Se cayeron las convenciones del lenguaje elegante. Es sorprendente la fuerza subversiva, escatológica y altamente alucinante de los textos de aquel grande de la generación beat como William Burroughs, un especialista en parafrasear ficciones que incluyan linfogranulomas, vagamina, supositorios de opio y no convertirlos en un tratado médico ni en una conferencia de rehabilitación, sino una inmersión en ese preapocalíptico universo que ofrecen los efectos de las drogas, desde la más simple hasta la combinación más enrevesada que ni un experto farmaceuta podría imaginar. Es aquel banquete de sustancias que se trae en el menu el ya clásico escrito Naked Lunch.
Historias que fluyen de modo vertiginoso, verdaderos trips que se consumen entre anos parlantes y psicotrópicos poco escuchados antes, causando estragos en el trato del lenguaje y desafiando al establishment con un lenguaje abierto y sin prejuicios. En 1959 el sadismo, el asesinato, los viajes alucinógenos y el homosexualismo encuentran su liberación a través de este manifiesto de ficción que obviamente tendría un rechazo inicial y una calificación obscena por parte de la sociedad conservadora norteamericana, pero encontraría refugio en la contracultura y en los revolucionarios del arte que simpatizarían con ella y ayudarían a cimentar las bases de la generación beat liderada por el propio Burroughs, Jack Kerouac y Allen Ginsberg.
Este testimonio de máquina de escribir con papeles desordenados, ensangrentados y olorosos a alcohol y heroína -puro estilo de trabajo de don William, adicto de tiempo completo- serían rescatados treinta años después para sufrir una metamorfosis interesante a manera de homenaje en el filme homónimo de David Cronenberg, encargado de agregar el encanto grotesco de las recreaciones alucinógenas y de materializar parajes productores de naturalezas delirantes, alienaciones irreverentes y confecciones visuales que solo la transgresión escrita puede procrear. Anos hablantes listos para tomar palabra en la pantalla grande.
El libro y el film son prácticamente autobiográficos: Burroughs ve reflejados pasajes de su vida durante el transcurso de la cinta en la que el protagonista principal es el ingrediente que concibe ese universo paralelo repleto de fantasías, delirios de persecución y escritos magníficos, la sustancia innombrable -de hecho, en la película es un polvo insecticida- que lo lleva sin escalas desde el cielo hasta el infierno, desde el caviar hasta la más putrefacta comida del subsuelo. Cronenberg mantiene vivo el espíritu drogadicto sin mencionar jamás un nombre médico real, haciendo su propio diccionario farmacológico al mejor estilo del escrito de Burroughs, pero sin ser tan directo en el discurso como la obra literaria.
Básicamente la historia se traduce en un continuo recorrido por las alienaciones tóxicas de un William Lee que se vuelve escritor gracias a las sugerencias de la sustancia y la ansiedad del desahogo literario contando sus peripecias inconscientes. Un homicidio involuntario le obliga a exiliarse en un lugar lejano del Africa llamado Interzona -Tánger en la vida de Burroughs, Toronto en las locaciones de Cronenberg- y escribir en el exilio su obra, haciendo las veces de agente encubierto para una compañía, buscando revelar los secretos alucinantes del mercado de la Carne Negra, la droga más enganchadora, mientras su vida se ve acosada por insectos en forma de máquinas de escribir y las presiones de sus propios demonios camuflados en jeringas.
William Burroughs fue exterminador de insectos durante su juventud y lo consideró siempre su mejor profesión. Desde el inicio de la película se plantea la personificación de William Lee (Peter Weller) en un Burroughs listo para exterminar todo pensamiento racional. Su polvo mata insectos es el elixir de la alucinación, el destructor de la razón, el evocador de la locura. Allí reúne a sus grandes amigos (que en la vida real no son ni mas ni menos que Kerouac y Ginsberg) y sostienen conversaciones que difieren de la realidad cotidiana y ensalzan la enajenación con el trepidante modo de escribir. También está la que fue su segunda pareja, Joan Lee (Judy Davis) con quien tuvo el desafortunado incidente de matarla accidentalmente por culpa de su jueguito de Guillermo Tell y terminó en un balazo en la cabeza infectada de morfina de su compañera, un escenario autobiográfico que nunca fue parte del libro pero que sirvió para reforzar el perfil de Burroughs en el film. Y para justificar su exilio en México y Tánger en la vida real.
Una serie de personajes aderezan este almuerzo literario y cinematográfico. El Mugwump no era muy descrito en el texto, pero Cronenberg tuvo la malicia para convertirlo en un alien poco agradable y bastante viscoso, un informante clave en el caso Interzona. El Doctor Benway es el alma hipócrita y divertida que provoca el inicio de los fantásticos viajes de la Carne Negra y los menjurjes exóticos que tanto retuercen la cabeza del escritor. Las máquinas de escribir -especialmente la Clark Nova- son marionetas sin manipulación de computador, 16 personas hilando monstruos que revelan verdades ocultas e inventan historias intrigantes, una perfecta fusión entre el gusto de Cronenberg por los insectos (solo hay que remitirse a La Mosca de 1986) y la pasión de Burroughs por la escritura (en los cincuenta, obviamente la parada la mandaban aquellos aparatos de tecla manual). Tom y Joan Frost son la pareja de Paul y Jane Bowles en vida real , escritores exiliados residentes en Tánger quienes sostuvieron relaciones cercanas con Burroughs en su estadía en el Africa y lo ayudaron a sumergirse en los secretos de los mejores viajes mentales marroquíes. Y Joan Frost era la doppelganger de Joan Lee, una mujer anhelada en el cuerpo de otra que finalmente lo lleva lentamente a satisfacer sus necesidades libidinosas en cuerpos ajenos con más vello y menos busto.
La homosexualidad de Burroughs se hizo presente con su evolución profesional, pero curiosamente en la cinta no trata al protagonista como tal -mas bien la visión es muy bisexual-, pero sí exhibe el espíritu lujurioso del que se rodeaba el escritor. El personaje de Kiki es la llave para entrar en la insinuación de falos y la ausencia de vaginas. El mismo Tom Frost se sugiere con conductas amaneradas pero nunca materializa actos concupiscentes. Pero el suizo Yves Cloquet (Julian Sands) es el artífice del pene impúdico que quiere engullirse a todos los hombres del mundo. La escena en la que William observa el espectáculo sexual bajo los efectos de la droga es realmente repulsiva y muy surrealista, es la Carne Negra dominando la mente, destrozándola lentamente, absorbiendo toda su circulación, sumergiéndola en un delirio sin salida.
Por el otro lado de los trips mentales están las conversaciones, las inseguridades y los idilios literarios del protagonista con la máquina de escribir, aquel agudo personaje fusionado con un escarabajo que tramita las ideas de William, que lo incita a entrometerse en los vericuetos de una compañía que nunca existió y que lo hunde en conjeturas sin fundamento que solo funcionan a la perfección bajo el influjo de algún ciempiés acuático que lo haga alucinar. Las escenas entomológicas son surreales y muy bien logradas, es fantástico el combate entre la Martinelli y la Clark Nova, los conflictos hablados entre el escritor y el instrumento de escritura -'Si te deshaces de mi, te atarás a la realidad'- y la aparición providencial del Mugwump transmutado en una fábrica de letras que compite con cualquier Clark Nova, derrochando materia gris espesa mientras estimula los sentidos de un William Burroughs que escribe su obra maestra sin enterarse de ello en estado consciente. Naked Lunch termina siendo una desconocida de la razón, una maravilla engendrada a partir del delirio de la que el protagonista nunca tuvo conocimiento mientras estuvo en sano juicio. Muy seguramente le pasaba lo mismo a Burroughs mientras se hacía esclavo de la jeringa y las teclas en simultánea.
Con el patrocinio liberador de la música de Ornette Coleman, aquellos metales hablan el mismo lenguaje de las letras descargadas en el papel. Free jazz que irrespeta a la crítica a través de la libertad absoluta, es la miel que endulza ese almuerzo audiovisual y se conjuga perfectamente con la propuesta creativa de los escritores beat. El director David Cronenberg apila las piezas, las empalma, toma el libro original y lo matiza con elementos que se acoplan perfectamente al relato, y una vez más lo salpica de ese gusto entomológico que recrea ese cosmos fantástico originado por Burroughs. La fusión de lenguajes da como resultado una propuesta desafiante -más liviana que el libro-, con una estructura en la que a veces la linealidad es traicionera, con una ambientación impecable en la década de los cincuenta, con una biografía brillante que se camufla en los excesos de una realidad inexistente, y con una propuesta audiovisual en la que es mejor tener el estómago desnudo para alimentarse del extravagante plato en que los bichos y las máquinas de escribir son los ingredientes principales.
29 abr 2011
13 abr 2011
THE SMITHS- THE SMITHS
La aparición de un virus tan inconveniente como el SIDA puso un pequeño freno a la exuberante y copiosa lluvia de liberados sexuales que declaraban sus miembros como electores autónomos de orientación sexual y de destino genital. El comienzo de los ochentas afrontaba con temor receloso aquellos requiebros de una plaga divina que llegó para aquietar las masas ansiosas de lujuria. Lo curioso del asunto es que desde Manchester asomaba un ser sombrío, célibe y melancólico que evocaba en sus textos la ambigüedad sexual con tal desparpajo y fatalismo sereno que logró reunir toda una pléyade de seguidores que se querían revolcar en aquella maravillosa miseria lírica. Era Morrisey.
En 1982 Steven Patrick Morrisey había desfilado en su vena auditiva un amor profundo por The New York Dolls, una alta estima por el glam pero con búsquedas musicales en el moribundo punk pasando infructuosamente por grupos como Slaughter & the Dogs o The Nosebleeds. Pero el chico de Manchester no encajaba en las posturas agresivas de pantalón roto y pesimismo social de guitarras desordenadas. Él apuntaba a conflictos internos, a interiorizar su visión de la vida y a dejar de maltratar por un rato los instrumentos y formular un método más melódico. Allí llegó a componer el ambiente Johnny Marr, un talentoso guitarrista discípulo de Billy Duffy (The Cult) y listo para entablar uno de los grandes dúos de la historia del rock.
The Smiths puede ser la denominación del apellido más común en un país como hablar de un Pérez o un González en español. Pero la propuesta de The Smiths no era tan convencional y no buscaban un veloz abrazo de la fama para hacer parte del artista radiofónico común. Mike Joyce se encargó de los tambores mientras Andy Rourke fue llamado por su amigo Marr para tomar el mando de las cuatro cuerdas después del breve paso de un tipo llamado Dale Hibbert. Cuatro desconocidos prestos para bautizarse en popularidad sin mayores pretensiones.
El sello que les dio el chance de grabar fue Rough Trade, que a la postre se convertiría en uno de los grandes impulsores del movimiento indie, y para febrero de 1984 tenían listo su debut en un álbum homónimo, representante digno de la música independiente en aquella época, con dos ingredientes bastante marcados: Un incisivo pero elegante tratamiento lírico de Morrisey que se convertiría en característica acentuada de sus discos, y una sofisticada forma de tocar la guitarra por parte de Johnny Marr, con la influencia especial de grupos sesenteros como The Byrds y su estilo jangle pop. Comenzaba la hora del indie.
El júbilo y la melancolía se hacen simultáneos con las tonadas de su primer sencillo "Hand in Glove", una cachetada indirecta a los valores tradicionales del thatcherismo. En este sencillo se sugiere con sutileza cierto retruécano sexual en líneas como 'it's not like any other love/this one is different because it's us' y 'then the people stare I really don't know and I really don't care', que podría pasar por una relación sentimental sin importar el género y la censura. La combinación en estudio de guitarras acústica y eléctrica logra dar relieve a la búsqueda de la definición del sonido indie junto a los jugueteos de la armónica. La voz de Morrisey no logró calar en listas del Reino Unido con esta pieza, como sí lo hizo la famosa cantante sin zapatos Sandie Shaw al prestar su voz para la misma canción y ubicarse en el puesto 27 de registros en Inglaterra. Esta inspiración de uña y mugre puede basarse en la amistosa relación de Morrisey y Marr o en la posición de permitir el libre albedrío de las parejas homosexuales, no hay nada comprobado. Lo cierto es que la influencia en la escritura del cantante proviene de un guionista inglés de los sesenta, Shelagh Delaney, quien también contaba con ese don defectuoso de la ambigüedad, como lo comprueba una de las rimas favoritas de Morrisey 'We may be hidden by rags but we have something they'll never have'.
La polémica no sólo quedaba abierta a través del asunto homosexual, había campo también para la pedofilia. La primera rima que aparece en el LP dice sencillamente 'It's time the tale was told of how you took a child and you made him old'. La culpable melancólica de cadencia marchita y tonos intimistas que expone este asunto moralmente escabroso es "Reel Around the Fountain", acusada por los períodicos locales de incitar a la pederastia, cosa que Smiths siempre han desmentido y de la cual muestran hechos como observadores mas no como promotores. Cosa parecida a su tema "The Hand that rocks the Cradle", una apología dudosa al incesto que clama por la protección incondicional camuflada bajo un pop dulce que serviría como canción de cuna, 'there never need to be longing in your eyes as long as the hand that rocks the cradle is mine'. Un arrullo peligroso.
La gran combinación del homoerotismo con la genialidad musical se vio reflejada en un verdadero clásico de la discografía Smiths, "This Charming Man" es un exquisito pop de ejecución finísima en los riffs de guitarra de Marr, bajo y batería juntos para definir las futuras propuestas del indie y las prolongaciones vocales de Morrisey que hacen tan andrógino pero fascinante su estilo en el canto. Fue lanzado para la época como segundo sencillo pero no obtuvo gran relevancia, pero el paso del tiempo y la apreciación de la crítica -y del público- convirtieron la pista en todo un referente de la música independiente durante los ochentas, y para 1992 durante su relanzamiento logró ocupar la casilla 8 en listas inglesas. Morrisey se encargaba de armar tramoyas cinematográficas simples pero de gran expectación a la hora de checar los textos, 'On a hillside desolate will nature make a man of me yet?' mientras un 'charming man' se encarga de darle resolución al asunto con un encuentro casual en aquella ladera. Encantadoramente incierto este paseo musical sin orientación sexual definida.
Las primeras sesiones de grabación del disco fueron responsabilidad del productor Troy Tate (The Teardrop Explodes) y el grupo consideró que su trabajo de producción era un verdadero fracaso. Tanto como en algunas canciones que aparecen en el LP donde se resalta la frustración como elemento de peso, "You've Got Everything Now" es una queja constante de renegado social entretanto Mike Joyce complementa con buenas bases de batería para las futuras generaciones indie. La frustración se sostiene también en "Miserable Lie", un latigazo musical que va creciendo con el paso de los minutos, Morrisey se desparrama en falsettos de soledad inminente y el rechazo a un amor engañoso, un ágil y equívoco lamento de chico reprimido que dice 'I need advice because nobody ever looks at me twice'. También hay tonos pop muy marcados, como en "I don't Owe you Anything", un dulce paseo de cuatro minutos que contrasta con el desamor y la falta de entrega en pareja expresada en letras, una de esas pistas perfeccionadas por la producción de John Porter, quien vino a reemplazar a Tate y a arreglar el resto de las canciones del LP para gusto de The Smiths.
Vegetariano. Melancólico. Literario. Angustiado. Miserable. Célibe. Los adjetivos que podrían describir a Steven Patrick Morrisey, el geniecillo retorcido detrás de la pluma, influido por figuras legendarias -y controvertidas- como Oscar Wilde o Jack Kerouac. Precisamente de algunos extractos de libros de este escritor americano como Los Vagabundos del Dharma surgen versos como 'I could have been wild and I could have been free but nature played this trick on me' de la canción "Pretty Girls make Graves", un particular punto de vista de un hombre que tiene grandes temores al mundo de la lujuria y a quien la exploración del sexo le es reacia. Estos dilemas que confunden su cuerpo y lo convierten en un existencialista se declaran también en otros versos de temas como "Still Ill", 'Does the body rule the mind or does the mind rule the body?'. La música acompaña estos melancólicos manifiestos con influencias de folk que la batería hace más ágil, con influencias del country que la guitarra hace más pop melódico, con influencias del rock psicodélico de los sesentas que el bajo hace menos ácido y más reflexivo.
Una interesante costumbre tenían los Smiths con las carátulas de sus LPs y sencillos. Fotogramas de filmes de los sesentas alusivos a temáticas de cuerpo, sexo y desolación conformaron parte de este primer tramo discográfico. La portada del disco era una foto del símbolo sexual underground Joe Dalessandro, uno de los íconos de las películas de Warhol, pero esta vez posando para el film de Paul Morrisey Flesh (1968). Y los singles también tenían sus respectivas fotos. El tercero del grupo, "What Difference does it Make?" contaba con un tipo que sostiene un vaso de leche en su mano (Terrence Stamp, que más adelante sería muy famoso por el General Zod en Superman) y hacía parte del film de William Wyler The Collector (1965), quien renegó por el uso de su rostro para esa carátula y por lo que en algunos tirajes fue Morrisey quien apareció en la portada. El cambio de personajes no incidió en la importancia del sencillo que llegó al N 12 en listados y se convirtió en uno de los sencillos más vendidos de la banda, un buen rock and roll bastante rítmico que se volvió cita obligada para programas como Top of the Pops y para muchos de sus conciertos entretanto Morrisey volvía a renegar en la lírica sobre la vida, sobre el sacrificio inútil, y obviamente sobre la sexualidad. El single que sí hizo la diferencia para Smiths fue el tercero.
La niñez de Morrisey fue marcada por enterarse de un episodio sangriento durante los sesenta, las masacres en los páramos de varios jóvenes en la pradera de Saddleworth, cosa que le impactó y llevó a leer el libro Beyond Belief: A Chronicle of Murder and its Detection de Emlyn Williams, un estudio exhaustivo sobre los crímenes de la pareja de Ian Brady y Myra Hindley en el páramo y en el que las víctimas comprendián entre los 10 y los 17 años. De allí salió la canción que cierra el álbum "Suffer Little Children", un triste clamor con nombres propios que evoca los terribles acontecimientos de Yorkshire y guarda con profunda solemnidad musical una recreación de la tragedia, 'Oh John, you'll never be a man and you'll never see your home again Oh Manchester so much to answer for'. Vaticinio de los próximos trabajos de The Smiths en los que la problemática social y la política serían tomados más en cuenta en las composiciones de Morrisey y Marr.
El álbum The Smiths fue convirtiéndose, al igual que el vino, en un trago cada vez más exquisito y valioso con el paso de los años. Una especie de reedición de este trabajo con algunas caras B fue publicada con el nombre de Hatful of Hollow, que recogía varias sesiones en estudio de la BBC de casi la totalidad de los temas de su primer LP -con muchas mejoras en el tema de arreglos y producción-, pero The Smiths se recuerda con más gratitud y valor gracias a que fue el primer registro sonoro y exponente de un rock independiente prolífico, musicalmente destacado y de lírica reflexiva y virtuosa, que dio a descubrir dos geniecillos de la música en un solo combo para el mundo y que jamás van a ser comunes por cargar con el apellido más común de Gran Bretaña, pues estos son los Smiths inolvidables no por su mote, sino por su tremenda calidad musical.
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