21 dic 2009
PEARL JAM - VITALOGY
El fenómeno que marcó la década del 90 a nivel musical sin duda y reafirmado por muchos envueltos en este medio fue el estrepitoso paso del grunge durante su primer lustro, un catálogo que Nirvana odió, una reacción en cadena que salió de Seattle para el mundo, una posibilidad de dejar el cuidadoso manejo de una tarima a través de luces, vestuarios y cabelleras para simplemente cambiarlo por la expulsión de su rabia con una línea básica de instrumentos y amplificadores listos para el riesgo, sin atavíos, apadrinados por algunas viejas costumbres punk y buscando berrear inconformidades individuales sin demasiado misticismo, pero sí con un peso existencial que fue abrigo de desahogo para algunos líderes de bandas de este inesperado movimiento.
Tres bandas fueron el estandarte usado por el mass media para identificar esta oleada de nuevos rebeldes, Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam. Esta última, la única sobreviviente de la época, que aún se mide fuerzas con el mundo de las disqueras y que mantiene su sonido esencial sin pasar como juguete musical de antaño, alcanzó a plasmar entre los discos más importantes de los noventas sus tres primeras producciones, Ten, Vs, y por último, su poco entendido en la época Vitalogy, que fue el cierre de su primer período como representante del sonido de Seattle.
La fuerza súbita de una cobertura en el mainstream sin precedentes, estadios llenos, camisetas por doquier en closets adolescentes, canciones repetidas cada quince minutos en las emisoras, y una superficial euforia por seguir lo que los medios imponían, creó el aire de hastío y aversión por el mundo de parte de Pearl Jam, que había probado las mieles de la gloria con tantos seguidores, discos platino y entrevistas halagadoras, y para finales de 1994 querían recuperar su ser esencial, artesanos sin nombre que desfilaran por las calles con todo el derecho a estornudar sin levantar comentario alguno. Esta presión de la fama llamó a la salida de un disco dedicado a denigrar de la celebridad, a despojarse del consumismo y a invocar el valor del individuo libre y sin imposiciones, camuflado bajo una vieja carpeta de apuntes médicos de los primeros años del siglo pasado llamada Vitalogy.
En el garage del vocalista Eddie Vedder seguramente se podrán encontrar algunas camisas de leñador, una que otra tabla de surf y algún balón de basketball, pero lo que sirvió como inspiración gráfica para la cubierta de su tercer trabajo fue un compendio de notas guardado en una cartilla que a forma de ensayo generaba discusiones sobre la salud y el bienestar, con dibujos anatómicos y un lenguaje médico que proponía mejoras y lozanía perdurable. Lo curioso del asunto es que la propuesta escrita contrastaba con los colores lúgubres de la carátula del disco y el aire de muerte que se respiraba en algunas líricas, donde se opacaba el bienestar y se generaba un constante malestar individual, consecuencia del asedio de los medios, las disputas internas, la muerte de Kurt Cobain (así Pearl Jam se haga de la vista gorda) y sus líos legales con Ticketmaster, la distribuidora de entradas a conciertos.
Y los aires sombríos con tendencia suicida abren el Vitalogy, en un primer track que sostiene la propuesta grunge del grupo, "Last Exit" es el llamado al último recurso de abandonar el peso de la vida para abrazar la levedad del otro lado, es la carrera al suicidio inminente, y mucha gente cuestionó la lírica como una referencia al acontecimiento Cobain, pero Eddie Vedder siempre lo desmintió, pues dijo que varias de las composiciones ya estaban escritas antes del famoso deceso. De todos modos, esta letra trae un peso de cansancio del mundo y en algún instante busca redención: 'Let the Ocean dissolve way my past', mientras en ordenada distorsión juegan las guitarras con el despertador severo de la batería que marca el paso y comprueba que su música no es solo bullicio, hay una estructura en medio de la hecatombe.
Las nostalgias impresas en vinilo siempre van a emocionar más a la tropa Pearl Jam, que mejor prueba que el publicar en tiraje de surcos empastados las primeras copias del Vitalogy en noviembre de 1994 con muy buenas ventas cuando se estaba descontinuando este formato -35.000 copias-. La primera semana de diciembre fue la fecha para lanzamiento en CD, y se lograron ventas de 877.000 copias en ese lapso, evidencia fehaciente de un éxito brutal sin importar formato, sin importar escándalos legales, sin importar el repudio de la banda por la fama. El mejor ejemplo en single de aquella popularidad fue "Spin the Black Circle" (N 2 en Inglaterra, N 10 en Billboard USA), esa furiosa marcha con todos los ingredientes grunge para romper parlantes, (aunque con un parecido 'coincidencial' al "Beyond the threshold" de Hüsker Dü) unas guitarras que quieren reventar tímpanos sensibles, batería que se desdobla en traqueteos punks y el indomable berrido de las cuerdas vocales de Vedder que no se ahorra formalismos y revela su amor por las agujas, pero las de la tornamesa, pues se inició una pequeña controversia sobre el tema de la canción en el que se quería desviar la atención de los vinilos y enfocarlo en la heroína, cosa que nunca se pudo comprobar y que el cantante objetó con el testimonio de su gusto por los surcos y el crispeante sonido de los vinilos. Esta canción se ganó el Grammy a mejor interpretación Hard Rock en 1996 -una prueba más de éxito- a lo que Eddie Vedder responde 'No sé que signifique esto. No creo que signifique algo en especial'.
La constante pelea con los medios los tuvo alejados de entrevistas, ruedas de prensa y lanzamientos de videoclips durante seis años -1992-1998- en una lucha por la independencia y esa hostigante carrera por sus libertades individuales, pero siempre bajo la inevitable distribución de su producto a través del sello Epic. Al verse enclaustrados en la jaula del renombre, buscaron una composición que pudiera salvar a su público de alguna forma del ahogo consumista. El argumento fue "Not for you", segundo lanzamiento del disco en marzo del 95, que le hablaba a la juventud sobre no dejarse comprar, sobre no enceguecerse con el aviso de neón que invita a la absorción del negocio, a romper con negación el poder del mass-media, en un elaborado rock and roll digno de exponer en cualquier concierto con pausas atinadas, bajo consistente y fortaleza moderada en el panorama agreste de la desolación afamada. El guitarrista Mike Mc Cready se lo tomó aún más en serio cuando su Rickenbacker de 12 cuerdas fue un regalo de Navidad de parte del respetable Tom Petty, y los primeros acordes que salieron de ésta fue aquel panfleto grunge que, hoy día, ya es clásico indiscutible en la discografía de los Pearl Jam.
La nómina de la banda casi siempre ha sido sólida, excepto por la continua feria de bateristas que han desfilado por sus redoblantes: El vocal líder como siempre es Eddie Vedder, y quienes colideran esta propuesta son el guitarrista Stone Gossard y el bajista Jeff Ament, que tenían historial musical desde los 80s (Green River, Mother Love Bone); el complemento en el ensamble lo tienen Mike Mc Cready en soporte en slide guitar y otras cuerdas, y Dave Abbruzzese en tambores, el elegido para esta sesión, pues poco tiempo después sería sustituído por Jack Irons. A partir del cuarto track del Vitalogy logran separar esa relación directa con los dos álbumes antecesores, pues "Tremor Christ" es un complejo manifiesto existencialista que es difícil de desentrañar a nivel lírico pues se introduce en metáforas marineras y en dilemas entre ángeles y demonios (al mejor estilo de las disertaciones de Soda Stéreo), entretanto la canción es un amasijo de riffs que rescatan aires de psicodelia en una especie de lenta paranoia y Eddie va cantando como hereje con ecos un tema que se revuelve entre la divinidad y la alienación, primera señal de la inclinación experimental de este trabajo, y que muchos de sus fans no entendieron a primera instancia. Hoy día, es imprescindible dentro de la trilogía primaria de los muchachos de Seattle.
Desde fines de 1993 el grupo comenzó a trabajar en las nuevas canciones para el Vitalogy, mientras finalizaban el Vs. Tour. Las dos primeras que fueron aprobadas y quedaron listas para el horno fueron "Tremor Christ" y "Nothingman", grabadas en New Orleans. Se nota bastante la diferencia de los dos tracks con los demás del disco, pues "Nothingman" es un folk reminiscente cargado de sinsabor sentimental, una creación muy nostálgica de la mano de Jeff Ament que podría pasarse en cualquier radio adulta contemporánea, mientras Vedder se desgarra despacio con dulzura triste hablando sobre las secuelas de lo inevitable, las rupturas y los dolores de corazón que dan pesadumbre a la cabeza: 'And he who forgets...will be destined to remember'.
Las labores de producción fueron encomendadas de nuevo a Brendan O' Brien, hombre de Georgia que ya había metido mano en el Vs, y tuvo chance de trabajar junto a Bob Dylan y reforzó la dosis alternativa de Stone Temple Pilots. Sus arreglos e intervenciones con el órgano Hammond fueron providenciales en varios pasajes del LP. También le pudo dar el equilibrio entre lo nostálgico, lo experimental y lo salvaje, el último disco del quinteto con viva voz grunge en medio de su eclecticismo. Y una de las piezas más fuertes es "Whipping", un fiel exponente noventero de la furia primigenia Pearl Jam con guitarras sucias en un sonido digno de cabeceo, rock and roll sólido con inyección de vigor en todo su recorrido, que toca un asunto de debate como es el aborto y la posición firme del grupo en contra de este 'asesinato' como lo llaman ellos: 'Don't need a helmet, got a hard, hard head. Don't need a bandage, there's too much...blood'.
Los intervalos de corte experimental son una constante en la segunda parte del disco, algo inusual en bandas de corte grunge, pues acostumbrado el público al rechinante descaro de Nirvana, a los sincopados y elaborados ataques de ira de Soundgarden o al lúgubre berrido de los Alice in Chains. Aquí Pearl Jam se toma licencia para hacer experimentos, y le funcionan como aires entre canciones, el primero es "Pry To", un minuto en el que de nuevo hay queja contra la fama con el verso repetitivo 'Privacy is priceless to me', mientras la rima al revés dice 'Oh Pete Townsend how you saved my life'; el segundo es "Bugs", un acordeón de feria embriagado en la melodía de Eddie Vedder que habla de los bichos -no hay que ser un genio para saber de qué bichos se tratan- que lo invaden por todo lado y no le dejan vivir en paz 'Do I kill them' Become their friend?'; el tercero es un instrumental, una especie de mantra importado de los krishnas adaptado a la afinación de las guitarras de Mc Cready y Gossard, "Aye Davanita", trip con panderetas y repetición que puede ser un viaje hasta lo más profundo de lo inexplicable. Platos sonoros con los que Pearl Jam pretende rasgar esa vestidura de catálogo grunge por el que son conocidos.
La cantidad de conciertos para este combo de Seattle bajó ostensiblemente entre 1994 y 1997, cuando se desató la polémica lid con el emporio de Ticketmaster , quienes, al no permitir a Pearl Jam la solicitud de bajar los precios de entrada en algunas paradas de la gira, tuvieron que recurrir a los libros de derecho y presionar al grupo a cancelar su tour en 1994. A partir de este punto, a Vedder y sus hombres les tocó trabajar en la difusión de sus conciertos por su cuenta, por lo que el margen de presentaciones se redujo de forma dramática. Sus temas en vivo eran los pulmones que mantenían a la banda tan presente entre sus fans, y este golpe adujo una posible caída en ventas. Lo que no fue así, pues sus seguidores se mantuvieron al pie del cañón, coreando y brincando sus melodías sin ningún tipo de restricción. Uno de los temas más coreados en vivo es "Corduroy", ya un clásico en sus shows que con una propuesta muy americana de rock and roll sin mucha pretensión cautiva al público en una letra sin coros repetidos que de nuevo ataca al capitalismo salvaje y consolida su odio por el consumismo: 'I would rather starve than eat your bread' o 'Everything has chains, absolutely nothing's changed'. Como cosa curiosa en producción -crédito para el señor Brendan O' Brien- existe un fade out larguísimo que da cierre al tema mientras las guitarras se van desahogando tristes en un clamor que se desvanece lentamente.
Los cambios de baterista son una constante en la historia del conjunto, una pasarela de nombres se sienta ante los bombos, hay que recordar nombres como Dave Krusen, Matt Chamberlain, Jack Irons, Matt Cameron (el actual), o Dave Abbruzzese (el de Vitalogy). Como cosa curiosa, en la grabación en los estudios Bad Animal de Seattle, un día Abbruzzese sufrió una molestia en las amígdalas por lo que no asistió a ensayo esa fecha. Eddie Vedder y Stone Gossard estaban trabajando en composición y pidieron el favor a Jimmy Shoaf, asistente técnico de Dave, que consiguiera una caja de ritmos. La configuraron y de nuevo pidieron a Shoaf que tocara en la batería el mismo ritmo que habían escuchado en la caja. Sin esperarlo, este asistente sin renombre salió en los créditos de la canción "Satan's bed", que se imprimió en grabación final con la ayuda impensada de sus pies, un rock and roll básico con las contaminadas cuerdas típicas que rechinan durante el tema y que sirve para comprobar que dormir en la cama del diablo es un mal negocio y que la ya repulsiva fama no les puede dar el chance de amar como seres comunes y silvestres, como lo que Eddie siempre quiso ser.
Edward Louis Severson III es el nombre de pila de Eddie Vedder, originario de Illinois con una infancia difícil y con dos grupos antecesores a Pearl Jam, Bad Radio y Temple of the Dog. Un hombre, que, a medida que pasa el tiempo, construye una imagen de activista político y deja de ser tan complejo y evasivo como en sus primeras épocas, donde la celebridad le estropeó el camino de una juventud sin reproches . Una de sus primeras composiciones fue "Better man"en tiempos de Bad Radio, donde toca el tema de las relaciones engañosas, y pone a ventilar un pasaje de su vida en el que se entera de que su padre no era en verdad su padre, y siente la cachetada del engaño (que alguna vez reflejó en su single "Alive"). Una juventud de choques emocionales que se desglosa en hermosa balada que inicia con un preludio de túnel oscuro y que pasa después a unos celestes acordes de guitarra en compañía de un Hammond casi eclesiástico, para ir más adelante a la dinámica de un rock pop que sin ser lanzado como single se pinchó, sonó y tronó en todas las emisoras del país del Tío Sam y llegó al Número Uno en listado de Mainstream Rock tracks. Esta accesible canción fue dedicada al padrastro de Vedder, que confirma sus rezagos dolorosos de vida con una declaración que dice '¿Qué tan duro podría ser el estar en una banda? Si vienes de un lugar que es REAL, es muy duro'.
El fantasma de Kurt Cobain invadió la escena de Seattle como gas tóxico y mandó a recoger todos los elementos dispersos en la oleada del grunge: Los productos, la música, los conciertos y las ideas recogidas dentro del género se fueron esfumando progresivamente y quedaron muy pocos que mantuvieran algo de esa sustancia tan apetecida en los primeros 90s (Stone Temple Pilots, Smashing Pumpkins), Layne Staley de Alice in Chains estaba montado en un imparable tren de jeringas, y Soundgarden vivía un apoteósico aplauso por su Superunknown, pero se veía inconforme ante la escena y su futuro no era claro. La muerte de Kurt suscitó toda clase de artículos, canciones, documentales y creó mella entre muchos de sus coterráneos. Involuntariamente, en Pearl Jam también marcó algo de secuelas, y casi que profetizando el hecho que partió la música americana en dos en los noventa, salió "Immortality", tercer single de este trabajo que habla sobre la excesiva presión de estar vivo, de la incomodidad con la propia respiración y el desarraigo por el seguir luchando, alguien muere solo para vivir. Composición creada antes de la muerte de Cobain y que es relacionada por todos los medios con este suceso, pero que Eddie siempre ha negado. Con todo y esto, aquellos rumores fueron beneficiosos para la posición de la canción en listas, colándose entre los 10 primeros en USA. Una composición de corte rural muy pausada con un elaborado corte de guitarras acústicas y eléctricas, y una cadencia paulatina que afligida nos muestra la trampa de la inmortalidad, donde no hay descanso para el alma.
El disco finaliza con otro chirrido experimental de siete minutos digno de cualquier parafraseo conceptual de Tool, en un ensamble de voces de recinto psiquiátrico con diálogos suicidas y desafinados acordes con tenebrosas intenciones, "Hey Foxymophandlemama, That's me" tan complejo y sórdido como su nombre, cerrando con puro sabor a lomotil o morfina o cualquier fármaco de hospital de colores gélidos, en la primera intervención como baterista de Jack Irons, pues Dave Abbruzzese se cansó de los líos legales y la postura anti-comercial de Pearl Jam para probar por otros lados, y de aquí en adelante las baquetas en manos de Irons durarían cuatro años con el grupo.
Un disco difícil de escuchar, extraño e intranquilo, con el legado punk clarísimo, con el sonido grunge latente, pero con ganas de experimentar cuando se le antoja. Historias que se tejen alrededor de la cadena opresiva creada por la sociedad de consumo y el mass-media, el desasosiego evidente de Eddie Vedder que quiere desprenderse de tanto compromiso con la imagen y el merchandising, repudiando portadas de Spin o Rolling Stone, e intentando sobrevivir al huracán que se propició a partir de la muerte del voz líder de Nirvana. Finalmente, unos guerreros que se encuentran en el camino, no para seguir siendo los estandartes del grunge, sino para expresar a través de su rabia melódica inteligentes pasajes de la historia musical de los noventas, e incluso del presente milenio.
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Te felicito.
ResponderEliminarTerrible apreciación sobre el mejor disco de Pearl Jam.
Gracias.
Gracias Pali por contemplarla...
ResponderEliminarEscribes también? O fan furibundo del combo de Vedder?