28 ene 2010
LA MATEMATICA ATREVIDA DE GONDRY
La transgresión tierna, el trucaje barato en euros pero elevadísimo en su valor artístico, las ideas revueltas en licuadoras que producen zumos de creatividad abrumadora, esa genialidad que chispea solamente en cerebros de única naturaleza, un Michel Gondry proveniente de Versalles con el mejor propósito del despropósito inicial y de una matemática perfecta final que ha regalado el mundo los más hermosos, surrealistas y enredados artificios visuales que terminan en historias con corazón, osadía, pero especialmente con la dosis de inocencia infinita que puede con todo y con todos, un niño gigante y terrible del audiovisual.
La inquietud viene desde los ochentas con sus propuestas animadas en los videos musicales de su agrupación Oui Oui, sentido del humor pronunciado, una agitada atracción por el stop motion y un candor mórbido son los ingredientes que se vislumbran y que se van a mantener a lo largo de su carrera. Esto, en combinación con sus primeros cortos, germinal netamente francés.
Luego, viene su relación duradera y experimental con cuanto videoclip se le atraviese y en los que cabe renombrar sus camiones gigantes y simios dentistas con Björk, sus coreografías de perfecto cálculo en tempo y encuadre con Daft Punk, sus juegos de tiempo entre reversas y forwards con Cibo Matto, sus manos gigantes y desequilibrios oníricos con Foo Fighters, el bullet time que patentó The Matrix pero que viene originalmente en Like a Rolling Stone de los mismos Stones, su juego de stop motion en un universo de lego con los White Stripes, y su matemática atrevida de beats que producen casas, postes y fábricas con los Chemical Brothers, en un innumerable repertorio de proposiciones que son deleite de ojos y ejemplo de ingenio para cualquier realizador.
Los cortos también son parte de su itinerante recorrido por el audiovisual, donde se recuerdan especialmente One Day (2001) - A quién se le puede ocurrir tener diálogos y convivir con su propio excremento?-, Pecan Pie (2003) con un Jim Carrey que se cree Elvis cantando encima de una cama rodante, el super hit en Youtube del enigma del cubo Rubik resuelto por la nariz del mismo Michel, y Tokyo! (2008), una historia compartida en experimento en conjunto con los directores Leos Carax y Bong-Joon Ho, y que proponen visiones de la ciudad a partir de tres relatos diferentes, y en el que Gondry se involucra en mundos tenebrosos por parte de una pareja que recorre la ciudad especialmente de noche, una inventiva que se forja con la influencia de propuestas como Paris Je t'aime (2006).
Y ni se diga la cantidad de comerciales: Jeans perfectos para cargar condones (Levis), los hermosos trazos marcados en el cielo con el avión de Air France, toda la descarga de cien películas de acción en un minuto con el reflejo del cristal de Smirnoff, el incesante vaivén para capturar el momento perfecto en el frenetismo de una ciudad que no deja de moverse (Polaroid), y las innumerables técnicas que usa como director audiovisual para condensarlo en códigos binarios y las comodidades que brinda la tecnología de Hewlett Packard. Agrega marcas de autos, bebidas hidratantes, ropa deportiva y muchos dólares para pagar campañas y allí estará de nuevo atacando el talento descomunal de Gondry.
En todos los campos que ha explorado el Asombro es el ingrediente a introducir en su esencia, y en los largometrajes no puede ser la excepción. Junto a otra luminaria de los guiones como es Charlie Kaufman emprendieron el camino de la creatividad cinematográfica juntos en el primer intento como equipo.Lamentablemente en Colombia no circuló en cartelera el primogénito en cine de su carrera, Human Nature (2001), una comedia que juega con la teoría de la evolución y que involucra un científico que juega con ratones de laboratorio para que aprendan a usar los cubiertos de mesa (Tim Robbins), una mujer con más pelo que Robin Williams y que decide vivir de modo silvestre (Patricia Arquette), un personaje con actuación no deprimente mas si de primate (Rhys Ifans), y un continuo debate hilarante entre la civilización y el salvajismo en el que a final de cuentas no se sabe con cual convenir en este mundo de desmesurada tecnología, normas impostadas, pero imponente instinto de genocidas que luchan por tierras que no les pertenecen y que sucumben al delirio del sexo desbocado sin razonamiento
de ninguna índole. Nunca sabremos si en verdad somos seres racionales...
Para el 2004 las cosas andaban más claras y se vieron beneficiosas entre Kaufman y Gondry cuando salió a la luz Eternal Sunshine of the Spotless Mind, una película que el gran público reconoce y que es aceptada tanto en medios intelectuales como en el mainstream. Nos vamos a un campo de tono sentimental, donde las memorias del ex-novio(a) son motivo para usar una máquina para borrar recuerdos y para enfrentar una nueva realidad sin dolores que van de la cabeza al corazón.
El trabajo en equipo tanto en dirección como en guión, son impecables. Un Jim Carrey no tan expresivo como en sus acostumbradas comedias nos sorprende con su inocente catálogo de no ser tan 'nice' y usar su histrionismo en el momento adecuado, en especial en las escenas de infancia y juventud; está Kate Winslet con un cabello que pasa por estaciones de colores y que muestra su cambio de ánimo constante (debe ser geminiana) y que le valió nominaciones múltiples a premios de Academias de distintos círculos; y los dos están envueltos en un cosmos de memorias que pueden ser parte de cualquier álbum de parejas en un perfecto antagonismo impulsiva-reservado, eufórica-melancólico, pero que cuenta con el juego cerebral de la máquina Lacuna que se encarga de no dejar rastro de recuerdo alguno. Aquí comienzan los viajes mentales henchidos de toques surrealistas que tanto le gustan a este director francés.
Y evidentemente los recursos visuales son geniales, el blur o desenfoque en muchas ocasiones interpreta perfectamente los recuerdos que se esfuman, las luces que acompañan a Joel en la librería y se van apagando a medida que él entra al apartamento de Rob, el manejo de la perspectiva en la cocina donde Clementine se ve gigante y Joel diminuto debajo de la mesa, las demoliciones digitales de personas, construcciones y ambientes, y los constantes cambios de locación, de interiores a la playa, al bosque, al apartamento e incluso a pasajes de oscuridad total donde el protagonista buscaba mantener el mínimo recuerdo de su amada. Además del recorte que con su terrible juego de temporalidad confunde la realidad con el recuerdo y al futuro sin memorias con el pasado cargado de ellas.
Escenas por recordar: El tierno desarrollo de una reconquista en el congelado río Charles, aquella calidez entre el hielo ahogado; el parcial escondite de Clem y Joel en el lavaplatos que les sirve de jacuzzi cerebral, el involuntario asesinato del pajarito en la infancia del protagonista y el rescate de Clementine ante las burlas de sus amiguitos, y obviamente los pasajes de la playa, inicio y final de una relación que el azar ha permitido una segunda oportunidad después de verlos despertar en la cama ante la arena, después de la destrucción de la casita a la orilla del mar, o después de su juguetona intención de gozar de amor frío en temporada de invierno con nieve de trópico, donde el primer recuerdo de la relación es el último en borrarse, pero donde queda la clave del futuro encuentro en Montauk.
Abelardo y Eloísa es la obra magna de Alexander Pope que da bautizo a la frase titular de la película: ¡Qué feliz es la suerte de la vestal sin tacha! Olvidarse del mundo, por el mundo olvidada. ¡Eterno resplandor de la mente inmaculada! Cada rezo aceptado, cada antojo vencido. Y entre las frases célebres que se citan en la película cabe anotar otra de Nietzche que dice 'Benditos son los olvidadizos: Les ganan la batalla hasta a sus errores'.
Básicamente la película nos llama a la inevitabilidad de la evocación, de pertenecer sin otro chance a un pasado que se logró construir con decisiones, de un desamor que alimentará futuros amores y de una temporalidad inexorable que nos recuerda nuestra condición de humanos que sienten, aman y se decepcionan, y por más amnesias preparadas o involuntarias que lleguen, la construcción de nuevas memorias son ineludibles. Así Joel diga que 'Todo se desmorona, te estoy borrando y soy feliz', se comprobará que no podemos dejar de ser amigos del pasado, así sea tortuoso, bien lo dicen los abuelos 'Todo tiempo pasado fue mejor'.
Los juegos surrealistas de Michel Gondry casi siempre han sido cómplices de sus atrevidas creaciones, y su segundo largo lo pone aún mas en evidencia con esta influencia. La Ciencia de los Sueños (2006) es un vaivén continuo entre la irrealidad onírica y los pies en tierra. A veces pareciera que Michel se levantara inmediatamente después de cada sueño y lo grabara en una recorder para acometer alguna nueva fechoría visual. Esta vez, él se tomó la osadía de escribir la historia y dejar descansar a su compañero de pilatunas Charlie Kaufman.
El reparto se concentra en la inocente imagen de un niño grande interpretado por Gael García, quien es Stepháne, artífice, amo y señor de la televisión fantasiosa de cartón que logra justificar de forma didáctica la ejecución de los sueños y algunos fenómenos cerebrales como el Azar Paralelo Sincronizado (dos personas sin planearlo se mueven para el mismo lugar), o el Movimiento Rápido del Ojo (R.E.M. en inglés) que determinan las fases profundas del sueño. Su compañera en elenco principal es la delgada pero fina cantautora Charlotte Gainsbourg, quien encarna a Stephaníe, amante de las maquetas y del imaginario, vecina de Stepháne que acolita muchas de sus ideas y termina naufragando en un mar de irrealidades creadas por él para darse cuenta que no puede amar a alguien en sueños y que lo espera en alguna de las esquinas de su propia realidad.
Aquí el protagonista principal es el estado del sueño, en el que los recuerdos del pasado, las ansiedades y las reconstrucciones de algunas frustraciones son un sancocho que es plato de deleite durante todo el film, con una confusa separación entre el mundo real y el onírico, donde Stepháne nos sumerge en galaxias de cartón y celofán, domina su empresa, se monta en su compañera de trabajo, despide a su propio jefe y evoca continuamente a Stephaníe.
Recursividad es la palabra en esta ocasión, pues se ven puestas en escena muy bonitas a partir de materiales de maquetas de bachillerato con cámaras de cartón y cubetas, cortinas de baño, pisos en vinilos, teleprompter de marcador y papel y nubes de algodón que recrean todo un universo paralelo que hace fuerza por obtener el amor de la vecina y que logra cumplir con todos los designios que dentro del alcance humano es tan difícil conseguir.
En general las mejores escenas son las de los sueños, con Stepháne y Stephaníe montados en los teleféricos de esquí en nieve de celofán, con las máquinas de escribir arácnidas que mascullan tratados y cartas estúpidas, con las máquinas de afeitar que se convierten en monstruos postmodernos y aceleran de forma exagerada el crecimiento del pelo, con jacuzzis empapelados de transparencia y una asistente de oficina libidinosa, vuelos de agua aérea y pájaros de lana, la desastrología inminente de edificios de cartón que van y vienen por el inminente sismo de alguna emoción de Stepháne, y el beso ansiado en campo nevado que se transmuta en una realidad de pies congelados en una nevera, hasta que finalmente la pareja de románticos soñadores cabalga en su pony dorado buscando en el mar el idilio eterno.
Un romanticismo ligado directamente a la idealización del ser amado a través de los pensamientos sueltos , con el entusiasmo de un niño que solo ansía un poco de afecto, con la franqueza inocente del morbo que viene sin provocarlo, con la idiotez que se refleja cuando no le puedes decir a una chica que le gustas, con el enamoramiento inicial marcado en sueños y el deseo profundo de que se vuelva palpable, todo a través de los dibujos, las maquetas y las visiones de un Stepháne que asegura que 'El azar es muy difícil de lograr'.
Igualmente la creatividad no deja de ser un elemento importante dentro del film, y aquí el deseo de Stepháne por ser inventor y su máquina de devolver un segundo y su telepático modo de adivinar las cartas lo hacen un espléndido creador de ideas pero un fracaso como un ser aterrizado, mientras Stephaníe, a pesar de su caracter romántico es mucho más centrada y segura, y en la mitad está la personalidad de Guy (Alain Chabat), compañero de trabajo que tiene continuos ataques de espontaneidad morbosa, quien es creativo en el campo sexual pero no le da pie ni a un sueño para hacer evocaciones, de hecho, en una de las escenas de la película se deshace de la cajita mágica que engendra sueños en NTSC: la tele.
El espíritu de inocencia romántica es entusiasta en el guión de Gondry, que puede pecar por hacer una especie de autobiografía disimulada que logra fabricar tanto ensueño en película, y que termina por hacer una elaboración fabulosa de amores encerrados en el infinito de mares de celofán y nubes de algodón.
Para el 2008 la aventura del director francés regresa con más comicidad en Be Kind Rewind (llamada en Colombia Originalmente Pirata y con poco bombo comercial), en un filme totalmente dedicado a desmentir los efectos especiales que pasan por el 3D y la parafernalia digital, y a jugar un poco con la nostalgia del formato VHS y el tratamiento de los filmes con la recursividad sin necesidad de solicitar grandes presupuestos ni matizar complejidades y distorsiones de guión al mejor estilo retorcido de su amigo Charlie Kaufman (aunque sería bueno que trabajaran juntos de nuevo), sino a partir de la sencillez y el ingenio.
El relato de una videotienda donde sus cintas son magnetizadas y para no caer en quiebra o quedar en evidencia Mike, su administrador a cargo (Mos Def) y su mejor amigo Jerry (Jack Black, tal vez el mejor fastidioso entre los actores) conciben grabar versiones 'alternativas' de las películas que por lo general rentan, con tan buen resultado que el negocio crece de forma imprevista y se convierte en un sitio que termina congregando toda la comunidad e incluso gente que viene de otros pueblos del estado.
Aquí vienen a jugar dos elementos muy importantes para el film: El primero es la nostalgia, encarnada en el dueño de la videotienda, Mr. Fletcher (Danny Glover), quien inventa el relato ficticio de vivir en la casa en la que nació el legendario músico Fats Waller, y que trabaja al estilo antiguo con VHS haciendo también honor a los administradores que saben lo que rentan y que aman el cine tanto como su vida misma. El segundo elemento es la creatividad a partir de un bajo presupuesto, donde Mike es el encargado de ponerle la chispa a la dirección de sus películas 'suecadas' con toda clase de trucos caseros que divinamente se pueden mostrar en ferias colegiales, o que pueden hacer parte de juegos de adolescentes con algo de talento.
Y tal como el estudio televisivo de sueños de Gael García, Michel Gondry ataca de nuevo con una puesta en escena impecable basada en baratos materiales: Una versión de Los Cazafantasmas con guirnaldas, trajes fabricados en papel aluminio, libros voladores que se sostienen de ganchos, trucos de cámara como girarla para dar impresiones de un King Kong escalando o de un Egon bajando la barra de cazafantasmas, puños y patadas recreados en audio con scratches de tornamesa, disfraces y fondos en telas coloridas para ambientar El Rey León, chatarra y artículos domésticos como parte del armamento de Robocop, maquetas de ciudades a escala que se incendian y otras que en plano cenital parece que crearan un vacío, combates de box con guantes en bolsas de basura, juegos de profundidad de campo, efectos de corte directo donde antes andaba el fantasma y ahora no, pizzas convertidas en raudales de sangre después de los disparos, el uso del nightshot para grabar escenas nocturnas y neveras convertidas en el HAL de 2001 Odisea en el espacio, son tan solo algunas de las argucias visuales premeditadas por este niño terrible de la puesta en escena que no necesitó de una historia demasiado brillante para deleitarnos con algo que muchos cristianos sueltos hubieran querido hacer, versiones propias de sus cintas favoritas.
La esperanza y la unión son los valores a seguir en esta labor titánica de crear más adelante la vida y obra del inspirador del filme, Fats Waller. Una simple tienda de videos forja una tarea que involucra una comunidad entera que a través de esfuerzos voluntarios, con sentido del humor y con toda la disposición logra finalizar su propia película, un ejemplo que muchos barrios del continente podrían seguir con otros quehaceres sin tanto aspaviento, sin tanto protocolo y especialmente sin cultivar aquella envidia consumista que nos tiene relegados a un apartamento sin vecinos y a carecer del sentido de la alianza limpia.
Una vez más, Michel Gondry nos regocija con el paso de la simplicidad a la genialidad.
Como proyectos para el año en curso parece ser que tiene próximo el lanzamiento de una versión en pantalla grande de El Avispón Verde, y para el año siguiente otro retorcido conato de confusiones poco cotidianas de dos científicos locos en Master of Space and Time, como a Michel más le gusta, confúndenos con humor y nos tendrás en tus manos...
Y pues qué mas se le puede pedir a un director de videos musicales, comerciales, cortos, largometrajes, documentales y hasta escritor de sus propias historias? Esta sobredosis de talento proviene de una matemática atrevida que rompe con la lógica de un metodismo premeditado y se lo deja a los números espontáneos, el cálculo impredecible que se convierte en clave de perfección, la ecuación inexacta del genio que la vuelve insuperable, el juego de disfunciones magníficas ideadas por un francés que nació para deslumbrar al mundo con un estilo visual inconfundible y con un legado que ya no cabe en el anaquel, la magia surreal y poderosa que transmite con la imagen este subversivo sin técnicas tradicionales, que le gusta jugar siempre con el equipo de la novedad, la osadía audiovisual que expele arte por todos sus flancos.
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