15 oct 2011

JEAN PIERRE JEUNET: CEREBRO DE NIÑO INQUIETO

Con aquel espíritu de niño hiperactivo que siempre maquina nuevas pilatunas, el director francés Jean Pierre Jeunet extrae de su infancia ese amor por crear travesuras inocentes y poder burlarse del mundo con ingenuidad maliciosa. El recorrido cinematográfico de Jeunet lo ha llevado a recrear inverosímiles escenarios que pueden caber en la imaginación infantil, que alguna vez muchos de sus espectadores siempre han deseado convertir en parte de sus vivencias. Si no, hay que preguntarse cuán evocador puede ser el proceso de conquistas en Amélie, o qué maravilloso sería tener una pandilla de amigos con talentos inusuales como en Mic Macs. Jean Pierre nos da la bienvenida al frenético mundo creativo de su cerebro inquieto.

Enfant terrible de la creatividad: Jeunet

Seis películas encima, dotadas de un amplio espectro de retahílas visuales y jocosidades vivarachas (excepto la hollywoodense Alien Resurrection), se traen esa sustancia que revive el gusto por las carreras de observación, los momentos cómicos que parten de la sencillez y van tomando complejidad sin molestias, y especialmente, el ingrediente que tanto se complace este niño bullicioso en explorar en sus escenas, los detalles.

De lo micro a lo macro, Jean Pierre se encarga de transformar la picadura de un zancudo en una epidemia mundial, un serrucho en un instrumento sinfónico, un truco callejero en una conspiración internacional y un simple detalle casero en inspiración para devolverle la vida a los desencantados. La magia del hombre del río Loira navega en su inventiva que rompe con las tristezas de los donnadie y aboga por las causas de los profesionales de la nada, que terminan convirtiéndose en la efigie de muchos idealistas que gustarían de tener en su casa un héroe resolutorio de problemas y cuitas.


Un carnicero antropófago, Delicatessen (1991)

Pero se podría decir que ese brote de imaginación se divide en dos lapsos de historia : El primero con su patrocinador de absurdos hermosos Marc Caro, y el segundo en solitario. La primera etapa marcada por fantasiosos mundos subterráneos, de objetos extraños y atmósferas humeantes y un tanto surrealistas, la segunda basada en la sencillez que se transmuta en un aparato de complejidades visuales y artísticas, pero todas con ese toque de resaltar el detalle, de recalcar la nimiedad y volverla relevante.

De aquella primera etapa se destaca su ópera prima en largometraje Delicatessen (1991), la curiosa historia de un edificio residencial que se alimenta de proteínas humanas y que tiene como líder a un carnicero que provee de jugosas costillas y vísceras a sus habitantes, cuando cobra como víctimas a los visitantes y ocupantes ocasionales del lugar. Una comedia con mucho filo que no deja de tener momentos dulces e idílicos, gracias a la aparición de un payaso inquilino y su romance con la hija miope del carnicero. Partiendo de una historia cortante que no pretende alardear en moralejas o vender nuevas ideas metafísicas, el atractivo del filme está en su atmósfera, montaje y momentos del absurdo que logran pescar sonrisas y miradas atentas.

El eterno escudero de Jeunet, el actor Dominique Pinon

La iluminación con el color del pan es atenuada por un vaporoso humo que cubre las calles y las alcantarillas y el ambiente es denso y por momentos post-apocalíptico. Los juegos maravillosos que complican lo más sencillo sobresalen en los intrincados juguetes del suicidio fallido de la personaje atormentada por una voz , rompecabezas inexplicables que se remiten a una finalidad única y fácil, la muerte voluntaria. También hay mérito en el montaje con el juego de sonidos, vale la pena recordar la orquestación que combina el rodillo de pintar, el resorte en la cama, el cello, el tapete sacudido, la bomba de aire, el juguete rumiante, confederados para crear la música del ruido e insertar en la cabeza un momento memorable del film.

Lo visible y lo oculto siempre presente. El edificio que vende la imagen de un tranquilo paraje residencial tiene bajo sus ladrillos las filosas manías de arma blanca, y bajo sus suelos el imaginario mojado de losTrogloditas, la organización secreta que resuelve entuertos y boicotea decretos. Lo acostumbrado con lo sorpresivo presente. La combinación de un cello clásico con un serrucho musical haciendo un dueto de antología, la familia común y corriente que cuenta con vecinos estrafalarios como el hombre acuático que guarda caracoles y sapos en su apartamento, el miedo oprimido que se convierte en amor infinito en la escena del baño inundado. Delicatessen es un platillo visual exótico que ofrece planos y escenas del más variado menú, que combina ese sadismo antropófago del carnicero con la dulzura ingeniosa del payaso de modo exitoso, y que revela un universo alternativo que no llega a ser surreal pero jamás se podrá ver como algo tangible en la calle, un limbo que solo cabe en las cabezas delirantes de Jeunet y Caro.

Personajes inusuales: El cerebro parlante de La Ciudad de los Niños Perdidos


Otro cosmos creado por el dueto extraño fue La Ciudad de los Niños Perdidos (1995), ambientado en una locación surrealista rodeada de agua y plagado de personajes fantásticos, más ligado a una película de aventuras que en algún momento puede causar flashes del País del Nunca Jamás. La historia fantasiosa de un villano que quiere robarse los sueños de los niños para ser feliz y la búsqueda incansable de un torpe gigante por encontrar a su hermano raptado son el núcleo de la trama de este filme que encuentra debajo de sus telarañas de ficción ese espíritu de los realizadores por volver a ser niños, localizar su lado más inocente y volver a los pillajes sin barba, donde las realidades de los grandes se vuelven sueños infantiles y los hilos de la vida los dominan los pequeños. Un homenaje a los sueños frustrados de infancia que faltaron por materializar.



Con el aval en el vestuario de Jean Paul Gaultier y las exquisiteces sonoras y surreales de Angelo Badalamenti, el ambiente sigue siendo nebuloso y pesado y se acerca a las manías TimBurtonianas, pero esta vez inundado en agua y con la intención de acercar a los niños a la pantalla, pues precisamente una pandilla de infantes interviene durante todo el film para ayudar o entorpecer la búsqueda del gigantón, y son los signos vitales de una historia con personajes envueltos en tristeza y desazón. Se destaca el gran papel de las malvadas gemelas que logran un sincronizado juego de maromas con sus extremidades, y evidentemente las nuevas tramoyas que marcan el estilo Jeunet, como el truco del gato y el ratón o la lágrima de Miga -la niña protagonista- que provoca la encalladura del barco. Con todo y la inusualidad de personajes como el cerebro parlante o los enanos al servicio del villano, y los acostumbrados planes ingeniosos para recrear escenas, la película no logra atrapar del todo al espectador y se queda en una oscuridad melancólica que en algún pasaje intenta hacernos remozar las buenas épocas de la infancia.

El camino por cuenta propia de Jean Pierre fue más exitoso y lo hizo desprenderse de los universos oníricos. Un lapso por el mainstream lo acercó a la dirección de Alien Resurrection (1997), empapándose de la sustancia viscosa del horrible alienígena célebre en los ochentas. Pero el cometido verdadero no estaba en esta cinta de ciencia ficción. Entonces entra en su pasatiempo por contar los más ínfimos detalles de sucesos que parecen triviales para el ser humano, pero que de la mano de su hiperactiva creatividad harían estampa fina en el estilo de su filmografía. Amélie (2001) es el punto más alto de su carrera: Nominaciones y premios, taquillas de millones y millones alrededor del orbe y un tratamiento cómico idílico que remarcaría la mente de muchos románticos. La historia de una mujer con espíritu filantrópico que se dedica a todo el mundo menos a ella logró cautivar al planeta entero, con ingeniosos recursos de animación, música, montaje y las acostumbradas carreras de observación de Jeunet.

Todos nos enamoramos de ella: Audrey Tatou es Amélie (2001)

De golpe la música de Yann Tiersen atrapa a la primera escucha, con sus pianos y acordeones nostálgicos. Luego vienen la serie de detalles paralelos que no se conectan directamente con la historia central, pero enriquecen el discurso visual -los orgasmos en el mundo, los rostros en el cine-. La soberbia actuación de Audrey Tatou en el papel estelar engrandece el cariño por aquella filantrópica soñadora que refleja todo el potencial imaginativo de Jeunet en su personalidad. Y la visión idílica que mejora la vida de personajes desgraciados o amargados es la punta de lanza que recae en las emociones del público, haciendo la percepción de una vida mejor y alentando a moldear sus sueños con más facilidad en su diario vivir.

La imaginación desbordante de Jeunet es eficaz y juega con todo lo posible: Desde las fotografías rotas del personaje incógnito, pasando por las pruebas de Nino -el hombre que ama a Amélie- para recuperar el álbum, hasta las trampas que le pone la protagonista al frutero amargado en su casa. El desarrollo de la trama una vez más recupera las diabluras infantiles y los sueños de niñez, comprobando que el director francés es un niño inquieto que se divierte a montones con sus artimañas visuales y que pone e trabajar su cerebro en una realidad alterna que haría igualmente feliz a millones de almas si le siguen el juego. El estado de las cosas para Jeunet no se basa en recrear lo que sucede a diario, sino en magnificarlo y transformarlo en una visión más amena de los hechos, en olvidarnos de lo acostumbrado y empoderar el recurso del ingenio para vestir de pompa feliz la cotidianidad.


El imaginario infinito de la niñez, expuesto en los films de Jeunet

Luego de hacer un registro de corte histórico con un filme poco distribuido en Latinoamérica con Amor Eterno (2004), la mente de Jean Pierre Jeunet regresa a las chiquilladas de maldad ingenua con su último trabajo cinematográfico MicMacs (2009). Esta vez se concentra en la amistad, y lo que se puede lograr con ella al ser bien usada. El protagonista es un sujeto que tiene una bala incrustada en la cabeza, y la vida le brinda el beneficio de saber quién le produjo esa herida y la oportunidad de contar con el respaldo de una pandilla que le ayudará en el camino de su ingeniosa venganza. De nuevo, ataca el recurso de la imaginación.

Según Jeunet, la idea era recrear un mundo alternativo estilo Blanca Nieves y los Siete Enanitos, personajes pintorescos con talentos particulares unidos para concretar una causa, en este caso un ajuste de cuentas. Entran en juego las situaciones caricaturescas, las ironías cómicas y los enmarañados métodos de venganza. Las animaciones y los juegos sonoros son un plus para hacer atractiva la película, pero lo que tiene un foco de atención especial es la guarida del clan, Tire Larigot es un paraíso de chatarra con juguetes innovadores, con ideas hilarantes y con sueños de metal que podría existir en algún rincón suburbano, es un trabajo de dirección de arte espléndido que resuelve con creces la geografía del film.



Y a pesar de contar con momentos muy enrevesados dentro de la historia, los trucos y las artimañas están a la orden del día para burlarse del sistema bélico sin mucha violencia. La forma de dopar al vigilante de la mansión o el plan del panal de abejas son intrincados pero humorísticos, y el recurso final de la recreación del viaje de los villanos de la historia a través de un Marruecos imaginario es estupendo, que rememora los recursos infinitos de su majestad don Gondry. Sin enternecer demasiado o causar controversias sociales, MicMacs cumple con el objetivo de divertir, recrear y mover el planeta de modo agitado con las neuronas bailarinas de Jeunet y brindar entretenimiento sin mayores pretensiones que valerse de la imagen hábilmente para un público ávido de trucos y personajes jocosos.

Una pandilla de inusuales, MicMacs (2009)


¿Puntos comunes en la filmografía de Jeunet? Sin duda ese rescate por las ideas de niño travieso, esa manía por cometer fechorías sin consecuencias graves; el jugar con los detalles, aquellos planos cerrados de objetos inanimados que estimulan momentos de la trama; valerse de la insignificancia para darle relevancia, convertir el baño del día en una labor titánica o un abordaje en taxi en una aventura fantasiosa; las complejidades siempre enredadas de los planes de sus protagonistas, argucias repletas de rutas y métodos, rompecabezas minuciosos que parecen llevar un estudio científico; Dominique Pinon, su eterno escudero histriónico, que pasa de payaso a hombre bala o a enano sin dificultad alguna, participante en todos sus films; y evidentemente un cerebro plagado de creatividad, siempre inquieto, siempre alerta, siempre infantil, la naturaleza ingeniosa de un Jean Pierre Jeunet que no para de hacer lo pequeño grande, lo irrelevante extraordinario, lo ingenuo perspicaz. Tanta imaginación sí podía caber en un cerebro.

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