14 ago 2010
FUNKADELIC - MAGGOT BRAIN
Terminan los tumultuosos años sesenta agolpados en el colorido emborrachador de los hippies, en la expansión mental a través de los viajes ácidos propuestos por O' Leary y concentrados en una guerra repleta de la inmundicia que propone la sed de poder de USA sobre Vietnam. Comienzan los nuevos tiempos dentro de unos setentas que se traen la ansiedad por desprenderse de aquel vértigo que trajo la década anterior, pero que va a costar un par de años realizar. Entre los últimos zarpazos de genialidad post-psicodelia y de cierto espíritu hippie vivo en el aire junto a las nuevas búsquedas había una propuesta que tomaba forma en el vibrante y siempre atractivo sonsonete del funk, que empezaba a tomar fuerza para el primer lustro setentero. Por allí andaba Funkadelic.
George Clinton es un afroamericano amante de la experimentación con sabor, como si fuera una especie de Arzak cocinando su plato más exótico, y siempre bajo su mando y su tremendo line-up de a veces hasta 30 personas, se sale con la suya haciéndole la venia al funk pero incluyendo elementos del rock psicodélico y resquicios de soul y de gospel, y crea su propia sonoridad que denominarían como el P-Funk gracias al trabajo de dos bandas hermanas que él mismo inició, Parliament y Funkadelic, con nóminas muy parecidas pero bajo disqueras distintas y con ciertas diferencias musicales entre las dos. Con el bajo envenenado de puro deleite negro pero bajo la premisa de la experimentación y un tributo a la psicodelia ya maltratada por el mass-media para 1971, llega uno de los trabajos que logra esa hibridación inmejorable que pareciera de otro mundo y que no cabe en los historiales de la música como funk convencional. Solo hay que escuchar el título de este trabajo, Maggot Brain.
Después de dos discos (Funkadelic de 1970 y Free your mind...and your ass will follow de 1971), es la hora de consolidar la propuesta que rescata las ondas psicodélicas del hippismo y el sudoroso pero sabio agite de la fusión entre el rock y el soul para la creación de siete temas que tienen claramente una fuerte influencia de Sly & the Family Stone en su salvajismo y de Jimi Hendrix en su vitalidad y virtuosismo espontáneo. Bajo el sello Westbound en julio de 1971 se publica el tercer trabajo de Clinton y su nómina, aquel Maggot Brain que sería producto de halagos por parte de la crítica, esa mujer que proviene de las entrañas de la tierra con su bestial gesto afro en la carátula es la señal del nuevo grito funky que quiere poner a temblar los cimientos del planeta.
Pero para una digna interpretación de las canciones Clinton necesitaba de una tropa especial, y es aquella guitarra brutalmente expresiva de Eddie Hazel quien pone las cosas en el desorden deseado; agrega los teclados de un creativo y casi extraterrestre Bernie Worrell, dueño de esa patente extravagante en los sonidos de sus canciones; complementa con el indispensable maestro de cadencia en el funk, el bajo de Billy "Bass" Nelson, la guitarra rítmica de Tawl Ross, la batería de Tiki Fulwood, y los vocales de apoyo de unos antiguos compañeros de juerga microfónica en el antiguo grupo sesentero de Clinton The Parliaments, Fuzzy Hoskins, Calvin Simon, Grady Thomas y Ray Davis. Todos ellos listos para descargarse en una sensación ácida de desenfreno enajenado favorecido por las prebendas que brinda la exploración musical.
Y la primera experiencia sonora del disco es la más emocionante, un apasionado solo de guitarra que durante diez minutos se desfoga en lágrimas sensuales, en agitación cardíaca de desahogo, un Eddie Hazel compenetrado con su instrumento a mas no poder, "Maggot Brain" logra desenfundar el arma de la melancolía a través de unas cuerdas intranquilas que quieren sollozar su pena en LP, en compañía de un teclado sencillo pero ceremonioso y respetuoso del grito magnífico que proponen los dedos de Eddie. Cuentan viejas lenguas que al componer este tema Clinton le sugirió a Hazel que tocara como si acabara de enterarse de la muerte de su madre. Una sola toma en estudio y un espléndido ejemplo de virtuosismo son producto del imaginario, una pieza que hasta el mismo Hendrix envidiaría. Y no hay que olvidarse de la inclinación de arrepentimiento ecológico que se trae en su sentencia vocal Clinton, 'Mother Earth is pregnant for the third time for y'all have knocked her up' y aquí empieza a hacer mella aquel gusano cerebral que se trae el concepto del álbum, de secuelas ideológicas hippies.
Después de semejante éxtasis musical se vienen las piezas funkys del asunto. Primero con una amable y juguetona guitarra acústica que conjuga con muchas voces que nadan en el falsetto en "Can you get to That", de un tratamiento parecido al gospel donde buscan recomponer el mundo con líricas un tanto hippies como 'I once had a life, or rather life had me', hay una semblanza sobre el materialismo, la falta de cooperación y el maligno interés por el dinero. Se hace presente la voz de alguien más adelante indispensable para los dos proyectos musicales de Clinton, Garry Shider, que además revive esta canción como parte del repertorio original de The Parliaments en los sesenta que se titulaba "What you been Growin".
"Hit it and Quit it" es funk infectado por el tumor benigno del rock and roll, el dominio de los teclados de Bernie Worrell le imprimen todo el sazón al corte bajo el mandato de sus dedos y su garganta, pues es también el intérprete vocal de este tema que invita al cabeceo, sus escalas de blancas y negras bajan un momento de alguna galaxia ajena para promover el aire rocanrolero a la canción, reforzado por un solo de guitarra final que consolida su propósito, y es un ejemplo claro de la transición de la música desde los sesentas a la década siguiente. Esto es rock and funk.
La doctrina hippie es influencia en varias de las líricas de Funkadelic, tal vez el ejemplo más claro se siente en "You and your folks, Me and my folks", el llamado al equilibrio y la unidad a través de las vocales líderes de Billy 'Bass' Nelson quien nos dice 'If in our tears, we don't learn to share with your brother You know that hate is gonna keep on multiplying', un reflexivo reclamo a la envidia y una acogida a la igualdad que se espera desde cualquier frontera. Aparte de trabajar con la voz, Nelson toma su bajo y con notas muy sencillas y graves brinda funk puro y contundente, en complicidad de los coros 'Yeah yeah yeah' y del teclado de Worrell que por momentos juega al Rythm and Blues y por otros a tonos sueltos y castigadores, tan funkys como el resto de la melodía. Esto es funk and flow.
No habían propósitos netamente comerciales en este trabajo y no logró obtener la atención del público totalmente hasta un tiempo después de publicado. Tal como el maestro Hendrix nunca tuvieron un sencillo que los destacara en el mainstream hasta ese momento. Y tal como el maestro Hendrix tenían que componer una canción que llevara esa furiosa expresión guitarrera y esa locura colectiva que desprendían esas seis cuerdas endiabladas listas para azotar al viento, "Super Stupid" es puro rock sin prejuicio intoxicado de los mejores atributos musicales de Eddie Hazel en aquella Stratocaster que es un automóvil sin frenos listo para recibir el vértigo, y que va contando la historia de un drogadicto que va por lana y sale trasquilado, o mejor, que va por cocaína y termina 'enjeringado' cuando se da cuenta que ha comprado la droga equivocada, tal vez por andar con el 'gusano cerebral' tan metido en su testa. Y fue tan fuerte la atracción de este arrollador track que los Audioslave se arriesgaron a proponer su versión propia, pero no pueden superar uno de los momentos más grandes de este Maggot Brain gracias a esa venenosa y única forma de tocar la guitarra de Eddie Hazel.
Durante los setentas y ochentas George Clinton se encargaría de convertir sus canciones, aparte de una incitación al baile funk, en puro divertimento con sus extraños juegos electrónicos, sus juegos de voces y sus pasajes hilarantes tanto con Parliament como Funkadelic. En "Back in Our Minds" suceden los primeros esbozos de esos ocurrentes ritmos, esta vez con el liderazgo sonoro de un arpa judía, unos vocales ebrios de dicha funky con Clinton y Tawl Ross, y un teclado que azuza con malicia junto a los bongos y al trombón en una melodía inusual para este disco, pero más adelante de tono más común para aquellas bandas del llamado P-funk. Entretanto la letra sostiene esa nostalgia hippie e invita a la conciliación y a hacerle el quite a la pelea, al diálogo y la paz, esa paz hilarante que siempre ha ofrecido el extraterrestre musical George Clinton.
El álbum cierra con una verdadera descarga,"Wars of Armageddon", la contraparte a los diez minutos iniciales del disco, pues mientras en "Maggot Brain" todo era melancolía y sollozo virtuoso, este es un desfile efectista donde circulan voces extrañas, un teclado en segundo plano que se inyecta furia a lo lejos, la guitarra que le brinda el aire de funk and roll, y aquella panfletaria pero divertida frase que dice 'More power to the people more pussy to the power more power to the pussy' cuando esa percusión tribal invita a no tener peinado, a inquietar los pies y a alienar la cabeza hasta que llegue el Armageddon.
Esta depravada alucinación de decibeles concebida por unos alienígenas de la música fue un ensamble impecable que se movió fácilmente entre la desfachatez lúcida del baile funk y la desvergonzada euforia del cabeceo rock, y que más adelante sería influencia clave para grupos como Living Colour, Primus, Faith no More o hasta el mismo Lenny Kravitz. Con la sustentación de sus performances en vivo que eran -y siguen siendo- todo un despliegue refulgente repleto de sabor, el proyecto Funkadelic, aunque no tan vocal y digerible como su hermano Parliament, trajo grandes cosas al mundo de la música y entre ellas, este 'gusano cerebral' listo para devorar neuronas y hacer saber al mundo que el funk tiene mucho de rock. Esto es funk and roll.
6 ago 2010
FIESTA VIVA! VIVA LA FIESTA!
Cuando se quiere vivir el desmán de la fiesta belga en terrenos bogotanos, hay que llamar a los Vive la Fete. El show que ofrece esta banda de electroclash es una descarga real de espectáculo, de glamour poco prejuicioso y de una comunión perfecta entre la distorsión de las guitarras y la refinación de los teclados. Agrega los gritos soberbios de su vocalista Els Pynoo más su desmandada y sexy forma de zangolotear su gigantesca figura y tendrás una parranda inacabable al mejor estilo europeo, todo en un escenario no tan reconocido pero sí tan plausible de jolgorios memorables como el Teatro Metro.
Els es la felina vocal elegante, que sin miedo alguno sacude su cuerpo para brotar soberbia lasciva y actitud punk ante tanta rimbombancia, de alguna forma sus gritos se remiten a los excesos vocales de Nina Hagen. Su colíder es el guitarrista Danny Mommens, quien aporta su cuota de onomatopeyas al micrófono y una guitarra que lleva veneno cibernético entre los efectos de su pedalera, y con suciedad ex profeso logra de algún modo convertir la distorsión en fashion. A la compañía en el bajo el hermano con sobrepeso de Robert Smith, Bart Buls, con ciertos aires góticos en su peinado y un traje totalmente negro; en los synths como si fuera extraído del manga la figura estirada de Roel Van Espen y sus dedos no tan prodigiosos, de hecho sufren de torpeza en algunos pasajes, pero tienen toda la toxina para hacer al público bailar; y por último, un baterista aderezado con las ventajas de la tecnología para convertir su herramienta en algo demoledor y contundente, el hermano perdido de John Lennon si vemos su rostro, Gino Geudens que completa la cuota del ensamble fiestero.
Ya sobre el show hay que decir que el grupo es la total estrella, no hay mayores artificios de escenografía, las luces son sencillas pero se reparten bien entre los claroscuros y la tarima no es demasiado grande, el Teatro Metro es un espacio pequeño pero perfecto para este tipo de conciertos sin tanto renombre. Y las miradas de hombres y mujeres van a Els, por aquel magnetismo que produce su cuerpo de maniquí y sus convulsiones en escena, su pandereta que se mueve al mismo ritmo de sus pechos, y su atuendo atrevido en velo que es objeto de deseo ferviente en los machos y de envidia o de histeria (de la buena) en las chicas.
El repertorio se abre con todo un clásico en su discografía, "Nuit Blanche" en su tono más discotequero exige a las extremidades del público levantarse para no volver a caer jamás, y la gente entra en intimidad con sus éxitos rápidamente. Y de allí los synths comienzan a flirtear con reminiscencias ochenteras del estilo Yazoo o Jean Michel Jarre, y mientras tanto guitarra y batería, intoxicados de tecnología brindan tonos ácidos que transmutan los acordes rockeros en beats fiesteros.
El estallido de los teclados es mucho más eficiente en vivo que en sus discos de estudio, solo hay que escuhar la energía de temas como "Quatsch" donde Danny se desgonza en sus cánticos combinados con la premura de los teclados de Roel. O la brutalidad libidinosa en los gritos de Els diciendo "Tokyo" en uno de los momentos en los que los pies hicieron más desafío a la gravedad. Las luces mientras tanto crean sombras gigantescas en la pared posterior, la colosal rubia se devanea en sexuales siluetas. Y otro clásico asoma con su minimal tono en los synths "Mon Dieu" es sinónimo de Fiesta vívida, nada que ver con la reposada versión del CD, este es un Dios francófono que retumba todas las paredes y despierta todos los oídos entretanto la chica se saborea con sus 'bang bang' y sus coros fáciles de seguir, además de sus felinas onomatopeyas, gritos de guerra sexual.
También hay momentos en que la guitarra es protagonista: solo hay que escuchar el rebelde "Naive" que se repitió tres veces en escena, o "I'm a Guitar Hero" con espacio suficiente para que mostrara el poder de la pedalera y esa suciedad confortable en los solos y los arpegios; también hizo parte el cover de los Stooges de "I Wanna be Your Dog" que respetó sus bases y dejó caerse en la tentación del rock tal y como es.
Regalos vocales indiscutibles, escuchar los coros de "La Verité", cientos de cuerdas vocales acompañando por un instante a tal vez la canción mas bien tratada de todo el setlist, sin demasiado escándalo pero con una intimación envidiable. Tal cual como otro de sus clásicos del Nuit Blanche, ese "Noir Desir" oscuro y concupiscente, letal melodía de electroclash que obliga a cabecear hasta la última articulación.
Pero si la guitarra es protagonista en varias escenas, el teclado es el motor de la fiesta, nada que hacer, "Assez" es el perfecto ejemplo, un synth pop muy bien hecho donde los dedos de Roel deben exigirse hasta el cansancio y prolongar la juerga hasta el último momento de la canción y Els juega con su "na na na na". Y qué decir del cover de "Popcorn" que alguna vez popularizó Jarré en uno de sus tantos Oxygene, pero que es original de los 60s de un tipo llamado Gershon Kingsley, aquí vuelven esas blancas y negras a hacer de las suyas en particular digitación que cualquiera que haya escuchado música identifica aquí y en Caparnaum, los dedos bailotean al son de las memorias y la pandereta de la muñeca belga acompaña el ritmo, es la danza tecnológica que se viene de Bélgica.
Entre las últimas resonancias de aquella descarga en carnaval de teclas y cuerdas se rescatan otros dos grandes temas, uno que se oyó en muchas voces asistentes como el "Touche pas" una vez más con el liderazgo de la Pynoo en ese coro fragmentado de tres palabras que aunque dice No Tocar incita a todo lo contrario. Y esa tremenda pieza "2005" donde una vez más el teclado es parte clave y dominante de su recorrido y como lo demuestran sus shows, hacen perder esa sobriedad de sus pistas en cualquier iTunes y las transforman en joyas de energía en vivo, creando un portal magnífico de encuentro entre los teclados synth pop de los ochentas y las novedades electro de nuestra época actual.
Indiscutible el hecho de que los Vive la Fete despiertan cualquier cementerio, agitan cualquier protocolo y son el electroshock que necesitan muchos escenarios para vivir una fiesta con todos los ingredientes: Sensualidad, desparpajo, refinación y descarga. El jolgorio no quiere terminar, la fiesta se vive! Qué viva la fiesta!
Els es la felina vocal elegante, que sin miedo alguno sacude su cuerpo para brotar soberbia lasciva y actitud punk ante tanta rimbombancia, de alguna forma sus gritos se remiten a los excesos vocales de Nina Hagen. Su colíder es el guitarrista Danny Mommens, quien aporta su cuota de onomatopeyas al micrófono y una guitarra que lleva veneno cibernético entre los efectos de su pedalera, y con suciedad ex profeso logra de algún modo convertir la distorsión en fashion. A la compañía en el bajo el hermano con sobrepeso de Robert Smith, Bart Buls, con ciertos aires góticos en su peinado y un traje totalmente negro; en los synths como si fuera extraído del manga la figura estirada de Roel Van Espen y sus dedos no tan prodigiosos, de hecho sufren de torpeza en algunos pasajes, pero tienen toda la toxina para hacer al público bailar; y por último, un baterista aderezado con las ventajas de la tecnología para convertir su herramienta en algo demoledor y contundente, el hermano perdido de John Lennon si vemos su rostro, Gino Geudens que completa la cuota del ensamble fiestero.
Ya sobre el show hay que decir que el grupo es la total estrella, no hay mayores artificios de escenografía, las luces son sencillas pero se reparten bien entre los claroscuros y la tarima no es demasiado grande, el Teatro Metro es un espacio pequeño pero perfecto para este tipo de conciertos sin tanto renombre. Y las miradas de hombres y mujeres van a Els, por aquel magnetismo que produce su cuerpo de maniquí y sus convulsiones en escena, su pandereta que se mueve al mismo ritmo de sus pechos, y su atuendo atrevido en velo que es objeto de deseo ferviente en los machos y de envidia o de histeria (de la buena) en las chicas.
El repertorio se abre con todo un clásico en su discografía, "Nuit Blanche" en su tono más discotequero exige a las extremidades del público levantarse para no volver a caer jamás, y la gente entra en intimidad con sus éxitos rápidamente. Y de allí los synths comienzan a flirtear con reminiscencias ochenteras del estilo Yazoo o Jean Michel Jarre, y mientras tanto guitarra y batería, intoxicados de tecnología brindan tonos ácidos que transmutan los acordes rockeros en beats fiesteros.
El estallido de los teclados es mucho más eficiente en vivo que en sus discos de estudio, solo hay que escuhar la energía de temas como "Quatsch" donde Danny se desgonza en sus cánticos combinados con la premura de los teclados de Roel. O la brutalidad libidinosa en los gritos de Els diciendo "Tokyo" en uno de los momentos en los que los pies hicieron más desafío a la gravedad. Las luces mientras tanto crean sombras gigantescas en la pared posterior, la colosal rubia se devanea en sexuales siluetas. Y otro clásico asoma con su minimal tono en los synths "Mon Dieu" es sinónimo de Fiesta vívida, nada que ver con la reposada versión del CD, este es un Dios francófono que retumba todas las paredes y despierta todos los oídos entretanto la chica se saborea con sus 'bang bang' y sus coros fáciles de seguir, además de sus felinas onomatopeyas, gritos de guerra sexual.
También hay momentos en que la guitarra es protagonista: solo hay que escuchar el rebelde "Naive" que se repitió tres veces en escena, o "I'm a Guitar Hero" con espacio suficiente para que mostrara el poder de la pedalera y esa suciedad confortable en los solos y los arpegios; también hizo parte el cover de los Stooges de "I Wanna be Your Dog" que respetó sus bases y dejó caerse en la tentación del rock tal y como es.
Regalos vocales indiscutibles, escuchar los coros de "La Verité", cientos de cuerdas vocales acompañando por un instante a tal vez la canción mas bien tratada de todo el setlist, sin demasiado escándalo pero con una intimación envidiable. Tal cual como otro de sus clásicos del Nuit Blanche, ese "Noir Desir" oscuro y concupiscente, letal melodía de electroclash que obliga a cabecear hasta la última articulación.
Pero si la guitarra es protagonista en varias escenas, el teclado es el motor de la fiesta, nada que hacer, "Assez" es el perfecto ejemplo, un synth pop muy bien hecho donde los dedos de Roel deben exigirse hasta el cansancio y prolongar la juerga hasta el último momento de la canción y Els juega con su "na na na na". Y qué decir del cover de "Popcorn" que alguna vez popularizó Jarré en uno de sus tantos Oxygene, pero que es original de los 60s de un tipo llamado Gershon Kingsley, aquí vuelven esas blancas y negras a hacer de las suyas en particular digitación que cualquiera que haya escuchado música identifica aquí y en Caparnaum, los dedos bailotean al son de las memorias y la pandereta de la muñeca belga acompaña el ritmo, es la danza tecnológica que se viene de Bélgica.
Entre las últimas resonancias de aquella descarga en carnaval de teclas y cuerdas se rescatan otros dos grandes temas, uno que se oyó en muchas voces asistentes como el "Touche pas" una vez más con el liderazgo de la Pynoo en ese coro fragmentado de tres palabras que aunque dice No Tocar incita a todo lo contrario. Y esa tremenda pieza "2005" donde una vez más el teclado es parte clave y dominante de su recorrido y como lo demuestran sus shows, hacen perder esa sobriedad de sus pistas en cualquier iTunes y las transforman en joyas de energía en vivo, creando un portal magnífico de encuentro entre los teclados synth pop de los ochentas y las novedades electro de nuestra época actual.
Indiscutible el hecho de que los Vive la Fete despiertan cualquier cementerio, agitan cualquier protocolo y son el electroshock que necesitan muchos escenarios para vivir una fiesta con todos los ingredientes: Sensualidad, desparpajo, refinación y descarga. El jolgorio no quiere terminar, la fiesta se vive! Qué viva la fiesta!
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