7 jul 2009

MICHAEL JACKSON, UN TRONO ETERNO



El inesperado deceso de la figura Real del Pop apunta un certero decreto de un Rey sin sucesor, esa visión de silla imperial vacía por el resto de nuestro tiempo y espacio, en un constante anhelo de ver aquel fantasma de 50 años vivo y cantando para su legión de seguidores.

Aquel ser no tuvo concesiones por parte de la fama, que de forma ambigua lo abrigó y lo condenó a ser presa fácil del mass media, un vaivén de fotografías, declaraciones, extravagancias, campañas e impresiones de un universo entero concentrado en el anterior y el siguiente paso de un Michael que solo quería encontrar respiro en su fantasiosa mansión de Neverland y disponerse a recrear rondas infantiles con sus diminutos acompañantes, las que nunca pudo disfrutar en su niñez, y por las que ese ánimo reprimido fue principal punto de referencia para crear los infundados mitos de pedofilia que lo atormentaron desde los 90 hasta el día de su muerte.

Tal vez la exigente crianza por parte de su padre Joe, y la disciplina casi militar que se impuso para ascender al estrellato fueron las causas de la desazón del Rey, quien contó con la carga amarga en su vida de no reflejarse como un ser humano del común, un cristiano inadvertido de las calles en Gary, un amante anónimo de los sonidos de las Supremes y Stevie Wonder, la frustrante vida de su pálpito capturado por Paparazzis, el incesante flasheo de las cámaras en su rostro de increíbles cambios, el traqueteo del teléfono beligerante que siempre pidió explicaciones incluso cuando no había que darlas, el pesado precio de la fama que aturde hasta al más ávido de poder.

Pero hay que ver algunos puntos de inflexión durante su carrera que lo llevaron a posiciones disímiles, paradójicamente, desde el mismo punto de genialidad, eje de grandeza del Rey.

La etapa con los Jackson Five parecía ser la más pacífica y menos pretenciosa, un éxito indiscutido en este incipiente geniecillo que no veía el huracán que llegaría más adelante. El lunar, el riguroso control de su padre y la presión de su familia para que continuara camino a los peldaños más altos, la niñez perdida, los carros de juguete que jamás tocaron sus manos, el anonimato de un recreo inocente y febril por los juegos de ronda que nunca percibió.

Off the Wall es curiosamente el trabajo más maduro y adulto que podría publicarse de Jackson, una serie de temas marcados por la fuerte influencia del soul , con la sofisticación en todo el vinilo de la mano de Quincy Jones, y joyas sonoras del tipo de "I Can't Help it", o "Rock with You", soul sin reparos con un lenguaje propio de un seductor irresistible. Aquí Michael concentra su fuerza en sus canciones, no en los juegos de adolescencia de colegio mixto ni en las sutilezas y trivialidades del joven que se desahoga en pasatiempos de moda con sus amigos de barrio. Una vez más, el trabajo desplaza el deseo de vivir una juventud fresca y minimal.

El punto de ruptura, el antes y después del pop llega con Thriller, la cumbre, la gloria, el cénit y por consiguiente la condenación, 109 millones de discos vendidos (y contando), uno de los mejores videos de la historia (sino el mejor) "Thriller", y la canción más importante de los 80s, "Billie Jean" conjugadas en un golpe pletórico que también conspiró Quincy Jones y que afirmó a Michael como el Hombre de la Corona de la década, él aún no sabía que esta iba a ser vitalicia. Es el momento de las sonrisas plasmadas en millares de ejemplares de tabloides de todo el mundo.

Cuando se alcanza tan rápido el cielo, es difícil conseguir salir a la estratósfera, la consigna era superar al monstruo que había creado: Bad es muy bueno, pero no logra vencer a aquel antecesor titán de ventas. Su calidad es única, sus coreografías inolvidables y la participación de artistas y conocidos de la pantalla grande es cada vez más activa en sus videos y apariciones. Sin embargo, los estragos de la presión y la interminable majadería de las cámaras que lo rodean lo impulsan a la extravagancia y al desasosiego, buscando refugio en restos de Hombres Elefantes, comprando innecesarios lujos de los ochenta o justificando sus ganancias en cirugías faciales que cada vez iban ampliando la diferencia de su origen genético hasta convertirlo en un completo desconocido de su primer espejo.


Poco a poco Michael entró en los 90s, rompió relaciones laborales con Quincy Jones y entró en el Peligroso terreno de trabajar por su cuenta y ser un Rey sin Primer Ministro. El experimento terminó en Dangerous, un trabajo con tonos marcados por recursos efectistas y un despliegue brutal de inversión en tecnologías y sorprendentes técnicas visuales para sus videos y su gira de conciertos. La entrada de los 90s lo cobijó con el buen visto de todos sus fans y el éxito plasmado en su producción, pero esta tampoco logró superar el poderío de sus muertos vivientes del 82. Empieza a ponerse Very Dangerous el camino que venía...


Cómo recuperar los pasos perdidos de su infancia? La respuesta está en Neverland y la fundación Heal the World, las razones sociales que justificaron su infinito deseo de vivir en un paraíso de infantes con mascotas exóticas, con el confort que brindaban sus regalías y con toda la displicencia para envolverse en juegos inocentes que más tarde le costarían demandas millonarias por crear una fama de superestrella pedófila que manchó su carrera. El único recurso para deshacerse de esta creciente grieta escandalosa fue su boda con Lisa Marie Presley, quien, a conveniencia, logró desviar la atención a otros campos más ligeros y distensionó los comentarios de sus detractores.

Pero Michael, ya acostumbrado a su trono caliente y absorbente, solo tenía que hacer un esfuerzo para consagrarse en la Historia, y pasar de ídolo a dios: la campaña del History del 95 fue un verdadero émulo de una nueva religión con estatuas erigidas con su imagen en varios lugares del planeta y su paso acompañado por una pléyade de militares que defendían su reino como si fuera el Olimpo, mas un pueblo febril y dedicado en cuerpo y alma a respirar por un tipo que no parecía ser de este mundo, y con su transformación física sorprendente, ya parecía ser cosa de alienígenas y dioses de otra galaxia. El objetivo comercial de ventas siguió siendo efectivo, pero los lunares de la extravagancia, los estrados judiciales y la separación abrupta de su esposa seguían marcando una fatiga que no permitía un diáfano descanso en su trono de popularidad.


El segundo caso de pedofilia agotó recursos, bolsillos, declaraciones y creó el tope de la incomodidad. Tanto que, con la salida del Invincible, no se vieron los frutos esperados y el nombre del escándalo hundió un disco que prometía ser un nuevo récord de ventas y el retorno del Rey, que tanto ansiaba salir airoso de esta nueva batalla musical, batalla que finalmente perdió por su convulsionada vida personal envuelta en amoríos de enfermera, hijos misteriosos que no mostraban su rostro a los medios, la caída de su inmenso paraíso de pequeñuelos en Neverland y las atosigantes deudas que retorcieron el siempre generoso caudal de ingresos de Jackson.

Y a pesar de vivir un reinado de triste sequía en sus últimos años, logró también el bienestar y vacas gordas para los oídos de su fiel pueblo; como artista jamás decepcionó a su séquito y sus trucos de un gobierno mágico liderado por las coreografías espectaculares, los videos que se acercaban a los cortometrajes y las giras increíbles con un ejército de poderosos hacedores de show, hicieron un País del Nunca Jamás inmortalizado por la calidad de un genio creativo, gobernante fantasioso fabricante de melodías que hacían llover gotas de éxito y artífice de sensaciones que solo un Rey con un trono eterno podía suscitar, aquel Rey que hoy vislumbra su silla Real vacía desde el espacio ajeno a los humanos, y que sabe, que en medio de su tormentoso gobierno, su pueblo siempre va a agradecer el tenerlo como su más Grande Gobernante, el único e indiscutible Rey del Pop.

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