25 jun 2012

FILMS A LA CARTA



Algunas películas tienen cierto gourmet, cierto bouquet. Especialmente las que se acercan al tema gastronómico y que involucran las lágrimas de la vida con las de la cebolla, los cortes de carne con los del corazón y los sabores de la cocina con los sinsabores de la existencia. Hay un enorme desfile de platillos cinematográficos que vislumbran esa relación comida-ser humano y que escarban en las entrañas cardíacas y estomacales para deleitarnos con sus avatares gastronómicos y emotivos. Aquí haremos referencia a algunos títulos para dejarnos antojar por un menu que sirva de entrada a este tipo de películas con mucho paladar.

Hay dos momentos vertiginosos e intensos en la vida de un restaurante, la hora del almuerzo y la de la cena. Precisamente sobre la hora pico, llena de clientes, peticiones, quejas y satisfacciones navegan los aderezos de Dinner Rush (2000) de Bob Giraldi, enmarcada en el mundillo de la comida fusión aclamada por la crítica gastronómica y desarrollada en uno de los entornos más comunes en los que se refugia la mafia italiana de Nueva York. La tensión se genera a través de la guerra entre mafias de Tribecca y Queens, y el dilema del negociador de apuestas Gigi (Danny Aiello) por dejar a su hijo chef (Edoardo Ballerino)como nuevo propietario del restaurante, o saldar cuentas criminales con sus rivales territoriales.



Curiosamente el principal protagonista de la historia no es la comida sino el entorno. Las charlas de clientes  sobre el restaurante, los amenos retos de conocimiento del barman con sus consumidores, las controversias entre los cocineros sobre métodos de cocción y la importancia de un negocio para comensales son los ingredientes que contiene un filme que sin provocar mucho al deleite logra abarcar varias conversaciones interesantes sobre los siempre necesarios comedores públicos. Todos estos componentes con el plus sangriento de la guerra entre mafias que convierte el filme en un platillo de venganza gradual que se cocina con mucha sofisticación a ritmo de la música de Cubaztecas y The Dells, entre otros.

Pero la comida italiana no siempre está cocinada bajo la criminalidad. Un simpático y delicioso ejemplo lo tiene el gran dúo que se mueve en los entretelones gastronómicos de Big Night (1996) de Stanley Tucci y Campbell Scott. Una forma gourmet de vivir el sueño americano, que se construye a través de la migración de los hermanos Primo y Secondo (Tony Shalboub & Stanley Tucci) a un local de Nueva York, el 'Paradise' que buscan convertir en el Edén de la comida local y hacerlo reconocido con un golpe estratégico: Llevar a un gran banquete al legendario músico Louis Prima y hacerse al listado de restaurantes con clientes famosos en su historia. Una labor dispendiosa que cuenta con varios escollos graciosos.


Un reparto envidiable donde caben nombres como Minnie Driver, Ian Holm, Isabella Rossellini y hasta la aparición de un inocente Marc Anthony, fortifican el relato del gran banquete nocturno inesperado.La película es antojadiza especialmente durante su segundo tramo, con platillos típicos de la gastronomía italiana y la original receta del tímpano,que queda estampada en los ojos del espectador y que hace lamentar no estamparla en el estómago. La narración se concentra especialmente en el gran día de la fiesta de Louis Prima con todas sus incidencias que involucran aderezos de rivalidad, amantazgo, buen sazón, carcajadas y un estómago satisfecho para consolar un corazón roto. El anhelo de dos italianos por ver el triunfo en la capital del mundo se pone a las brasas para brindarnos una historia divertida con lecciones de fraternidad.

En Europa también se puede disfrutar de la buena mesa con buen oído. Soul Kitchen (2009) de Fatih Akin es la prueba de ello. El director turco se planta en Hamburgo para crear una comedia con mucho sazón auditivo, aplicando la fórmula de dispararle a dos sentidos al tiempo para satisfacer al asistente: El gusto y el oído. La historia de Zinos (Adam Bousdoukos) siempre va a rodar alrededor de su propio restaurante, que le va a traer dulces y amargos momentos entre deudas, dilemas amorosos, robos, una hernia discal, muy buena música y por supuesto, buena comida, comida del alma. Soul Kitchen.

Divertido estrés en la cocina: Soul Kitchen

Es recomendable ver este filme a buen volumen. Las gracias musicales del relato abren el apetito al oído: Kool & the Gang, Artie Shaw, Mongo Santamaría y The Isley Brothers entre otros, son los artífices de un deleite sonoro que deja al corazón contento mientras llena al oído, es uno de los vigorosos protagonistas de la historia que narra el cambio de concepto, nacimiento, gloria, ocaso y resurgimiento de un restaurante que ha vivido los emparedados grasientos y los platillos bien presentados, los bailes afrodisíacos y las apuestas gruesas, ha despertado amores y deudas, sabores y remodelaciones con los favores de personajes que adoban con hilaridad la trama como el chef de Soul Kitchen (Birol Ünel) o el hermano ladrón de Zinos (Moritz Bleibtreü). Una comedia fresca que incita a comer bailando.

Oriente ofrece una gastronomía distinta y exótica. Como su cine. Desde el Japón viene una propuesta inusual, divertida y un tanto bizarra con Tampopo (1986) del director de comedias Juzo Itami. Quienes amen los tallarines y los detalles de la comida oriental deben inclinarse a este platillo fílmico de este pequeño menú, que relata el gradual progreso de Tampopo (Nobuko Miyamoto), una simple cocinera de un pequeño restaurante que sueña con ser la ama y señora del tallarín en el Japón, apadrinada por los consejos y entrenamientos de un camionero conocedor del arte de la cocina interpretado por Tsutomu Yamazaki. Con esa hilaridad ridícula y tierna que caracteriza los gags del cine nipón, se desenredan algunos tallarines narrativos y se cuenta con una comicidad inocente pero atrayente el vivir de esta afanosa cocinera en pos de la superación.

Los entrenamientos culinarios de Tampopo

Aparte de un entrenamiento extravagante para ser buena cocinera con las sugerencias de un par de camioneros y una comitiva de vagabundos, el otro punto atrayente del film -aparte de los tallarines- es el sexo. Escenas simbólicas con tonos bizarros logran acercar los alimentos a la sexualidad, desde la yema de un huevo hasta la comida marina. Sexo, pasta y muerte se entrelazan en esta película que por su tono curioso vale la pena apreciar, a pesar de algunos chistes infantiles, de un par de  escenas que revuelven  el estómago -y estimulan otros órganos- y de un soundtrack digno de exhibir en las persecuciones de Tom & Jerry. Entre chanzas niponas, tallarines hirvientes y algunos tips para relacionarse mejor con el mundo de la comida, se desarrolla esta simpática trama ochentera que muestra una cara distinta de la gastronomía en el cine.


Buscando un lado más serio y sensible de la comida en Oriente nos encontramos con un guión bien cocido, Comer Beber Amar (1994) de Ang Lee. Tal vez el platillo más exquisito a nivel cinematográfico, con buenos tiros de cámara, una interesante banda sonora y un guión escrito para deleitarse con una suculenta sopa de letras con sabor oriental. La relación directa entre el amor de pareja, el amor fraterno y el amor por la comida se entrelazan en esta narración que se mueve en las cenas dominicales de un chef viudo (Sihung Lung) y sus tres hijas, el compromiso de cada una de ellas para cuidarlo en su vejez y la confrontación con su búsqueda de independencia profesional y amorosa.



Hay un respeto por la figura del chef. Ang Lee expone la maestría de un especialista en la materia como si fuese un superhéroe, y en torno a él llegan interesantes reflexiones sobre la comida y la existencia. Sus hijas encarnan un lado más humano y frágil, interesadas en el amor mas que en la comida, y pasan por la difícil transición de la vida familiar a la independencia. Con un interesante soundtrack que combina lo mejor de la sazón sonora cubana con la tradición musical taiwanesa, hay diálogos sencillos pero inteligentes, hay secretos listos para revelar en el poderoso escenario de la mesa familiar y por supuesto, hay comida oriental lista para consumir en la pantalla, ingeniada en esmerados y acogedores planos de cocción.


Puede haber una lista interminable de piezas fílmicas cocinadas en ollas de drama y que nunca habremos tenido la fortuna de probar. Sin embargo, las que llegan a nuestro paladar audiovisual son dignas de degustar, desde una simple hamburguesa hasta la langosta a la vainilla más suntuosa, siempre y cuando cuenten con esos aderezos emocionales que logran conmover al espectador y hacerle sentir más cómodo en la mesa, en la silla y en la memoria. Lo cierto es que no dejarán de llegar a nuestras manos muchos films a la carta.



2 jun 2012

ELTON JOHN - ELTON JOHN




El grupo británico The Beatles se encontraba en periodo de respiración artificial y al borde de la extinción. Las ondas del rock progresivo comenzaban a dar un molde definido y dominar la escena musical en Gran Bretaña, y el sueño romántico del flower power se extinguía junto al desastre ocurrido en el concierto de The Rolling Stones en Altamont. La llegada de la década del setenta vaticinaba un profundo cambio en el mecanismo social y artístico a lo largo del orbe.

El legado de los trajes coloridos del hippismo y las osadías del diseño liberador de finales de los sesenta trajo consigo un nuevo fenómeno cultural arropado de música, el glam, que contó con estandartes de nombres como  Gary Glitter, T-Rex y el mismo David Bowie, una parafernalia de lentejuelas, satines y tonos espaciales que acompañaban un rock caprichoso pero enérgico. Esa pasarela extravagante de atavíos llamó la atención del closet de un emergente nombre que llenaría los titulares de la prensa musical durante toda la década, Elton John.

Sixty Years On by Elton John on Grooveshark


ORQUESTANDO EL POP

El señor Reginald Kenneth Dwight amaba aquellos disparates textiles, pero su formación en la Royal Academy of Music de Londres le inclinaba a tratar el piano de una forma más delicada y sobria. Luego de su paso por la banda Bluesology adoptó una nueva personalidad combinando los nombres de Long John Baldry y Elton Dean, compañeros de su agrupación en los sesentas, y se hizo a su debut como solista en 1969 con Empty Sky, un disco de tibia aceptación que vislumbraba el talento de John para hilvanar trazos de pop. Consciente de su capacidad, el siguiente año construyó su segunda placa, que le hizo reconocido en ambos lados del océano.

Tres claves de éxito hicieron de Elton John  uno de los álbums renombrables del artista de Middlesex: La producción bajo el mandato de Gus Dudgeon, que le imprimió toques de grandeza orquestal y un respeto pop imponente con la ayuda del oído de Paul Buckmaster; las composiciones de su eterno compañero de batallas líricas Bernie Taupin, gestor de la gran mayoría de letras de John; y la indiscutible destreza de las manos del músico para tocar el piano y conmover o alegrar  a  la audiencia. Un trabajo autotitulado que le dio lugar en las radios de Estados Unidos.


ROMANTICISMO CONQUISTADOR

Innovador y refrescante, su piano tenía la capacidad de navegar por aguas disímiles, donde nunca fue demasiado glam, demasiado negro o demasiado progresivo. Elton se posicionó como una figura pop de alta relevancia, incluso con el aval arrogante de un John Lennon que alguna vez  escuchó "Your song" y por primera vez, después de los Beatles, sintió que sonaba en el dial algo 'decente'. La compañía anímica y compositiva de Bernie Taupin contribuía a crear pasajes emotivos de amor, soledad, algunos abstraccionismos, y hasta cursilerías que sonaban bonito al piano. El trabajo conquistó audiencias a ambos lados del Atlántico y tuvo posiciones privilegiadas (#4 USA, #5 UK).

En todos los álbums siempre hay una canción consentida. Tal vez el punto de partida para la lisonja a Elton John partió de un tema que hasta el día de hoy suena en todas las emisoras de adulto contemporáneo en el mundo entero, "Your Song" es el punto más sensitivo y sobrio de sir Elton desde que comenzó su carrera. Sonada, tronada y cantada hasta el cansancio, este intimista manifiesto de amor con arreglos acertados logró ser puesto 7 en listas inglesas y ocupar el 8 en EEUU, con el objetivo de hacer parte del prontuario de dedicatorias masivas en las horas románticas de las emisoras, 'I hope you don't mind that I put on my words/ How wonderful life is while you're on the world'. La canción ha recorrido múltiples gargantas famosas de artistas entre los que se destacan Rod Stewart, Ellie Goulding y hasta Ewan McGregor en la interpretación de la película Moulin Rouge.



TRANSGENERISTA MUSICAL

Aparte de su tono baladístico, hay un sector melódico espiritual que hace presencia en el LP. "Take me to the Pilot" tiene fuerza gospel con coros incluidos y su orquestación despierta suscitó buena crítica gracias a su voz llena de autoridad, la dinámica en las melodías  y esa referencia rítmica al "Feeling alright" de Joe Cocker. La letra de la canción es críptica y no tiene hilo narrativo, pero dejaba ver un regusto de Taupin por los libros de ciencia ficción."Take me to the Pilot" fue considerado como single para el álbum, pero perdió la pelea en emisoras con "Your song" y dejó de radiarse. Otra canción que fue sencillo del trabajo sin tanto éxito y que mantiene una vena gospel más sentida es "Border Song" con una orquestación de aire reverencial y cierta solemnidad que llama a la reconciliación después de la alienación en un tema de líricas creadas entre el dúo John- Taupin. Apenas con algo de éxito en Canadá, el sencillo fue versionado en 1972 por Aretha Franklin con  más  fortuna en las listas y apareció en su célebre Young, Gifted and Black.


 Del amor, el drama y la espiritualidad pasamos a la mofa y el eclecticismo.¿Elton John cantando música sureña? Un ejemplo curioso es la nasalidad y ese aspecto campirano de "No shoe strings on Louise"  en un hilarante country con una voz que imita a un Mick Jagger en su forma más rural, mientras se va quejando de la manipulación femenina y el interés como objeto central, 'All those city women want to make us poormen/ And this land's got the worse for the worrying'. Pero del country se puede saltar al folk sin problema. Los sonidos del clavecín y los aires bucólicos del pasado orquestados van a una idílica voz que comparte con los violines una petición amorosa en "I need you to turn to", un lamento casi barroco que se recrimina en la letra  por no proteger a la pareja, evocador y con signos de culpa, uno de aquellos temas que refieren su formación académica musical y que comienza a acentuar el prontuario lírico de Taupin sobre el amor.


LIMPIEZA SINFÓNICA

Los sonidos orquestados son una constante en muchos de los tracks. Las manos y oídos de Gus Dudgeon y Paul Buckmaster incluyen en la producción arpas, cellos, violines y una seriedad dramática casi incidental. "First Episode at Hienton" suena como una balada triste y desgarradora repleta de arreglos bien distribuidos, de tono clásico, pero con una atmósfera melodramática que exagera la letra que habla sobre la nostalgia de los amores juveniles del pasado y la transición inevitable a la adultez. Se agrega más oscuridad y drama a un intro paranoico y demencial en "Sixty years On", con unos violines siniestros y unas cuerdas plañideras en un trabajo pulcro en la orquestación y  un interesante giro lírico de Taupin que compone una pieza que toca la desolación de los veteranos de guerra, más aún con el tema de Vietnam en el caldero de las noticias, un porvenir amargo marcado por las cicatrices del combate, 'And the future you're giving me holds nothing for a gun/ I've no wish to be living sixty years on'.

Una orquestación menos severa y más amable se percibe en "The Greatest Discovery" con tonos positivos y sosegados, y Elton se encarga de materializar el homenaje que creó Bernie Taupin para su hermano recién nacido con una letra cursi pero tierna, perfecta para emitir en la sala de maternidad. El piano vuelve a ser gran dominante en "The King must Die" también acompañado por arreglos orquestales pero con una participación dinámica de la zona percusiva y un crescendo que se acerca al rock sinfónico, en una composición que vive salpicada de desconfianzas e intereses de poder, 'Everybody's kingdom must end/ And I'm so afraid your courtiers/ Cannot called best friends'.




No se puede dejar de mencionar la pieza más afro de todo el álbum, "The Cage" abandona las reverencias del gospel y la grandiosidad formal de la orquestación y se deja contagiar por tintes soul y funk, e incluso cuenta con un extraño solo de 'solemnidad galáctica' de un sintetizador moog y un coro contagioso y refrescante que le da una zona de relajación al álbum después de tanto escrúpulo y tristeza orquestada. Lo que nos da la idea de un artista que explora formas, que es osado en lo musical y se acopla bien entre grandiosidades y simplezas, entre pianos reflexivos y audaces, siempre acompañado por otro ecléctico en el tema lírico como es Bernie Taupin, y por un acertado productor como Gus Dudgeon. Elton John no es el mejor disco de la carrera del hombre de los mil lentes, pero cuenta con el aval de brindarle una nueva cuota de sensibilidad a la música pop a través de su piano, su voz y su frescura ecléctica.Y le abrió las puertas para embadurnarse de fama durante toda la década de los setentas con títulos como Tumbleweed Connection o Goodbye Yellow Brick Road.