16 dic 2011

CINEMA COLOMBIA 2011


Creciente es el número de filmes colombianos en exhibición en las salas de cine locales. La oferta se descentraliza cada vez más y logra salir de la historia estereotipada por el polvo blanco, los fusiles selváticos y los traseros calientes envueltos en sábanas de narco. El 2011 es un año que ha traído un importante respiro a la creación de historias y la variedad de propuestas, y si bien no ha sido un ejemplarizante listado de filmes que queden como estandarte en el patrimonio criollo, logra cumplir con el objetivo de darle distintos matices al trillado concepto de cine colombiano. Era hora de buscar salidas alternas y emanciparse del estereotipo.


El primer filme 3D en Colombia: Pequeñas Voces.

Fueron dieciséis las cintas colombianas estrenadas en las salas nacionales hasta la fecha, mostrando distintas calidades, colores y temáticas. Desde la típica comedia de taquilla hasta el terror psicológico, pasando por varias visiones femeninas de la vida hasta encontrarnos con el tema de siempre -la guerra- pero a partir de protagonistas sin explorar como los niños. Como siempre, el comportamiento de asistencia a salas para ver cine colombiano fue discreto, exceptuando el fenómeno El Paseo, con más de millón y medio de asistentes. Aún la gente no le cree al formato local y tiene serias dudas al tentar su bolsillo a invertirle al esfuerzo nacional. Algunas películas dan la razón a este temor, otras sufren el peso de los antecedentes.

Pero, entremos en repaso cronológico por este Cinema Colombia del año antes del fin del mundo maya. El Niño Dios siempre se confabula todos los años con Dago García y su gente para lanzar una típica comedia para divertimento de los comensales de natilla y buñuelo. Reclutaron a un director que trabaja sin prejuicios comerciales -Harold Trompetero- y crearon una historia de lo más normal, la excursión de la risa cliché. El Paseo dominó las taquillas durante comienzo de año con un formato sencillo, una historia de viaje accidentado que guardaba debajo de la sonrisa barata el mensaje de la unión familiar. Se rescata el recorrido Vive Colombia viaja por ella con algunos parajes agraciados y la intención de integrar familias disfuncionales. Pero se recuerda a Gustavo Nieto Roa en los ochentas con aquella fórmula de comedia predecible que -no se sabe cómo- convoca a miles de personas a ver la cinta.

Una familia disfuncional, una taquilla disfuncional. El Paseo.

Luego de la blancura cachaca de Antonio Sanint y su humor inocente, pasamos al lado negro de las risas. La ópera prima de Jaime Escallón se basa en el guión del muy vendido libro Recursos Humanos de Antonio García y se alista para la escatología visual. El Jefe es una comedia negra que muestra el socarrón abuso de poder de alguien que nunca lo ha poseído, y una serie de acontecimientos que giran en torno a la organización de una fiesta empresarial. Con una dirección de arte peculiar -parece de comienzo de los noventas-, un sexy y traicionero estilo de Katherine Porto y una fábrica fachada que elabora en simultánea dulces y detergentes, El Jefe generó opiniones divididas entre el público y fue de amores para los seguidores de la escatología y el humor impío, y de odios para quienes buscan metáforas hermosas o lecciones de vida. Con momentos risibles y personajes no tanto, la cinta llegó a los 318.000 espectadores, pero no pasa a la historia con gloria.

En marzo se estrenó Los Colores de la Montaña dirigida por Carlos César Arbeláez. Primer filme del año con la guerra como eje temático, pero con el foco centrado en la percepción de tres niños del campo. Un bonito retrato rural que tiene como símbolo de fragilidad y esperanza un balón de fútbol y que cuenta con grandes actuaciones -Hernán Ocampo como el niño protagonista y Hernán Méndez como su padre-. Una escuela de vereda que se desvanece con la violencia sin tonos gráficos explícitos y un idílico paisaje rural que trae momentos de ilusión. Lástima el montaje tan fragmentado y sin enlaces. Los Colores de la Montaña es la película que se tiene en cuenta para la pre-selección de las nominaciones a mejor filme extranjero en los Oscar 2012.

Los niños que viven el campo...de guerra. Los Colores de la Montaña.

El estilo de comedia romántica muy poco o nada se ha explotado en nuestro país. El director Juan Pablo Bustamante se atrevió a proponer un cortejo decorado en Cartagena con Lecciones para Un Beso, promocionada en abril. La apuesta de tres hombres con distintas tácticas de seducción para conseguir la mujer deseada y de paso asesorar el primer beso de un adolescente es una propuesta ligera y juvenil que refresca los colores sangrientos de la cartelera. No es pretenciosa, no es inmarcesible, no enseña a besar, pero cuenta con el plus visual de La Heroica para antojar al público ajeno a esta ciudad y para descubrir la belleza exótica y cautivadora de Vanessa Galvis, coprotagonista de la historia junto a José Julián Gaviria y Cristina Umaña. Besos costeños para amenizar el invierno.

Mayo trajo tres filmes nacionales de distinto calibre. Recordado por La Virgen de los Sicarios, Juan David Restrepo escribió, dirigió y actuó en su tragedia urbana En Coma, intentando crear con tono Shakespeare moderno el sicariato en Medellín y una historia de amor marcada por un destino fatal; buenas locaciones, balaceras inofensivas, un alumbrado navideño que enaltece la Capital de la Montaña y una destacada intervención de Edgardo Román haciendo el rol del matón Piraña. Luego, el guión liberador de Karen Llora en un Bus se hizo presente con la dirección de Gabriel Rojas, donde se narra una historia emancipadora de una mujer sometida a las labores domésticas que quiere romper con el ítem machista, una gran historia decorada con una fotografía rústica y triste que no equiparó con el peso de la narración. Finalmente, el ecléctico Harold Trompetero repitió producción, esta vez sin presiones comerciales y con un guión propio: Locos fue su octavo largometraje, inspirado en el amor y en las consecuencias que trae ese estado, más si se genera en un manicomio; un pintor y una interna psiquiátrica sostienen una pasión fuera de cordura, bajo un sonido minimal, con un desarrollo pausado y con tonos esquizoides y cómicos en algunos pasajes, siempre bien respaldado por las actuaciones de sus protagonistas Marcela Carvajal y César Badillo, un interesante experimento vapuleado por la gente gracias a la mala fama de Trompetero y sus antecedentes filmográficos. Igual, pregúntenle cuánto le importa.



La sonrisa maliciosa de la Parca en Todos tus Muertos.

Carlos Fernández de Soto parece maldecido por un ojo blasfemo. Tiene buenas historias, pero las desarrolla de forma horrible ante el lente. Luego de su mal recordada Colombianos un Acto de Fé aparece con Cuarenta a mediados de año, una reflexión pausada sobre los rigores y las expectativas del cuarto piso cronológico planteada por tres amigos, con un ritmo somnoliento y una fotografía poco respetuosa, en un segundo intento por salir bien ante la audiencia con el triste resultado de una semana en cartelera -1084 espectadores-. No fue la misma suerte la que corrió Todos tus Muertos, de Carlos Moreno. Estrenada una semana después de Cuarenta, contó con el respaldo de buenas menciones en festivales y el gancho de ser la segunda cinta del director de Perro come Perro. Un ritmo pausado, tonos suspensivos y sonrisas escondidas bajo el ambiente caluroso y mortífero de un pueblo en elecciones que carga con el descubrimiento de una masacre incómoda. Gran trabajo fotográfico y reiterados aplausos para un ícono del cine nacional, Alvaro Rodríguez. La guerra bajo la negrura cómica hecha por Carlos Moreno, una de las películas rescatables del año.

Agosto fue el mes hollywoodense en las esferas colombianas. Los hermanos Orozco le apuestan al cine de alta factura, con gran presupuesto y de ritmo vertiginoso. Si uno ve Saluda al Diablo de mi Parte, no parece confeccionada en territorios locales. No se identifica plenamente con ninguna región así hable de secuestro y guerrilla, es un universo paralelo convertido en una trama de acción untada en sangre y persecución. Con un score orquestado, protagonistas foráneos y diálogos sin modismo, es un filme que se puede ver afuera y no reconoce nacionalidad, mientras se desarrolla una historia de venganza perpetrada por un ex-secuestrado minusválido. Se vuelve a hablar de grupos subversivos, de sangre y de dolor, pero desde un enfoque más... global por decirlo así, bienvenido por los amantes de las balaceras y los rencores hechos desquite. Seguramente les funcione la fórmula a los Orozco en otros países.

Septiembre tuvo de nuevo a Cristina Umaña como cara conocida en el celuloide, y su aparición en la película La Vida "era" en Serio, dirigida por Mónica Borda. Otro intento de emancipar a la mujer como en Karen Llora en un Bus, pero con la historia de una madre y esposa que sí trabaja y carga con la rutina familiar y laboral como peso de su existencia. Intenta liberarse y darse un aire a través del desorden mundano, pero la trama se va perdiendo con el tiempo y el desinterés de la audiencia es la consecuencia final. El mismo mes se estrenó el primer largometraje
colombiano en 3D Pequeñas Voces de Jairo Carrillo, un hermoso pero triste retrato animado de el conflicto armado, sustentado casi de forma documental por cuatro testimonios de niños que vivieron la guerra, con la ayuda de los mismos en la elaboración de los dibujos, y con la cuota de ser el primer filme de su clase en Colombia, que vale la pena apreciar después de un fugaz paso por la cartelera local. Cerrando el mes de amor y amistad se estrenó Póker, ópera prima de Juan Sebastián Valencia, que concentró y enlazó cinco relatos distintos sentados en una mesa de juego, con un montaje aceptable y un desarrollo de tensión expectante que promete, pero que al final se cae con un desenlace poco satisfactorio. Se rescatan los orígenes y los propósitos de los personajes para jugar la partida de su vida como plus narrativo, lástima el cierre del film. Mejor suerte para la próxima.



Un páramo que da miedo. La ópera prima de Jaime Osorio Márquez


Una de las mejores campañas de expectativa la tuvo el filme de terror psicológico El Páramo, bajo la dirección de Jaime Osorio. Y pareció cumplir con las probabilidades, pues muchos de sus asistentes lograron asustarse y dejarse llevar por la narración de un grupo de soldados que son atacados por la paranoia y el desespero, mientras aguardan por un enemigo invisible. Rodada con actores anónimos en pantalla grande -el único reconocido es Juan David Restrepo de En Coma- y con un magistral diseño sonoro, el tema de la guerra de nuevo tiene otro enfoque y logra dar en el clavo causando distintas sensaciones a las habituales desazones de balas subversivas o los predecibles secuestros y rescates heroicos, aunque le hubiera ido mejor recortando algunos minutos de tensión reiterativa. Tratamiento de color adecuado, dirección de fotografía con juegos de foco borrosos y un depredador a lo largo del film: El miedo.

Los últimos rollos en exhibición colombiana tuvieron un tema en común: Los falsos positivos, que tan de moda puso el gobierno anterior. Primero se presentó Postales Colombianas, de Ricardo Coral, que con acotaciones hilarantes y un guión dividido en segmentos que parecieran cotidianos, nos introduce en las vidas de tres hombres que sin querer queriendo se obligan a manchar su historial como seres humanos, y tres mujeres que sufren las casualidades de la tragedia, todos envueltos en la triste estadística de los desaparecidos que engrosaron los números de falsos positivos. La historia, cortando varios diálogos gratuitos, funciona, lo que no funciona es su trabajo visual, que es mas bien tosco y poco propositivo. Desde una visión más marginal e inocente viene la película de Colbert García Silencio en el Paraíso, que trata mejor la fotografía, el vestuario y la dirección de arte, pero que no tiene actuaciones contundentes y desarrolla la historia de modo demasiado lineal y predecible. Dos posturas cinematográficas que hablan del mismo tema, pero se ubican en distintas zonas geográficas y desarrollan picardías de distinto nivel, una más madura en el relato, otra más madura en la cámara. Nada es completo.

Voces de la marginalidad envueltas en Falsos Positivos. Silencio en el Paraíso.

El Cinema Colombia 2011 nos deja un prontuario de más filmes en cartelera que en años anteriores (y eso que quedan pendientes los estrenos del 25 de diciembre, la premiada Porfirio y las que les falta el trámite de distribución), temáticas más variadas, visiones personales de sangre nueva, algunos ejemplos de calidad fotográfica y un largometraje animado que desde ahora sienta precedentes. La cantidad no es sinónimo de calidad, pero sí significa movimiento. Y para que esto se siga moviendo, es necesaria la generación continua de nuevos rollos y propuestas, de salidas de la típica convención guerra-narco, de alternativas audiovisuales que ventilen el panorama, y especialmente, de historias, de historias que nos susciten alguna sensación, ojalá memorables y dignas de cualquier tertulia sobre cine.



30 nov 2011

COLDPLAY - A RUSH OF BLOOD TO THE HEAD


Del intimista paisaje al pop vivaz y pegajoso. Los rumbos que emprendió Coldplay con su segunda cita discográfica llegaron al éxito voraz y categórico, arrastrando con números insignes en listas pop en un intento digno de desplazar el sonido mainstream que reinaba con las voces femeninas de Avril Lavigne y Christina Aguilera, en un 2002 que abriría la brecha para el grupo de Chris Martin como dominante a nivel global en emisoras, discotiendas y listas. A partir de su segundo trabajo, A Rush of Blood to the Head, Coldplay se hizo un espacio como uno de los conjuntos más importantes de la primera década del siglo XXI.

Una banda que se hizo conocer por su dulzura intimista y sus susurros envolventes quiso sacudir por instantes ese aire de banda de auditorio y entregarse a una sonoridad más acorde con los grandes escenarios. Las grabaciones del segundo LP comenzaron por la misma época del trágico suceso del 11 de septiembre e influyeron en algunas letras del grupo, que se encontraron entre la desesperanza y el optimismo. La voz de Chris Martin mantuvo su murmullo en falsete que le hizo conocido y su piano conservó el aire de solemnidad romántica de su primer trabajo Parachutes, pero la muerte, la guerra y el amor no correspondido le dieron ese toque menos idílico a las líricas y una aspereza pop que estremeció la tersura original de Coldplay y lo endureció con resonancias más vivas y coros hinchados de electricidad.

Amsterdam by Coldplay on Grooveshark

En conjunto escribieron más de 20 canciones para el álbum, la mayoría trabajadas 'por impulso' como lo definió el título del mismo. Aquella prolífica dosis de espontaneidad en textos y melodías les representó un triunfo explosivo en su carrera con ventas aproximadas a los 13 millones de copias en todo el orbe, Grammys como mejor álbum de Rock Alternativo en 2003 y Grabación del Año en 2004 por el tema "Clocks". Esa llegada de sangre musical a la cabeza los puso en las esferas del estrellato melódico y les dio calle libre para un irrebatible recorrido de notoriedad en toda la década. Guardando las proporciones, la banda londinense podría ser el arrasante U2 del siglo actual. Sólo el tiempo dirá.

 Parlophone fue la casa disquera que les patrocinó la sobriedad vívida a los Coldplay. La batería de Will Champion sería la primera en destaparse en radios con un temple fortalecido bajo una base sencilla de pop, "In my Place" fue el primer sencillo de A Rush of Blood to the Head, simpleza dulce con animosidad, sinónimo de éxito, N. 2 en Gran Bretaña y una fórmula que nunca pierde, hablar de las contrariedades del amor, 'If you leaving me down here on my own/ Then I'll wait for you'. Un tema que se insiste con tonos de esperanza y arrepentimiento en su segundo single "The Scientist" donde se busca regresar al comienzo para iniciar con reset un nuevo ciclo amoroso, y que se logra interpretar magistralmente de manera audiovisual con un videoclip montado totalmente en reversa, el paso de la tragedia a la sonrisa con velocidades invertidas y la letra de la pieza cantada al revés por Martin. Un pequeño homenaje al Parachutes con ese 'Let's go back to the start' y el recorderis de un piano sobrecogedor y una voz íntima y penitente que ruega por mantenerse en el corazón de su audiencia.

La vida le sonríe a los cuatro de Londres. Coldplay triunfa con su segundo LP

Sin embargo, la diferencia con su primer álbum se encuentra en temas con calibres resonantes y cuestionamientos interiores. La canción de apertura es un llamado religioso a la paz después de tanto cemento sangriento del 9-11, aquel "Politik" es un ruido lastimero que alterna la desesperación melódica con versos de voz solitaria y clama por una certidumbre más luminosa, 'Give me peace of mind an trust/ Don't forget the rest of us'. La lentitud acústica inicial de "A Rush of Blood to the Head" parece provenir del Parachutes, pero al explotar se consolida con la fuerza de su sonido 2002 y crece con unas líricas que hablan sobre impulsos, motivaciones y sacrificio, 'You said I'm gonna buy a gun and start a war/If you can tell me something worth fighting for'.

La búsqueda por extraer estilos nuevos sin perder su identidad musical les lleva a revivir algunos momentos guitarreros del rock sesentero con cierto aire de desespero. Las guitarras de Jon Buckland lo confirman en canciones como "A Whisper" que contrario al título del tema, dejan de ser susurros para convertirse en clamores impacientes con muchos sobresaltos, enérgicos y bien alimentados entre riffs y arpegios. Ese dinamismo contagia los demás instrumentos, el piano adquiere un aire de grandeza con su imponente tonada de "Clocks", que destroza los minutos y segundos con armonía vertiginosa, ágil y diáfana que le valió el Grammy a Grabación del Año luego de retumbar como tercer single del álbum en todas las radios del orbe. Hoy día es una de las piezas emblemáticas del grupo y hasta la gente de Buenavista Social Club se valió del célebre arpegio de teclas para sazonarlas con sabor latino.


El rock de Coldplay adquiere variantes interesantes con tonos que combinan la lucidez optimista y la astucia oscura. "Daylight" cuenta con esa particularidad melódica, con los fraseos prolongados de Chris Martin, el bajo de película de Guy Berryman y el piano repetitivo y expectante, que busca salidas emocionales a una luz posible. Ese aire de suspenso cinematográfico se corrobora en su gran y subestimado single "God Put a Smile Upon your Face", combinación eficaz de cuerdas acústicas y eléctricas que van creciendo gradualmente hasta llegar a un clímax en los coros y enredar en una telaraña bien elaborada al oído; una canción sustentada por un videoclip en el que un hombre de negocios ve desaparecer lentamente su cuerpo y que se acopla con las estrofas del tema cuestionando el futuro 'Where do we go nobody knows', 'Where do I go to fall from grace'.

Pero el lado blando y afectuoso de sus primeras andanzas no es fácil de abandonar, y el discurso de la ternura debe permanecer en varios tracks. "Green Eyes" es caramelo acústico de ojos verdes con todo el sabor de su anterior LP, idilio que se resuelve a halagar a la chica de luceros esperanzadores; "Warning Sign" es un reposado tema de ejecución suave con tono de arrepentimiento, ruego envuelto en dulce; finalmente, el tema de cierre es un despropósito en el título,"Amsterdam" no se refiere a la capital holandesa en ningún pasaje -sólo que Martin compuso la canción allí-, y su objetivo es intimar con el piano una voz de último aliento, levantarse de nuevo y ver la salida para continuar después de tanto desastre, 'And I know Im'm dead on the surface/But I am screaming underneath'. El manifiesto final de un Coldplay que desde allí pondría de manifiesto su alto activismo social y político.



Diseños noruegos, Sølve Sundsbø y sus aportes para los singles "Clocks" y "In my place"

Dulce pero consistente. Blando pero encantador. La segunda experiencia de Coldplay en estudio les dio armonías más vigorosas y con acercamientos menos tímidos al rock and roll, sin dejar de lado su esencia de 'rock suave' y sus temáticas concentradas en las dichas y penas de corazón. El aire de desolación del suceso 9-11 despertó un aspecto de lamento y solemnidad en algunas líricas del disco e impregnó de madurez y participación al recorrido de la banda. A Rush of Blood to the Head es la cota más alta en el período de Ken Nelson como productor del grupo (intervino también en Parachutes y X&Y) y dejó este trabajo estampado como uno de los más célebres de la década 2000, donde la melosidad se fabricó con cabeza fría y el caos melódico se domesticó con armonía.

18 nov 2011

TOCANDO LAS PUERTAS DE OLIVER STONE


Exceso hasta la saciedad. Un verdadero recorrido por las cimas y las simas, los chamanismos y las irrealidades poéticas con mucho vértigo se trajo el filme de 1991 de Oliver Stone The Doors, haciendo un homenaje al Rey Lagarto, que resultó siendo una visión oscura y retorcida del héroe de la poesía sin hilo, del símbolo sexual que se lamentaba por tener más magnetismo con su inquieto falo que con su cerebro refulgente. Opiniones divididas y un misticismo ebrio y alucinado expone el director neoyorquino, quien inevitablemente no deja de tener una fijación por la época de Vietnam y su experiencia como soldado en ese tristemente célebre conflicto. Se abren las puertas de la percepción de Oliver Stone.


Oliver Stone en medio de unas Puertas trastornadas

La idea de desarrollar la agitada vida de Jim Morrison en celuloide proviene desde los minutos vietnamitas de fusil y napalm, en los que Stone eludía su rol bélico con el refugio musical de las tonadas de The Doors. Las canciones se hicieron imágenes en la mente del militar y produjeron un guión borrador llamado Break -que más adelante sentaría las bases de su exitoso Platoon (1986)- y del que se hizo una copia de envío al propio Morrison para que fuera protagonista, pero jamás fue exitosa la conexión entre el músico y el incipiente director y guionista.

"Cuando las puertas de la percepción sean eliminadas las cosas aparecerán como son en realidad" es la cita clave de William Blake para bautizar al grupo y marcar el camino de una absoluta libertad creativa y desarrollo como grupo sui generis de la época. El colorido paseo de flores, ácidos y sexo liberador en los sesentas fue motivo de un uso dominante de las angulaciones de cámara, la grúa y el steadycam como herramientas de exposición al delirio, alucinaciones visuales de colores tierra que se desplazan entre el urbanismo de San Francisco, la playa californiana y los desiertos olorosos a peyote e histeria mística. Es precisamente el tema chamánico una obsesión tanto de Morrison como de Stone, el vocalista se envolvía en los recuerdos de infancia y la supuesta posesión del espíritu de un navajo en su cuerpo, y el director desahogándose con rituales y traumas tribalistas en The Doors y Natural Born Killers.

Más similares no se puede: Kilmer y Morrison

Val Kilmer es un actor con ascendencia cherokee que vivió con sus abuelos en Nuevo México. El perfecto intérprete de la urbanidad primitiva, de lo ancestral y lo psicodélico, con una preparación de seis meses para el rol y con la interpretación de 15 canciones del reparto del filme bajo el sello de su garganta, el Jim Morrison de los noventas. Y el más destacado en actuaciones, que contó con el coprotagónico de Meg Ryan saliendo del papel de cómica romántica y caminando por las cuerdas del éxtasis y la enajenación en una aceptable encarnación de Pam, la pareja oficial de Jim. Intervinieron con pequeños papeles figuras de la música como Billy Idol, Eagle Eye Cherry, Eric Burdon, el mismo baterista de los Doors John Densmore interpretando un ingeniero de sonido, y Paula Abdul como coreógrafa de los desmanes místicos de tarima de Jim Morrison. Mucho músico haciendo melodías escénicas para recrear el Jim de Oliver.

Un poeta frustrado por ser símbolo sexual

Más que poesía, es música. Más que música, es exceso. Casi ninguna de las canciones se salva del alcohol y las sustancias, del sexo en despilfarro y de las alucinaciones indígenas. Oliver abandona las inspiraciones delicadas y se entrega a las abyecciones y libertinajes de hígado, hocico y pene, los versos intrincados de Morrison se refunden en una licuadora de excesos, haciéndola un filme de intestinos agitados y de colores beodos, de conciertos multitudinarios que se revientan de amor libre y hogueras aborígenes, de pavos despedazados en viajes ácidos que claman por la muerte próxima, de pócimas de sangre que celebran bodas oscuras y de una ausencia sensible de la esfera romántica y más lúcida del Jim real. Lo que conllevó a un rechazo casi generalizado de los cercanos a Morrison cuando vieron el filme en las pantallas, el teclista Ray Manzarek objetando con sutiles improperios el guión y el tratamiento del personaje, un Rey Lagarto con la piel árida de tanto excederse.

'Creo en un largo y prolongado trastorno de los sentidos para llegar a lo desconocido'. Un retrato del frontman de The Doors que se describe en esa frase. Y que se desenvuelve con absoluto desparpajo irracional durante el último lustro de los sesentas donde esta vez Stone atina a recrear la atmósfera de la época: El flower-power convulsionado de hippies callejeros, desnudos sin pudor y aperturas mentales con LSD, o la remembranza del bullicioso y respetable Whisky A Go Go de California. En conjunto vienen un par de marcas registradas de la filmografía del hombre de Platoon, el continuo uso de los televisores que registran hechos históricos y complementan las noticias -interesante el juego del incendio de Detroit con "Light my fire" en el show de Ed Sullivan-, y los estrados, uno de esos lugares donde pareciera que Stone cuelga la ropa pues ama las querellas, los trajes de fiscales y los martillos condenatorios. En esta ocasión la obscenidad es el tema a juzgar, una lengua glande causante de sentencias.

Cuatro mosqueteros de la psicodelia, The Doors en viaje de peyote


La música, la causa y la solución a todos los problemas del film. Sin ser consistente en el relato y dejarse llevar por la estampa drogadicta y esquizoide de Morrison, el desfile de canciones de The Doors es un placer chocante, especialmente el segmento de excitación pirómana en "Not to Touch the Earth", o el lento y desafiante paso del peyote desértico al humeante Whisky A Go Go en "The End". La ayuda del teclado de Manzarek con sonidos de bajo provoca el paroxismo psicodélico y las emanaciones que producen guitarra y batería son rituales a ritmo de rock and roll. Las contribuciones anexas vienen de la camada neoyorquina de Velvet Underground con el magnífico "Venus in furs" y "Heroin" patrocinados por los labios traviesos de la teutona Nico; la segunda es el clásico fragmento del Carmina Burana "O Fortuna" que recrea la lujuria negra del romance de Morrison con la periodista Patricia Keanelly.




Si abrimos las puertas del mundo del Morrison real, hay un galanteo con el espíritu sensible y protector del poeta, con viajes ácidos benignos que producen paz y las convulsiones en escena son más amigables y no tan catastróficas. Pero las puertas de Oliver Stone se resquebrajan en un terremoto tóxico de controversiales apariciones en público -la palabra controversia le produce gozo-, fama atropellada por los sudores psicotrópicos, escenarios de disfunción eréctil y desgaste en levantamiento de falo, y un constante baile que invoca los ancestros indígenas. The Doors es un videoclip de algo más de dos horas donde el héroe es sofocado por su fama y se consume en un vómito de exceso que no deja ver su lado más iluminado. Es el lado oscuro de la fuerza, la faceta errática y voluptuosa del Rey Lagarto, es el tributo a su desgaste incomprendido. No obstante no deja de ser atrayente la propuesta visual, el montaje astuto, las actuaciones destacadas -especialmente de Kilmer- y claro, la música, la pieza del engranaje que nos permite tener un viaje más plácido por toda esta zona de vértigo. Mucha gente no quiere volver a tocas las Puertas de Oliver Stone, pero sin duda, lograron hacer mucho toc toc en la época.




28 oct 2011

BRUCE SPRINGSTEEN- TUNNEL OF LOVE


Los avatares de la vida y los traumáticos cambios que producen nuevos estados en las cosas pueden convertir a un rockstar en un gran intérprete del adulto contemporáneo. Luego de circular por la ruta del éxito mundial y ser un símbolo de vivacidad, esperanza, crítica y lucha,Bruce Frederick Joseph Springsteen abandona la visión social y las guturales y avivadas intervenciones al micrófono para reemplazarlas por una perspectiva más íntima de su mundo personal y unos cantos sobrios que sorprenden a sus fanáticos más fervientes y les causa una duda inquietante, si seguir a este autor preocupado por las filigranas del amor y la soledad, o desatender el llamado de un Boss herido por un corazón ingrato. Bruce se encarama en la incierta montaña rusa de la vacilación sentimental y refleja sus altibajos en su álbum Tunnel of Love.


Fueron tres años de gloria, hastío de mainstream y una relación sentimental aparentemente estable con Julianne Phillips. Born in the USA le representó la entrada a la cima de los grandes artistas de la música y uno de los trabajos insignia de los ochentas. Pero para 1987 las cosas tenían otro color y el vendedor Springsteen cargaba con un peso en la garganta que debía expulsar tan pronto fuera posible, su relación con Julianne había llegado a un momento crítico y su corazón estaba maltratado por los golpes de la convivencia. Allí se generó la idea de crear un trabajo disímil a su discografía anterior, más contemplativo, íntimo y curiosamente dulce en sus melodías. El lado descorazonado pero sutil del Boss.

La inspiración del disco, su primera esposa Julianne

Los estudios Thrill Hill East fueron el bastión del desamparo. Bruce tomó el mando casi absoluto, convocando solamente en un par de canciones a la E Street Band (grupo que siempre le acompañó en vivo y en estudio hasta el momento) y convirtiendo ese heartland rock en susurros emotivos de folk, blues, country y pop tratados suavemente, en una faceta de adulto contemporáneo que le ayudó a encuadrar en un público objetivo sentimentalista y a sonar en ámbitos moderados y menos ruidosos. Un alto contraste en comparación con su vertiginoso precedente de convulsiones en vivo ante millones de personas, guitarras ásperas y saxofones bulliciosos. Tunnel of Love fue la pausa ante tanta histeria y, a pesar de las opiniones divividas entre seguidores, logró ser disco triple platino en USA y obtuvo buenos comentarios de la crítica.

Reproches, desconfianzas y una relación que va menguando con los días son el fiel reflejo de casi todo el disco. Su primer single es un ejemplo de la turbulenta duda con "Brilliant Disguise", donde la confusión y un camino sin salida opacan el panorama sentimental de Bruce, 'So tell me what I see when I look in your eyes/Is that you baby or just a brilliant disguise'. Con el característico órgano de Danny Federici y el piano de Roy Bittan, este pop sobrio pero dinámico llegó hasta el lugar 5 en listas Billboard y ventiló las fisuras de su relación con el ingrediente incierto del miedo al rompimiento. Así mismo lo hace en "Cautious Man", un temeroso folk acústico que habla sobre los riesgos de la entrega total y el pánico a no ser correspondido, los duros escollos de las relaciones humanas expuestos por Springsteen, 'On his right hand Billy tattoed the word Love and on his left hand was the world Fear/And in which hand he held his fate was never clear'.



Las incidencias del sube y baja afectivo continúan con el tema titular del disco "Tunnel of Love", segundo single, que en un eficaz texto metafórico, vislumbra los picos y las simas de las relaciones y compara el amor con un parque de diversiones repleto de emociones pero jamás estable, 'You and me all that stuff were so scared of/ Gotta ride down baby into this tunnel of love'. El sencillo fue N 2 y tuvo una musicalidad más despierta y típica ochentera, con el apoyo de varios miembros de la E Street Band y un interesante solo de guitarra de Nils Lofgren. Fue discreto el respaldo musical de su grupo de cabecera dadas las condiciones intimistas del álbum, pero hubo un tema 'colado' en el trabajo que recuerda sus momentos más agitados en vivo, "Spare Parts", rock and roll con sabor campirano de voz animosa, un James Wood en armónica desenfadado y agradable, y toda la fogosidad de la E Street en estudio. Mientras se aviva el fuego melódico, se va narrando la historia de una madre soltera que sufre los rigores del abandono y se encuentra en el dilema de ahogar a su hijo en el río o luchar por él hasta que las fuerzas se lo permitan, tocando el tema de la evasión al compromiso y la fortaleza ante la soledad. Esta enérgica pieza fue el último sencillo que lanzó el sello Columbia para el Reino Unido, curiosamente no en América, y fue una de las canciones predilectas en las giras posteriores de The Boss.

La última formación de la E Street Band

Retomando el tema del descontento amoroso a través de la metáfora, viene la leve y adulta "One Step Up", tercer single del trabajo (puesto 13 en Billboard) que cabalga sin prisa por los linderos del adulto contemporáneo en medio de arpegios evocadores y compases melancólicos, una balada que sostiene una inminente tristeza por una relación que está condenada al final, 'Another fight and I slam the door on/Another battle in our dirty little war'. En la grabación del tema aparecen los vocales de respaldo de Patti Scialfa, a la postre la segunda esposa de Bruce Springsteen, quien remediaría con dulzura sus males de corazón, sería la segunda cara en su almohada conyugal. Con quien de seguro viviría las dos facetas que tanto se plasman en Tunnel of Love, como en el tema "Two Faces",un manifiesto que sucede en todas las parejas, donde la dualidad es inevitable y nunca se alcanzará una polaridad fija. El comienzo y el final, la alegría y la tristeza, la apatía y el desgano son palabras exponentes de este country pop que afirma que la condena y el encanto del amor está en su impredecible conducta, sea con Julianne, con Patti o con quien venga.


Un Bruce introspectivo que mira al desamor

¿Qué viene después del desamor? Esa infinita sensación de soledad. Modelada en otras dos canciones que abren con creces ese vacío. La primera es la que abre el álbum en un tono que puede sonar a Elvis o unos primitivos Stones, con una armónica juguetona y con simpleza rítmica pero efectiva, "Ain't got you" es la expresión de la naturaleza en la que se confirma que nada está completo sin amor, 'I got all the riches honey any man every knew/But the only thing I ain't got honey I ain't got you'. Más adelante se atraviesa un lastimero y solitario enunciado melódico rural, "When you're alone" es otro lamento de corte country pop con un piano resignado que ayuda a describir el desamparo y que ceremonialmente le canta a la soledad.


Valentine's Day by Springsteen, Bruce on Grooveshark


Pero Springsteen asume su duelo con pundonor y recorre sus recuerdos con lágrimas dignas y se autoinvita a continuar su camino de dolor como un guerrero, "Walk Like a Man" es otra canción adulta referente a Julianne Phillips, el recuerdo hermoso de un matrimonio desgastado por el tiempo y el llamado a afrontar su nuevo destino, 'Now I'll do what I can/I'll walk like a man/And I'll keep on walkin'. Ese aire que busca una renovación toma refugio en la pieza "All that Heaven will Allow", puro country adulto contemporáneo de corte optimista -sin dejar de un lado la nostalgia- que le brinda un oxígeno ante tanto desamor y parte con un pequeño discurso de esperanza ante tanta adversidad emocional, 'So C'mon Mister Trouble/We'll make it through you'. The Boss is Alive.


El Jefe no se rinde y siempre estará dispuesto para el amor, con todo y sus riesgos. Lo demuestra así su tema "Tougher than the Rest", single exitoso en Europa pero que no fue publicado en USA, y que mantiene el estilo típico de rock campirano de Springsteen, donde se enlista como un voluntario del amor así le implique dolor y pena, entera disposición para el sentimiento con armónica sentida y sabor a campo, y un órgano solemne de Danny Federici. El recorrido que aboga por la esperanza amorosa es el cierre del disco, "Valentine's Day" es una hermosa balada con el mismo corte lugareño que cuenta con un tratamiento sutil y exquisito de los acordes y una voz que emplea el paisaje evocador y que, a pesar de su tono melancólico, logra enternecer al más adusto y crear ilusión por sostener el vínculo amoroso hasta el final, 'Hold me close honey say you're forever mine/And tell me you'll be my lonely valentine'.



Después del gélido episodio de abandono marital, Bruce Springsteen recuperaría fuerzas gracias al buen patrocinio vocal y emocional de Patti Scialfa, posterior esposa del Jefe, lo que modificaría en buena parte los setlists de conciertos noventeros. Su banda de respaldo se desvanecería con el paso del tiempo y Bruce se concentraría en tareas activistas como la gira del Human Rights Now. No obstante, aquel paréntesis temático de desamor fue precisamente un túnel transitivo entre su sonido típico de fuerte heartland rock y sus flirteos con tonadas más adultas, y un paso importante para poner en la mesa lírica temas introspectivos y de caracter personal. Tunnel of Love fue la elegía de su primera época conyugal y el consiguiente cierre de su primera etapa como artista, un corredor melódico que nos recordó que los Jefes también tienen sentimientos.



15 oct 2011

JEAN PIERRE JEUNET: CEREBRO DE NIÑO INQUIETO

Con aquel espíritu de niño hiperactivo que siempre maquina nuevas pilatunas, el director francés Jean Pierre Jeunet extrae de su infancia ese amor por crear travesuras inocentes y poder burlarse del mundo con ingenuidad maliciosa. El recorrido cinematográfico de Jeunet lo ha llevado a recrear inverosímiles escenarios que pueden caber en la imaginación infantil, que alguna vez muchos de sus espectadores siempre han deseado convertir en parte de sus vivencias. Si no, hay que preguntarse cuán evocador puede ser el proceso de conquistas en Amélie, o qué maravilloso sería tener una pandilla de amigos con talentos inusuales como en Mic Macs. Jean Pierre nos da la bienvenida al frenético mundo creativo de su cerebro inquieto.

Enfant terrible de la creatividad: Jeunet

Seis películas encima, dotadas de un amplio espectro de retahílas visuales y jocosidades vivarachas (excepto la hollywoodense Alien Resurrection), se traen esa sustancia que revive el gusto por las carreras de observación, los momentos cómicos que parten de la sencillez y van tomando complejidad sin molestias, y especialmente, el ingrediente que tanto se complace este niño bullicioso en explorar en sus escenas, los detalles.

De lo micro a lo macro, Jean Pierre se encarga de transformar la picadura de un zancudo en una epidemia mundial, un serrucho en un instrumento sinfónico, un truco callejero en una conspiración internacional y un simple detalle casero en inspiración para devolverle la vida a los desencantados. La magia del hombre del río Loira navega en su inventiva que rompe con las tristezas de los donnadie y aboga por las causas de los profesionales de la nada, que terminan convirtiéndose en la efigie de muchos idealistas que gustarían de tener en su casa un héroe resolutorio de problemas y cuitas.


Un carnicero antropófago, Delicatessen (1991)

Pero se podría decir que ese brote de imaginación se divide en dos lapsos de historia : El primero con su patrocinador de absurdos hermosos Marc Caro, y el segundo en solitario. La primera etapa marcada por fantasiosos mundos subterráneos, de objetos extraños y atmósferas humeantes y un tanto surrealistas, la segunda basada en la sencillez que se transmuta en un aparato de complejidades visuales y artísticas, pero todas con ese toque de resaltar el detalle, de recalcar la nimiedad y volverla relevante.

De aquella primera etapa se destaca su ópera prima en largometraje Delicatessen (1991), la curiosa historia de un edificio residencial que se alimenta de proteínas humanas y que tiene como líder a un carnicero que provee de jugosas costillas y vísceras a sus habitantes, cuando cobra como víctimas a los visitantes y ocupantes ocasionales del lugar. Una comedia con mucho filo que no deja de tener momentos dulces e idílicos, gracias a la aparición de un payaso inquilino y su romance con la hija miope del carnicero. Partiendo de una historia cortante que no pretende alardear en moralejas o vender nuevas ideas metafísicas, el atractivo del filme está en su atmósfera, montaje y momentos del absurdo que logran pescar sonrisas y miradas atentas.

El eterno escudero de Jeunet, el actor Dominique Pinon

La iluminación con el color del pan es atenuada por un vaporoso humo que cubre las calles y las alcantarillas y el ambiente es denso y por momentos post-apocalíptico. Los juegos maravillosos que complican lo más sencillo sobresalen en los intrincados juguetes del suicidio fallido de la personaje atormentada por una voz , rompecabezas inexplicables que se remiten a una finalidad única y fácil, la muerte voluntaria. También hay mérito en el montaje con el juego de sonidos, vale la pena recordar la orquestación que combina el rodillo de pintar, el resorte en la cama, el cello, el tapete sacudido, la bomba de aire, el juguete rumiante, confederados para crear la música del ruido e insertar en la cabeza un momento memorable del film.

Lo visible y lo oculto siempre presente. El edificio que vende la imagen de un tranquilo paraje residencial tiene bajo sus ladrillos las filosas manías de arma blanca, y bajo sus suelos el imaginario mojado de losTrogloditas, la organización secreta que resuelve entuertos y boicotea decretos. Lo acostumbrado con lo sorpresivo presente. La combinación de un cello clásico con un serrucho musical haciendo un dueto de antología, la familia común y corriente que cuenta con vecinos estrafalarios como el hombre acuático que guarda caracoles y sapos en su apartamento, el miedo oprimido que se convierte en amor infinito en la escena del baño inundado. Delicatessen es un platillo visual exótico que ofrece planos y escenas del más variado menú, que combina ese sadismo antropófago del carnicero con la dulzura ingeniosa del payaso de modo exitoso, y que revela un universo alternativo que no llega a ser surreal pero jamás se podrá ver como algo tangible en la calle, un limbo que solo cabe en las cabezas delirantes de Jeunet y Caro.

Personajes inusuales: El cerebro parlante de La Ciudad de los Niños Perdidos


Otro cosmos creado por el dueto extraño fue La Ciudad de los Niños Perdidos (1995), ambientado en una locación surrealista rodeada de agua y plagado de personajes fantásticos, más ligado a una película de aventuras que en algún momento puede causar flashes del País del Nunca Jamás. La historia fantasiosa de un villano que quiere robarse los sueños de los niños para ser feliz y la búsqueda incansable de un torpe gigante por encontrar a su hermano raptado son el núcleo de la trama de este filme que encuentra debajo de sus telarañas de ficción ese espíritu de los realizadores por volver a ser niños, localizar su lado más inocente y volver a los pillajes sin barba, donde las realidades de los grandes se vuelven sueños infantiles y los hilos de la vida los dominan los pequeños. Un homenaje a los sueños frustrados de infancia que faltaron por materializar.



Con el aval en el vestuario de Jean Paul Gaultier y las exquisiteces sonoras y surreales de Angelo Badalamenti, el ambiente sigue siendo nebuloso y pesado y se acerca a las manías TimBurtonianas, pero esta vez inundado en agua y con la intención de acercar a los niños a la pantalla, pues precisamente una pandilla de infantes interviene durante todo el film para ayudar o entorpecer la búsqueda del gigantón, y son los signos vitales de una historia con personajes envueltos en tristeza y desazón. Se destaca el gran papel de las malvadas gemelas que logran un sincronizado juego de maromas con sus extremidades, y evidentemente las nuevas tramoyas que marcan el estilo Jeunet, como el truco del gato y el ratón o la lágrima de Miga -la niña protagonista- que provoca la encalladura del barco. Con todo y la inusualidad de personajes como el cerebro parlante o los enanos al servicio del villano, y los acostumbrados planes ingeniosos para recrear escenas, la película no logra atrapar del todo al espectador y se queda en una oscuridad melancólica que en algún pasaje intenta hacernos remozar las buenas épocas de la infancia.

El camino por cuenta propia de Jean Pierre fue más exitoso y lo hizo desprenderse de los universos oníricos. Un lapso por el mainstream lo acercó a la dirección de Alien Resurrection (1997), empapándose de la sustancia viscosa del horrible alienígena célebre en los ochentas. Pero el cometido verdadero no estaba en esta cinta de ciencia ficción. Entonces entra en su pasatiempo por contar los más ínfimos detalles de sucesos que parecen triviales para el ser humano, pero que de la mano de su hiperactiva creatividad harían estampa fina en el estilo de su filmografía. Amélie (2001) es el punto más alto de su carrera: Nominaciones y premios, taquillas de millones y millones alrededor del orbe y un tratamiento cómico idílico que remarcaría la mente de muchos románticos. La historia de una mujer con espíritu filantrópico que se dedica a todo el mundo menos a ella logró cautivar al planeta entero, con ingeniosos recursos de animación, música, montaje y las acostumbradas carreras de observación de Jeunet.

Todos nos enamoramos de ella: Audrey Tatou es Amélie (2001)

De golpe la música de Yann Tiersen atrapa a la primera escucha, con sus pianos y acordeones nostálgicos. Luego vienen la serie de detalles paralelos que no se conectan directamente con la historia central, pero enriquecen el discurso visual -los orgasmos en el mundo, los rostros en el cine-. La soberbia actuación de Audrey Tatou en el papel estelar engrandece el cariño por aquella filantrópica soñadora que refleja todo el potencial imaginativo de Jeunet en su personalidad. Y la visión idílica que mejora la vida de personajes desgraciados o amargados es la punta de lanza que recae en las emociones del público, haciendo la percepción de una vida mejor y alentando a moldear sus sueños con más facilidad en su diario vivir.

La imaginación desbordante de Jeunet es eficaz y juega con todo lo posible: Desde las fotografías rotas del personaje incógnito, pasando por las pruebas de Nino -el hombre que ama a Amélie- para recuperar el álbum, hasta las trampas que le pone la protagonista al frutero amargado en su casa. El desarrollo de la trama una vez más recupera las diabluras infantiles y los sueños de niñez, comprobando que el director francés es un niño inquieto que se divierte a montones con sus artimañas visuales y que pone e trabajar su cerebro en una realidad alterna que haría igualmente feliz a millones de almas si le siguen el juego. El estado de las cosas para Jeunet no se basa en recrear lo que sucede a diario, sino en magnificarlo y transformarlo en una visión más amena de los hechos, en olvidarnos de lo acostumbrado y empoderar el recurso del ingenio para vestir de pompa feliz la cotidianidad.


El imaginario infinito de la niñez, expuesto en los films de Jeunet

Luego de hacer un registro de corte histórico con un filme poco distribuido en Latinoamérica con Amor Eterno (2004), la mente de Jean Pierre Jeunet regresa a las chiquilladas de maldad ingenua con su último trabajo cinematográfico MicMacs (2009). Esta vez se concentra en la amistad, y lo que se puede lograr con ella al ser bien usada. El protagonista es un sujeto que tiene una bala incrustada en la cabeza, y la vida le brinda el beneficio de saber quién le produjo esa herida y la oportunidad de contar con el respaldo de una pandilla que le ayudará en el camino de su ingeniosa venganza. De nuevo, ataca el recurso de la imaginación.

Según Jeunet, la idea era recrear un mundo alternativo estilo Blanca Nieves y los Siete Enanitos, personajes pintorescos con talentos particulares unidos para concretar una causa, en este caso un ajuste de cuentas. Entran en juego las situaciones caricaturescas, las ironías cómicas y los enmarañados métodos de venganza. Las animaciones y los juegos sonoros son un plus para hacer atractiva la película, pero lo que tiene un foco de atención especial es la guarida del clan, Tire Larigot es un paraíso de chatarra con juguetes innovadores, con ideas hilarantes y con sueños de metal que podría existir en algún rincón suburbano, es un trabajo de dirección de arte espléndido que resuelve con creces la geografía del film.



Y a pesar de contar con momentos muy enrevesados dentro de la historia, los trucos y las artimañas están a la orden del día para burlarse del sistema bélico sin mucha violencia. La forma de dopar al vigilante de la mansión o el plan del panal de abejas son intrincados pero humorísticos, y el recurso final de la recreación del viaje de los villanos de la historia a través de un Marruecos imaginario es estupendo, que rememora los recursos infinitos de su majestad don Gondry. Sin enternecer demasiado o causar controversias sociales, MicMacs cumple con el objetivo de divertir, recrear y mover el planeta de modo agitado con las neuronas bailarinas de Jeunet y brindar entretenimiento sin mayores pretensiones que valerse de la imagen hábilmente para un público ávido de trucos y personajes jocosos.

Una pandilla de inusuales, MicMacs (2009)


¿Puntos comunes en la filmografía de Jeunet? Sin duda ese rescate por las ideas de niño travieso, esa manía por cometer fechorías sin consecuencias graves; el jugar con los detalles, aquellos planos cerrados de objetos inanimados que estimulan momentos de la trama; valerse de la insignificancia para darle relevancia, convertir el baño del día en una labor titánica o un abordaje en taxi en una aventura fantasiosa; las complejidades siempre enredadas de los planes de sus protagonistas, argucias repletas de rutas y métodos, rompecabezas minuciosos que parecen llevar un estudio científico; Dominique Pinon, su eterno escudero histriónico, que pasa de payaso a hombre bala o a enano sin dificultad alguna, participante en todos sus films; y evidentemente un cerebro plagado de creatividad, siempre inquieto, siempre alerta, siempre infantil, la naturaleza ingeniosa de un Jean Pierre Jeunet que no para de hacer lo pequeño grande, lo irrelevante extraordinario, lo ingenuo perspicaz. Tanta imaginación sí podía caber en un cerebro.

20 sept 2011

MORODO EN ACCIÓN REBELDE

La acción rebelde y vigorosa del MC madrileño Morodo se tomó las estructuras del Teatro Metropol de Bogotá en medio del septiembre, con el respaldo de la Mad Sensi Band, en un calor que invoca a Jah, a ciertos olores naturistas y a las letras con sentido social. En inesperada aparición temprana se hicieron presentes los interminables dreads de Rubén Morodo Ruiz, un experto en rimas y fraseos de hip hop que se entregó al corazón de Haile Selassie y que ha tenido la sapiencia adecuada para hacer tregua y complemento entre los parlamentos callejeros del ghetto y la filosofía rastafari. En esta ocasión asomó a la capital para exponer su Rebel Action Tour 2011.

Los grupos de reggae se entregan al sonido sin extravagancias o decoraciones alternativas, la verdadera expresión de este género es entregar su energía tal y como vienen, sin mayores florituras tecnológicas, cambios de vestuario o inusitadas lluvias de espuma o papel. La Mad Sensi Band es entrega musical sin pretensiones presidenciales, un line-up proveniente de los entusiastas españoles del grupo Cañaman que brindaron un respaldo digno al show de Morodo, con un sonido acertado y una escenografía simple, donde el elemento clave es prender al público a través de sus instrumentos y voces.

De Madrid para el Metropol, Morodo.
Foto: Alejandra Mar (Shock)

El chaleco impregnado de colores jamaiquinos agitó al público abriendo con “Mas Yama”, proponiendo una noche de entrega al ritmo originario de Bob Marley. La dedicatoria temática de la noche era previsible: El amor de Jah, el amor a la Ganjah, y el Odio por la injusticia. Un recorrido bien plagado de flow urbano camuflado en las esferas del reggae, con un Morodo que desempeña un gran trabajo como showman y crooner, haciendo intervenciones habladas entre canción y canción y convocando a la gente a euforias gritadas que duraran todas las noches del mundo mientras siempre integraba al respetable con frases como ‘Para todos aquellos que soís los míos… One Love’.

El público bastante receptivo y con el cancionero de memoria, acompañando al MC español en momentos de clímax como sus reconocidos “La Yerba del Rey” o “Babilonia”. Los fanáticos verdaderos escoltaban las rimas más intrincadas de ragga y nunca abandonaron la peculiar voz del artista de la noche en canciones de desamor reggae como “Binghi No Cry” o el tributo místico a las hierbas exóticas en “Cuando fumo”. Del mismo modo, la preocupación social de Morodo resonó en otros temas de su set-list como su clásico “Yo me pregunto” o una de sus recientes piezas, “Abuso y maltrato”.




Extraído de la videoteca de OrtizJah

La Mad Sensi no se quedaba atrás en escena y un par de veces puso a trabajar a las Sweet Voices, coristas africanas del grupo, que lideraron la tarima e invitaron a los nostálgicos del reggae a cantar en son romántico el clásico “Waiting in Vain” de Bob Marley. Breve momento de paz, pues más adelante el hombre del Rebel Action vino a incendiar de erotismo y armonía sensual con “Tú eres como el Fuego” y en alguna instancia vino Ras Kuko, líder de la Mad Sensi y el proyecto Cañaman, a soltar su guitarra para cantar un fragmento de la dinamita alegre de “Fiesta Rasta” y encender aún más la euforia colectiva. Para cerrar el bloque, llegó el hip hop recién desempacado de su último disco “Rap & Party” con un bajo de poder sísmico y con todo el peso de la parranda urbana encima, el género que cultivó en sus inicios el señor Rubén Morodo Ruiz, y que rescató para ir al Encore con el cuerpo y la cabeza desgastados por el agite de la juerga.

Dos grandes cómplices: I Nesta & Ras Kuko
Foto: Alejandra Mar (Shock)

‘Es muy difícil crear y muy fácil destruir’ fue el comienzo del final. La infaltable letra de “Divina Ciencia” recogió las voces múltiples de la asistencia y trajo como invitado especial en las líricas al panameño I Nesta, quien iluminó el camino del desenlace con su contribución vocal de freestyle y, juntando poderes rasta con Morodo, hicieron las delicias del público con una exposición sincera y apasionada de gestos, rimas y movimientos. Una velada que rindió tributo a Jah, dispuso el baile entre los fervorosos fans y atacó con armonía y sonido compacto la noche del Rebel Action Tour, en la segunda intervención capitalina en vivo de uno de los MCs más reconocidos de la escena en español, el señor Morodo, y en esta ocasión la atinada compañía de la Mad Sensi Band.

16 sept 2011

PAUL BUTTERFIELD- THE PAUL BUTTERFIELD BLUES BAND


La fuerza eléctrica que generaron las guitarras conectadas invadieron de vitalidad la escena del blues de Chicago en los sesentas, germinando una legión de reconocidos músicos que tomaron sus instrumentos, le brindaron corriente alterna que afinizaba bien con el rock and roll, flirteaba al tiempo con salpicaduras de jazz, y le inyectó una extraña dosis de melancolía feliz al género. Los nombres son interminables, pero entre los más destacados vale la pena mencionar a Muddy Waters, James Cotton, Buddy Guy, Willy Dixon y desde luego, Paul Butterfield.

Lo curioso del asunto es que el color de piel de Paul no le permitía al inicio vincularse a la grandeza de sus colegas y esta característica le brindó ese catálogo especial de ser uno de los pioneros del blues blanco junto a gente como Johnny Winter en USA, y Alexis Corner y John Mayall en Gran Bretaña. No obstante, su excelsa participación como intérprete de la armónica y su sencillez y sinceridad en varios conciertos de Howlin' Wolf, Little Walter y Otis Rush le hizo ganar el cariño de los artistas afro y ser partícipe de los secretos, las discusiones y la evolución del blues en la transición de los cincuenta a los sesenta. Pero Paul quería tener un proyecto propio.





La disciplina fue parte esencial de la estrategia de Butterfield para convertirse en un gran músico. Luego de probar las mieles clásicas con la flauta traversa, prefirió los soplos sentidos y amargos del blues con la armónica. La práctica solitaria y extensa en The Point - del Hyde Park de Chicago- le convirtió en un virtuoso de la Hohner usando las dos manos y haciendo dotes de silencios bruscos, vibratos y variaciones novedosas que le darían mas adelante un puesto privilegiado en el mundo del blues. Los vientos de la armónica le desafinaron la academia y optó por abandonar la universidad y dedicarse por completo a la música, con la complicidad de su amigo y vecino, el guitarrista Elvin Bishop.

La fórmula para encontrar un sonido magnético y compacto llegó con la complicidad multiracial del bajista Jerome Arnold y el baterista Sam Lay. Así las influencias culturales marcarían mucho el estilo musical de estos entusiastas de Chicago, que tendrían como elemento clave al talentoso guitarrista Mike Bloomfield, quien llegaría a prender incendios con madera de blues bien hecho y contribuiría al contacto con el sello Elektra y la consiguiente unión con la banda para publicar el álbum debut. Como pieza final del engranaje, llegó Mark Naftalin a colaborar en el órgano. The Paul Butterfield Blues Band vio la luz en octubre de 1965.

Multirracial y efectivo, el combo de Paul Butterfield.

El blues de Chicago que expone la banda de Butterfield siempre va a estar ligado al sabor que dejó el rock and roll naciente de los cincuentas. Se demuestra abiertamente con el vivaracho y juguetón "Born in Chicago", una de sus piezas insignia que muestra los diálogos joviales entre la armónica y la guitarra y comienza a evidenciar la calidad del grupo, mientras le cantan a una ciudad famosa por el crimen organizado y las pilatunas gangster de Al Capone, 'Well, my blues are alright if there's someone left to play the game'. La influencia con el rock se sigue sintiendo en "Shake your money maker", un incendiario blues de doce compases -original de Elmore James- que instiga a mover el trasero hasta morir y que carga con un demonio sonoro de muchas vidas, contundente, bailable y absolutamente pecador, en una versión corta que ha pasado por los instrumentos de bandas como Fleetwood Mac, Black Crowes y George Thorogood. Al fin y al cabo, a muchos músicos les fascina la idea de ver a las chicas meneando su 'moneymaker'.

Una de las grandes influencias -e incluso compañero de tarima en el pasado- dentro del sonido de la banda es el señor Little Walter, respetado y famoso armonicista de la década del cincuenta, quien fue inspiración para incluír dos piezas en el producto debut de la Butterfield Band. La primera es "Blues with a Feeling" que con el título lo dice todo, puro sentimiento repleto de tonadas sensibles de guitarra y berridos magistrales de armónica que sugieren las más letales notas de desamor resignado, con cierto dejo al jump blues. La segunda composición original de Walter es "Last Night", un no menos lastimero discurso musical, más lento y melancólico, con la parsimonia rural del abatido dócil, blues de poca esperanza pero de alto sentimiento, 'I'm gonna wait 'til tomorrow/They tell me every day brings about a change'.


Fragmento documental bluesero. La Butterfield Band y Eddie "Son" House

Sin ser el protagonista de la historia, el organista Mark Naftalin se lleva un gran crédito cuando se habla de poner el Hammond a transitar sin prejuicios por la senda del blues blanco. Las piezas instrumentales del disco cuentan con esa picardía ágil del órgano que ameniza la velada en compañía de una armónica desinhibida de prolongaciones y murmullos danzantes, y de una guitarra formidable que se deleita en diapasones de diversión punteada, tal como se escucha en "Thank you Mr. Poobah". Esos mismos deleites comparecen con placer en esa atrevida muestra instrumental de gritos bien construídos en "Screamin", una sublevada armónica que despierta al cataléptico y una guitarra que remueve los suelos con energía bluesera gracias a la maestría en la composición del geniecillo Mike Bloomfield. Instrumentos que devoran estudios y los convierten en una pista absoluta de sensaciones.




Pero para que el ensamble funcione como una máquina de vapor es necesario nombrar a Sam Lay, encargado de los tambores, quien brinda resolución, dinamismo y una fuerte influencia al sonido del Soul y el funk. Esa máquina percutora de sangre afrodescendiente se apodera del micrófono en la versión de "Got my Mojo Working" y no demerita para nada, pues suena igual o más sabrosa que la canción original de Muddy Waters, con un swing especial en la forma de tocar la batería y una voz indiscutiblemente negra. La locomoción a todo vapor debe seguir funcionando en la percusión de "Mistery train", con la misma dinámica de "Got my Mojo Working"y una armónica de Paul que simula muy bien al gigante de los rieles y las válvulas y se deshace en un road song que narra el desamor viajero de una máquina de vapor que le arrebata su adoración, 'That long black train take my baby and gone'. Mucho más atractiva que las versiones de Elvis, Junior Parker (la original), Neil Young y de interminables nombres de bandas y artistas que se han montado en este tren de despecho.

La consistencia y el poder casi rocanrolero de Paul Butterfield con su armónica está presente en casi todo el disco. Eso se puede evidenciar en la composición original de Willie Dixon "Mellow Down Easy" donde se explaya en un discurso de altas y bajas que desafía al más versado en soplos blueseros. Pero Paul también le da un tiempo de tregua a la armónica en un par de temas y prefiere dar prioridad a su voz, como en el caso de "Our Love is Drifting" donde se lamenta con una voz afligida de gritos moderados y rinde homenaje a las relaciones que se van al traste, 'It's too late now baby/You know our good love's gone bad'. El instrumento sobresaliente en este caso es la guitarra heroica de Bloomfield, que batalla contra la tristeza produciendo notas sentidas y magníficas, y que sigue dominando el panorama en el blues de doce compases "Look over yonders Wall", entretanto Bishop y Arnold sostienen la rítmica, Lay brinda el vigor y Butterfield se encarga de brindar una voz blanca que se acopla en un género que alguna vez fue exclusivo de los negros.

Dos grandes de blues blanco: Bloomfield y Butterfield

La banda grabó un trabajo más en 1966 -East-West-, pero lentamente se diluye en miembros diferentes, pues Bloomfield monta proyecto aparte con The Electric Flag, Lay se enferma y Bishop y Naftalin abandonan el grupo en 1968. Butterfield tendría un vistazo de popularidad en los festivales de Woodstock y Monterey, pero las formaciones de músicos y los roces con sus compañeros se distorsionarían tanto que optaría por crear un nuevo proyecto, Better Days. Sin embargo, el ensamble más recordado y con más méritos para la historia de la música sería su Blues Band, un diamante efímero que estamparía su pesada huella en los anales del blues, que logró acentuar las propiedades del movimiento de Chicago, le dio apertura a muchos músicos blancos para interpretar el género sin miedos prejuiciosos, y daría a conocer dos de los mejores ejecutantes musicales en las memorias sonoras, el revolucionario Mike Bloomfield, y el discreto pero siempre novedoso Paul Butterfield.

29 ago 2011

EL MUNDO DE SOFÍA... COPPOLA

Con sangre de celuloide destilando por sus poros, la niña Sofía siempre ha tenido un pensamiento muy visual, su ojo es un lente que capta lugares, situaciones y personajes desde una perspectiva muy cinematográfica. La neoyorquina con ascendencia italiana ya tiene bajo su mando cuatro largometrajes de buenos comentarios, de tratamientos fotográficos cuidadosos y con una situación temática común en la gran mayoría de sus personajes: Aburrimiento.

Con su padre y mentor, Francis Ford.

La niña consentida de Francis Ford Coppola siempre anda con una cámara en la mano y un bolígrafo en la otra. Pero también fue una niña exploradora delante de las Panavision y varios formatos de video. Ha logrado desfilar ante el lente como actriz en videoclips como "Deeper and Deeper" de Madonna y como gimnasta que se consagra en el delirante "Elektrobank" de The Chemical Brothers. Cambió de apellido italiano en la tercera entrega del Padrino (obviamente bajo la tutela de su papá) e incluso se dio el lujo de interactuar con especies de otros mundos en la Amenaza Fantasma de Star Wars. Sin embargo, estaba más dispuesta a seguir los pasos de su padre y tomar la cámara como herramienta para la dirección.


En sus tiempos de actriz de videoclips. Sofía la gimnasta.

A pesar de contar con grandes prebendas, la venia presupuestal para proyectos gracias a su apellido, y rodearse de la parafernalia hollywoodense que tanto puede atraer a los ajenos que no conocen su peso, Sofía tiene bajo sus escritos camuflada aquella apatía autobiográfica -así ella lo niegue- que narra el acceso infinito a un mundo material que carece de los grandes gozos del espíritu como el departir entre amigos o los lazos familiares cotidianos al que poca entrada tienen los que sufren el enorme peso de la fama. Si bien no todos sus personajes son vacíos y hondos, la gran mayoría están sujetos al desgano de vivir en el lugar al que no pertenecen y se ven obligados en buscar un escape de una realidad fatigosa y poco atractiva.

La primera muestra de hastío juvenil se viene con su ópera prima Las Vírgenes Suicidas (1999) basada en el libro de Jeffrey Eugenides que cuenta la historia de cinco hermanas que viven bajo la custodia sobreprotectora de una madre bastante ortodoxa y un padre distraído en el entorno de la clase media de Michigan en USA. Cinco jóvenes almas que sienten el agobio de una juventud incomprendida tal como lo manifiesta la menor de las hermanas Lisbon ante su psicólogo "Obviamente doctor nunca ha sido una niña de trece años". Adolescentes que adolecen de poca libertad y mucha cohibición en los setentas.


Ninguna rompe un plato. Pero podrían suicidarse.
Vírgenes Suicidas.


Es el primer manifiesto de aburrimiento ante un encierro obligado, un aislamiento social exagerado que las lleva a su destino final, el suicidio. Esa presión de no poder expresar sus pensamientos ante el mundo las hace provocadoras para quienes no pueden acceder a ellas. Sofía se encarga de bruñir con detalles visuales muy afrancesados la atmósfera, luces calientes, vintage setentero por doquier, música de Air que adorna con sutileza la triste visión de las niñas y un barrio empapado de ansiedad de chicos que tiemblan ante el cortejo y abren las pupilas de forma solapada para hablar de temas sexuales. Una pulcritud visual que exhibe una frustración temprana bajo una gran dirección de arte. El primer ejercicio de Sofía pasa el año con la compañía de su familia, la asesoría y producción ejecutiva de su padre Francis, el trabajo en la Segunda Unidad por parte de su hermano Roman y las pequeñas intervenciones ante cámara de sus primos. Sólo faltó Nicolas Cage.

El segundo experimento cinematográfico resultó todo un éxito. Esta vez Sofía se arriesgó a moverse en las entrañas de la cultura oriental y hacer un retrato divertido y ligeramente burlón de los pobladores nipones en Lost in Translation (2003) con Bill Murray y Scarlett Johansson como figuras estelares y donde explora el enajenamiento y el agobio de una vida vacía en un espacio extraño y sin mucho sentido. La palabra aburrimiento entra de nuevo al juego, pero esta vez desde una percepción más adulta.

Un vínculo posible en un universo imposible. Lost in Translation.

Un guión brillante que le valió un Oscar -y eso que El Señor de los Anillos le arrebató los dos galardones a Mejor Dirección y Película- y narra con exquisito ritmo, calmoso algunas veces, apresurado y resolutivo en otras, la historia de un actor americano que cumple compromisos comerciales en Tokyo pero no se conecta con nada, digiriendo a la fuerza una lengua extraña, un paisaje hermoso pero ajeno, unas costumbres infrecuentes y una comida poco afín a su paladar, demostrando en el poster promocional del film un total tedio sentado al borde de la cama sin expectativas. Hasta que comparte esa alienación con una compañera de hotel y logran escapar por algunos momentos de aquel peso existencial.

El recorrido por Tokyo es brillante, un videoclip que resalta y también se mofa de un Oriente colorido, ingenuo, tecnológico, maníaco, un tanto perverso y bastante pintoresco para un occidental. Es una cinta con aliento fresco y lozanía en toda su expresión, es el reverdecer visual en medio del invierno existencial, las luces incomprensibles y extrañas que saturan de color y vida, un amor estacionario que pasa fugazmente en un lugar tan ajeno pero tan universal como Japón. Las experiencias personales de los protagonistas por aparte los hace ver frustrados, agotados y extraviados (el santuario, los programas de TV, la interacción con japoneses) mientras que en mutua compañía logran enajenarse como niños felices sin ojos rasgados que navegan en medio de un lenguaje más cercano (el karaoke, la fiesta, el hospital, el bar y la habitación) y hacen de su vida un refugio más amigable.

Montaje vivo, fotografía fresca, turística, espacios abiertos y exploración de muchas costumbres niponas, hay un dinamismo que admira y detesta a través de los personajes, que se deslumbran y se aburren, que sonríen la imbecilidad de este prójimo y que se afligen ante su propia ignorancia de la cultura oriental, los dos forasteros son frágiles donnadies que están perdidos en un universo de aliens de ojos pequeños y color de periódico viejo que se divierten con la vanguardia tecnológica y les provocan algunas jaquecas por manejar una lengua impropia de sus conocimientos. Un paisaje decorado por un espléndido soundtrack que recoge acertadas melodías de Jesus and Mary Chain, Air, Phoenix y My Bloody Valentine entre otros.

Después del arrasante éxito de su segunda entrega, Sofía se desvía del camino actual y se transporta al siglo XVIII adaptando el libro de Antonia Fraser María Antonieta (2006) publicando una inusual visión de la época de Luis XV y el preludio a la Revolución Francesa. En esta ocasión tuvo que usar un arsenal de insumos para recrear la historia de la controvertida reina de Francia con una dedicada puesta en escena, extras, el Palacio de Versalles como locación principal, impecable dirección de arte y un excelente trabajo en vestuario que le significó un nuevo Oscar -aunque quien lo debe estar ostentando en alguna vitrina de su casa es la vestuarista Milena Canonero- todo bajo las principales tendencias de la moda en la era de Luis XVI como ingenuo rey de Francia.

Lujo contra el tedio. Marie Antoinette.

Entre tanta lentejuela y lujo goloso existe un vacío en la vida de la protagonista, la reina Maria Antonia Josepha Joanna (Kirsten Dunst). Y una vez más es el aburrimiento, el sentirse extraña en un país que en un inicio no le pertenece, pues sus orígenes son austríacos. Tanto metodismo para levantarse, para comer, para vivir la cotidianidad sofocante de la realeza, tanto vacío ante un esposo casi indiferente, esto la lleva al desahogo en el exceso de los placeres que le podría brindar la materia. Y comienza esa vida de rockstar que utiliza peinados estrafalarios, las últimas tendencias en vestiduras y calzado, banquetes y fiestas de máscaras patrocinados por los impuestos del pueblo y el despilfarro en abalorios opulentos y perendengues de una ostentación que parecía no tener fin. La frivolidad como predilección para gobernar.




Uno de los grandes atractivos de la cinta es el uso de new wave y post-punk dentro del soundtrack de esta aventura de corte histórico: Escuchar a Bow Wow Wow, Gang of Four o Adam & the Ants realzando la frenética forma de gastar las arcas reales es un placer exótico que satisface las mentes que aceptan ese tipo de fusiones que rompen con la tradición, hay momentos en videoclip que sustentan un reinado digno de cualquier princesita MTV, solo faltaría llamar a Paris Hilton a la corte. Para no castigar mucho el entorno Coppola también utiliza algunos pasajes de Vivaldi y Couperin y recrea algunas sutilezas monárquicas con tonos barrocos. Las contrapartes protocolarias y acartonadas en Palacio vienen por cortesía de la condesa de Noailles (Judy Davis) y el embajador Mercy (Steve Coogan). El encuentro entre la aristocracia y el delirio juvenil se fusionan de forma interesante en este tercer filme del mundo de Sofía.

El retorno a un formato más simple sin tanto perifollo fue la cuota de desahogo que trajo Somewhere (2010) tal vez la película más sosegada y menos ambiciosa de la directora americana hasta ahora. Retomando los problemas existenciales de Lost in Translation y transportándose a la vida en Los Angeles, vuelve a referenciar el enorme agujero que aflige al que lo tiene todo pero finalmente no recibe nada. La historia de un héroe de películas de acción que lleva puesta la máscara de éxito (Stephen Dorff), pero que vive la frustración de no contar con una realidad agradable y tener que rellenarla con distracciones mundanas y soporíferos planes que simplemente estiran el sentimiento de soledad.

La fama viene bien, con una buena compañía. Somewhere.

Un trabajo relajado de fotografía enfocado en planos fijos, un montaje reposado y una puesta en escena que tiene como centro el hotel Chateau Marmont son elementos que componen una atmósfera lenta en el film. Esta vez la música no ocupa un plano tan importante y se deja hablar al sonido ambiente, al silencio apabullante y al ruido del motor del Ferrari de Johnny Marco, el frustrado protagonista. Su vida adquiere algo de valor cuando aparece su hija y comparte con ella algunas hojas del almanaque, un escape a su torpe monotonía y un camino a la redención a través del arte difícil de la paternidad, y por allí aparece la música, especialmente en la escena compartida de la piscina y la voz de Julian Casablancas reconfortando el estado de las cosas con "I'll try Anything Once". Un poco de dulzura para el pesado paquete de la fama.

Algún curioso podría plantear que este parlamento escrito para cine es una especie de autobiografía, y podría verse allí una pequeña Sofía que acompaña a su padre famoso en las correrías y batiburrillos del cine, que sufre de aburrimiento al ver a su progenitor aburrido y que nunca está satisfecha con la fama. La misma Coppola lo desmiente, pero si uno conjuga las piezas temáticas de sus filmes, podría aproximarse a un universo marcado por la soledad, a un ligero desprecio por la fama y a un difícil acceso a una sociedad que vive la cotidianidad en la búsqueda de la supervivencia y la satisfacción de los placeres sencillos.



El principal factor común del mundo de Sofía es el Aburrimiento. Todos sus protagonistas viven hostigados con la presión de un mundo que no se mueve, que es estático, ajeno, poco propicio. Todos lo viven a su modo, a través del exceso de placer material, a través del exceso de etiquetas, a través del exceso de prejuicios en una sociedad conservadora, a través del desconocimiento del mundo. Lo curioso del asunto es que Sofia dirige con tanta serenidad y aplica sus escenas de modo tan dedicado y sosegado que jamás pareciera estar aburrida. Y su crew la adora.

Entran a acotación de las historias de Sofia los personajes fríos y un tanto imbéciles que rodean a los protagonistas. Siempre en el mundillo de la fama aparece alguien con un comentario estúpido o una actitud que poco aporta para ser más feliz. Desde la actriz Kelly en Lost in Translation quien habla sobre anorexias ajenas y desentona en karaokes, pasando por el amigo tonto y materialista de Johnny Marco en Somewhere, hasta las indiscretas jaranas y alcahueterías frívolas de la duquesa de Polignac en María Antonieta, siempre hay un elemento distractor que cuenta con la herramienta de la trivialidad para causar fastidio y ahondar el vacío en la vida de los protagonistas.




Los compañeros sentimentales de Sofía también han ayudado a definir su estilo. El desparpajo y la lucidez revolucionaria de su ex-esposo Spike Jonze son inspiradores en hacer una fresca y divertida imagen del Japón de Lost in Translation o de jugar con la herramienta del rock and roll para un período monárquico en Maria Antonieta. Por su parte, la pareja actual es el vocalista de la banda francesa Phoenix Thomas Mars, un recurrente participante en sus soundtracks y quien finalmente puso la mayor parte del oído en la selección de temas para Somewhere. Y quien la tiene viviendo en París, el paraíso europeo en el que reinó Luis XVI y donde se generaron las inquietudes de Coppola por las intrigas palaciegas y la vida en las cortes reales.


Esa delgada chica que anda por los 40s y camina despacio ha creado un mundo propio en el que las historias de crisis existenciales y presiones familiares, de parajes lejanos y en especial de muy dedicada fotografía y un oído selecto, la han convertido en una respetada escritora, directora y profesional del séptimo arte que ya se puede separar de la sombra del apellido de su padre y que posee la motivación a seguir explorando las facetas del ser humano -en especial la del tedio y el vacío- para consolidar ese microcosmos que tantos adeptos ha ganado y que la pantalla grande ha reconocido entre sus más frecuentes, el Mundo de Sofía... Coppola.