El mundo estaba contento con aquel Lou Reed de Transformer (1972). Se veía una presencia jovial, de sensualidad desparpajada y con el ingrediente glam que conquistaba el universo en aquellos incipientes setentas. La gente esperaba algo similar para su tercer disco, pero la bofetada fue magistral. Y Reed se encargó de abarrotar de sombras el panorama con una apuesta osada, pretenciosa y audaz.
UNA ÓPERA PARA EL DESAMOR
La sangre de Velvet Underground aún recorría sus entrañas, intoxicadas de droga, esquinas oscuras, prostitución, desamor y suicidio. Reed creó una capa gótica que expelía depresión por todos los poros, en un album conceptual de densidad abrumadora repleto de abalorios sonoros, algunos mágicos y otros sobreproducidos, una ópera rock de absoluta desesperanza ubicada en el Berlin de la época.
Lou Reed y Steve Hunter, pregoneros de la tragedia. |
Todo parecía indicar aceptación pública en 1973 luego de la convocatoria de nombres de peso dentro del universo rock: el reputado productor Bob Ezrin (Alice Cooper), Steve Hunter en la guitarra líder, Jack Bruce (Cream) en el bajo, Steve Winwood (Traffic) en teclados, los jazzistas Michael y Randy Brecker en los metales, Aynsley Dunbar (Bluesbreakers) en batería, entre otros nombres no menores. El resultado, un pomposo conjunto de arreglos y texturas orquestales camuflados en rock, y perdidos en el horizonte más deprimente bajo las líricas fatalistas de Lou Reed. La crítica cayó con azotes y el público de entonces se sintió horrorizado ante el cambio tétrico del compositor.
La historia no era tan sencilla. Una pareja de enamorados errantes, Caroline y Jim, residen en aquel Berlin dividido, viviendo y muriendo un amor excesivo, que lentamente se despedaza en partículas de infortunio. En orden lineal, Lou se encarga de desmenuzar un amor fallido donde se incluyen los ingredientes más amargos y donde jamás hay retorno.
EL ABANDONO ORQUESTADO
El tema "Berlin" (rescatado de su primer LP homónimo) es la ciudad aparentemente romántica que abre la aventura con un piano sereno pero sentido, botella de vino y ambiente de café bar, donde la evocación es el lado más positivo del álbum, mientras Lou prepara lentamente lo peor. Y la malsana celebración de la desdicha comienza con "Lady Day", tema clásico de conciertos, de orquestación trágica y producción intachable, haciendo apología a la musa del jazz Billie Holiday y su vida en desequilibrio, tal como la de Caroline, que lentamente cayeron en abandono a su modo, 'After the applause had died down/ And the people drifted away'.
El nihilismo de Lou Reed se siente alrededor de la tragedia amorosa. Jack Bruce coopera con el caos y hace un esfuerzo notable de bajo en "Men of Good Fortune", reciclaje de la época Velvet Underground que desprecia las posturas de casta o estrato al son de la orquestación. Luego del anarquismo nos sumergimos en las quejas sentimentales de "Caroline Says I", memorial de agravios de pareja, 'Caroline says that I'm just a toy/ She wants a man, not just a boy'. El rock orquestado, lleno de ornamentos sonoros en la producción de Ezrin, deja lista la calistenia de la debacle.
Drogas, violencia, odio y desaliento, la atmósfera que invade a Berlin. "How do you Think it Feels" contrasta la sección viva de vientos de los Brecker y el entusiasta solo de guitarra de Steve Hunter con las líricas marchitas de abandono y narcóticos, el suplicio solitario del hombre en estado de postración anímica. Luego "Oh, Jim" genera la reacción violenta junto a los tambores poderosos de Aynsley Dunbar. 'When you're looking through the eyes of hate' es parte del desahogo de golpes, reclamos e inconformismo de Jim hacia Caroline.
EL ARRULLO DE LA TRAGEDIA
La miseria humana se revela explícita en los momentos acústicos. Hermosa desesperanza trae "Caroline Says II" en un melódico ahogo de desamor. Superando la versión original de "Samantha Says" de la Velvet, esta es una pieza magna de desafecto, 'You can hit me all you want to/ but I don't love you anymore'. El paisaje se vislumbra más lóbrego con el lamento de "The Kids", el momento en que Caroline pierde la custodia de sus hijos y dibuja la pérdida como destino, mientras Tony Levin (King Crimson) acompaña con un bajo triste y BJ Wilson (Procol Harum) es ceremonioso baterista que escolta la angustia.
Es el final. "The Bed" es el punto de congregación de la nostalgia, las últimas emociones y el acto suicida de Caroline. Nunca antes la muerte había sonado con tal candidez trágica. Reed, casi susurrando, brinda el sonido letal con ternura fúnebre, con las teclas de Steve Winwood abriéndole paso al más allá, 'This is the place our children were conceived/ Candles lit the room brightly at night/ This is the place where she cut her wrists/ That odd and fateful night'. Brutalidad acústica en todo su esplendor triste.
Berlin finaliza con la pesadumbre orquestal de "Sad Song" y como en el primer track, evoca lo que pudo haber sido. El vacío colmado de recuerdos por parte de Jim es dulcificado por una banda sonora entre la epopeya y el cuento de hadas de casi siete minutos. Lou Reed se ha adelantado a muchos gentiles depresivos del futuro sin que la generación de la época lo supiera apreciar. Tal vez Berlin tenga tonos pretenciosos, otros excesivos, y un cargado peso de tragedia, pero no deja de ser brillante, audaz y auténtico para la época. Un cántico al no futuro representado en una historia de amor que hace parecer los dramas de Shakespeare puras canciones de cuna. El neoyorquino lo hizo de nuevo: deslumbrar con su oscuridad descollante.