7 sept 2009
KISS- DESTROYER
Cuando nos remitimos a un año como 1976 las referencias de fauna musical son variadas, y las corrientes y estilos son disímiles, especialmente en el campo del rock. El sonido de las guitarras fuertes en oferta iba inclinado al lado de gente como Aerosmith y AC/DC, un poco de riffs rupestres pero bonitos con Thin Lizzy, la rapidez y contundencia de Judas Priest, cierta nostalgia folclórica con Boston y Blue Oyster Cûlt, o el desenfado sin academia de Ramones. Pero ninguna de las bandas tuvo el impacto visual que ofrecía Kiss, banda neoyorquina que proponía imagen de conmoción con todos sus disfraces, maquillajes y extravagancias, además de una dosis híbrida de hard rock y glam.
Para mediados de los setentas la banda contaba con gran reconocimiento gracias a su trabajo Alive! que confirmaba un trabajo espectacular en el escenario y recogió cuatro discos de platino, de la mano del productor Eddie Kramer. El reto era mantener el nivel de asiduidad de sus seguidores y proponer novedad, cosa difícil, pues Gene Simmons y su gente ya tenían una puesta en escena y un sonido definido, e innovar podría ser demasiado riesgoso.
La formación original de Kiss es quizá la más sólida y comprometida con su música: Los indudables líderes Gene Simmons (bajo, voz) y Paul Stanley (guitarra rítmica, voz), en compañía de Ace Frehley (guitarra líder) y Peter Criss (batería). Cada uno con definidos personajes en sus rostros maquillados: El demonio, El Chico Estrella, El Marciano, y El Gato respectivamente, trazos estéticos con clara influencia del kabuki, teatro japonés de alto nivel con representaciones de canto y baile y una fuerte dosis ornamental en los atuendos de los actores. Kiss es la versión teatral de la música, con una fuerte dosis de originalidad en su puesta en escena.
Venían de un disco en vivo y ya iban para su cuarto LP en estudio, esta vez su sello Casablanca se mantuvo al pie del cañón y les patrocinó la idea de reclutar como productor al experimentado Bob Ezrin, un maniático jugador de efectos y novedades sonoras que venía de trabajar con otro gran exponente de la teatralidad en vivo, Alice Cooper. La apuesta era sacudir al mundo con un rudo pero efectivo trabajo instrumental, algunas inclusiones efectísticas, y orquestaciones que dieran variedad al disco en comparación con los anteriores.
El producto final fue Destroyer, lanzado el 15 de marzo de 1976 de Nueva York para el mundo, con nueve canciones y un Outro, donde se escucha una visión pasional, potente y un poco distorsionada en música, y letras narcisistas que enmarcan el mundo de las giras, las groupies y la imagen de ídolos que ya expectoraban ante el público. Con Destroyer confirman que no solo la oferta va en la apariencia excéntrica de sus atuendos, sino en el poder que pueden transmitir desde el sonido de las guitarras y las voces carrasposas del grupo. Su música dio un paso a la evolución.
Y esta evolución comienza con un verdadero clásico del rock, con todos los ingredientes necesarios para dinamitar cualquier escenario: "Detroit Rock City" es una bomba de buen hard rock salpicado de cadencia heavy con guitarras enérgicas de riffs dominantes que narra la historia de un joven amante del sonido Kiss listo para emprender su ruta de la muerte en una autopista de Detroit mientras se dirige a un concierto, con el final fatal marcado desde el inicio del tema, un intro que se percibe de alguna televisión de restaurante y divulga la noticia de la muerte del apasionado retador de la vía. Más adelante Paul Stanley va bramando el relato frenético del camino letal de medianoche de juventud rockanrolera con toda la potencia rockstar, y la guitarra de Ace Frehley coquetea con solos heavy que dan un carácter veloz y altisonante a este, su tercer sencillo de lanzamiento, que, a pesar de su calidad musical, apenas registró en Alemania en listados en la casilla 14. Los covers no podían faltar, los mas reconocidos, de la banda ska Mighty Mighty Bosstones, y de los suecos heavy Hammerfall. Años después (1999), la canción inspiraría una comedia juvenil titulada bajo el mismo nombre.Para los amantes del hard rock, puede ser un buen trip audiovisual con sonidos de Van Halen, AC/DC, y obviamente, Kiss.
Parte del triunfo de Destroyer fue la importante cuota que brindó el sentido talentoso de Bob Ezrin, que provenía de Toronto para hacer de las suyas con aquella sensibilidad de sonidos clásicos adaptados al rock y ciertas atmósferas que generaban grandilocuencia en muchas de sus composiciones. Después de trabajar con el siempre macabro Alice Cooper, y anticiparse a los tiempos modernos con la lúgubre genialidad del Berlín de Lou Reed, Bob aderezó con ingredientes épicos muchas canciones del LP de Kiss. Entre estas, "King of the Night Time World", con un redoble guerrero y guitarras que rinden pleitesía a la llegada del Rey de la Vida Nocturna, el hombre por el que todas las chicas se derriten en la noche de neón y colores fuertes, mientras la letra se encarga de desacreditar la existencia de escuela y los ítems disciplinarios para dedicarse a una vida plena de estrella del glam. Y muy glam resulta el ritmo del track, con coros repetidos de forma continua, la voz presumida de Stanley y las guitarras chillonas que se unen a la fiesta concupiscente del rock and roll. Aunque pareciera una pieza original de Kiss, el crédito se lo debe llevar el artista de culto Kim Fowley, que la compuso en los 60s, su década de gloria en el circuito underground. Este señor inspiraría en muchos grupos los sonidos distorsionados y ciertas actitudes punk que dominarían el segundo lustro de los 70s.
La palabra que mejor resumiría la idea que propone Kiss es una sola: Espectacularidad. Muy pocas bandas de rock (si no ninguna), han logrado igualar la propuesta majestuosa de maquillajes, trajes, logos de 50 metros en tarima, pirotecnia por doquier, guitarras humeantes, sangre y fuego en las bocas, disparatadas poses y un Set que pareciera recién extraído del panorama de una guerra nuclear. Todos estos elementos incluídos en muchas de sus presentaciones, en especial las posteriores al Destroyer como el Spirit Tour realizado en 1976. Durante esa gira corroboran su pose de dioses de la música con temas como "God of Thunder", que divinamente cabe en el repertorio de una banda metalera escandinava o griega, pues su letra se remite a las deidades de la mitología antigua, del poder, de las fuerzas omnipotentes, con ese tono oscuro que adhiere en sus cantos Gene Simmons, mientras lo acompañan unas infantiles pero siniestras voces de David y Josh Ezrin (cortesía de las atmósferas creadas por los hijos de su productor estrella), y los ecos atronadores de las furiosas divinidades. Este es tal vez su tema más metalero del disco, con guitarras carrasposas y algunos ecos que lo inclinan un poco a los orígenes del black. En las presentaciones en tarima, el baterista Peter Criss se daba el lujo de tocar solos hasta de 15 minutos durante el transcurso de la pieza. Obviamente un tema de esta índole no podía dejar de tener covers, el más reconocido, de los suecos Entombed, dignos representantes del death metal.
En esta producción se nota bastante el apoyo de componentes externos como las orquestaciones, y hay gente detrás de esto: La New York Philarmonic-Simphony Orchestra deleita con sus atavíos sonoros y engrandece especialmente la canción "Great Expectations", una de las más extrañas en su discografía, pues no se parece nada a lo hecho anteriormente; violines, bombos, pianos y una casi tierna voz de Simmons (aunque decir tierna es mucho), con el único ingrediente hard, la guitarra compañera que habla sobre las fans con fiebre por ser parte del universo de un rockstar, aquellas ilusionadas groupies que demandan ansiedad hormonal y afectiva sobre los ídolos del escenario, siempre con grandes esperanzas por una noche mágica con el cuerpo que tiene impreso detrás de su puerta o en algún closet repleto de afiches venerados, evidentemente, en este caso, de alguno de los Kiss. Cabe anotar que los coros son ejecutados de forma casi celestial por el Brooklyn Boys Choir, bajo la conducción orquestal del maestro score Michael Kamen, quien incluyó crescendos y toda una parafernalia de partituras clásicas en la canción. Este compositor ha tenido un repertorio bastante interesante en filmes (X-Files, Mr. Holland's Opus) y discos (The Wall, S & M). Respaldaba la Filarmónica y empezaba a dar sus primeros pasos grandes para la época, y uno de esos ejemplos, está en esta original muestra, cuarta en el orden de tracks del LP.
Si hablamos de listados, Destroyer tuvo más relevancia afuera que en USA, su país de origen. Solamente hay que nombrar a Suecia (4) , Canadá (6) y Austria (6) en posiciones privilegiadas. En USA se destacaron en el puesto 11, pero no llegaron al tope. El segundo sencillo del álbum fue "Flaming Youth", con una figuración muy irregular en listas (72 en el país del Tío Sam). Sin embargo, este es el corte que más expresa el estilo de vida Kiss, una declaración de juventud sin censura, con la libertad por delante y sin la palabra responsabilidad estampada en su pellejo: 'My uniform is leather, and my power is my age'. Un idealismo irracional decorado con tonos glam, coros característicos del estilo y guitarras frescas que van dialogando con el manifiesto sin complicaciones de Stanley, la canción más empapada de glam en todo el trabajo.
A medida que uno va escuchando las líricas del álbum, es evidente el tratamiento narcisista que toman la mayoría de los temas, rockeros de ciudad que se van transformando lentamente en superhéroes, en dioses de la escena, y eso es muy visible en su cubierta, diseñada por Ken Kelly, un especialista en 'endiosamientos' de personajes, pues fue también ilustrador de cómics como Cónan el Bárbaro y Tarzán, además de involucrarse en carátulas de discos de Manowar y Rainbow. Así que, imagen y palabras se complementan para crear una visión de poderío total por parte de Kiss. Y en algunos casos machista, pues "Sweet Pain", el sexto corte del disco, habla sobre ese 'dulce dolor' que puede causar el amor de una fan por uno de estos rockeros. Simmons, con su aspereza característica, deja en claro que la afición de una groupie la puede conducir a la locura si se mantiene como seguidora del chico de cuero y lengua larga. Aquí vemos que en algunos casos el pragmatismo en el talento prevalece sobre la imagen, pues Simmons no es ningún modelo escultural y su rostro no es el más apropiado para un comercial de cremas de afeitar, pero las herramientas de un buen make-up y los acordes afinados de un bajo hacen maravillas con las chicas. Musicalmente hablando, "Sweet Pain" es un rock and roll puro, con los setentas respirando en cada una de sus notas, coros efectivos y partituras sin muchas complicaciones, buena pieza para un bar en la tarde.
El primer sencillo de este trabajo fue "Shout it Out Loud", una especie de secuela de su gran éxito del año anterior "Rock and Roll All Nite". Con notas parecidas y el corte hard rock que se sostiene en toda la canción, sigue siendo una incitación a no abandonar el rock and roll festivo y declararlo como estandarte de vida: 'The night's begun and you want some fun', 'Everybody's got to rock and roll', frases promocionales de la juerga que siempre han hecho parte del repertorio lírico de Kiss. Los coros tienen el tono más frecuente de sus canciones, y esta vez Simmons y Stanley unen fuerzas para cantar a dúo, a veces por turno en voz, a veces como salmo responsorio, culto al volumen alto y la fiesta eterna. En Canadá logró escalar hasta la primera posición de listas, mientras en EEUU apenas llegó al 31. Pero si alguien es rockero del común (con más de 30 años por supuesto) y habla sobre Kiss, debe conocer de forma obligada este sonsonete que ya es parte de los clásicos de su discografía. No hay necesidad de gritarlo más alto, pues con el volumen a medias ya sabemos quienes son los artífices de esta melodía.
Como en la mayoría de los grupos, siempre hay un comodín, el miembro X que contribuye con la causa musical en silencio, sin salir en los créditos que se llevan las estrellas. El de Kiss se llama Dick Wagner, guitarrista de sesión que esta vez intervino en tres canciones del disco, "Sweet pain", con la guitarra líder, más rockanrolero que nunca, rebelde y vivo en "Flaming Youth", y por último, la cuota acústica en el cuarto sencillo de la banda, “Beth”. Esta pieza, reconocida por cuanto meloso atraviese el dial del pop, fue curiosamente cara B de “Detroit Rock City”, y logró causar un impacto tal, que se convirtió en el sencillo más exitoso del LP (la disquera tuvo que reeditar su prensaje como cara A del vinilo), con escaladas en listas hasta el Número 7 en EEUU y el 5 en Canadá, y radiado desde la más rockera de las emisoras hasta la más easy listening, con decir que sirve desde declaración de amor hasta música para hacer digestión, pues no parece hecha por los rudos individuos Dioses del Trueno y de las Chicas, sino que en melosería orquestal recurren a los trucos clásicos de Michael Kamen y la Philarmonic-Symphonic de Nueva York, y a la ronca pero sumisa voz del baterista Peter Criss, que se ofrece como el esposo que extraña su hogar y a la mujer de su vida mientras enfrenta sus múltiples compromisos de trabajo y una agenda hostigante de giras, autógrafos y chicas con desordenes hormonales; para compensar la carga de su ausencia, dedica este tema a la mujer que siempre lo espera como buena esposa en casa. Parece un corte compuesto por los Beatles en sus momentos idílicos, violines tiernos, pianos lacrimosos y guitarras sublimes que acompañan el triste testimonio del pobre Criss. La canción fue tan popular que en 1977 se llevó el People Choice Award, y se convirtió en melodía casi obligada de emisora romántica. El éxito llega vestido de rosa.
Una cosa curiosa con Casablanca Records, sello de la banda, es el giro que dio a los artistas fichados por ese entonces, pues la onda disco empezó a tomar forma, y la marca reclutó nombres como Donna Summer, Village People, Cher y hasta Parliament con George Clinton. ¿Qué hacía Kiss entre tanta pluma y lentejuela? Negocio es negocio y a Casablanca le importaba producir dinero y no convertirse en disquera "conceptual" de grupos, ejemplo claro actual en todos los sellos del orbe. Por su parte, Kiss no podía terminar el disco con delicadezas orquestales, el último tema es glam típico de guitarras imperantes y la voz de Stanley retumbando “Do you Love me”, dedicada a las chicas que esta vez no cuentan con ansiedad de hombre sino de dinero y lujos, interesadas en exprimir la cuenta bancaria y las posesiones del ingenuo Paul, del asalariado Gene, del tranquilo Ace o del moderado Peter, chicas que aman al Dinero con hombre sobre todas las cosas. Aquí vuelve y juega el tema de la autoría del track, el compositor original es Kim Fowley de nuevo, quien desde tiempo atrás debió sufrir las consecuencias del bolsillo atractivo, pero apaleado por los tacones altos que no se sacian de exprimirlo. Para los curiosos, pueden consultar una versión esquizofrénica de Nirvana en los 90s, una letra que cabe perfectamente en la movida grunge del grupo en su apogeo.
Finalmente la cuota bonus-track es un Outro cortesía de Bob Ezrin, vociferaciones y entusiastas clamores del público que parece pedir ‛Otra...Otra' mientras el grupo cierra su presentación en algún escenario extasiado después de ver a estos ídolos de trajes estilo cómic y apariencia poco cristiana que ha brindado un disco sólido dentro del glam rock, con curiosidades de tipo sinfónico, con una balada llorona que enterneció a cualquier detractor del grupo, y con el megalómano trabajo lírico que envuelve casi todas sus composiciones. Destroyer es un buen exponente de época y responde a las masas como una tromba de sonidos que llegaron para quedarse. Los chicos del kabuki occidental estruendoso y rockanrolero, una vez más, complacen a sus fieles seguidores setenteros, y porqué no, a las nuevas generaciones.
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