El humo se presiente. La calle se hace densa en el charco gigante producido por el eterno invierno que adolece Bogotá entretanto setecientas almas esperan ansiosas saber qué se siente sumergirse en el ahogado tono de Bristol que les puede regalar el Teatro Metro esa noche. La promesa del hijo pródigo de Massive Attack está a punto de hacerse efectiva, el asma estelar del hombre que estremeció las puertas del trip hop puede convertirse en parte de respiración propia por una noche. Está por venir esa delirante ghetto star que es seducida por las noches de Sudamérica. Tricky quiere apoderarse de esa mixed race de culturas ambiguas y ajenas, infinitas pero posibles.
La concurrencia, presta para el viaje sonoro, cuenta con algunos minutos de paciencia pero no los suficientes. Un buen setlist de piezas trippy ofrece el DJ Gonzalo Rodríguez durante la primera hora, pero la gente busca el arribo de artistas, quiere saber de sudores y gritos, de atmósferas y luces en vivo. Ver discos pinchados no es el objetivo y la incomodidad se apodera del recinto durante un lapso. Hasta que aparecen los teloneros con aire humilde y pequeña preocupación por el retraso, pero listos para la labor de apertura. Llega Nawal.
Los primeros balbuceos indican que la cosa se pone trippy. Al mejor estilo de Massive Attack, el opening cierne sus bases sobre la densa pero atrayente "Casa E Palo", una especie de clásico local de ondas trip hop que calienta muy despacio al respetable. Los gemidos de Javier Cucalón se emiten desde dos micrófonos, uno de limpia recepción y otro con la acostumbrada densidad del eco Dub. El line up se complementa con par synths, guitarra, batería y bajo. Y el Eco como herramienta delictiva, lista para hipnotizar incautos.
No hay artificios, no hay juguetes electrónicos de extraña índole, no hay teatro. La sencillez densa es la propuesta que se trae Nawal, con un Javier modesto pero entregado que juega con la pandereta y la garganta en intensa moderación, un Nicolás Atahualpa en guitarra que silenciosamente mueve los hilos del ritmo desde sus seis cuerdas, y una banda que acelera su pulso sin despeinarse y se concentra en su labor de buena ejecución y convertir las ondas del reggae en una expedición boscosa pero placentera. Desfilan en este viaje melodías como "Ecco" que titula su último trabajo publicado, una peculiar versión pro-Tricky de "Suspicious", y la interesante interpretación de un tema clásico de Hora Local, "Implicados" con todo el aliento a reggae dub, esta vez aderezado de trip hop. Tarea bien hecha, público listo.
El humo ya se siente. Una calmosa ansiedad se apodera del auditorio con la explosión del sample del legendario "Sweet Dreams" de Eurythmics, cuando de repente aparece un menudo afro, cerveza en mano y chicote en otra, un hombre que pasa por transeúnte valluno de t-shirt barata, un moreno errante que puede desfilar por la plaza de mercado sin despertar miradas, la pretensión hecha trizas con el atuendo más común del mundo. Cero fashion, pura intensidad. Los tatuajes indescifrables de Tricky ven las luces rojas, azules, verdes, fuera camiseta y un torso listo para exudar cacofonías físicas atrayentes, se ha puesto en la mitad de la tarima la estrella del ghetto, de espaldas a los asistentes, de frente a la interminable ola de humo que siempre despide de su boca, el ahogo hecho arte. "You don't wanna" suena, pero al contrario 'They wanna'. Es apenas el inicio.
Las emociones del show se dividen en dos facetas. La primera es el desgarrado pero sensual discurso de susurros asmáticos, depresiones de voz sexual que causan enorme placer, iniciando con el hipnótico y voluptuoso "Really Real", un lento idilio que nos presenta una sexy y dispuesta vocalista de apoyo Franky Riley y muestra sus murmullos de sugestividad agónica. Dentro de estos parámetros se explaya el clásico "Pumpkin" de densidad más orgánica en vivo; la siempre erótica y bandera de los setlist "Overcome", objeto de muchas cámaras voyeuristas para la posteridad; la letal y abatida "Past mistake" de beat lento y mortífero, de asfixia compartida entre la sensualidad de Franky y la oscuridad de Tricky; finalmente, un tema cortesía de la hermosa vocal que evoca un poco el "Hell is round the Corner" del Maxinquaye, "I sing for the Joker", elegía femenina que rescata matices soul y los estampa en aquella cadencia sin prisa, esa sofocante nebulosidad que llama al éxtasis.
La segunda faceta emocional del show despierta la dinámica callejera y llama al hip hop sin escrúpulos, Franky cubre la cuota vocal con éxito. De ascendencia italiana, esta sorprendente y explosiva Francesca Belmont esputa un 'flow mafioso' en los cover "Black Steel" y "Gangster Chronicle" de Public Enemy y London Posse respectivamente, y pone a muchos zapatos a jugar contra la gravedad, asímismo con "Bristol to London" en esa intención 'gangsta-rocker' de cuero negro apretado y fraseo acelerado. Pero el momento de causar sudor frenético y brinco incesante con su capacidad vocal se viene con el clásico de Motörhead versionado desde Bristol, un "Ace of Spades"menos metalero y de corte más sucio, rock divertido que convoca más de treinta fanáticos a los que Tricky les concede abrazos en tarima, flashes de close-up para colgar en red social un par de horas después y una euforia que solo puede brindar el hecho de tener a un artista tan cerca y eternizarlo en esa sesión de transpiraciones próximas, besos a sus tatuajes y un par de minutos de gloria compartida en la plataforma del show.
Tricky atesta la atmósfera de humo cual chamán en ritual. No participa mucho en el canto, sus líricas ahorcadas llegan en sílabas cortadas mientras la emprende contra los micrófonos, los castiga, los golpea en su pecho de modo penitente, los ahoga con su sollozo moribundo y su cabeza convulsiona como si su cerebro intentara salir de aquella cárcel encefálica, como si quisiera recorrer desnudo, sin corteza, todo el teatro y vomitar materia gris. Uno de los mejores ejemplos de esquizofrenia tarda, de epilepsia en slow motion se nota en "Hollow", con la mano al cielo, la cabeza sin horizonte, el cuerpo desdoblado y la ansiedad a punto de la explosión, un larguísimo acto de muerte lenta sin lloriqueos, un agobiante momento de deleite.
La banda del Ghetto Star es un deleite para los hombres -y para algunas mujeres, porqué no- por la cuota femenina de artistas. La baterista Emily Dolan Davies define ese golpe bluesero de "Puppy Toy" con antojo descarado y la bajista Laura Kidd seduce con su postura parca cuando desliza sus dedos entre las cuatro cuerdas. El instante de fama luminosa para la guitarrista Tiffany Bryan se acomoda en el tema "Time to dance", el jefe Tricky la invita a ser show central con un solo de guitarra sencillo de cabello rizado y piel morena. Hay un infiltrado masculino entre los instrumentos, el viejo conocido Gareth Bowen prepara el gatillo en los teclados certeros de "Murder Weapon" (otro cover, original de Ecco Minott y con sample del clásico Peter Gunn de Henry Mancini) y hace las delicias de las blancas y negras y de la efectística que requieren los momentos más densos del concierto. Pero el mando alternativo de esta frenética exhibición lo tiene Franky Riley, quien no ofrece el baile más sensual, pero sí la seguridad vocal más efectiva, como en "Kingston Logic" donde no hay trucos computarizados y resalta su dominio respiratorio, en medio del humo abrasivo que se cargaba al público hasta el Averno del delirio.
Video Revista Metrónomo
El humo ya ahoga. Tricky debe recurrir a los favores de un tanque de oxígeno, en una visión de postguerra cuando muchos cuerpos han sido magullados por la enajenación sonora, especialmente después de una versión extensa de "Vent" con todos los ingredientes para clamar por un emocionante preinfarto, entre sus pausas y sus descargas de enorme poder. Para el cierre, un último toque de interactividad, ese clímax letal que se trae la melodía de "Past Mistake" y Tricky trepado en las manos de sus seguidores, llevado por un cauce humano que quiere perpetuar su cuerpo para siempre en sus memorias dactilares. Se va agotando el tiempo de la estrella del ghetto que se va apagando tragada por su público y desaparece sin voz, "Ghetto Stars" es el réquiem de la banda para este minúsculo bristoliano que se vuelve efímero y mortal como todo el humo que emanó durante su show y que ahogó de excitación a sus espectadores. El humo desaparece.
27 may 2011
16 may 2011
GEORGE MICHAEL- FAITH
El segundo lustro de los ochentas tuvo una explosión de sonidos y nuevas tendencias en todo el orbe. El glam rock estaba posicionado en América y los atuendos estrafalarios hacían parte de la decoración callejera; el house se germinaba como cultura desde los vestigios subterráneos de Manchester; Michael Jackson y Madonna se consolidaban como los reyes de la música popular y cada vez le daban más relieve a las texturas pop; U2 entonaba himnos que salían de su muy vendedor Joshua Tree y Prince confirmaba su genialidad con la aparición del Sign O' the Times. Pero un debut solista fue el meteoro que iluminó el cielo de las estrellas musicales a finales de 1987 y sostuvo su gran paso durante todo 1988. Este astro que removió los oídos de la tierra necesitó de talento y de un poco de Fé para triunfar.
Georgios Kyriacos Panayiotou es un nombre absolutamente anónimo y con poca pronunciación
comercial. Pero este nombre de pila dio origen al artista más tocado en la radio británica entre 1984 y el 2004. Su ancestralidad grecohipriota pesaba en su bautizo, pero si quería sentir los aplausos como pan diario necesitaba de una nueva denominación artística. La más adecuada, la más atractiva, George Michael. Y la década para surgir, los ochentas.
Una historia favorecida por los gritos y miradas enamoradas de miles de jovencitas británicas que escucharon cada uno de sus tres álbums en estudio, los disfrutaron y cantaron hasta el hastío, ocultaron el color original de las paredes de sus cuartos para infestarlos de afiches con los rostros del dúo y los convirtieron en verdaderos ídolos de público adolescente con estribillos sencillos, rostros seductores y pop accesible que hasta las madres en la cocina daban aval de sintonizar. Pero George apenas con 23 años, quería dejar a un lado el estereotipo teenager para sumergirse en los hilos de una música más madura y sofisticada. Para ello necesitó de Fé en sí mismo y el abandono del dúo. Era hora de marchar solo por el mundo.
Fue la mejor decisión que pudo tomar. El sello Columbia, convencido de su talento en vocales y composición -la gran mayoría del trabajo en Wham! era de su autoría- dio permiso paternal a la producción, estructura, líricas e imagen a este londinense ansioso de mostrar su nueva faceta. Y comenzó por un cambio de look radical: Jeans ajustados y provocadores, gafas de sol que sugirieran una mirada maliciosa, aretes que forjaran una rebeldía jovial, barba de varios días que pronunciara su virilidad, un conjunto que le convirtió en sex symbol y objeto de absoluta atención entre las féminas cuando hizo pública la aparición de Faith, ese tremendo trabajo pop que daba bienvenida a varias corrientes musicales con tono de madurez vivaz, que rompió records de ventas a los dos lados del Atlántico y convirtió a George en un astro con permanente brillo durante toda la promoción de este LP, lo hizo acreedor del Grammy como álbum del año y tuvo seis singles -siete en USA- en rotación radial.
Faith fue un disco que logró colarse de modo amable en los tímpanos de blancos, negros, chinos y esquimales y se dio el lujo de ocupar el primer lugar en listas de R&B, cuando ningún artista blanco había tenido este privilegio. Veinte millones de discos y contando se traen las ventas de este fenómeno, cuatro canciones extraídas del LP con el número Uno como estandarte en los listados y un exquisito desfile por el rockabilly, el jazz, el funk y el R&B camuflados bajo pop fácil de masticar que no demeritan la impecable ejecución instrumental y la garganta prodigiosa de este solista que sacó de la manga sus mejores armas para conquistar la radio -y las chicas, en ese entonces-.
Lo curioso es que el éxito del álbum fue favorecido por el escándalo. Su primer single fue el licencioso y sugerente "I Want your Sex (Pts. I y II)" que con su título directo despeinó a las señoras más encopetadas e indigestó a las familias más conservadoras quienes casi se prestan para una quema de discos masivos. Nada que envidiarle al lujurioso Prince, pues su toque funk y su frescura ochentera brillaba entre su propuesta escrita. La lírica refutaba la interpretación orgiástica de la gente y George desmintió la mala fama del sencillo con el argumento de 'explorar la monogamia' de forma natural y sin lastimar a nadie: 'Sex is natural- Sex is fun not everybody does it but everybody should'. Para calmar los ánimos, la emisión del tema solamente se hizo en horario nocturno y algunos DJ's cambiaron su título eufemísticamente por "I Want your Love". La canción tuvo tanto agite y controversia que las críticas finalmente terminaron por brindarle prebendas en los registros de listas con un triunfante N 2 en USA y un inmoral N 3 en Gran Bretaña. Agreguemos los favores de un video sofisticado pero igualmente alborotador dirigido por Andy Morahan donde se exhibe una Kathy Jeung muy sugestiva (en ese entonces, la pareja oficial de Michael) envuelta en satín erótico y labiales desafiantes, con su cuerpo pintado de cosmético que propone una vida sexual sin tapujos, pero monógama. MTV también tuvo que aplicar políticas de censura. No importa. Hagamos el amor, pero solo tú y yo, nos dijo Kathy.
La sensación libidinosa que pudo haber causado su primer single incitó a los responsables del mercadeo del disco a seguir montados en esta montaña rusa de provocación, y de la imagen de un cuerpo esbelto femenino pasamos a la descarada imagen de un trasero duro camuflado en unos jeans masculinos. El video de "Faith" -de nuevo de Andy Morahan- engrandece el prototipo de sex symbol a un George agarrado a una guitarra sobre un fondo blanco, acompañado de una rockola y de su look vistoso que destrozaría la antigua apariencia de los afiches de Wham! y desataría la euforia de las chicas que tanto hubieran querido gritarle 'I want your sex' en esa época. Aquel órgano con tono eclesiástico que inicia la canción es apenas una cortina de humo a la descarga efectiva de los riffs rockabilly de la guitarra, la pandereta compañera y la frescura juvenil en los fraseos de Michael. Este segundo single fue el más vendido del año y ocupó la cúpula de listados sin mayor problema. Sin embargo, esta jovialidad musical compite con el triste entramado de la letra donde comienza a verse un atormentado pasado sentimental de George, quien pide fé y convicción para dejar a la chica que le hace daño y buscar un refugio amoroso más inofensivo. A lo largo del disco se vería ese desencanto lírico, con tendencia al rechazo.
Después de tanto desparpajo en las notas musicales, llega la sobriedad y un toque adulto contemporáneo. El tercer sencillo tenía las mismas intenciones de pop vivaracho, pero accidentalmente dejó la percusión sin grabar en estudio y se convirtió en un discurso íntimo y sensual, nocturno y elegante, "Father Figure" como primer ejemplo de que George sí podía hacer un producto de alta calidad sin desprenderse del éxito. El mismo éxito de su anterior single, una vez más en el tope de los playlists en USA, pero esta vez relegado al puesto 11 en Inglaterra. Y con la ayuda de un videoclip ganador en los MTV Awards -Andy Morahan de nuevo a la carga-siguió seduciendo a su público entre cámaras lentas, blanco y negro refinado, mucho fashion al lente y la guapa Tania Coleridge incitando a ver la historia completa de un romance urbano y clandestino entre un taxista y una modelo, en un galanteo constante donde se ofrecen los servicios de George como el príncipe azul, la figura paterna, el hombre de su vida e insiste en un futuro compartido: 'Sometimes I think that you'll never understand me but something tells me together we'd be happy'. Una verdadera joyita de pop íntimo bien fabricado.
Bastó la aceptación de la propuesta adulta de "Father Figure" para arriesgarse a lanzar un sencillo aún más desgarrado de corte soul."One More try" son cinco minutos de un lamento atrapado por la desazón y un profundo dolor. Un órgano cargado de solemnidad despechada se mueve junto a una batería con profunda cadencia blues, y George hace gala de sus mejores vocales soul, realzando el tema de la decepción amorosa, cantándole al desencanto, desahogándose en la miseria de un nuevo desengaño amoroso. Esta pieza melancólica hizo lagrimear a muchas chicas americanas y la llevaron a la cumbre de los charts, pero en Reino Unido no funcionó tanto y llegó apenas a la octava casilla. Mucha fama y dinero, pero la constante referencia sobre el fracaso en las relaciones ( "Faith", "One more try", "Hard day", "Kissing a fool") hace pensar en un George guapo pero poco efectivo ante los noviazgos. ¿Tendrá alguna relación con su actual condición homosexual?
El disco prácticamente se resume en esa búsqueda estable de pareja, en esas ganas por dejar atrás la frustración de un amor no correspondido, en esa espera por el afecto que aún no llega. Tal como aparece en "Hard Day" donde los ruegos se mantienen vigentes y la esperanza por una pareja que le apoye está viva, una canción que solamente fue lanzada en EEUU y tuvo relativo éxito en los charts de Dance. Con los vocales de Shirley Lewis de respaldo, la canción se remite un poco más a los tonos funky de "I want your sex" y un tratamiento de teclado y bajo muy sugerente. El mismo tratamiento musical enérgico y atractivo de su siguiente single, "Monkey", un bailable power pop en tono de reclamo, esta vez su rival amoroso no es el desengaño sino la droga, una interesante rivalidad entre el amor y el vicio que se pone de manifiesto con el famoso 'monkey' del título 'Do you love your monkey or do you love me?' Otro gran hit en América pero sin mayores resultados en Gran Bretaña (casilla 15), donde Michael renueva su espíritu travieso con un sombrero campesino y tirantes en el video, haciendo gala de su sex-appeal y levantando muchos pies visitantes a la pista de baile.
Fotogenia y habilidad pop de la mano. |
La muestra más exquisita del disco es el sexto y último single promocional "Kissing a Fool", un delicioso jazz de suave cadencia con un piano consentido y una excelsa interpretación vocal de Michael, que sabe contrastar con la tonada taciturna que una vez más, refleja su fetiche por el desamor, 'Covered me with kisses and ties/So goodbye/But please don't take my heart'. Esta plañidera de caracter majestuoso en la ejecución musical no logró hacer la seguidilla de Número Uno -posición 5 enUSA, 18 en Reino Unido-, pero al igual que "Hand to Mouth" fue un esbozo del futuro profesional de George y sirvió como transición para las canciones que elaboraría dos años después en su disco de opiniones divididas Listen Without Prejudice, donde desviaría totalmente la imagen de ídolo adolescente.
Dos temas más cierran el trabajo pero cumplen un papel de aderezo poco necesario. La remezcla del afamado DJ Shep Pettibone de "Hard day" es una versión extendida repleta de sintetizadores y texturas bailables que no aportan mucho al disco, mientras "A last Request (I want your Sex Pt. 3)", aunque muy glamoroso y bien ejecutado, no cumple un papel relevante en el desarrollo del álbum, pues con la petición de las primeras partes que fue publicada como single basta y sobra. Pero no sobra dar un paseo auditivo por este conjunto de canciones que fueron componente esencial del cierre de una década donde el pop tomó la fuerza vital y la inserción de nuevas formas para enriquecerse, un ejemplo claro de música exitosa consistente, accesible pero de buena confección, y con un talento masculino formidable que logró decirle al mundo que la música popular, hecha con buena Fé, vale la pena escucharla.
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