de finas fibras cuando se habla de melancolía, de ímpetu feliz cuando se habla de energía, un Scaggs anterior listo para conquistar a su propia gente. El tiempo se lo ha permitido de manera progresiva.




15 sept 2016

EL SENTIDO DEL TEOREMA ZERO



¿Cuál es el sentido de la vida? ¿A qué vinimos a este mundo? Disertaciones filosóficas envueltas en un paquete surrealista nos trae en su entrega de 2013 en gran pantalla el siempre genial y caótico director Terry Gilliam, maestro de universos paralelos, realidades alternas y un imaginario desbordado, quien esta vez busca conjugar sus atractivos disparates distópicos con reflexiones filosóficas acerca del sentido de la existencia en El Teorema Zero.

Waltz y Gilliam, buscando un orden al caos.

BUSCANDO LA ESENCIA

Un brillante  pero tímido calculador de entidades llamado Qohen Leth (Cristoph Waltz) busca la discapacidad laboral para trabajar en casa y evitar un mundo exterior plagado de publicidad y gente extraña por doquier. Bajo el mandato de La Dirección. una entidad que parece controlar el planeta, Leth es comisionado para cumplir en su casa una misión tan audaz como desgastadora: lograr calcular la entidad más difícil, el Teorema Zero, que descifrará los grandes enigmas del Universo, su esencia y su sentido.

Qohen Leth, esperando ser iluminado por el sentido de su vida.

Aunque pareciera ir en la búsqueda metafísica y emprender un relato revelador, el guión se queda en la sugerencia y la interpretación personal sin llegar a un ámbito reflexivo de gran profundidad. Sin embargo, los componentes técnicos y artísticos que le brindan estructura a la cinta son de tan alta factura y absoluto deleite que nos hacen olvidar el fondo para dejarnos llevar plácidamente por la forma de este universo paralelo. Un mundo feliz lleno de colores extravagantes, vestuarios de látex y telas excéntricas, tonos sintéticos y colores chirriantes, publicidad sobreexpuesta de pantallas y neones, autos diminutos y señales de tránsito absurdas, un cosmos único e irrepetible camuflado en las calles de Bucarest, locación real de la película.


LOS ELEMENTOS ACTORALES DEL TEOREMA

El único ser oscuro es Leth. Ropajes austeros, cabellos ausentes, palabras cortas, agorafobia comprobada y una capilla venida a menos es su entorno. Christoph Waltz repite aplausos a través de una soberbia interpretación, un misterioso ser que no soporta la idea de un mundo consumista y que sólo espera la iluminación a su vida a través de una llamada telefónica que revelará su verdadero propósito en la vida.

Matt Damon es La Dirección. El Gran Hermano camuflado de tapiz.

El soporte actoral de Teorema Zero no pierde brillo y es garantía de credibilidad. David Thewlis interpreta al supervisor de Leth, medio chiflado y optimista, Tilda Swinton es una psiquiatra de domicilio virtual, Matt Damon es el mando de la Dirección, Ben Whishaw y Peter Stormare son matasanos de un mundo paralelo. Los talentos no tan conocidos de la extrovertida enamorada Melanie Thierry y del niño prodigio Lucas Hedges son valores agregados al componente actoral.


El deslumbrante universo de Terry Gilliam en Zero Theorem. 

Son Thierry y Hedges quienes buscan modificar el austero y opaco mundo del protagonista invadiendo su casa y su modus vivendi. Mientras Bainsley (Thierry) es herramienta de seducción, Bob (Hedges) es elemento de estímulo anímico. Ambos quieren sacar del limbo unipersonal a Qohen y mostrarle un mundo distinto donde tal vez logre encontrarle sentido a través de la compañía y las relaciones interpersonales. Una coyuntura emocional bien sonorizada a través del Creep de Radiohead estilizado desde la óptica jazz de Karen Souza.


EL NUEVO UNIVERSO DE GILLIAM

Bajo una estampa de surrealismo futurista se desarrolla la búsqueda del algoritmo perfecto que encaje y logre comprobar el Teorema Zero. Los recursos técnicos difieren de un posible futuro cibernético real y se desvían a ordenadores gigantes, gráficas de modelado 3D en tonos básicos y matemáticos, ausencia del chroma y efectismos barrocos, y una ingeniosa mirada de un futuro de algoritmos y tubos de ensayo que en medio de la tecnología se ven muy orgánicos. Cabe agregar la concepción del sexo impersonal del futuro a través de la interfaz tántrico biotelemétrica -con un diseño de vestuario bastante peculiar de Carlo Poggioli-  y un imaginario virtual que nos conduce a la ruta escapista de una realidad agobiante.

Terry Gilliam como siempre, ama despacharse en múltiples discursos que ronden la locura, el esclavismo moderno y los universos distópicos. Algunos guiños a Brazil en la consecución de un escenario laboral, esta vez no dominado por la burocracia sino por la excesiva publicidad y la siempre atenta mirada de un Gran Hermano laboral, que se deleita en buscar el orden para desordenarlo y volverlo a emparejar en un circulo vicioso sinfín, donde La Dirección se manifiesta a través de su certera sentencia 'El Caos es Rentable'.

                 


La parafernalia descollante de aquel escenario nos impresiona tanto que finalmente nos desvía de un verdadero propósito narrativo. Para disfrutar El Teorema Zero se debe contar con dos requisitos: ser seguidor del delirio surreal de Terry Gilliam, y buscar matices distintos al ver la película más de una vez, pues en medio de un discurso un tanto difuso, se puede encontrar la placidez siguiendo a Qohen, el hombre que puede llegar a ser humano y encuentre sentido a su existencia a través de una buena compañía. Bien lo puede resumir Bainsley en aquella disfuncional relación con Qohen, 'Yo necesito tanto que me necesiten'. Mientras tanto, resolver el dilema metafísico de la esencia del universo tendrá que apreciarse en otro filme, porque en el nuevo universo de Gilliam, surreal y de acogedor caos, nunca será revelado.


 

2 ago 2016

LOU REED - BERLIN


El mundo estaba contento con aquel Lou Reed de Transformer (1972). Se veía una presencia jovial, de sensualidad desparpajada  y con el ingrediente glam que conquistaba el universo en aquellos incipientes setentas. La gente esperaba algo similar para su tercer disco, pero la bofetada fue magistral. Y Reed se encargó de abarrotar de sombras el panorama con una apuesta osada, pretenciosa y audaz.


UNA ÓPERA PARA EL DESAMOR

La sangre de Velvet Underground aún recorría sus entrañas, intoxicadas de droga, esquinas oscuras, prostitución, desamor y suicidio. Reed creó una capa gótica que expelía depresión por todos los poros, en un album conceptual de densidad abrumadora repleto de abalorios sonoros, algunos mágicos y otros sobreproducidos, una ópera rock de absoluta desesperanza ubicada en el Berlin de la época.

Lou Reed y Steve Hunter, pregoneros de la tragedia.

Todo parecía indicar aceptación pública  en 1973 luego de la convocatoria de nombres de peso dentro del universo rock: el reputado productor Bob Ezrin (Alice Cooper), Steve Hunter en la guitarra líder, Jack Bruce (Cream) en el bajo, Steve Winwood (Traffic) en teclados, los jazzistas Michael y Randy Brecker en los metales, Aynsley Dunbar (Bluesbreakers) en batería, entre otros nombres no menores. El resultado, un pomposo conjunto de arreglos y texturas orquestales camuflados en rock, y perdidos en el horizonte más deprimente bajo las líricas fatalistas de Lou Reed. La crítica cayó con azotes y el público de entonces se sintió horrorizado ante el cambio tétrico del compositor.

La historia no era tan sencilla. Una pareja de enamorados errantes, Caroline y Jim, residen en aquel Berlin dividido, viviendo y muriendo un amor excesivo, que lentamente se despedaza en partículas de infortunio. En orden lineal, Lou se encarga de desmenuzar un amor fallido donde se incluyen los ingredientes más amargos y donde jamás hay retorno.



EL ABANDONO ORQUESTADO

El tema "Berlin" (rescatado de su primer LP homónimo) es la ciudad aparentemente romántica que abre la aventura con un piano sereno pero sentido, botella de vino y ambiente de café bar, donde la evocación es el lado más positivo del álbum, mientras Lou prepara lentamente lo peor. Y la malsana celebración de la desdicha comienza con "Lady Day", tema clásico de conciertos, de orquestación trágica y producción intachable, haciendo apología a la musa del jazz Billie Holiday y su vida en desequilibrio, tal como la de Caroline, que lentamente cayeron en abandono a su modo, 'After the applause had died down/ And the people drifted away'.


El nihilismo de Lou Reed se siente alrededor de la tragedia amorosa. Jack Bruce coopera con el caos y hace un esfuerzo notable de bajo en "Men of Good Fortune", reciclaje de la época Velvet Underground que desprecia las posturas de casta o estrato al son de la orquestación. Luego del anarquismo nos sumergimos en las quejas sentimentales de "Caroline Says I", memorial de agravios de pareja, 'Caroline says that I'm just a toy/ She wants a man, not just a boy'. El rock orquestado, lleno de ornamentos sonoros en la producción de Ezrin, deja lista la calistenia de la debacle.

Drogas, violencia, odio y desaliento, la atmósfera que invade a Berlin. "How do you Think it Feels" contrasta la sección viva de vientos de los Brecker y el entusiasta solo de guitarra de Steve Hunter con las líricas marchitas de abandono y narcóticos, el suplicio solitario del hombre en estado de postración anímica. Luego "Oh, Jim" genera la reacción violenta junto a los tambores poderosos de Aynsley Dunbar. 'When you're looking through the eyes of hate' es parte del desahogo de golpes, reclamos e inconformismo de Jim hacia Caroline.


EL ARRULLO DE LA TRAGEDIA

La miseria humana se revela explícita en los momentos acústicos. Hermosa desesperanza trae "Caroline Says II" en un melódico ahogo de desamor. Superando la versión original de "Samantha Says" de la Velvet, esta es una pieza magna de desafecto, 'You can hit me all you want to/ but I don't love you anymore'. El paisaje se vislumbra más lóbrego con el lamento de "The Kids", el momento en que Caroline pierde la custodia de sus hijos y dibuja la pérdida como destino, mientras Tony Levin (King Crimson) acompaña con un bajo triste y BJ Wilson (Procol Harum) es ceremonioso baterista que escolta la angustia.

Es el final. "The Bed" es el punto de congregación de la nostalgia, las últimas emociones y el acto suicida de Caroline. Nunca antes la muerte había sonado con tal candidez trágica. Reed, casi susurrando, brinda el sonido letal con ternura fúnebre, con las teclas de Steve Winwood abriéndole paso al más allá, 'This is the place our children were conceived/ Candles lit the room brightly at night/ This is the place where she cut her wrists/ That odd and fateful night'. Brutalidad acústica en todo su esplendor triste.

              

Berlin finaliza con la pesadumbre orquestal de "Sad Song" y como en el primer track, evoca lo que pudo haber sido. El vacío colmado de recuerdos por parte de Jim es dulcificado por una banda sonora entre la epopeya y el cuento de hadas de casi siete minutos. Lou Reed se ha adelantado a muchos gentiles depresivos del futuro sin que la generación de la época lo supiera apreciar. Tal vez Berlin tenga tonos pretenciosos, otros excesivos, y un cargado peso de tragedia, pero no deja de ser brillante, audaz y auténtico para la época. Un cántico al no futuro representado en una historia de amor que hace parecer los dramas de Shakespeare puras canciones de cuna. El neoyorquino lo hizo de nuevo: deslumbrar con su oscuridad descollante.


8 jul 2016

EL MIEDO TRIUNFAL DE MAGALY SOLIER


Una inocencia maliciosa se esconde tras el desinteresado look de la peruana Magaly Solier, una de las actrices naturales más sorprendentes de la última década. Aquella mirada de sufrimiento ancestral logra penetrar las fibras del más escéptico y sus formas nativas de convincente naturalidad han logrado darle un acento destacado al panorama del cine inca.

Huanta fue territorio hostil en la época oscura de Sendero Luminoso, donde se vivió el ultraje y la violación a los derechos humanos llenando la tierra de sangre. En aquella provincia tuvo que hacerse a pulso Magaly Solier, de origen campesino, manos de chacra y ojos andinos, que sin proponérselo comenzó a tejer una imagen casi mítica, envuelta en una sábana de inocencia golpeada que siempre persigue la emancipación.

El temor ganador: La Teta Asustada.

Su filmografía no cuenta con la fortuna de tener una distribución amplia en nuestro continente. No obstante, Solier ha logrado conquistar públicos más lejanos como el europeo, gracias a la exhibición de sus películas en  festivales prestigiosos como Cannes, la Berlinale, San Sebastián e incluso una nominación al Oscar por La Teta Asustada, el punto álgido de su carrera como intérprete.

La impronta actoral que Magaly ha transmitido en sus cintas es aquella vulnerabilidad femenina que busca redimirse. Lágrimas de pasados tortuosos, canciones quechua que relatan el terror para apaciguar el temor, movimientos corporales de ingenuidad que guardan reverencia y desconfianza simultáneas. La actriz huantina es símbolo de un bello desasosiego que carga con el peso de sus raíces indígenas y que algún día busca salir del oscuro pasaje de la vejación occidental.

Madeinusa: Una virgen no tan santa.
Su debut en Madeinusa (2005) es la simpleza autóctona con un sueño occidental. Con apenas 19 años interpretó a una niña de costumbres ancestrales tentada por los hábitos occidentales de Lima, que debía cumplir con el ritual de ser la Virgen oficial del Tiempo Santo, época de un pueblo para hacer prácticas non sanctas. Una inocencia que se mueve en la ambigüedad del pecado, 'Yo si quiero ser Virgen', decía Madeinusa. En su primera aparición en gran pantalla dejó conocer sus lágrimas andinas, sus sueños de liberación y su hermosa voz quechua al canto, objeto de aclamación por los foráneos y de algunas críticas por los puristas del huayno.

Claudia Llosa fue su hada cinematográfica. Luego de descubrirla en la preproducción de Madeinusa y notar los buenos resultados, la directora la volvió a reclutar en La Teta Asustada (2008), la historia de una joven que padece una enfermedad psicológica adquirida por el terror subversivo en los ochentas, y que busca revertir el ultraje y la violación al introducirse de forma permanente una papa en la vagina. Allí Magaly Solier consolidó una estampa de identidad muy definida: una mujer estoica, temerosa, triste, recelosa, arraigada a su madre, pero siempre con la esperanza como pulmón.

Estoicismo a prueba. Celina, personaje de Magallanes.
Un personaje no tan lejano al anterior se vislumbra en su más reciente aparición en cine con Magallanes (2015), donde interpreta una humilde peluquera con un pasado de vejaciones y abusos que no quiere recordar, y un presente de tenacidad y búsqueda por salir adelante con su hijo. En la película de Salvador del Solar, la peruana reconfirma que sus roles de mujer vulnerable le sientan bien al ojo espectador, pues combina muy bien su aspecto de sufrimiento y de resistencia esperanzadora.

El plus obligado es su faceta como cantante. Los discos Warmi y Coca Quintucha son prueba sonora de las capacidades vocales de Magaly, pero su momento glorioso se vive en la sensibilidad de "La Sirena" y los cantos quechua de La Teta Asustada, un soundtrack sublime inspirado en el terror donde la música es método de catarsis, pues 'Hay que cantar cosas bonitas para esconder nuestro miedo', dice su personaje Fausta.

El quechua melódico. Magaly Solier cantante.
Si bien ha intentado mostrar facetas menos frágiles en títulos como Blackthorn o el corto Ñusta Huillac, la Tirana, Magaly no deja de ser la dulzura endeble de Magallanes o Amador (2010), y ya hace parte de un estilo que conmueve e invita a una candorosa intranquilidad. Sin embargo, para que la artista fortalezca su currículo internacional deberá someterse a roles con más carácter o explorar géneros alternos al drama para consolidar el gramo de credibilidad que le falta para ser actriz de élite. Por ahora, Magaly Solier puede jactarse de sufrir de un miedo triunfal en el mundo del séptimo arte.



3 jun 2016

THE WHITE STRIPES - WHITE BLOOD CELLS


The White Stripes tienen un esquema sonoro sucio, clásico, contundente, práctico. Reflejo entero de su ciudad, una Detroit sucia, clásica, contundente, práctica, refugiada en un pasado nostálgico y buscando sacudirse a gritos de su progresivo desempleo y del ingrato abandono. De algún modo esa situación acomodó la furia minimal de un dúo listo para desenfundar estruendosos disparos de efectividad melódica. La música de la inminente pobreza estatal, de las raíces y de las ganas de gritar se materializó con solidez a comienzos de este siglo a través de cuatro manos que lograron producir la amplificación más brutal para darle un cachetazo al rock y anunciarle que estaba vivo. Culpables totales, los White.


DECIBELES PELIGROSOS

Jack y Meg White son el incesto del blues y el punk, el dúo fraternal para los medios, conyugal para la recámara, los artífices de la simplicidad incendiaria. Tres es el número clave en sus movimientos: sus acordes en las canciones, su vestuario (rojo, blanco y negro), los instrumentos de sus discos (guitarra, batería y piano), entre otras cábalas personales. Y armados de herramientas básicas, removieron las entrañas del rock rescatando el garaje sesentero, amplificándolo hasta decibeles peligrosos y desfogando una sensación de desenfreno sin límite que los llevaría a la cumbre del respeto musical contemporáneo.

                                                                                  

El blues fue compañero de varios riffs en sus primeras andanzas musicales, White Stripes (1999) y De Stijl (2000). La rabia aún estaba contenida. Pero en 2001 no escatimaron niveles de ruido y en menos de una semana en un estudio de Memphis le hicieron homenaje al estruendo minimal con 16 pistas irreprimibles condensadas en White Blood Cells, su primer álbum estelar, objeto de aplausos masivos y de flashes de cámara acosadores, que bien se pueden reflejar en su cubierta.

El disco no se explaya en piezas virtuosas de larga duración. Son cortas, incisivas, paranoicas y atronadoras. Jack se despacha entre líricas de idilios fallidos, evocaciones agridulces y recelo de la fama. Su guitarra es un riff de hirviente distorsión, la batería de Meg es escándalo sin restricción, el piano es un cómplice moderado al lado del salvaje paisaje de acordes.


EL AMOR SEGÚN LOS WHITE

Las relaciones afectivas son claves en el músculo lírico de White. Ambigua sensación de bienestar y desencanto rueda entre sus canciones. "Dead Leaves and the Dirty Ground" se despacha lentamente en la evocación de la pérdida con los buenos favores visuales en el clip de Michel Gondry,  "The Same Boy you've Always Known" carga con la nostalgia de un tiempo que ya no se puede rescatar, y "I Can't Wait" (con un intro a lo "Heart-shaped Box de Nirvana), es el reproche de la indecisión de sostener una relación.

                                                                                 

La línea entre el desencanto y el entusiasmo es sostenida por el hilo ruidoso del garaje. Su tema insignia del disco es caluroso y destila amor a pura vociferación, "Fell in Love with a Girl" es explosión de simpleza perfecta con un descrestante videoclip de Gondry, recreando el amor y la música desbordados en figuras de Lego. Menos veloz, pero no menos ruidosa está "I Can Learn", dispuesta a ilustrarse para la conquista. La parada final del disfrute amoroso viene en el empaque bucólico de "Hotel Yorba", poco agraciado alojamiento de aquel Detroit, que esta vez le hace concesiones al amor de zona industrial.

No obstante, después de la conquista viene lo difícil, coexistir en una correspondencia perfecta. Entre momentos sinuosos de prisas, pausas, explosiones y pianos conciliadores aparecen las canciones de confrontación. "I'm finding it harder to be a gentleman" comprueba las dinámicas distintas entre el hombre y la mujer, 'Well I'm finding it hard to say/ that I need you twenty times a day/ I feel comfortable so baby/ Why don't you feel the same?' En una clase de blues desigual y sucio, "Expecting" revela las fallas de dar más que el otro y no ser bien correspondido. Y "Now Mary", con las distorsiones un poco apaciguadas, busca el consenso entre las dificultades afectivas.



LA SIMPLICIDAD CONTRA LA FAMA

En aquel momento los White sufrían de muchas prevenciones hacia la fama. El estado de comodidad pobre que les brindaban sus tiempos de De Stijl se iba diluyendo entre el acoso de la prensa y la popularidad en listados. Eso les generó cierto delirio de persecución que se hizo notorio en el bombo insistente de Meg y la voz quejumbrosa de Jack en "Little room" y un minuto de descontento con la fama, 'When you're in the bigger room/ You might not know what to do'. Con las espuelas puestas en los punteos de guitarra, se mantiene la queja sobre el peso de ser personaje público en "Offend in Every Way". La gente menos interesante y más interesada se presenta oportunista para tomar ganancia con "I think I smell a Rat". Y desde su faceta más oscura y densa evocan al símbolo de la fama sin alma, el Ciudadano Kane, protagonista de "The Union Forever", canción que advierte sobre la celebridad envuelta en vacío.

Tanta fama y prestigio solo podía evadirse a partir de la simplicidad. La simplicidad de una batería de brusquedad esencial, de tres acordes efectivos de guitarra, de evocar mejores tiempos desobligados, tal como en "We're going to be Friends", la dulce evocación musical de infancia donde el acto más relevante es divertirse, 'There's dirt on our uniforms/ from chasing all the ants and worms/ We clean up and now it's time to learn'. Es el momento de intimidad dócil del disco, donde los Stripes no desentonan en aquella cándida masa de cuerdas acústicas y bombo cómplice.

Y a punta de sencillez, los White ganaron fama y respeto. No hay mayores arandelas, lo básico se hace grandioso y la fórmula es pasión de rock de garaje, desmedido en volumen, simple en construcción. White Blood Cells fue el leucocito de rescate para un rock and roll que se veía alicaído a comienzos del nuevo milenio, partiendo desde lo esencial haciéndolo descomunal y promoviendo una figura novedosa que poco se conoce en el medio musical, un power duo que fuera capaz de generar tanto con tan poco, aquel escándalo plácido que marcó con fuerza la primera década del nuevo siglo.





2 may 2016

LARRY FLYNT O LA JUSTA OBSCENIDAD


Escándalo. El término favorito de Larry Flynt, magnate de la pornografía con la firma Hustler en su respaldo, que causó jaquecas y repudio entre la comunidad moralista durante las décadas de los setenta y ochenta. Parodias contra líderes religiosos, fotos explícitas de coños libertarios, videos comprometedores en negocios de drogas y desafíos verbales sin prejuicio en los estrados de la corte. Un cúmulo de razones para desenvainar unos cuantos rollos de celuloide y rescatar una serie de aventuras judiciales para terminar en gran pantalla. El checo Milos Forman asumió el reto y se encargó de convertir a un ordinario pero divertido patán del negocio adulto en un portavoz de la libertad de expresión en las carteleras de 1996.

Milos Forman, el nombre del escándalo audiovisual.

Forman ya contaba con buenos créditos para emprender este proyecto. Atrapados sin Salida (1975), Ragtime (1981) y Amadeus (1984) son comprobantes de buena dirección. Con la mano amiga de Oliver Stone decidieron crear un perfil rebelde, autoritario, audaz y problemático de un Larry Flynt que siempre tuvo sus ojos centrados en dos palabras, ganancia y controversia. El candidato ideal para interpretarlo fue Woody Harrelson, popular en esa época por su papel del asesino Mickey en Natural Born Killers (1994), dirigida por Stone.


VAGINAS CON PERSONALIDAD

Flynt fue un negociante intrépido. Desde sus tempranos negocios de licor casero hasta sus clubes de strippers en Cincinnati, la visión de utilidad a través del placer fue su consigna desde muy joven. Bien dijo 'Si la gente supiera lo buenas que son en la cama, tendríamos éxito'. Aquel espíritu impulsivo lo llevó a montar un imperio de imágenes explícitas, vaginas aromáticas a billete que lo convirtieron en magnate. Hustler es la coprotagonista del film. Gracias a la revista y sus continuos desafíos a una sociedad americana pacata, se revelan los estados de ánimo de una comunidad amarrada a los estándares tradicionales y las propuestas librepensadoras de un ser humano que pecaba 'solamente por tener una revista'. El biopic se agarra fuertemente de las controversiales impresiones de vaginas progresistas, cuentos infantiles acalorados en dibujo genital y burlas incestuosas a líderes respetables. Todo para reforzar un tema en concreto: el flujo libre de las ideas.

Condenándose a sí mismo. El Larry Flynt real, juez en el filme.
En medio de la discusión, los estrados son la locación estelar. Un recinto cerrado, apático a las cámaras y de marcada solemnidad, resulta ser el centro más interesante de los parlamentos, donde se resuelven entuertos de legalidad, de inmundicia literaria, de falsa difamación y de libertades civiles. Hasta el mismo Larry Flynt real se enrola irónicamente en el papel de un juez que falla en contra suya. Allí se desarrolla un prolongado litigio entre la sociedad y el empresario, rico en puntos de vista, posturas moralistas y liberales. El debate de la libertad de expresión (actualmente en boga con las redes sociales) no deja de ser un interesante juego de intereses construido con eficacia por Scott Alexander y Larry Karaszewski, guionistas del film.


SIMPÁTICA ANTIPATÍA

Mientras Flynt pelea con medio planeta en su cruzada liberal y libertina, el aplauso recae en sus protagonistas. Woody Harrelson emplea sus mejores armas de rebelde, palurdo, obstinado en una causa e interpreta a un Flynt creíble, en especial desde el atentado que sufre en Georgia y su confinamiento a la silla de ruedas y a una dicción imperfecta. Por su parte, Courtney Love -sí, la chica de Kurt Cobain sabe actuar-  representa una Althea Flynt (esposa de Larry) libre y despreocupada, que va sufriendo una transformación sorprendente con el desarrollo de la cinta y que convence con su desparpajo enfermo y su ordinariez entusiasta. Un Edward Norton muy joven interpreta al abogado de Larry, Alan Isaacman, con fiel paciencia, encarnando la voz moderada de la protesta. Finalmente cabe destacar el papel de Donna Hanover como la devota Ruth Carter, quien intenta evangelizar el reino de Gomorra de apellido Flynt desde su iglesia cristiana.

El amor pervertido. Los Flynt, Woody Harrelson y Courtney Love.

Milos Forman se deja contagiar en instantes del espíritu de Stone y juega con un montaje ágil, con alegorías animales y con enlaces entre escenas inteligentes que se asocian con fuerza, como pasar del nombre del banquero moralista Charles Keating a la imagen de una registradora, o de una frase polémica de Flynt a una sorpresa intempestiva de otro personaje en la escena siguiente. El alma ocular de Oliver Stone tiene su notoriedad en el video promocional de la Convención de Cincinnati, donde se combinan sin ninguna restricción el sexo y la violencia, el coño juguetón y la sangre soberbia, y donde Flynt acuña una de las líneas más competentes en su lucha por expresarse libremente: '¿Qué es más obsceno? ¿El sexo o la guerra?'


People Vs Larry Flynt logra captar la simpatía por la antipatía. Romper el tabú se vuelve consigna del espectador, promover causas libres y entablar consenso con la diferencia, a pesar de un protagonista testarudo, irrespetuoso y autoritario, que finalmente solo quería tener voz libre entre las páginas millonarias de Hugh Hefner (Playboy) y Bob Guccione (Penthouse). Milos Forman logra salir bien en la forma, con un arte y vestuario respetable de época, una fotografía que si bien no es suntuosa cumple con un buen registro, y con un fondo interesante donde la moral y el libre albedrío tienen una confrontación tan pareja que es para alquilar silla en el tribunal.







5 abr 2016

BELLY - STAR


Los noventas cargaban con la distorsión alternativa desde su inicio. Y aunque el estado de Washington fue el promotor del estallido, progresivamente se fue esparciendo como un virus por todos los estados del país del Tío Sam. Sin embargo, una enorme influencia dio brote en Massachusetts con Pixies, el equilibrio entre la descarga crepitante y la insolencia pasiva, engendrado por Black Francis y Kim Deal, esta última precursora de la presencia femenina sin aspavientos dentro del panorama alternativo. Deal uniría fuerzas con Tanya Donelly para ensamblar The Breeders y concretar otra salida triunfal del rock en Boston. Pero las distorsiones llegaron a adquirir un aire especial a través de un nuevo proyecto de Donelly, quien le abrió las puertas del cielo a los ruidos con su voz de candidez luctuosa y su banda Belly.


EL INICIO DE LA DULCE ASPEREZA

Tanya Donelly ya cargaba con kilometraje musical. Proveniente de Rhode Island, había formado junto a su hermanastra Kristin Hersh el grupo Throwing Muses, que se precia de ser el primero fichado en EEUU por el sello 4AD. Cuatro LPs, un historial independiente de culto y dos líderes de inversas ambiciones, el desequilibrio experimental por parte de Hersh, la dulzura surreal por parte de Donelly. Lo mejor era inclinarse por nuevos caminos. Y luego de su lapso útil en Breeders decidió ser líder del ensueño disfrazado de rock. Nació Belly.

Donelly y los Gorman. El ruido melancólico.

Belly es una dulce aspereza llena de mitos, reproches y frustraciones líricas. Las cuerdas se distribuyen sin mayores complejidades, entre bonitos arpegios que rezuman lágrimas de pasado, con la hermosa voz de Donelly piloteando un avión estelar con aires de fatalismo suave. Los hermanos Tom y Chris Gorman son los cómplices de aquel cándido desengaño entre cuerdas y baquetas, mientras el bajo discreto de Fred Abong acompaña el ensamble del poder discreto.


MELANCOLÍA ALTERNATIVA

Star fue lanzado en enero de 1993 como album debut, luego de tener un EP el año anterior. Quince temas basados en cuerdas tristes y voces tiernas, un marco de pura melancolía alternativa. Fue un éxito, teniendo en cuenta dos nominaciones al Grammy, 2 millones de discos vendidos y figuración en listas a los dos lados del océano. Un éxito bañado de vacío dulce, con la candorosa Tanya quejándose con los arpegios casi góticos de "Someone to Die For" o ladrando un rock inquieto pero desconsolado en "Full moon, Empty heart".

Tanya Donelly, el ángel desconsolado del ruido.

Las guitarras de Donelly y T. Gorman son absolutas protagonistas de aquel abatimiento sereno. Desde el slide surreal de "Witch" que nos mete en una intimidad eléctrica, pasando por la ruralidad de rompimiento acústico en "Untogether" lleno de fatalidad dulce ('Sometimes there's no poison like a dream'), hasta llegar a la melancolía más intensa y angustiosa de "Star". Durante todo el disco los arpegios solemnes se turnan con los riffs azarosos en un efectivo lamento electroacústico comandado por una voz femenina que no pertenece al plano terrenal.

La docilidad melódica se hace enérgica en algunos pasajes y el ruido se entremezcla con las disertaciones oníricas. Agobiante dosis de drama celestial trae "Angel", con acordes rescatados de la época de Throwing Muses y su "Raise the Roses". El ensueño es agresivo en "Dusted", lleno de muerte y melancolía rabiosa, anticipado por el bajo de Abong, quien sería reemplazado en la gira por la inquieta Gail Greenwood. Cierta acidez salpicada de efectismo traen las guitarras de "Sad Dress", donde Donelly sigue desbaratando con mansedumbre las relaciones humanas y le abre camino infinito a la tristeza.




QUEJIDOS PARA LA RADIO

Su apuesta masiva se logró a través de un One Hit Wonder, aún recordado por el público juvenil de la época: "Feed the Tree", el tema menos etéreo, el menos rocanrolero, el que menos compagina con sus quejidos nebulosos, que cuenta con un efectivo mestizaje pop y fue de libre acceso para muchos oídos, que a diferencia del desánimo lírico del LP propone una letra que busca cultivar amor y respeto, 'Take your hat off when you're talking to me/ And be there when I'll feed the tree'.



"Feed the Tree" fue la única canción funcional en radio, pues sus dos intentos posteriores no tendrían el mismo impacto. "Gepetto" es una canción de rock pop traviesa, bastante jovial para el repertorio de Belly, con inyecciones de nostalgia lozana, y que le quita el vestido tradicional al folk para disfrazarlo de pop desinteresado y entusiasta ('And if you bore me/ You lose your soul to me'). El tema más rápido del disco es "Slow Dog" que se desenvuelve en melodías accesibles y rimas pegajosas de rifles y perros, que no logró llegar a los listados grandes. La selección de la disquera fue la más 'comercial', pero tal vez su público sabía que en su disco se encontraban mejores ejemplares para ser escuchados en radio.



RIFFS DE LIJA DULCE

La fórmula del aplauso es su furia contenida en riffs de lija dulce. Es un quejido rock suavizado por el esplendor vocal de Tanya, pero siempre viajando a un destino sin retorno. "Every Word" es una lenta y llevadera aspereza empacada en reproches ('So you go to leave/ More room to me'). Como un canto fúnebre de agitación aparece "Low Red Moon", reforzado con unos teclados de drama intenso, voces de lamento ritual y un derrotismo evidente que evoca al pasado con dolor.  El mayor acierto musical de Star es el espeso y misterioso "White Belly", compuesto a cuatro manos entre Donelly y Abong, y con una cadencia de pesadilla tierna que lo hace fantástico. Un tema que se amolda muy bien a la filosofía del sello 4AD.

 
El álbum cierra como debe ser, a punta de la dulzura lacrimosa de "Stay", donde hay un ápice de esperanza en medio de tanta pesadumbre, entre lentos arpegios de ensueño rural. Tanya Donelly había logrado aderezar la distorsión fatal con el tono de candidez preciso, para hacer de Star un trabajo memorable. Su pertinente tristeza celestial logra camuflarse entre el ruidoso aparato alternativo de Boston y encaja con lucidez, y a pesar de no figurar entre los albums inmortales del público y la crítica, es un dechado de sonoridad bien construida, donde la melancolía humedecida en lágrimas de distorsión se vuelve estelar.



4 mar 2016

MAURICE WHITE, EL ELEMENTO CLAVE


Espíritu. Palabra que se ondea junto a a bandera musical de Earth,Wind and Fire, el proyecto liderado por el inmenso Maurice White, del que su nombre no es objeto común de búsqueda, pero es la omnipresencia de un ensamble que logró conjugar el mayor sabor de la música negra americana  de los setentas con puestas en escena llenas de magia, luces, vestuario pero sobre todo, un positivismo ritual que impregnó todos sus discos y shows. Aquella presencia física nos ha dejado a comienzos de 2016. Pero su Espíritu se hace más fuerte.


El mundo de la música generalmente va de la mano con historias de vida, presencias líricas frontales de la tragedia, expresiones de protesta social, anarquía juvenil o simplemente despilfarro y goce pagano. Tal vez ningún grupo tenga la onda de hambre optimista que siempre estuvo al servicio de Earth, Wind and Fire. Una dosis de espiritualidad jovial que nunca cayó en la etiqueta religiosa y que siempre pugnó por una vida saludable al son de la fiesta. El Memphis natal de Maurice White le enseñó que los cantos gospel de su abuela Elvira y la concepción de un Creador poderoso lo iban a guiar a transmitir un mensaje a través de su música. La idea era camuflar aquel misticismo en un disfraz de juerga virtuosa y exaltación escénica.


KALIMBA STORY

Africa. La raíz, el llamado ancestral, la inquietud por la percusión. 'My whole thing is rhythm' dijo White y lo demostró en Chicago a través de sus baquetas cómplices de los sonidos de Etta James, Muddy Waters, The Impressions, Buddy Guy, entre otros, quienes le brindaron la confianza para soltarse en la amalgama musical negra y fortalecer sus vínculos con el blues, el jazz y el soul. Pero fue el fecundo pianista Ramsey Lewis quien le aportó soltura necesaria para mostrarse en su Trío durante el segundo lustro de los sesentas, y que de paso le presentaría su futura amante por décadas, la kalimba (instrumento de percusión africano originalmente llamado Mbira), instrumento que haría las delicias de propios y ajenos en la discografía del grupo de los Tres Elementos.

Maurice White, en sus tiempos de Ramsey Lewis Trio.

El reconocimiento se vio más viable en Los Angeles. Y allí se le aparecieron con la venia del éxito. Earth, Wind and Fire se hacía presente con su propuesta mística, con su descarga ventilada de buenas vibraciones y con una convicción nacida de lo emocional, 'La música es un proceso creativo que proviene del corazón', afirmaba White. Junto a sus hermanos Verdine y Fred, y una comitiva especial de individuos que transpiraban música conformó su proyecto, acompañado del falsetto sensible de Philip Bailey y una sección de vientos robusta en color. Una trayectoria que inició en 1971 con un álbum homónimo, y que trascendió con placas vitales como That's the Way of the World (1975), I Am (1979), o Raise! (1981).


UN GENIO SIN EXCESO

La vibración positiva era la sensación a irrigar desde tarima. No tenían nada que envidiarle a los estruendos soberbios de Kiss, a la parafernalia del glam o a la arquitectura magnífica de Pink Floyd. La demostración en escena de EWF era una suite de sudor láser, ilusiones ópticas, coreografías entusiastas, pirámides mágicas, aliens disparando y músicos levitando, todo bajo el comando de un Maurice que parecía tener baterías recargables para un decenio, envuelto en su traje de psicodelia mística, cargado de un discurso extraído del libro The Laws of Success, provisto de un arraigo por Africa y las pirámides de Egipto casi obsesivo,  y llevando como amuleto camuflado la figura de Dios entre símbolos y señales en el escenario. Lo más sorprendente, bajo ningún influjo alucinógeno, donde las armas secretas eran entusiasmo desbordado, horas de sueño de rigor y un par de vitaminas. Un genio sin exceso.

El elemento estelar de Earth, Wind and Fire

Los arreglos, la escritura, la interpretación de instrumentos, la labor de frontman, la producción. Maurice White no solo brindó dádivas cerebrales a su grupo consentido, sino que junto a  Charles Stepney conformaron una llave como productores que hizo su nombre respetable; pasaron por Kalimba Productions Deniece Williams, The Emotions, Barbra Streisand, Atlantic Starr, el mismo Ramsey Lewis, entre otros. Y aprovechando la pausa de su banda durante los ochentas lanzó su disco solista homónimo en 1985 con el cual tuvo un pequeño lapso de brillo para su nombre con el cover de Ben E. King "Stand by me" y el tema "I need you". Sin embargo, nunca le prestó atención al veneno de la fama y su nombre como solista mantuvo un perfil moderado, sobrio y bajo criterio respetable.


No existirá un "September" más lleno de amor groovy; no hay invitación más saludable a la fiesta que "Let's Groove"; no hay un tema Disco más infestado de Soul que "Boogie Wonderland"; no hay sonrisa más reluciente que "Shining Star". No es casual vender más de 90 millones de ejemplares de su discografía, ganar 9 Grammys y tener el aplauso al unísono de la crítica y el público. Detrás de aquel esplendor sonoro siempre estuvo el paciente, místico y entusiasta Maurice White, quien siempre abogó por una imagen desprovista de razas, religiones o estratos para cantarle a una sola Humanidad y que promulgó la idea de un universo donde la gente se inspirara a través del pensamiento reflejado de Earth, Wind and Fire. No hay duda que, de estos tres Elementos, White fue la clave del equilibrio. Gratitude para la estrella más brillante de aquella constelación musical.



2 feb 2016

THE STONE ROSES - STONE ROSES



Arrogante y fresco. Un pop rock que aparenta sencillez, engancha entre dulzuras mordaces y  ha sido ensalzado entre la crítica con el paso del tiempo. Catalogados entre la escena del Madchester, no llegaron a poseer ese beat tan bienvenido en la Hacienda a lo Happy Mondays, pero capturaron parte del desparpajo de finales de los ochentas, y le hicieron las primeras tareas a un incipiente brit-pop, el factor dominante en la música inglesa de la siguiente década.

Escuchar sin atención a Stone Roses causa una impresión algo dulzona, absolutamente influenciada por las melodías del rock sesentero entre The Beatles (Pre-Revolver) y The Byrds, unas guitarras con acento pero que no causan heridas y una voz angélica y no tan eminente. Agarrados de una melancolía pretenciosa, casi mesiánica en sus letras y de un culto al ego como subtexto. Hasta allí, es un grupo inglés más sin más.


Este album debut tiene un peso que no se percibe tanto en 1989, año de su publicación. Se hizo cada vez más fuerte, más compacto, el Peso de su influencia a través de las décadas. Bandas como Oasis, Blur, Suede, Kula Shaker y toda la parafernalia del brit pop no hubieran adquirido una identidad si no hubiera existido un padrinazgo indirecto de la música de Stone Roses, pues ellos fueron quienes comenzaron a darle molde a esa sonoridad que hizo explotar de popularidad ese rock joven, ególatra, sin ebulliciones épicas pero muy efectivo en las melodías, y con un tono catchy que logró tener en sus manos a críticos y fans.

Hay que agregar al plus las capacidades musicales de sus integrantes. La línea de bajo de Mani es decisiva y marca la pauta, la batería de Reni sin ser explosiva logra desenvolverse con soltura, la voz de Ian Brown se deja llevar entre melancolías de almíbar y atmósferas un poco más enérgicas entretanto su cuerpo se zarandea en un baile a lo Madchester. La joya melódica de la banda reside en las manos  de John Squire y sus grandes virtudes a la guitarra, que se despacha entre arpegios cándidos o solos compulsivos y brillantes.

El ejemplo más cercano al Madchester es aquella convulsión de rock, beats y ácidos de "I am the Resurrection" provisto de una sección instrumental delirante y de espíritu rave, donde los músicos exorcizan sus mejores atributos y se dejan envolver por la atmósfera de la fiesta. "I Wanna be Adored" es su lado más etéreo, un viaje comandado por el bajo y el baile madchesteriano de Brown que estira sus cuerdas vocales hasta el infinito, en un mantra indie que sobrevive a las décadas.

                                                                                       

Las osadías del album se remiten a la versión en reversa de "Waterfall" titulada "Don't Stop" con una letra nueva superpuesta y un aura psicodélica que hace pensar en alguna extracción sonora desde Medio Oriente, rematando con la comprobación de un ego que supera cualquier intento de alarde, 'Don't stop, Isn't funny how you shine?' Con toda la propiedad del asunto también se encargan de lanzar sus piedras líricas contra la Reina de Inglaterra en el arpegio acústico de "Elizabeth my Dear", donde el odio se camufla en sutileza.

El resto del disco se hace dócil, camufla lindas construcciones de arpegios y arreglos que evocan los momentos más gloriosos de las armonías Beatle, los jugueteos jangle de Roger McGuinn y las candorosas escenas sesenteras de Beach Boys. "She Bangs the Drums", "Bye bye Badman" y "Waterfall" son un claro ejemplo de esa herencia dulce.


Stone Roses generó un seguimiento mitológico a partir de su album debut, pero jamás se pudo desprender de este y sus siguientes intentos no lograron igualar el coletazo de respeto crítico. "Fools Gold" fue el single de finales de 1989  que dejó encumbrados a los cuatro de Manchester con su himno Madchester, y su LP Second Coming (1994) le generó buenos números pero no tantas buenas críticas. Su influencia se siguió sintiendo en manos ajenas como Pulp, Ocean Colour Scene, James o MGMT y esa fue su principal carta de recomendación: lograr impactar con su pop rock de arpegios astutos y baqueteos limpios a generaciones del futuro que fueron embriones del final de una década marcada por el delirio de las fiestas y la autoestima cenital del rock inglés de entonces.