El grupo británico The Beatles se encontraba en periodo de respiración artificial y al borde de la extinción. Las ondas del rock progresivo comenzaban a dar un molde definido y dominar la escena musical en Gran Bretaña, y el sueño romántico del flower power se extinguía junto al desastre ocurrido en el concierto de The Rolling Stones en Altamont. La llegada de la década del setenta vaticinaba un profundo cambio en el mecanismo social y artístico a lo largo del orbe.
El legado de los trajes coloridos del hippismo y las osadías del diseño liberador de finales de los sesenta trajo consigo un nuevo fenómeno cultural arropado de música, el glam, que contó con estandartes de nombres como Gary Glitter, T-Rex y el mismo David Bowie, una parafernalia de lentejuelas, satines y tonos espaciales que acompañaban un rock caprichoso pero enérgico. Esa pasarela extravagante de atavíos llamó la atención del closet de un emergente nombre que llenaría los titulares de la prensa musical durante toda la década, Elton John.
ORQUESTANDO EL POP

Tres claves de éxito hicieron de Elton John uno de los álbums renombrables del artista de Middlesex: La producción bajo el mandato de Gus Dudgeon, que le imprimió toques de grandeza orquestal y un respeto pop imponente con la ayuda del oído de Paul Buckmaster; las composiciones de su eterno compañero de batallas líricas Bernie Taupin, gestor de la gran mayoría de letras de John; y la indiscutible destreza de las manos del músico para tocar el piano y conmover o alegrar a la audiencia. Un trabajo autotitulado que le dio lugar en las radios de Estados Unidos.
ROMANTICISMO CONQUISTADOR
Innovador y refrescante, su piano tenía la capacidad de navegar por aguas disímiles, donde nunca fue demasiado glam, demasiado negro o demasiado progresivo. Elton se posicionó como una figura pop de alta relevancia, incluso con el aval arrogante de un John Lennon que alguna vez escuchó "Your song" y por primera vez, después de los Beatles, sintió que sonaba en el dial algo 'decente'. La compañía anímica y compositiva de Bernie Taupin contribuía a crear pasajes emotivos de amor, soledad, algunos abstraccionismos, y hasta cursilerías que sonaban bonito al piano. El trabajo conquistó audiencias a ambos lados del Atlántico y tuvo posiciones privilegiadas (#4 USA, #5 UK).

TRANSGENERISTA MUSICAL
Aparte de su tono baladístico, hay un sector melódico espiritual que hace presencia en el LP. "Take me to the Pilot" tiene fuerza gospel con coros incluidos y su orquestación despierta suscitó buena crítica gracias a su voz llena de autoridad, la dinámica en las melodías y esa referencia rítmica al "Feeling alright" de Joe Cocker. La letra de la canción es críptica y no tiene hilo narrativo, pero dejaba ver un regusto de Taupin por los libros de ciencia ficción."Take me to the Pilot" fue considerado como single para el álbum, pero perdió la pelea en emisoras con "Your song" y dejó de radiarse. Otra canción que fue sencillo del trabajo sin tanto éxito y que mantiene una vena gospel más sentida es "Border Song" con una orquestación de aire reverencial y cierta solemnidad que llama a la reconciliación después de la alienación en un tema de líricas creadas entre el dúo John- Taupin. Apenas con algo de éxito en Canadá, el sencillo fue versionado en 1972 por Aretha Franklin con más fortuna en las listas y apareció en su célebre Young, Gifted and Black.
Del amor, el drama y la espiritualidad pasamos a la mofa y el eclecticismo.¿Elton John cantando música sureña? Un ejemplo curioso es la nasalidad y ese aspecto campirano de "No shoe strings on Louise" en un hilarante country con una voz que imita a un Mick Jagger en su forma más rural, mientras se va quejando de la manipulación femenina y el interés como objeto central, 'All those city women want to make us poormen/ And this land's got the worse for the worrying'. Pero del country se puede saltar al folk sin problema. Los sonidos del clavecín y los aires bucólicos del pasado orquestados van a una idílica voz que comparte con los violines una petición amorosa en "I need you to turn to", un lamento casi barroco que se recrimina en la letra por no proteger a la pareja, evocador y con signos de culpa, uno de aquellos temas que refieren su formación académica musical y que comienza a acentuar el prontuario lírico de Taupin sobre el amor.
LIMPIEZA SINFÓNICA
Los sonidos orquestados son una constante en muchos de los tracks. Las manos y oídos de Gus Dudgeon y Paul Buckmaster incluyen en la producción arpas, cellos, violines y una seriedad dramática casi incidental. "First Episode at Hienton" suena como una balada triste y desgarradora repleta de arreglos bien distribuidos, de tono clásico, pero con una atmósfera melodramática que exagera la letra que habla sobre la nostalgia de los amores juveniles del pasado y la transición inevitable a la adultez. Se agrega más oscuridad y drama a un intro paranoico y demencial en "Sixty years On", con unos violines siniestros y unas cuerdas plañideras en un trabajo pulcro en la orquestación y un interesante giro lírico de Taupin que compone una pieza que toca la desolación de los veteranos de guerra, más aún con el tema de Vietnam en el caldero de las noticias, un porvenir amargo marcado por las cicatrices del combate, 'And the future you're giving me holds nothing for a gun/ I've no wish to be living sixty years on'.
Una orquestación menos severa y más amable se percibe en "The Greatest Discovery" con tonos positivos y sosegados, y Elton se encarga de materializar el homenaje que creó Bernie Taupin para su hermano recién nacido con una letra cursi pero tierna, perfecta para emitir en la sala de maternidad. El piano vuelve a ser gran dominante en "The King must Die" también acompañado por arreglos orquestales pero con una participación dinámica de la zona percusiva y un crescendo que se acerca al rock sinfónico, en una composición que vive salpicada de desconfianzas e intereses de poder, 'Everybody's kingdom must end/ And I'm so afraid your courtiers/ Cannot called best friends'.
No se puede dejar de mencionar la pieza más afro de todo el álbum, "The Cage" abandona las reverencias del gospel y la grandiosidad formal de la orquestación y se deja contagiar por tintes soul y funk, e incluso cuenta con un extraño solo de 'solemnidad galáctica' de un sintetizador moog y un coro contagioso y refrescante que le da una zona de relajación al álbum después de tanto escrúpulo y tristeza orquestada. Lo que nos da la idea de un artista que explora formas, que es osado en lo musical y se acopla bien entre grandiosidades y simplezas, entre pianos reflexivos y audaces, siempre acompañado por otro ecléctico en el tema lírico como es Bernie Taupin, y por un acertado productor como Gus Dudgeon. Elton John no es el mejor disco de la carrera del hombre de los mil lentes, pero cuenta con el aval de brindarle una nueva cuota de sensibilidad a la música pop a través de su piano, su voz y su frescura ecléctica.Y le abrió las puertas para embadurnarse de fama durante toda la década de los setentas con títulos como Tumbleweed Connection o Goodbye Yellow Brick Road.
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