La oscura atmósfera impaciente de sonidos en la osada escena underground se dio cita en la siempre atractiva y caótica jornada del Piso Dos del Centro, en una nueva búsqueda por panfletarias y novedosas propuestas sonoras y exponentes casi suburbanos de las melodÌas de la noche independiente.
Tres orígenes, naturalezas vivas de tracks despiertos, todos con el mismo objetivo de hacer voto de presencia en los intrincados caminos de la música, todos disímiles en su "necessaire" de sonidos y envueltos en el aire de luces intermitentes, murales gigantes de voces fantasmales y una atmósfera subterránea ordenada por la impredecible escena local de asistentes sin mayores pretensiones que refugiarse en los sabores de la clandestinidad musical.
El primer paso de aventura es el exponente fiel del culto al party: Llegan Los Mamas, comunidad de tres idólatras de la sabrosura, oriundos de una javeriana alternativa que se deja llevar por las mieles de la fama clandestina, remarcados por los teclados bailables y las declaraciones abiertas a la liberación del cuerpo más que del alma.
Dos representantes de voz masculina y una diminuta pero sensual fémina resumen el pasaje voluptuoso de ansiedad de fiesta y exposición de vivencias pesadas convertidas en ligereza gracias al arrullo del party, son Los Mamas. El joven Rico copula con su Vocoder para inclinarse al electro, pero su sintetizador también quiere flirtear con el funky sound. La guitarra esencial de Sergio* acompaña con oraciones al sabor, devoción por la jovialidad mientras su voz se escurre en parafraseos interminables que hablan de mil pasajes cotidianos, influenciado por el flow de Plastilina Mosh. La pequeña mujer, Laura*, se hace presente con fuerza en los coros, desplegando una sensualidad gigante en contraste con su pequeño tamaño, la sexy cuerda vocal que anima al moderado frenesí del instinto.
Sus letras se inclinan al infinito toma y dame de las relaciones humanas, con un poco de humor recrean pasajes de cotidianidad de corazón con ejemplos como "Mentiras", o "Quiéreme". Aunque de cuando en vez, o mas bien cada cuanto, o mejor de vez en seguido hacen clara exposición por su instintivo deseo de exponer su posición mas terrenal con "Tus nalgas", clara influencia de Los Amigos Invisibles y la parranda lírica del deseo sin reprimir.
Pero su Greatest Hit es un Cover, el piso tiembla de dicha en la evocación a Rodolfo Aycardy con su "Aunque me duela", matizado en sintetizadores de baile declarado, con el aire popular envuelto en un mood de sabor y saltos nocturnos ansiosos de rumba sin final.
La banda Dos del Piso Dos es alto contraste y proviene de alguna galaxia que proclama su independencia a través de gritos atmosféricos y meteóricos golpes instrumentales que vienen a despertar cementerios. Llega todo el poderío de Le Battle Finger, demasiado estruendo para tan pequeño espacio que buscó acoplarse en el insomne paisaje de luz intermitente.
A pesar de la sobrecarga en el voltaje y el revés de un silencio repentino, el estrépito burló a las normativas del ohmio y comenzó una verdadera descarga de indie espacial sin prejuicios, al mando de un Andrés Hurtado que gobierna los tonos efectistas y el crescendo de hecatombe a través de texturas electrónicas, en un aire de fuerza descomunal que remueve a cualquier parsimonioso.
"Prometheus dresses of neon" o "Calipso" son evocaciones de mitología de otros mundos mientras el quejumbroso tono de John hincapié en las voces puede dar una referencia casi directa a un Okelele de Bloc Party. Sus garabateos son patrocinados por guitarras que oscilan entre la ionosfera y la superficie terrestre y la batería panfletaria del indie que reniega persistente en aquel voltaje alienígena que va creciendo a medida pasan los años luz en planetas ajenos y los minutos en el propio.
Siempre con los tonos dominantes de un teclado que llora asteroides y distorsiona el tiempo-espacio actual con sus contravenciones al sonido de recinto pequeño en tracks como "Hearts on fire", o "Shining Particles". Aunque también hay espacio para darle placenteros berridos a la evocación de lo terreno con "Sexy hot". Un verdadero banquete de caos en perfecta sintonía con el universo, en un indie que le queda pequeño este planeta y quiere recrear sus revoluciones en el espacio sideral, ajeno a nuestras cotidianidades sonoras.
Para el cierre la descarga cambia de color y empiezan los tonos funkys, la retrospección a algunos sonidos rockanroleros y los pasajes discotequeros, todos engarzados bajo el eclecticismo poco convencional de la gente de los Macgregors, fieles expositores de sus gustos por la variedad y sus oídos repletos de información que se desahoga en sus shows en vivo.
Bajo el mando de un grito amenazante de su baterista Nicolás Méndez y sus desfogues mántricos con su batería, los Macgregors dieron fiel muestra de un virtuosismo concentrado en la frescura y de una música que pretende hablar por sí misma, sin un vocal líder y viajando a través de paisajes bailables, otros más agrestes y unos tantos más cercanos al soundtrack, una película de nocturnas texturas afinadas al son de una madrugada atmosférica de ansiedad borracha.
Con la motivación de selección como banda clasificada para la presentación de Rock al Parque 2009, el guitarrista Miguel Cárdenas se soltó para acercarse al micrófono y hacer una clara invitación con la "profunda" lírica de su "Vamos a Cine hoy", un rock and roll divertido que dio paso a jammings gloriosos de catarsis instrumentales por parte de todos los músicos.
Equilibrio notable en las melodías de temas como "Ipadu", o "Komoiomok", donde se deslizan los instrumentos en cortometrajes de sabor ardiente, algunos flirteos con las sonoridades de un Jamiroquai en sus primeros tiempos, y otros ejemplos de party night al mejor estilo DivaGash con los mandos electrónicos del DJ Javier Carreño, quien también cuenta como arma una percusión timbalera proveniente de su programación moderna. De hecho, en uno de tantos trips instrumentales, suena un post-rock-electro haciendo homenaje al Nintendo con orgánicos sonsonetes de tonos galácticos, algunos otros de estilo RPG, sin tener nada que envidiarle a un Tetris o un 100 en uno de cualquier consola de video ochentera.
Para las postrimerías del evento, se hizo presente una particular versión del "Aneurysm" de Nirvana, donde se mantuvo la esencia grunge en las guitarras, pero el tratamiento de la batería y las pequeñas texturas electrónicas marcaron nueva identidad al clásico noventero de los del estado de Washington. A final de cuentas, los MacGregors mostraron que pueden navegar por aguas de distintos colores causando fluviales simpatías por su búsqueda sonora y recalcando su eclecticismo a través de varios géneros.
El Piso Dos cierra su madrugada cautiva entre el estruendo, el sabor, los recursos efectistas y el lúgubre pero placentero terremoto underground que siempre mantendrá atentos a los amantes de la independencia sonora.
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