Gritos de independencia desbocada y un flujo constante de bandas alternativas fue la impresión general en los circuitos rockeros de finales de los ochenta en los Estados Unidos. El grunge ya comenzaba a matizarse despacio con las influencias de Soundgarden y Pixies, y las emisoras universitarias y algunas ondas piratas contribuían a la difusión masiva de nuevas bandas y promoción de conciertos. En una era de conservadurismo político y el inicio de las secuelas rebeldes del punk, la melancolía alternativa tenía nombre propio y un discurso por revelar: R.E.M. era el cuarteto a exponer el documento más contundente de 1987 en las esferas independientes.
Fue su quinto y último manifiesto con la disquera I.R.S. que había obtenido éxito paralelo con Belinda Carlisle y Fine Young Cannibals. Luego de un recorrido discográfico que caminó entre los lúgubres lirismos, los arpegios mitológicos y algunos espontáneos ataques de alegría, decidieron enmarcar su sonido en tonos más accesibles para la radio comercial, pero sin perder jamás su libertad creativa y su criterio como banda independiente. Lifes Rich Pageant (1986) había moldeado sus primeros idilios pop, pero necesitaba de una diatriba política más punzante en las letras y de un contacto rugoso con unas guitarras y un bajo menos condescendientes. La solución la tuvo Document.
El llamado a la producción del LP fue Scott Litt, quien tuvo unos aportes tan acordes a la visión del grupo, que los acompañaría durante el tramo más exitoso de publicaciones de R.E.M. en los noventas. Contribuyó a enaltecer los gemidos melancólicos de Michael Stipe y destacarlo sobre los instrumentos, a combinar muy bien la fórmula del arpegio acústico y eléctrico bajo la mano derecha inquieta de Peter Buck y a ensamblar una fórmula que incluía influencias del folk, salpicaduras pequeñas de punk y la entrada a las puertas del rock alternativo desde Athens, Georgia, para el mundo.
Directo, incendiario, sólido. Disertaciones líricas cansadas de una era Reagan que agobiaba con sus políticas de ocupación, su caza anticomunista y su mano dura con los sindicatos. Stipe y los muchachos se sentían de alguna forma acosados por un fantasma macarthista y fundieron en Fuego su consigna cantada. Fue precisamente la palabra 'Fire' el estandarte conceptual de Document, que en conjunto con su sonido limpio pero no tan fácil de descifrar, se llevó un disco de platino, figuraciones en Billboard y el respeto de dos audiencias distintas, la antigua universitaria que aún admiraba su posición autónoma, y la radial que descubría una nueva melodía que los iba cautivar de a poco.
Su respeto por el proletariado y su repudio por el abuso laboral se hace sentir en la apertura del Document con el fuego abrasador de "Finest Worksong", una incandescente declaración de rock alternativo con coros gritados al mejor estilo de las huelgas a viva voz y una vigorosa batería de Bill Berry, émulo de herramientas obreras que aportan el propósito de reorganizar las cosas, de ordenar las verdades 'What we want and what we need has been confused'. La liberadora canción fue el tercer single del álbum pero apenas tocó las puertas en Inglaterra en un modesto puesto 50. Con un aire musical más sosegado pero no menos airado en las letras, R.E.M. sigue causando molestias con el llamado a la anarquía en "Disturbance at the Heron House" sin muchos incendios melódicos, pero con murmullos a un desgobierno y buscando a aquellos 'Followers of chaos out of control'. Desde allí comienzan a hacerse insignes los arpegios característicos de Peter Buck, uno de los grandes ejecutores de mano derecha en guitarra.
El memorial político no descansa en la cara A del álbum. La guitarra de Buck logra crear una empatía solemne con el bajo de Mike Mills en "Welcome to the Occupation", un severo lamento de rock suntuoso que critica los desafueros intervencionistas del país del tío Sam con las gracias del entonces presidente Reagan, 'Hang your collar up inside/Hang your dollar on me'. La cruzada lírica en contra del régimen continúa con ese desparpajo de "Exhuming McCarthy", acentuando los excesos republicanos y la indiscriminada caza anticomunista, 'Enemy sighted, enemy met/ I'm adressing the realpolitik'. Con extractos discursivos en audio del mismo Joseph McCarthy y un divertido rock and roll galante con el funk, un sub-coro preapocalíptico urge por un cambio, 'It's a sign for the times'. R.E.M. no respeta cadáveres políticos y ventila toda posibilidad de represión.
Las bolas de fuego se van armando conforme pasa el transcurrir del disco. Con rapidez abrasiva retoman el tema "Strange" original de Wire y lo transmutan en un efectivo rock and roll que puede predecir el comienzo del fin, o el llamado de los nuevos tiempos. De todos modos, a ellos ni les interesa si el mundo se abre en dos, tal como lo describe la divertida y cataclísmica "It's the end of the World as we know it (and I feel fine)"; Stipe toma todo el oxígeno de las plantas para desmoronarse en un fraseo desafiante que recuerda los tiempos de un John Lennon diciendo "I am the Walrus" y en la inspiración misma del grupo con el "Subterranean Homesick Blues" de Bob Dylan. Un rock bien elaborado que parece desempolvar el punk y darle un aire más presentable, canción obligada en todos sus conciertos después de publicarse como segundo single de su trabajo -N 69 en USA, N 39 en UK- un disfrute caótico que sigue llenando el álbum de fuego, terrremotos, escombros y un final de fatalismo hilarante.
Fuego. Esa combustión martilla todo el álbum sin excepción, hasta en la única canción que podría hablar sobre el amor. O el desamor. El tema más memorable en las listas ochenteras de R.E.M. no para de gritar en su coro 'Fiiiireeeeeeeeeee' incendiando con falsas esperanzas a una audiencia
que esperaba una respuesta a todas las dedicatorias que otorgó el dial de la época, pieza perfecta para engañar enamorados. "The One I love" es una canción de displicencia idílica, donde el amor es algo irrelevante, 'This one goes out to the one I love/A simple prop to occupy my time'. Ese engaño abusivo que se burla con destreza de Cupido fue la carta abierta a la popularidad masiva, un primer sencillo exitoso que tocó el Top Ten en EEUU (N 9) y llegó hasta la posición 16 en Reino Unido, enamoró a miles de oyentes y los engañó con el mismo desparpajo alternativo que llevaba la banda consigo. Otra pieza obligada en conciertos.Pero luego de su faceta más abordable, Buck, Berry, Mills y Stipe regresan a su lado oscuro y libre, sin pretensiones mayores que darse sus licencias creativas. "Fireplace" es un corte sincopado que evita cualquier postura mainstream y tiene como plus un saxo inquieto interpretado por Steve Berlin, que hace la canción aún más extraña, sectaria, alienada, contribuyente a hacer de cualquier lugar una conflagración ritual. Luego viene su descarga más alternativa, su sonido más ajeno de opiniones ambiguas, ese "Lightnin' Hopkins" estridente y sabroso que golpea la sensibilidad arpegiada de los seguidores radicales del grupo, tema despierto y agresivo que parece haber tenido la intervención de los Chili Peppers y los Jane's Addiction en algunos de sus acordes, Bill Berry castigando los tambores al mejor estilo pre-noventero.
Pero las liberaciones melódicas no paran allí. Una percusión marcial acompaña cierto misticismo de folk sesentero en la enigmática "King of Birds", donde los dedos pródigos de Berry se despojan de la electricidad para darle paso a una acústica de cuerdas de dulcimer con sabor de fábula y aires evocadores en medio de un paisaje alegórico, panderetas de otros tiempos y las letras extrañas que siempre Michael Stipe ha amado revolcar desde su faringe. El cierre del álbum lo tiene la atmósfera post-punk de "Oddfellows Local 151", lentitud inquietante con brumas amenazantes y un fuego abstracto que termina de consumir todas las canciones de este Documento. Si se quiere apreciar el lado más esquizoide de la banda, se pueden buscar extractos de conciertos ochenteros con la interpretación de este desahogo de ron y guitarras metálicas, otro abono más a las variadas inventivas de los muchachos de Georgia.
Portada de su preapocalíptico single. De moda por estos días...
Tanto calor discursivo causó sudores colectivos para el beneplácito de los oyentes. El fuego conceptual de R.E.M. caló durante el resto de la década de los ochentas y daría paso a nuevas y exitosas contribuciones al público como Green, Out of Time y Automatic for the People. El disco de platino, el efectivo engaño amoroso de "The One I love", el nuevo fichaje del conjunto para el sello Warner y la aceptación en la radio mainstream movieron las entrañas del formato de la banda de Athens. Para bien al parecer. Lo cierto, es que los muchachos de la independencia absoluta ya no serían los mismos después de haber firmado este Document.
Sin duda alguna un hermoso disco. Muy incediario desde el primer track.
ResponderEliminarLástima que aqui en Perú jamás los vaya a ver en vivo, a pesar de que ya hayan venido. =(