Algunas películas tienen cierto gourmet, cierto bouquet. Especialmente las que se acercan al tema gastronómico y que involucran las lágrimas de la vida con las de la cebolla, los cortes de carne con los del corazón y los sabores de la cocina con los sinsabores de la existencia. Hay un enorme desfile de platillos cinematográficos que vislumbran esa relación comida-ser humano y que escarban en las entrañas cardíacas y estomacales para deleitarnos con sus avatares gastronómicos y emotivos. Aquí haremos referencia a algunos títulos para dejarnos antojar por un menu que sirva de entrada a este tipo de películas con mucho paladar.
Hay dos momentos vertiginosos e intensos en la vida de un restaurante, la hora del almuerzo y la de la cena. Precisamente sobre la hora pico, llena de clientes, peticiones, quejas y satisfacciones navegan los aderezos de
Dinner Rush (2000) de Bob Giraldi, enmarcada en el mundillo de la comida fusión aclamada por la crítica gastronómica y desarrollada en uno de los entornos más comunes en los que se refugia la mafia italiana de Nueva York. La tensión se genera a través de la guerra entre mafias de Tribecca y Queens, y el dilema del negociador de apuestas Gigi (Danny Aiello) por dejar a su hijo chef (Edoardo Ballerino)como nuevo propietario del restaurante, o saldar cuentas criminales con sus rivales territoriales.

Curiosamente el principal protagonista de la historia no es la comida sino el entorno. Las charlas de clientes sobre el restaurante, los amenos retos de conocimiento del barman con sus consumidores, las controversias entre los cocineros sobre métodos de cocción y la importancia de un negocio para comensales son los ingredientes que contiene un filme que sin provocar mucho al deleite logra abarcar varias conversaciones interesantes sobre los siempre necesarios comedores públicos. Todos estos componentes con el plus sangriento de la guerra entre mafias que convierte el filme en un platillo de venganza gradual que se cocina con mucha sofisticación a ritmo de la música de Cubaztecas y The Dells, entre otros.
Pero la comida italiana no siempre está cocinada bajo la criminalidad. Un simpático y delicioso ejemplo lo tiene el gran dúo que se mueve en los entretelones gastronómicos de
Big Night (1996) de Stanley Tucci y Campbell Scott. Una forma gourmet de vivir el sueño americano, que se construye a través de la migración de los hermanos Primo y Secondo (Tony Shalboub & Stanley Tucci) a un local de Nueva York, el
'Paradise' que buscan convertir en el Edén de la comida local y hacerlo reconocido con un golpe estratégico: Llevar a un gran banquete al legendario músico Louis Prima y hacerse al listado de restaurantes con clientes famosos en su historia. Una labor dispendiosa que cuenta con varios escollos graciosos.
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