26 may 2010

LAS ALTERNATIVAS DE ALICIA

¡Cuidate del Galimatazo, hijo mío!
¡Guárdate de los dientes que trituran
Y de las zarpas que desgarran!
¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y
que no te agarre el frumioso Zamarrajo!
Este es un fragmento del famoso poema de Lewis Carroll titulado Jabberwocky, de lenguaje intrincado, sin sentido, pero con toda la inspiración épica de cualquier cuento sin cabeza cuerda. Y esa es precisamente la magia que ofrece el recurso literario de Charles Lutwidge Dogdson, nombre de pila de Carroll, quien utiliza la locura y la imaginación sin límites para dar vida a sus personajes complejos y a sus locaciones fantásticas.

Una Alicia atormentada por los naipes, visión de Lewis Carroll en su libro

A partir de la conexión de dos publicaciones, Alicia en el País de las Maravillas (1865) y A Través del Espejo (1871) que incluía el poema Jabberwocky, Lewis Carroll creó un imaginario de animales parlantes, reinas de Corazones malvadas y monstruos pseudomitológicos que vivían entre los sueños de una niña que sabía que aún no existía la televisión y que debía recurrir a la creatividad para magnificar sus paseos en el río Tamesis en Inglaterra. Tal tramo de neuronas desparramadas en imaginación han sido objeto de inspiración de múltiples artistas, directores de cine y músicos para comprobar a través de otras expresiones que el País de las Maravillas podía ser real mientras se reflejara en sus obras.

Y si hablamos de cine no alcanzamos a hacer mención absoluta de sus versiones, es un verdadero itinerario cinematográfico con distintos ojos: Obviamente una de las más nombradas es la siempre candy versión animada de Disney en 1951 de Clyde Geronimi y Wilfred Jackson, está uno de los primeros cortos experimentales en el cine con Cecil Hepworth y Percy Stow en 1903, la setentera interpretación de la mano de Dudley Moore y Peter Sellers en 1972, o la voz felina de Whoopi Goldberg y el paso de Pete Postlewhaite en 1999 en el filme de Nick Willing. Son referencias mil que pueden confundir tanto como los mismos poemas sin sentido de Carroll. Pero esta vez, el centro de atención va a ir a dos versiones personales y alternativas de esta muchachita de inquieto cerebro.

El ratón naufraga en la 'isla capilar' de Alice

La primera es ese surrealista recorrido que recrea en 1988 el genio checo Jan Svankmajer con su visión personal de la rubia en Neco Z Alenky (conocida como Alice en Occidente), con el recurso del stop motion como bandera y con un imaginario de corte creepy, revoltijo de fósiles y muñecos un tanto macabros, pero siempre con el corte travieso y divertido que impone Svankmajer en sus filmes y cortos.

La historia se mantiene fiel en su estructura básica, con personajes insignes como el conejo apurado, la reina corta cabezas y el sombrerero y la liebre en la fiesta del té. Al ser tratado en animación cuadro a cuadro los movimientos de los personajes se hacen un tanto inquietantes, además de contar con diálogos mínimos, pues la intención primaria es desarrollar la acción sin tanto discurso. Alicia es una niña que apenas musita unos siete u ocho parlamentos durante todo el filme, (Kristyna Kohoutova es la intérprete), pero su mirada curiosa y su voluntad de inocente convencen al espectador de que ella es sencillamente un instrumento de imaginación mientras los desequilibrados sujetos del filme se encargan de darle fuerza a la locación y a la acción.

Una muñeca diminuta y una llave gigante


Un diseño sonoro totalmente construido a partir de la postproducción, entre sonidos de llaves, mares de lágrimas, pocillos rotos y voces claves en algunos individuos como el "Voy tarde" del Conejo Blanco o "Córtenle la cabeza" de la Reina de Corazones. El sonido ambiente original se esfuma en el montaje y todo se convierte en efectos sonoros. Además de una construcción narrativa bastante particular en la que interviene una boca en plano cerrado afirmando o recalcando cualquier parlamento, como por ejemplo el personaje en acción, "¡Mary Ann, trae mis guantes de inmediato!" y la boca aparece, "Dijo el Conejo Blanco". Esta boca de verbo redundante va a servir de narradora 'innecesaria' durante toda la película.



Además del interesante juego de tamaños donde la gigante Alicia debe desplazarse en casas a escala y torcer su columna en incómodas locaciones adaptadas al estilo Gondry para que parezca inalcanzable en tamaño, o la diminuta Alicia que se convierte en una muñequita tranquilamente diseñada en la casi extinta Fábrica Nacional de Muñecos para poder pasar portezuelas o nadar en su propio mar de lágrimas. Aquí se confirma que las maravillas no requieren tamaño para producir estupefacción.

La liebre de Svankmajer, aderezando el reloj


Y su bestiario es un conjunto completo de esqueletos, fósiles de animales inexistentes, anfibios vestidos de frac y rostros macabros que rinden pleitesía a la reina y son perfectos para ser ornamentos del propósito siniestramente divertido que se trae Svankmajer en su película. El aserrín es la sangre nada noble de los integrantes del país de las maravillas, y eso resalta en un conejo que tiene abiertas sus entrañas y debe recurrir a ganchos para que no salgan sus intestinos materializados en madera triturada. Una macabra fábula disfrazada de cuento infantil que se cuela entre las mentes retorcidas de los adultos. Aquí viene la pregunta de si Alicia (el libro) no es sino un manifiesto psicotrópico que llegó por accidente a los niños cuando debía dirigirse al camino de los convulsionados ya crecidos.


Una Alicia Victoriana en un mundo que no es suyo. O si?


La segunda historia es la más reciente (y muy famosa) versión de Tim Burton, que termina siendo una visión alternativa del asunto Wonderland. Comenzando por el repertorio de orden gótico de don Burton, quien es encantado mostrando árboles marchitos, seres de características únicas en el mundo y parajes a los que no se llega ni en cohete, en un filme 2010 que combina elementos de los dos libros de Carroll, en fusión de historias y con la inclusión de personajes como la Reina Blanca, los gemelos tweedledum y tweedledee, y el impresionante bandersnatch.

Aquí Burton se desparrama en lucimientos visuales mezclando imágenes reales con los beneficios del 3D y el mundo digital, grabando en un estudio vomitivo por culpa de un verde intenso necesario para la manipulación en computador, y con el apoyo de caras conocidas del espectáculo como el siempre ingenioso Johnny Depp (El Sombrerero Loco), la fiel Helena Bonham Carter (Reina de Corazones), la joven Anne Hathaway (Reina Blanca), y la incursión de la australiana Mia Wasikowska como Alicia. Todos ellos trabajando sus neuronas más imaginativas para poder crear aquel país irreal y hacer su mejor esfuerzo por convencer al público.

La Reina de Corazones no sufrió de gripa porcina. Tiene los cerdos a sus pies.


El argumento se adelanta en el tiempo y propone una Alicia de 19 años que regresa a Wonderland después de muchos años y se reencuentra con sus viejos amigos y enemigos, esta vez con la misión de derrotar al monstruo Jabberwocky que aterroriza la población y permite el gobierno tiránico de la cabezona Reina de Corazones , para así devolver el trono a la justa e inofensiva Reina Blanca. Con el rescate de antiguas locaciones, frases y secuencias del primer libro pero con el objetivo del segundo, se desarrolla esta sarta de sucesos repletos de ilusión, personajes parlanchines, juegos del bien y del mal y lugares poco comunes en la geografía de nuestras mentes.

Y porqué es una versión alternativa? Pues a pesar de mantener un libreto que mantiene la propuesta inicial de Lewis Carroll y no pierde la esencia del libro, el traslado a una Alicia de 19 años que se desenvuelve en la época victoriana de Inglaterra es la muestra de un inconformismo a vivir con los estándares de su sociedad y con el peso de una juventud vivida por obligación, lo que la lleva a la búsqueda de un escape a través de un mundo paralelo. Se alcanza a identificar el mundo real y la vida de Alicia en éste, su nexo con su padre, su rechazo al matrimonio y sus propósitos para el futuro. Aquí el país Maravilloso sirve como método de reflexión y lección para afrontar su propia realidad con el coraje con el que logra enfrentar al Jabberwocky. La cosa no pinta tan de cuento infantil, esta es una mirada a la llegada de la madurez.

Uno real, el otro digital. El Sombrerero y El Gato.


Entretanto en Wonderland se recalca la locura como un valor, ningún personaje cuenta con la cordura como cómplice, todos son producto del escape de la rutina agobiante, todos sufren y gozan en medio del delirio de las flores hablantes, de los castillos gigantes y de los campos de batalla reforzados en losa de ajedrez. Hasta la misma oruga que tan sabia parece, se refunde en su narguila alucinante esperando a convertirse en libre mariposa. Y la prueba fehaciente de locura la tiene el Sombrerero, de quien se afirma que por trabajar con exceso de mercurio distorsionaba sus ideas y las convertía en pura enajenación pintoresca, cosa que también parecía suceder con los sombrereros reales de la época.

Y los elementos que conciernen a ornamentar el filme son impecables: Un vestuario victoriano intachable, una Reina de Corazones con un atuendo tan malvado como ella misma, un Sombrerero tan loco en su atavío como él mismo, y unos fondos digitalizados muy familiares a las tonalidades Burtonianas, con sus mustias ramas de árboles escondidos, parajes de tinte oscuro y fantasioso y personajes de forma definida y origen indefinido. Soldados con marcados rasgos de juegos de mesa y engendros gigantescos con matices mitológicos dan cierto aire medieval al asunto y nos llevan a una época tan antigua como fabulosa, donde el recurso de lo inimaginable era válido hasta para los incrédulos.


Lo cierto es que en las dos versiones alternativas (y en muchas otras no reseñadas aquí sobre Alicia) el factor común es la falta de cordura y la cabida al albedrío de lo retorcido mediante recursos visuales muy válidos -stop motion por un lado, animación 3D y chromas por el otro-, y personajes que contribuyen a hacer de este trastorno colorido una verdadera travesía por la magia que nos puede alienar de forma amable para olvidarnos del tiempo y del espacio real. Esas preocupaciones hay que dejárselas al Conejo Blanco, que no puede dejar de mirar su reloj.







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