27 jul 2009
ALBERT KING- BORN UNDER A BAD SIGN
Un descomunal negrito de 1.90 metros, oriundo de la región del Missisipi, puso en los 60s a temblar las tarimas de muchos escenarios gracias a su enorme contextura y a los fraseos inolvidables que procrearon un estilo guitarrístico único, ligado directamente al soul y con toda la refinación y desahogo posible a través de sus notas. El señor Albert King, digno de cualquier prototipo del Pacífico que se come todo su pescado, (pero le tocó pescado de Indianola en la zona norte), llamó a la gloria con su mano izquierda y marcó una huella sinigual en la historia del blues eléctrico.
El apoyo del sello Stax fue un aliciente para su prolífico comienzo, -recordemos que por aquí pasaron personajes con peso musical como Rufus Thomas, Otis Redding o Isaac Hayes- y dio vía libre para la creación de un excelso trabajo empalagado de soul hasta los poros, publicado en 1967 sin mayores pretensiones y titulado como si hubiera sido el desahogo de alguna tragedia oriental vivida en anteriores reencarnaciones: Born Under a Bad Sign.
King (uno de los 3 reyes del blues junto a B.B. y a Freddie), da concesiones musicales en su reino a los perfectos secuaces de esta conspiración Real: Booker-T and the MGs toman su arsenal para defender su reino y cada uno se comisiona poderosas armas: En la cabeza un manejador de las teclas como Booker T. Jones, en los acompañamientos de cuerdas Steve Cropper, en la línea del bajo Donald "Duck" Dunn y redoblando con cadencia en los tambores el señor Al Jackson Jr.
Pero la tropa no termina allí, pues los refuerzos vecinos que daban el toque de diana con sus metales y el veneno sublime del soul eran los Memphis Horns, bautizados como Wayne Jackson y Andrew Love. Mientras dos alfiles de otro reino complementaban el trabajo, Joe Arnold en vientos y el entonces anónimo Isaac Hayes en el piano, a quien no se le pasaba por la cabeza una popularidad cinematográfica tremenda en el cine Blaixplotation en los 70s, y una contribución gigante en el desarrollo del funk. Aunque eso es historia de otro reino, vámonos con el King del 67.
Y la historia comienza con el tema que titula el álbum, ilustrado de forma pop en su carátula con los sinos trágicos del gato negro, fechas nefastas y cartas fatalistas, en un clásico despierto y casi de protesta por la mala suerte del protagonista de la letra (quien sabe qué pobre diablo podría atribuirse el fracaso desde los 10 años), en un canto sobrio pero de negro sobreviviente, y una guitarra que acompaña el condenado tema agorero con frases cortas. Ha sido versioneado por miles de artistas, y una Joya de la Corona del Rey. Indiscutible.
Los temas en la época, para ser radiables, debían ser cortos. Y en la mayoría del trabajo varias de las canciones tuvieron que ser recortadas para no molestar al sistema de comercialización. Por King, hubiera trabajado en Jams interminables hasta finiquitar con el recurso de los surcos del vinilo. Pero los 2.35 del segundo track obligan a cumplir la norma, no obstante, con gran éxito en el producto final. Pues "Crosscut Saw" es un sabroso soul con lenta cadencia del boogie boogie acompañado de unos vientos que parecen serruchar con ritmo junto a la lírica, que habla del leñador, macho exitoso, que en contraposición al primer tema, es un verdadero conquistador gracias a su forma de mover el serrucho. La batería, piano y bajo parecen aserradores compañeros que exorcizan su sonido desde el bosque para cumplir con el producido del día, todos trabajan en perfecta armonía.
La década de los 50s, en lo que se refiere a temas de composición, tiene nombre propio, el duo Leiber-Stoller se consolidó como uno de los más exitosos a nivel profesional y comercial. Y gracias a ellos se dio otro de esos temas inolvidables de Albert King, el "Kansas City" versioneado de forma casi bailable, que inicia con visos de swing y va creciendo con la seductora y citadina forma de los metales que invitan a seducir chicas en la 12th Street de la ciudad de Kansas , mientras la guitarra es la coqueta incitadora de un viaje lleno de aventura. Existiría una popular versión de The Beatles, combinada con el tema "Hey Hey hey" de Little Richard. Aunque hay que decir que esta, si bien menos bulliciosa, despliega alegría en todo su transcurso.
Gibson Flying V es el nombre de la guitarra, compañera inseparable de King, y ella sigue siendo protagonista reposada y un tanto melancólica en "Oh Pretty Woman", el centro bucólico del rechazo de la mujer al hombre, aquella bella fémina que nunca dará el Sí, mientras el interesado se arrodilla en música, y con todo y esto, debe asumir una resignación sofisticada a través de su desahogo sonoro. En los 90s pondría a explotar algunos parlantes con una versión muy rockanrolera en compañía de Gary Moore, de Thin Lizzy.
Cuando se publicó "Crosscut saw" como tercer sencillo del disco, la cara B de la pasta era un tema de autoría del mismo Albert King, "Down don't bother me", tal vez la tonada con más inyección de soul, que cuenta con vientos negrísimos y de nostalgia vivaz, mientras la guitarra rompe en sollozos emotivos de candela viva. Sólo faltaron los coros de las negras de iglesia para darle el aire gospel que hubiera incendiado cualquier claustro sagrado en cánticos profanos.
De armas tomar es el siguiente libreto musical, esta vez planeado meticulosamente por los Booker T and the MGs que aportaron todo su veneno instrumental para obtener una pieza letal, categórica: "The Hunter", con una voz viril de King, quien esta vez se quita la camisa de leñador para apuntar con el gatillo del amor a toda chica que caiga en su caza, y seguramente más tarde, en su casa. Un híbrido de blues, soul y un flirteo claro con el rock and roll, muy divertido, digno de acompañar en algún festín nocturno de tonos alegres con buena música. Objeto de covers de gente como Paul Rodgers y Danzig. Tremendo.
La cara B del acetato de la época abre con otra versión, esta vez nos vamos con el pastel amargo del desamor que fue muy famoso en los 50s, "I almost lost my mind", compuesta por Ivory Joe Hunter, pero convertida en single famoso por Pat Boone en 1956. Aquí la maestría de la guitarra de King es un lloriqueo altivo mientras los demás instrumentos muestran aquella lenta tristeza, blues puro, refugio del despechado en un ceremonioso ritual de soledad que busca entre la gente, las pitonisas y los edificios apagados que desembocan en el vaticinio de la pena y el vacío. Acompañan la pieza unas flautas que la convierten en un caminante sin rumbo, condenado a la falta de compañía.
Característica especial la de Albert, tocar la guitarra con la mano izquierda, en el orden de las cuerdas de un diestro. Este "zurdo invertido" pone las cosas en un punto bluesero alto en un tema de su composición (junto a David Porter), con "Personal Manager", único track del álbum que dura más de cuatro minutos y que es un ataque de seducción grandilocuente de seis cuerdas que transitan por todo el diapasón, dispuesto a ser el directo artífice de la victoria amorosa, ofreciendo toda clase de servicios, en especial, el del amor. Los vientos juguetones son celestinas leales, y King desnuda las cuerdas para crear una pieza sensual y sin restricciones en su interpretación.
El devaneo continúa con el primer sencillo con Stax, "Laundromat Blues", la letra más divertida del trabajo, pues nos vamos a seducir, pero a locación, y esta vez el curioso flirteo se traslada a una lavandería. ¿Alguien se ha puesto en la labor de cortejo mientras de fondo ve su ropa interior que se consume en espuma en la centrífuga? Un casanova doméstico se podría decir, mientras la voz muy blues con una guitarra camarada brindan serenatas entre la ropa sucia y las miradas de los clientes. Pieza clave para los seductores con personalidad.
Y esta vez hay un aire de cafetín nostálgico envuelto en los blues típicos de los bares anónimos de luces tenues, pero con la esencia soul latente. "As the Years go Passing By" es una canción magistral que remueve las entrañas del ser que alguna vez fue hechizado por las mieles del pálpito sentimental, y que quiere abrigar su dolor en el piano y la guitarra que sobreviven al tiempo y al espacio, junto al lamentable recuerdo del verdadero amor, que parece ajeno de por vida... Su estética se puede refundir facilmente en algún pasaje de los 40s, un café de jazz condenado a la gloria del círculo cerrado. Hermosa elegía.
El cierre de la producción lo pone una composición de corte bastante baladístico, "The very thought of you", tema original de la década de los 30s interpretado originalmente por el cantante inglés Ray Noble. En esta pieza King crea toda la atmósfera íntima de baile suave entre dos amantes infinitos, donde él declara su total dependencia por ella y cada cosa que ve y palpa es un reflejo suyo. Con la esencia blues propuesta en los arreglos, el tema se podría colar divinamente en cualquier automovil de pareja parqueado en el mirador. Esta vez la guitarra toma un aire discreto para dar paso a unos cornos lentos y a una voz que busca indulgencia en medio del idilio.
Entre las sensaciones de alegría y decepción viaja constantemente Albert King, quien entre marzo de 1966 y 1967, logra conjugar estas emociones a través de su música y plasmarlas en un trabajo versátil, con la clara imponencia de un blues soul bien hecho, reverenciado por otros maestros como John Mayall o el mismo Hendrix (con quienes compartiría tarima en el Fillmore West el año siguiente), y definido como uno de los grandes intérpretes del blues eléctrico. Esta vez, Albert King ha engañado al nombre original de su álbum más valioso, para declarar que él si nació bajo una buena estrella.
19 jul 2009
Welcome to the Party!
Un suelo que insinúa hostilidad, huraño, poco fértil, es seducido ante el perfume del zapato imparable y sufre la metamorfosis del eterno enamorado del azote artístico, del arte inevitable de ser pisoteado por gusto para su propio beneficio, pues quien marca su huella efímera e inmortal (al tiempo) es la suela mágica del bailarín empedernido por burlar la cinética estándar y crear maravillas visuales con tan solo un par de juegos de sangre caliente que remueve los pies y los convierte en máquinas de amor al movimiento de la salsa, el crimen sabroso que permea toda clase de pisos y los cautiva hasta hacerlos de su propio dominio, el sino marcado de la pista enamorada del ritual nocturno de la Salsa...
Aquel bamboleo de caderas sanguíneas, vivaces, que ordenan la intrépida marcha del caminante en pleno frenesí, que juega con los tiempos entre la sofisticación paulatina del cha cha chá y el estrépito latino de la descarga, es un verdadero acto de pasión concupiscente creada por un cuerpo para deleite de muchos ojos; aquella sodomía adorable que envuelve a cualquier incauto y exorciza cualquier desencanto de amor, que refina el suelo más agreste y a su vez lo fortalece con la experiencia del tacón que maltrata con afecto a la gravedad y a su aparente neutralidad, es un argumento que plantea conflicto, desenfreno, elegancia, pero sobre todo, belleza,la pareja que lo da todo a cambio del estupor, el asombro genial del público que cosecha las flores de la noche bailable.
Piel trémula que encarna ideas de libertad latina, pies inquietos que evocan el ilusionismo, rostros extasiados que se sumergen en la locura imparable del garrapateo, brazos infinitos que se deslizan sin clemencia rompiendo el aire, sincronismo despierto de extremidades jaraneras que mantienen a fuego vivo la fiesta, ovación de ojos boquiabiertos, de cuerpos espectadores que crean inercia callada por el asombro y admiración discreta hasta la muerte. El vil bien está presente en la pista de baile, pues suena la percusión endiablada que envidiaría hasta al flautista de Hamelin, pues esta es la incitación al jolgorio eterno a ritmo de salsa, categórica y sin concesiones, el hechizo del latino sabor que tan felices hace a los entusiastas del baile. Welcome to the Party!!!
13 jul 2009
EURYTHMICS- TOUCH
En pleno apogeo de los videoclips en Mtv, los looks extravagantes y una declaración abierta del new wave para darle paso a la libertad de colores, palabras y curvas musicales, era visible la labor del dúo británico Eurythmics, que rompió con listados y modas apenas fueron reconocidos por su clásico "Sweet Dreams (are made of this)" y lograron aparecer en la escena como claros exponentes de la nueva onda en sonidos de los ochenta.
Después de semejante éxito, de un single que aún se escucha en cualquier discoteca, pasarían a finales de 1983 a publicar uno de sus trabajos más compactos y versátiles, donde pudieron compilar sonoridades provenientes del post punk, el new wave y obviamente, su desarrollado synth pop del cual fueron principales expositores. Este fue Touch, la marca madura de Annie Lennox y Dave Stewart donde se mantenía aquella postura andrógina que los hizo famosos, con un claro objetivo de exponer el tormento y la felicidad que causa cualquier relación amorosa, muy visible en las líricas y en una portada que sugiere la dominancia femenina y todo el peso del remordimiento, la zozobra y la esperanza en la mujer, inspirado a través de una relación sentimental que hacía un tiempo sostenía el dúo antes de llegar a la fama, y que para su época en la cúspide, se limitaba al campo profesional.
El listado de canciones consiste en nueve temas con distintas posturas, en una consecuente navegación de melodías tristes y otras tantas más eufóricas, sin perder aquel aire misterioso que siempre imprime Stewart al trabajo en los synths. En el apoyo de arreglos de cuerdas estuvo el prolífico compositor Michael Kamen, quien sería reconocido más adelante por bandas sonoras como Arma Mortal o Brazil, y como siempre, su aporte fue el necesario para dar riqueza al ritmo de Touch.
El recorrido inicia con el lluvioso clamor sintetizado de "Here comes the rain again", con el solemne tratamiento en los cantos de la escocesa quien busca a un amante que comparta sus pasos a través de las mojadas calles de la música; unos violines inteligentes y reposados que acompañan este clima ceremonioso del tema (obra y gracia de Kamen); y la melancolía elegante que despide un aliento a paisajes urbanos desolados que buscan abrigo en el amor de dos transeúntes anónimos. Indiscutible clásico de este trabajo, tal vez el segundo en el orden después de "Sweet Dreams".
Continúa la onda new wave con un poco de luz en los sintetizadores, más caprichosos y casi percutores en "Regrets", un tema que expone el jugueteo de los coros con sonidos de sirenas ambulantes casi infantiles junto a la voz, esta vez muy andrógina de Lennox, quien declara una venganza lenta y busca con la lírica torturar a su pareja hasta la saciedad, en tono de dominatrix imperante mientras los metales del final abogan por una posición del new wave que castiga de forma divertida.
El tema más apegado al new wave es el sencillo "Right by your side", casi un calypso con un xilófono afinado al mejor estilo de las kalimbas de Earth, Wind and Fire, en un tema que podría ser digno de un soundtrack de La Isla de la Fantasía o Buscando a Nemo, con una voz más relajada y alegre de la vocalista, mucho juego de trompetas y otros metales y la constante presencia caribeña durante todo el track, en el que siempre se busca el mantener a un compañero leal, que logre crear armonía amorosa entre saxos y pianos de felicidad.
Y aquí viene la curva de Eurythmics donde muestran un álbum abierto a distintas sensaciones con la pista "Cool Blue", un desahogo rebelde y fuerte, casi rockero, con ciertas inclinaciones al EBM, y más cercano a los primeros tiempos de Depeche Mode o algunos experimentos de Devo, que rompe con un coro que despierta narcolépticos y detiene su inicio efectista y repleto de sustancias synth, además del ingrediente de unas voces auxiliares prefabricadas que recuerdan algunos samples de grupos de hip hop divertidos de finales de los 80s.
Otra pieza magistral que guarda este trabajo es el inolvidable sencillo "Who's that girl", que por su composición y el manejo de atmósferas parece ser una secuela del superéxito "Sweet Dreams", y que propone, esta vez de forma menos bailable, un manejo impecable en los arreglos de Dave Stewart con cambios y texturas muy ricas que dan fe de una música muy elaborada, y un pasaje impetuoso, castigador, que quiere descubrir cuál es la chica por la que le han reemplazado, la eterna pregunta del ex. Uno de los grandes momentos del álbum.
Regresa el new wave en todo su esplendor con mayor presencia de guitarras y unos gritos prefabricados que bien podrían aderezar una clase de body combat en "The first cut", la pieza en la que las cuerdas toman el mando por momentos y tienen casi la misma importancia que los teclados, los reyes del ritmo Eurythmics. Esta vez hay un parecido subliminal con algunos elementos de la gente de Devo, mientras la letra de la canción pone en el reflector el tema de los prejuicios y consolida la androginia como parte del arte del dúo, que propone libertad ante todo en el primer lustro de los 80s.
Una petición por tranquilidad, una búsqueda constante del paraíso del sosiego es la solicitud que pone en su letra Annie Lennox en la canción "Aqua", acompañada de un repetitivo pa pa pa de voces femeninas que acosa de forma incesante el clamor de libertad mientras la pista se desenvuelve en un híbrido de tonos acuáticos un poco caribeños, un poco anglo, un poco bizarros, un poco Eurythmics, una vez mas fiel exposición de sonido abierto; en el new wave cabe cualquier cosa, incluso un "Don't touch me" masculino que suena en algunos fragmentos del tema, y que nos podría traer a la memoria el "Oh yeah" de Yello.
Lo que sigue es contundente, cual composición de juez que da veredicto, un corte que va creciendo mientras se desarrolla a través de los famosos gemidos de Annie y se va tornando casi industrial, frío pero voraz, "No fear No hate No pain (no broken hearts)", una clara declaración en contra del miedo y el dolor, una aplanadora que quiere deshacerse de la decepción amorosa, una vez más un reflejo casi condicionado del término de la relación sentimental entre la escocesa y el inglés. También enriquecido con algunos violines orquestales, esta es tal vez la pista que se acerca a los sonidos industriales que tomarían partido más adelante en el segundo lapso de la década. Y el juego de falsetes en los coros con la voz de Lennox le da un aire muy particular, que ubica la canción fuera de la posibilidad de ser alegre, parece un vestigio excavado de las profundidades del post punk.
El trabajo termina con una exposición de teclados muy orgánicos, al mejor estilo Kraftwerk, que contrastan con los coros femeninos y una voz neutra de Lennox que quiere contarnos un secreto en su letra, pero jamás lo va a revelar,"Paint a Rumour", un extraño tema que no tiene clasificación, pues mientras los teclados indagan la experimentación, la voz se queda en un solo sitio de suspense, los coros van muy arriba y hay algunos slaps de bajo que quieren imprimirle algo de funk al asunto, y unas trompetas que nos recuerdan que estamos en el sonido de los ochentas, bastante abierto el tema en un popurrí que no es fácil de digerir, pero que le da carta abierta al dúo para experimentar.
En ese recorrido se puede apreciar la amplia gama de Dave Stewart para componer y transportarse por distintas atmósferas sin perder su sonido esencial, y la mística que siempre le imprime la voz de Annie Lennox en las piezas donde a veces te puede hablar de una forma muy masculina y en otras no tanto, a veces insensible, a veces sublime. Catalogado por muchos como uno de los trabajos más importantes de los 80s es, ciertamente, un gran legado que impulsó el desarrollo del synth pop y sacó provecho de la explosión new wave, pero que, fuera de toda catalogación comercial, es un trabajo que muestra todo lo que puede hacer un sintetizador bajo un buen pilotaje.
7 jul 2009
MICHAEL JACKSON, UN TRONO ETERNO
El inesperado deceso de la figura Real del Pop apunta un certero decreto de un Rey sin sucesor, esa visión de silla imperial vacía por el resto de nuestro tiempo y espacio, en un constante anhelo de ver aquel fantasma de 50 años vivo y cantando para su legión de seguidores.
Aquel ser no tuvo concesiones por parte de la fama, que de forma ambigua lo abrigó y lo condenó a ser presa fácil del mass media, un vaivén de fotografías, declaraciones, extravagancias, campañas e impresiones de un universo entero concentrado en el anterior y el siguiente paso de un Michael que solo quería encontrar respiro en su fantasiosa mansión de Neverland y disponerse a recrear rondas infantiles con sus diminutos acompañantes, las que nunca pudo disfrutar en su niñez, y por las que ese ánimo reprimido fue principal punto de referencia para crear los infundados mitos de pedofilia que lo atormentaron desde los 90 hasta el día de su muerte.
Tal vez la exigente crianza por parte de su padre Joe, y la disciplina casi militar que se impuso para ascender al estrellato fueron las causas de la desazón del Rey, quien contó con la carga amarga en su vida de no reflejarse como un ser humano del común, un cristiano inadvertido de las calles en Gary, un amante anónimo de los sonidos de las Supremes y Stevie Wonder, la frustrante vida de su pálpito capturado por Paparazzis, el incesante flasheo de las cámaras en su rostro de increíbles cambios, el traqueteo del teléfono beligerante que siempre pidió explicaciones incluso cuando no había que darlas, el pesado precio de la fama que aturde hasta al más ávido de poder.
Pero hay que ver algunos puntos de inflexión durante su carrera que lo llevaron a posiciones disímiles, paradójicamente, desde el mismo punto de genialidad, eje de grandeza del Rey.
La etapa con los Jackson Five parecía ser la más pacífica y menos pretenciosa, un éxito indiscutido en este incipiente geniecillo que no veía el huracán que llegaría más adelante. El lunar, el riguroso control de su padre y la presión de su familia para que continuara camino a los peldaños más altos, la niñez perdida, los carros de juguete que jamás tocaron sus manos, el anonimato de un recreo inocente y febril por los juegos de ronda que nunca percibió.
Off the Wall es curiosamente el trabajo más maduro y adulto que podría publicarse de Jackson, una serie de temas marcados por la fuerte influencia del soul , con la sofisticación en todo el vinilo de la mano de Quincy Jones, y joyas sonoras del tipo de "I Can't Help it", o "Rock with You", soul sin reparos con un lenguaje propio de un seductor irresistible. Aquí Michael concentra su fuerza en sus canciones, no en los juegos de adolescencia de colegio mixto ni en las sutilezas y trivialidades del joven que se desahoga en pasatiempos de moda con sus amigos de barrio. Una vez más, el trabajo desplaza el deseo de vivir una juventud fresca y minimal.
El punto de ruptura, el antes y después del pop llega con Thriller, la cumbre, la gloria, el cénit y por consiguiente la condenación, 109 millones de discos vendidos (y contando), uno de los mejores videos de la historia (sino el mejor) "Thriller", y la canción más importante de los 80s, "Billie Jean" conjugadas en un golpe pletórico que también conspiró Quincy Jones y que afirmó a Michael como el Hombre de la Corona de la década, él aún no sabía que esta iba a ser vitalicia. Es el momento de las sonrisas plasmadas en millares de ejemplares de tabloides de todo el mundo.
Cuando se alcanza tan rápido el cielo, es difícil conseguir salir a la estratósfera, la consigna era superar al monstruo que había creado: Bad es muy bueno, pero no logra vencer a aquel antecesor titán de ventas. Su calidad es única, sus coreografías inolvidables y la participación de artistas y conocidos de la pantalla grande es cada vez más activa en sus videos y apariciones. Sin embargo, los estragos de la presión y la interminable majadería de las cámaras que lo rodean lo impulsan a la extravagancia y al desasosiego, buscando refugio en restos de Hombres Elefantes, comprando innecesarios lujos de los ochenta o justificando sus ganancias en cirugías faciales que cada vez iban ampliando la diferencia de su origen genético hasta convertirlo en un completo desconocido de su primer espejo.
Poco a poco Michael entró en los 90s, rompió relaciones laborales con Quincy Jones y entró en el Peligroso terreno de trabajar por su cuenta y ser un Rey sin Primer Ministro. El experimento terminó en Dangerous, un trabajo con tonos marcados por recursos efectistas y un despliegue brutal de inversión en tecnologías y sorprendentes técnicas visuales para sus videos y su gira de conciertos. La entrada de los 90s lo cobijó con el buen visto de todos sus fans y el éxito plasmado en su producción, pero esta tampoco logró superar el poderío de sus muertos vivientes del 82. Empieza a ponerse Very Dangerous el camino que venía...
Cómo recuperar los pasos perdidos de su infancia? La respuesta está en Neverland y la fundación Heal the World, las razones sociales que justificaron su infinito deseo de vivir en un paraíso de infantes con mascotas exóticas, con el confort que brindaban sus regalías y con toda la displicencia para envolverse en juegos inocentes que más tarde le costarían demandas millonarias por crear una fama de superestrella pedófila que manchó su carrera. El único recurso para deshacerse de esta creciente grieta escandalosa fue su boda con Lisa Marie Presley, quien, a conveniencia, logró desviar la atención a otros campos más ligeros y distensionó los comentarios de sus detractores.
Pero Michael, ya acostumbrado a su trono caliente y absorbente, solo tenía que hacer un esfuerzo para consagrarse en la Historia, y pasar de ídolo a dios: la campaña del History del 95 fue un verdadero émulo de una nueva religión con estatuas erigidas con su imagen en varios lugares del planeta y su paso acompañado por una pléyade de militares que defendían su reino como si fuera el Olimpo, mas un pueblo febril y dedicado en cuerpo y alma a respirar por un tipo que no parecía ser de este mundo, y con su transformación física sorprendente, ya parecía ser cosa de alienígenas y dioses de otra galaxia. El objetivo comercial de ventas siguió siendo efectivo, pero los lunares de la extravagancia, los estrados judiciales y la separación abrupta de su esposa seguían marcando una fatiga que no permitía un diáfano descanso en su trono de popularidad.
El segundo caso de pedofilia agotó recursos, bolsillos, declaraciones y creó el tope de la incomodidad. Tanto que, con la salida del Invincible, no se vieron los frutos esperados y el nombre del escándalo hundió un disco que prometía ser un nuevo récord de ventas y el retorno del Rey, que tanto ansiaba salir airoso de esta nueva batalla musical, batalla que finalmente perdió por su convulsionada vida personal envuelta en amoríos de enfermera, hijos misteriosos que no mostraban su rostro a los medios, la caída de su inmenso paraíso de pequeñuelos en Neverland y las atosigantes deudas que retorcieron el siempre generoso caudal de ingresos de Jackson.
Y a pesar de vivir un reinado de triste sequía en sus últimos años, logró también el bienestar y vacas gordas para los oídos de su fiel pueblo; como artista jamás decepcionó a su séquito y sus trucos de un gobierno mágico liderado por las coreografías espectaculares, los videos que se acercaban a los cortometrajes y las giras increíbles con un ejército de poderosos hacedores de show, hicieron un País del Nunca Jamás inmortalizado por la calidad de un genio creativo, gobernante fantasioso fabricante de melodías que hacían llover gotas de éxito y artífice de sensaciones que solo un Rey con un trono eterno podía suscitar, aquel Rey que hoy vislumbra su silla Real vacía desde el espacio ajeno a los humanos, y que sabe, que en medio de su tormentoso gobierno, su pueblo siempre va a agradecer el tenerlo como su más Grande Gobernante, el único e indiscutible Rey del Pop.
2 jul 2009
COLOR PACÍFICO
Se desprenden gotas interminables, pero apetecibles. Agua coqueta, pareja, acosadora, pero finalmente seductora.
Las ropas se sumergen en la eterna humedad del aire bonaverense
mientras esperan sonrientes las narices de las lanchas que todo el día flirtean con las olas del Pacífico.
Los pelícanos son cómplices aéreos del pasaje que confunde el verde manglar, el gris cielo y el vertiginoso círculo cromático de nuevas coordenadas que se pierden en la inmensidad del oceano y la impredecibilidad de un ojo expectante.
Piangûita es la pausa, el sosiego, la calma del negrito que asoma su dentadura amigable mientras subsiste de su hospitalidad con el torpe blanco. No hay muelle, no hay concesión con los pies, la consigna es el mojarse cada cuanto hay descuido.
Sinigual sabor de costa occidental, la sazón inconfundible del pargo compañero de patacones y sancochos con leche de coco son amenos hechizos que acogen a los huéspedes ingenuos que descubren paladares entre sesiones de comensal.
El toque de confort precisamente lo da la falta de éste, alejarse de las almohadas emplumadas, las cajas mágicas de 525 líneas de resolución o la evasión de las cuatro ruedas presurosas es la magia que se necesita para sintonizarse con la frecuencia marina de una baja puja, que apenas toca las orillas de las cabañas donde los turistas guardan reposo. Es el perfecto tono que espanta cualquier desaveniencia sonora.
Para crear contraste, existe La Bocana, casa de desenfreno morocho de fin de semana, una playa sin playa con el bullicio sin sordera que crea su sitio estrella de fiesta, El Litoral y el rimbombante contoneo de caderas, gluteos y asomos voluptuosos en exóticos pasos de "perreo" incesante de parejas que exponen su descomunal sensualidad en la pista a través del provocador reggaetón bonaverense y la salsa que te deja la hebilla de la correa cual charola de hotel cinco estrellas, diferente a la bachata y su un dos tres cadera un dos tres cadera que recrea otro imaginario, menos "explicit content".
Juanchaco es el tono marítimo con un penetrante sabor a pescado, olor a lluvia y un argot desesperado que parece licuadora de verborrea a velocidades olímpicas, identificar sus tonadas bien puede hacer parte de un estudio antropológico de meses.
El dinero es palabra más cotidiana entre estos ávidos habitantes, que reflejan una sonrisa capitalista ansiosa de extranjero líquido, aquí me remonto a la pasividad remota del negrito de Piangûita, más pobre pero más feliz, no tan tocado por la inmundicia de la tinta de banco. El viaje en jeep hasta Ladrilleros nos confirma el afán de atrapar turistas en cuanto hostal, hotel, cabaña, cambuche o carpa se atraviese. Lo logra un negro veterano de contextura basquetbolística, judío camuflado en el flow de los tranquilos nativos que atrapa con un paquete de restaurante-hotel del que no se puede objetar, no es costoso, pero sí muy efectivo. Estamos en sus manos después de pagar por anticipado. No importa, la meta es seguir alimentando el ojo de memorias costeras.
Ladrilleros es la reina de las olas, la infame de las playas, pues la marea es tan fuerte que ya ni playa existe, un pedazo de arena mojada con un par de parasoles miedosos y vendedores de cholados que hacen coquitos entre turistas. El premio, la adquisición de un kilo de sal camuflado entre las inquisidoras revolcadas de las olas, bajo el designio de Poseidón juegan con el foráneo a su acomodo, impetuosas... El cuerpo desafía al mar en un juego de caricias sádicas, el contacto con este deja de ser Pacífico para darle paso a un salvajismo ancestral, hombre contra naturaleza, hombre entre naturaleza...
El verdadero contacto con el cielo está en el suelo...el de La Barra, paraíso casi virgen, amante solitario que cautiva con sus susurros de mar silente, sol castigador que imprime el aire de frágil arena que puede tragarte al son de un mal movimiento mientras las jaibas crecen a pocos metros de tus pies. Los perros saludan a la lejanía con quejidos anacrónicos, las casitas de paja se retuercen lentamente al fragor del mediodía, los pocos nativos en silencio te reciben con brazos abiertos y corazones impolutos, la magia de la soledad inmensa perdida en el oceáno que se broncea en arenas de pocos pasos es el vaticinio de lo inolvidable, el destino final de todo amante del sosiego eterno, el encuentro con la verdad que lo dice todo a través de su propio mutismo, el desdoblamiento final que se necesita para saber que no se es humano si no se percibe el entorno natural tal y como nos lo trae La Providencia, la calma audiovisual del paraíso perdido, camuflado a tres horas del Chocó, donde las especies se reúnen para enterarse que el futuro no se necesita en un lugar donde el presente es perenne, un daguerrotipo de la eternidad...
Pero para el ser humano el tiempo es la carga condenatoria que te envuelve cuando convives con el mundo "civilizado", y la imagen que enamora de garzas, buques remotos, olas de cielo y nubes de mar se esfuman a través de la nueva realidad, que me lleva a este desahogo escrito para plasmar en memorias de tinta la inmortalidad de lo efímero y mi contacto sublime con el Color Pacífico.
LOS TOQUES DE PISO TRES
La oscura atmósfera impaciente de sonidos en la osada escena underground se dio cita en la siempre atractiva y caótica jornada del Piso Dos del Centro, en una nueva búsqueda por panfletarias y novedosas propuestas sonoras y exponentes casi suburbanos de las melodÌas de la noche independiente.
Tres orígenes, naturalezas vivas de tracks despiertos, todos con el mismo objetivo de hacer voto de presencia en los intrincados caminos de la música, todos disímiles en su "necessaire" de sonidos y envueltos en el aire de luces intermitentes, murales gigantes de voces fantasmales y una atmósfera subterránea ordenada por la impredecible escena local de asistentes sin mayores pretensiones que refugiarse en los sabores de la clandestinidad musical.
El primer paso de aventura es el exponente fiel del culto al party: Llegan Los Mamas, comunidad de tres idólatras de la sabrosura, oriundos de una javeriana alternativa que se deja llevar por las mieles de la fama clandestina, remarcados por los teclados bailables y las declaraciones abiertas a la liberación del cuerpo más que del alma.
Dos representantes de voz masculina y una diminuta pero sensual fémina resumen el pasaje voluptuoso de ansiedad de fiesta y exposición de vivencias pesadas convertidas en ligereza gracias al arrullo del party, son Los Mamas. El joven Rico copula con su Vocoder para inclinarse al electro, pero su sintetizador también quiere flirtear con el funky sound. La guitarra esencial de Sergio* acompaña con oraciones al sabor, devoción por la jovialidad mientras su voz se escurre en parafraseos interminables que hablan de mil pasajes cotidianos, influenciado por el flow de Plastilina Mosh. La pequeña mujer, Laura*, se hace presente con fuerza en los coros, desplegando una sensualidad gigante en contraste con su pequeño tamaño, la sexy cuerda vocal que anima al moderado frenesí del instinto.
Sus letras se inclinan al infinito toma y dame de las relaciones humanas, con un poco de humor recrean pasajes de cotidianidad de corazón con ejemplos como "Mentiras", o "Quiéreme". Aunque de cuando en vez, o mas bien cada cuanto, o mejor de vez en seguido hacen clara exposición por su instintivo deseo de exponer su posición mas terrenal con "Tus nalgas", clara influencia de Los Amigos Invisibles y la parranda lírica del deseo sin reprimir.
Pero su Greatest Hit es un Cover, el piso tiembla de dicha en la evocación a Rodolfo Aycardy con su "Aunque me duela", matizado en sintetizadores de baile declarado, con el aire popular envuelto en un mood de sabor y saltos nocturnos ansiosos de rumba sin final.
La banda Dos del Piso Dos es alto contraste y proviene de alguna galaxia que proclama su independencia a través de gritos atmosféricos y meteóricos golpes instrumentales que vienen a despertar cementerios. Llega todo el poderío de Le Battle Finger, demasiado estruendo para tan pequeño espacio que buscó acoplarse en el insomne paisaje de luz intermitente.
A pesar de la sobrecarga en el voltaje y el revés de un silencio repentino, el estrépito burló a las normativas del ohmio y comenzó una verdadera descarga de indie espacial sin prejuicios, al mando de un Andrés Hurtado que gobierna los tonos efectistas y el crescendo de hecatombe a través de texturas electrónicas, en un aire de fuerza descomunal que remueve a cualquier parsimonioso.
"Prometheus dresses of neon" o "Calipso" son evocaciones de mitología de otros mundos mientras el quejumbroso tono de John hincapié en las voces puede dar una referencia casi directa a un Okelele de Bloc Party. Sus garabateos son patrocinados por guitarras que oscilan entre la ionosfera y la superficie terrestre y la batería panfletaria del indie que reniega persistente en aquel voltaje alienígena que va creciendo a medida pasan los años luz en planetas ajenos y los minutos en el propio.
Siempre con los tonos dominantes de un teclado que llora asteroides y distorsiona el tiempo-espacio actual con sus contravenciones al sonido de recinto pequeño en tracks como "Hearts on fire", o "Shining Particles". Aunque también hay espacio para darle placenteros berridos a la evocación de lo terreno con "Sexy hot". Un verdadero banquete de caos en perfecta sintonía con el universo, en un indie que le queda pequeño este planeta y quiere recrear sus revoluciones en el espacio sideral, ajeno a nuestras cotidianidades sonoras.
Para el cierre la descarga cambia de color y empiezan los tonos funkys, la retrospección a algunos sonidos rockanroleros y los pasajes discotequeros, todos engarzados bajo el eclecticismo poco convencional de la gente de los Macgregors, fieles expositores de sus gustos por la variedad y sus oídos repletos de información que se desahoga en sus shows en vivo.
Bajo el mando de un grito amenazante de su baterista Nicolás Méndez y sus desfogues mántricos con su batería, los Macgregors dieron fiel muestra de un virtuosismo concentrado en la frescura y de una música que pretende hablar por sí misma, sin un vocal líder y viajando a través de paisajes bailables, otros más agrestes y unos tantos más cercanos al soundtrack, una película de nocturnas texturas afinadas al son de una madrugada atmosférica de ansiedad borracha.
Con la motivación de selección como banda clasificada para la presentación de Rock al Parque 2009, el guitarrista Miguel Cárdenas se soltó para acercarse al micrófono y hacer una clara invitación con la "profunda" lírica de su "Vamos a Cine hoy", un rock and roll divertido que dio paso a jammings gloriosos de catarsis instrumentales por parte de todos los músicos.
Equilibrio notable en las melodías de temas como "Ipadu", o "Komoiomok", donde se deslizan los instrumentos en cortometrajes de sabor ardiente, algunos flirteos con las sonoridades de un Jamiroquai en sus primeros tiempos, y otros ejemplos de party night al mejor estilo DivaGash con los mandos electrónicos del DJ Javier Carreño, quien también cuenta como arma una percusión timbalera proveniente de su programación moderna. De hecho, en uno de tantos trips instrumentales, suena un post-rock-electro haciendo homenaje al Nintendo con orgánicos sonsonetes de tonos galácticos, algunos otros de estilo RPG, sin tener nada que envidiarle a un Tetris o un 100 en uno de cualquier consola de video ochentera.
Para las postrimerías del evento, se hizo presente una particular versión del "Aneurysm" de Nirvana, donde se mantuvo la esencia grunge en las guitarras, pero el tratamiento de la batería y las pequeñas texturas electrónicas marcaron nueva identidad al clásico noventero de los del estado de Washington. A final de cuentas, los MacGregors mostraron que pueden navegar por aguas de distintos colores causando fluviales simpatías por su búsqueda sonora y recalcando su eclecticismo a través de varios géneros.
El Piso Dos cierra su madrugada cautiva entre el estruendo, el sabor, los recursos efectistas y el lúgubre pero placentero terremoto underground que siempre mantendrá atentos a los amantes de la independencia sonora.
Tres orígenes, naturalezas vivas de tracks despiertos, todos con el mismo objetivo de hacer voto de presencia en los intrincados caminos de la música, todos disímiles en su "necessaire" de sonidos y envueltos en el aire de luces intermitentes, murales gigantes de voces fantasmales y una atmósfera subterránea ordenada por la impredecible escena local de asistentes sin mayores pretensiones que refugiarse en los sabores de la clandestinidad musical.
El primer paso de aventura es el exponente fiel del culto al party: Llegan Los Mamas, comunidad de tres idólatras de la sabrosura, oriundos de una javeriana alternativa que se deja llevar por las mieles de la fama clandestina, remarcados por los teclados bailables y las declaraciones abiertas a la liberación del cuerpo más que del alma.
Dos representantes de voz masculina y una diminuta pero sensual fémina resumen el pasaje voluptuoso de ansiedad de fiesta y exposición de vivencias pesadas convertidas en ligereza gracias al arrullo del party, son Los Mamas. El joven Rico copula con su Vocoder para inclinarse al electro, pero su sintetizador también quiere flirtear con el funky sound. La guitarra esencial de Sergio* acompaña con oraciones al sabor, devoción por la jovialidad mientras su voz se escurre en parafraseos interminables que hablan de mil pasajes cotidianos, influenciado por el flow de Plastilina Mosh. La pequeña mujer, Laura*, se hace presente con fuerza en los coros, desplegando una sensualidad gigante en contraste con su pequeño tamaño, la sexy cuerda vocal que anima al moderado frenesí del instinto.
Sus letras se inclinan al infinito toma y dame de las relaciones humanas, con un poco de humor recrean pasajes de cotidianidad de corazón con ejemplos como "Mentiras", o "Quiéreme". Aunque de cuando en vez, o mas bien cada cuanto, o mejor de vez en seguido hacen clara exposición por su instintivo deseo de exponer su posición mas terrenal con "Tus nalgas", clara influencia de Los Amigos Invisibles y la parranda lírica del deseo sin reprimir.
Pero su Greatest Hit es un Cover, el piso tiembla de dicha en la evocación a Rodolfo Aycardy con su "Aunque me duela", matizado en sintetizadores de baile declarado, con el aire popular envuelto en un mood de sabor y saltos nocturnos ansiosos de rumba sin final.
La banda Dos del Piso Dos es alto contraste y proviene de alguna galaxia que proclama su independencia a través de gritos atmosféricos y meteóricos golpes instrumentales que vienen a despertar cementerios. Llega todo el poderío de Le Battle Finger, demasiado estruendo para tan pequeño espacio que buscó acoplarse en el insomne paisaje de luz intermitente.
A pesar de la sobrecarga en el voltaje y el revés de un silencio repentino, el estrépito burló a las normativas del ohmio y comenzó una verdadera descarga de indie espacial sin prejuicios, al mando de un Andrés Hurtado que gobierna los tonos efectistas y el crescendo de hecatombe a través de texturas electrónicas, en un aire de fuerza descomunal que remueve a cualquier parsimonioso.
"Prometheus dresses of neon" o "Calipso" son evocaciones de mitología de otros mundos mientras el quejumbroso tono de John hincapié en las voces puede dar una referencia casi directa a un Okelele de Bloc Party. Sus garabateos son patrocinados por guitarras que oscilan entre la ionosfera y la superficie terrestre y la batería panfletaria del indie que reniega persistente en aquel voltaje alienígena que va creciendo a medida pasan los años luz en planetas ajenos y los minutos en el propio.
Siempre con los tonos dominantes de un teclado que llora asteroides y distorsiona el tiempo-espacio actual con sus contravenciones al sonido de recinto pequeño en tracks como "Hearts on fire", o "Shining Particles". Aunque también hay espacio para darle placenteros berridos a la evocación de lo terreno con "Sexy hot". Un verdadero banquete de caos en perfecta sintonía con el universo, en un indie que le queda pequeño este planeta y quiere recrear sus revoluciones en el espacio sideral, ajeno a nuestras cotidianidades sonoras.
Para el cierre la descarga cambia de color y empiezan los tonos funkys, la retrospección a algunos sonidos rockanroleros y los pasajes discotequeros, todos engarzados bajo el eclecticismo poco convencional de la gente de los Macgregors, fieles expositores de sus gustos por la variedad y sus oídos repletos de información que se desahoga en sus shows en vivo.
Bajo el mando de un grito amenazante de su baterista Nicolás Méndez y sus desfogues mántricos con su batería, los Macgregors dieron fiel muestra de un virtuosismo concentrado en la frescura y de una música que pretende hablar por sí misma, sin un vocal líder y viajando a través de paisajes bailables, otros más agrestes y unos tantos más cercanos al soundtrack, una película de nocturnas texturas afinadas al son de una madrugada atmosférica de ansiedad borracha.
Con la motivación de selección como banda clasificada para la presentación de Rock al Parque 2009, el guitarrista Miguel Cárdenas se soltó para acercarse al micrófono y hacer una clara invitación con la "profunda" lírica de su "Vamos a Cine hoy", un rock and roll divertido que dio paso a jammings gloriosos de catarsis instrumentales por parte de todos los músicos.
Equilibrio notable en las melodías de temas como "Ipadu", o "Komoiomok", donde se deslizan los instrumentos en cortometrajes de sabor ardiente, algunos flirteos con las sonoridades de un Jamiroquai en sus primeros tiempos, y otros ejemplos de party night al mejor estilo DivaGash con los mandos electrónicos del DJ Javier Carreño, quien también cuenta como arma una percusión timbalera proveniente de su programación moderna. De hecho, en uno de tantos trips instrumentales, suena un post-rock-electro haciendo homenaje al Nintendo con orgánicos sonsonetes de tonos galácticos, algunos otros de estilo RPG, sin tener nada que envidiarle a un Tetris o un 100 en uno de cualquier consola de video ochentera.
Para las postrimerías del evento, se hizo presente una particular versión del "Aneurysm" de Nirvana, donde se mantuvo la esencia grunge en las guitarras, pero el tratamiento de la batería y las pequeñas texturas electrónicas marcaron nueva identidad al clásico noventero de los del estado de Washington. A final de cuentas, los MacGregors mostraron que pueden navegar por aguas de distintos colores causando fluviales simpatías por su búsqueda sonora y recalcando su eclecticismo a través de varios géneros.
El Piso Dos cierra su madrugada cautiva entre el estruendo, el sabor, los recursos efectistas y el lúgubre pero placentero terremoto underground que siempre mantendrá atentos a los amantes de la independencia sonora.
ANDRÉS CORREA :NO TAN GRANDES, SI TAN BUENOS...
9 May 2009
En una jornada de acordes elaborados, con la carga de la urbe repleta de historias de desamor, vientos de incertidumbre e ideales líricos cómplices de auditorio, la noche de mayo 7 recogió tres experiencias sonoras con un punto de vista común: La buena música hecha desde el corazón, con un desinterés jovial por la fama de la industria.
Dos bogotanos y un español, en el Astor Plaza brindaron casi tres horas de intensa trova urbana, cada uno con sus matices, sus particularidades, sus visiones y la franca entrega al público a través de sus composiciones.
VIENTOS MELODICOS DEL SUESTE
El turno de apertura corresponde al discreto Oscar Mora, quien se apropia del apelativo del Sueste, viento caribeño y melancólico del Caribe que convierte porros, fandangos y cumbias en un trip de caminos desérticos, rutas infinitas y sabor a costa triste pero seductora.
Su contacto con el teclado es de entrega sin concesiones, con la cadencia de los ritmos del norte colombiano que empuja lenta y reposada, a veces intensa, a veces intimista. Es su voz la patrocinadora de este viaje de teclas, que aterriza el avión de lo raizal a lo citadino, modernidad para la tradición.
Y los ingredientes adicionales, esenciales para una conjunción compacta, las percusiones programadas de Gualdrón y los aires de experimentación que agregan estas sonoridades, además de los sensuales registros vocales de las dos coristas, agudos y graves que se entrelazan para llamar al sabor de la melancolía cálida que vienen aderezados con la rítmica de las maracas y los granos melódicos, compañeros costeros de paso.
Una intervención corta pero efectiva con pasajes solemnes como el viaje solitario de "Silencio", una pieza introspectiva que bien no tiene nada que envidiarle a algún existencialismo electrónico de Tom Yorke; otros de corte más despierto y frenético como el drum and jazz de "Pollito", de aromas de urbe contundentes junto a una guitarra de corte sofisticado pero veloz y dinámica; y entretanto el Hit de la casa Sueste, "Nube", aquella evocación al amor perdido, con la tristeza del jolgorio que termina en el alba, esta vez, en el Astor. La prueba de apertura pasa con honores, una gran presentación del viento melódico del Sueste.
GUITARRA Y HOMBRE, EN RECONSTRUCCION.
En el "sandwich", como bien lo dijo, ha quedado la zona de la reflexión a través de hermosos acordes y entonaciones sentidas, el español Xoel Lopez, dedicado por estos días al seductor camino del músico errante que compone, descompone, corteja y se marcha país tras país para dejar testimonio fiel de huella sonora.
En la noche sobria del auditorio llega un carisma de desenfado, sencillo, efectivo, sin más pretensiones que mostrar a Guitarra y Hombre, encuentro cercano que recrea vivencia y música.
Aunque el recurso adicional de este solitario compositor gallego se trae entre ritmos de pandereta de piso (sujeta a su pie derecho) y una armónica desgarrada, heredera de algunos pasajes dylanianos, elementos que dan un aire más global a su trova giratoria de capitales y ciudades sin nombre, donde sus acordes marcan paso.
En cuanto a su repertorio se anota la sobresaliente mención de vivencia de cantautor, envuelto en el desamor hastiado de "Es verdad", su tema de apertura; temas nuevos que en Colombia pueden ser clásicos de un pasado desconocido o hits de un futuro impredecible, composiciones en su itinerante paso por fronteras que hablan sobre la mujer que puede ser y no será, los aires de Buenos Aires o los de "El cielo de Madrid", o la búsqueda peligrosa y marina de algún "Rostro de actriz", además de evocar al "Nowhere man" en alguno de sus temas, y ser fatalista y frío con su "Quemas".
Finalmente en un rockanrolero cierre, llega su interacción con el público donde le recuerda en coros compartidos que "Algo está pasando" y que si ha de pasar algo nuevo, será por nuestra causa y por la de su guitarra marinera, poción seductora de melodía foránea que enamora almas y las deja condenadas al vil recuerdo de una cena de estribillos que solo se repetirá hasta la próxima visita de un Xoel que agrada con su delgado carisma y su entrega a la trova urbana que flirtea con el rock y el pop todo el tiempo. Un hombre que se reconstruye de forma continua a través de la canción.
NO TAN GRANDE, SI TAN BUENO.
Y con los juguetes completos llegó el tan esperado artista de cierre, que, aprovechando el desorden y la algarabía de un triple toque, hizo gala del lanzamiento de su compilatorio No Tan Grandes Éxitos que comprende sus temas más destacados desde su primer trabajo Utopico de Cancer hasta sus proyectos alternos con los Water Resist, aquel Andrés Correa que desfila entre distintos géneros y se potencializa cada vez más como uno de los compositores con más huella en la escena local.
Y como las composiciones clásicas, tuvo varios "movimientos" dentro de su muestra musical de la noche. Comenzó con un allegro rockanrolero, con instrumentos a full carga donde desfilaron 3 temas en seguidilla y mostró su lado más vitalista, acompañado por un lujo de anónimos virtuosos, que hicieron dote elaborada de bajo, guitarra y teclado bien alimentados, con toda la disposición para repuntar su sonido en el recinto. "Prueba y error", y "Círculo vicioso" hiceron parte de este medley lleno de fuerza y el lado eléctrico de Andrés.
Pasamos al andante, las tonadas melancólicas y solitarias de la guitarra como única compañía, y los desaires líricos de historias tristes, que mostraron la faceta más íntima del artista, incluso, en un momento solo acompañado por el chasquido de los dedos y su voz lastimera. La bonita intervención deja plasmados los cortes de "Monstruo" o "Esta vez", y la presentación especial de la siempre pequeña en tamaño pero gigante en voz Ilona, cómplice femenina en la presentación del tema "Cielo"compuesto por Pala, quien regaló su rostro y voz en testimonio de videobeam, donde los tres lograron darle un aire particular a la mitad del show.
Y para la parte final regresan la guitarra virtuosa de Camilo Granados, eslabón entre el jazz y el rock, el bajo poderoso de ecléctica salida de Daniel Montoya y los teclados de David Burbano, que en sus solos recuerdan los momentos más intensos de algún woodstock lejano o las catarsis de cualquier virtuoso de música de cámara. Todos ellos, integrantes de una tropa lista para retumbar y brindar felicidad musical a los asistentes que vieron a un siempre modesto cantautor de figura menuda y sincera, que en sus últimos temas dio a destacar la versión bluesera de "Estúpido", y la intervención a dúo con Xoel López de "Ventana Indiscreta" y el tema del español "Reconstrucción".
Un plato musical de exquisitez en español, de franqueza pura, salpicado por condimentos de dureza lírica en algunos minutos, y en otros suavizado por el idealismo romántico de algunas ideas convertidas en letras.
Y el irrefutable hecho de saber que no todo lo que se emite en radio es la última palabra, y que, exponentes como estos 3 protagonistas de la noche demuestran que a pesar de No Tan Grandes (como lo plasmaría un listado de éxitos), pueden ser Si Tan Buenos (como lo plasma el idioma universal de la música).
En una jornada de acordes elaborados, con la carga de la urbe repleta de historias de desamor, vientos de incertidumbre e ideales líricos cómplices de auditorio, la noche de mayo 7 recogió tres experiencias sonoras con un punto de vista común: La buena música hecha desde el corazón, con un desinterés jovial por la fama de la industria.
Dos bogotanos y un español, en el Astor Plaza brindaron casi tres horas de intensa trova urbana, cada uno con sus matices, sus particularidades, sus visiones y la franca entrega al público a través de sus composiciones.
VIENTOS MELODICOS DEL SUESTE
El turno de apertura corresponde al discreto Oscar Mora, quien se apropia del apelativo del Sueste, viento caribeño y melancólico del Caribe que convierte porros, fandangos y cumbias en un trip de caminos desérticos, rutas infinitas y sabor a costa triste pero seductora.
Su contacto con el teclado es de entrega sin concesiones, con la cadencia de los ritmos del norte colombiano que empuja lenta y reposada, a veces intensa, a veces intimista. Es su voz la patrocinadora de este viaje de teclas, que aterriza el avión de lo raizal a lo citadino, modernidad para la tradición.
Y los ingredientes adicionales, esenciales para una conjunción compacta, las percusiones programadas de Gualdrón y los aires de experimentación que agregan estas sonoridades, además de los sensuales registros vocales de las dos coristas, agudos y graves que se entrelazan para llamar al sabor de la melancolía cálida que vienen aderezados con la rítmica de las maracas y los granos melódicos, compañeros costeros de paso.
Una intervención corta pero efectiva con pasajes solemnes como el viaje solitario de "Silencio", una pieza introspectiva que bien no tiene nada que envidiarle a algún existencialismo electrónico de Tom Yorke; otros de corte más despierto y frenético como el drum and jazz de "Pollito", de aromas de urbe contundentes junto a una guitarra de corte sofisticado pero veloz y dinámica; y entretanto el Hit de la casa Sueste, "Nube", aquella evocación al amor perdido, con la tristeza del jolgorio que termina en el alba, esta vez, en el Astor. La prueba de apertura pasa con honores, una gran presentación del viento melódico del Sueste.
GUITARRA Y HOMBRE, EN RECONSTRUCCION.
En el "sandwich", como bien lo dijo, ha quedado la zona de la reflexión a través de hermosos acordes y entonaciones sentidas, el español Xoel Lopez, dedicado por estos días al seductor camino del músico errante que compone, descompone, corteja y se marcha país tras país para dejar testimonio fiel de huella sonora.
En la noche sobria del auditorio llega un carisma de desenfado, sencillo, efectivo, sin más pretensiones que mostrar a Guitarra y Hombre, encuentro cercano que recrea vivencia y música.
Aunque el recurso adicional de este solitario compositor gallego se trae entre ritmos de pandereta de piso (sujeta a su pie derecho) y una armónica desgarrada, heredera de algunos pasajes dylanianos, elementos que dan un aire más global a su trova giratoria de capitales y ciudades sin nombre, donde sus acordes marcan paso.
En cuanto a su repertorio se anota la sobresaliente mención de vivencia de cantautor, envuelto en el desamor hastiado de "Es verdad", su tema de apertura; temas nuevos que en Colombia pueden ser clásicos de un pasado desconocido o hits de un futuro impredecible, composiciones en su itinerante paso por fronteras que hablan sobre la mujer que puede ser y no será, los aires de Buenos Aires o los de "El cielo de Madrid", o la búsqueda peligrosa y marina de algún "Rostro de actriz", además de evocar al "Nowhere man" en alguno de sus temas, y ser fatalista y frío con su "Quemas".
Finalmente en un rockanrolero cierre, llega su interacción con el público donde le recuerda en coros compartidos que "Algo está pasando" y que si ha de pasar algo nuevo, será por nuestra causa y por la de su guitarra marinera, poción seductora de melodía foránea que enamora almas y las deja condenadas al vil recuerdo de una cena de estribillos que solo se repetirá hasta la próxima visita de un Xoel que agrada con su delgado carisma y su entrega a la trova urbana que flirtea con el rock y el pop todo el tiempo. Un hombre que se reconstruye de forma continua a través de la canción.
NO TAN GRANDE, SI TAN BUENO.
Y con los juguetes completos llegó el tan esperado artista de cierre, que, aprovechando el desorden y la algarabía de un triple toque, hizo gala del lanzamiento de su compilatorio No Tan Grandes Éxitos que comprende sus temas más destacados desde su primer trabajo Utopico de Cancer hasta sus proyectos alternos con los Water Resist, aquel Andrés Correa que desfila entre distintos géneros y se potencializa cada vez más como uno de los compositores con más huella en la escena local.
Y como las composiciones clásicas, tuvo varios "movimientos" dentro de su muestra musical de la noche. Comenzó con un allegro rockanrolero, con instrumentos a full carga donde desfilaron 3 temas en seguidilla y mostró su lado más vitalista, acompañado por un lujo de anónimos virtuosos, que hicieron dote elaborada de bajo, guitarra y teclado bien alimentados, con toda la disposición para repuntar su sonido en el recinto. "Prueba y error", y "Círculo vicioso" hiceron parte de este medley lleno de fuerza y el lado eléctrico de Andrés.
Pasamos al andante, las tonadas melancólicas y solitarias de la guitarra como única compañía, y los desaires líricos de historias tristes, que mostraron la faceta más íntima del artista, incluso, en un momento solo acompañado por el chasquido de los dedos y su voz lastimera. La bonita intervención deja plasmados los cortes de "Monstruo" o "Esta vez", y la presentación especial de la siempre pequeña en tamaño pero gigante en voz Ilona, cómplice femenina en la presentación del tema "Cielo"compuesto por Pala, quien regaló su rostro y voz en testimonio de videobeam, donde los tres lograron darle un aire particular a la mitad del show.
Y para la parte final regresan la guitarra virtuosa de Camilo Granados, eslabón entre el jazz y el rock, el bajo poderoso de ecléctica salida de Daniel Montoya y los teclados de David Burbano, que en sus solos recuerdan los momentos más intensos de algún woodstock lejano o las catarsis de cualquier virtuoso de música de cámara. Todos ellos, integrantes de una tropa lista para retumbar y brindar felicidad musical a los asistentes que vieron a un siempre modesto cantautor de figura menuda y sincera, que en sus últimos temas dio a destacar la versión bluesera de "Estúpido", y la intervención a dúo con Xoel López de "Ventana Indiscreta" y el tema del español "Reconstrucción".
Un plato musical de exquisitez en español, de franqueza pura, salpicado por condimentos de dureza lírica en algunos minutos, y en otros suavizado por el idealismo romántico de algunas ideas convertidas en letras.
Y el irrefutable hecho de saber que no todo lo que se emite en radio es la última palabra, y que, exponentes como estos 3 protagonistas de la noche demuestran que a pesar de No Tan Grandes (como lo plasmaría un listado de éxitos), pueden ser Si Tan Buenos (como lo plasma el idioma universal de la música).
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