El rock y la radio comercial del FM se hicieron muy amigos en 1976. Era un punto álgido y extraño de sinergia entre el sonido comercial y el respeto de la crítica. Mientras aumentaba el público en los grandes escenarios, las guitarras de gente como Eagles, Boston o Tom Petty & The Heartbreakers lograban conquistar el dial a punta de rock honesto sin demasiado aderezo y con cierto tributo a la raíz de sus ancestros donde el blues y el country lograban colarse entre sus pistas. En aquel idilio radiofónico se logró incluir el proyecto de Steve Miller Band, uno de los artífices de la transición del AM al FM en Norteamérica, y quien le puso sabor espacial al vestido de vaquero.
Steve Miller es un bluesman con tejidos de rockero. San Francisco le dejó una estela hippie con cierto sabor a ácido y psicodelia, pero nunca dejó en el olvido sus raíces y siempre sonó muy americano. Tuvieron que pasar ocho albums de estudio para entrar en conexión con la radio cuando apareció The Joker (1973), que luego de intentarlo con discreción solemne, obtuvo el aval de escuchar un par de canciones suyas coreadas por la gran masa. Pero fue Fly Like an Eagle (1976) el punto de mayor sintonía con la gente, la radio y la crítica, basándose en la fórmula menos rebuscada, la del rock honesto y bien producido.
VOLANDO POR LO ALTO
Miller estuvo muy cuidadoso en la producción, equilibrando las cargas de sus guitarras sencillas pero sólidas, el bajo cooperativo de Lonnie Turner y la ejecución magistral y escrupulosa de Gary Mallaber en la percusión. Un trío que diseñaba un rock diligente, amable con el oído y con un componente vocal de Miller que brinda ambientes apacibles, porcelanas sonoras que describían muy bien el entorno del rock adulto de la época. El ingrediente adicional de este ensamble fue la inclusión de un estado atmosférico, de ensueño, de la mano de unos teclados que le aportaron un color surrealista al rock positivo de la banda. Y que puso a volar su sonido desde el mismo Intro, en un rock espacial listo para seducir desde el aire la frecuencia radial.
Volaron con optimismo. La fórmula evanescente de teclados aéreos y pellizcos de funk en la elaboración de "Fly Like an Eagle" le dio buenos resultados en Billboard con un #2 envidiable, apenas superado por "Tonight's the Night" de Rod Stewart. Aquel golpe espacial fue la cuota sublime del disco, soltándose en un rock ecléctico, de cadencia cercana al baile y con ingeniosa pulcritud en la producción de Miller. El inicio del disco rezumaba ilusión, alegría y euforia pasiva, un sueño hippie colado en una década ajena. Tal como sucede con "Wild Mountain Honey", una invitación a abandonar el materialismo y entregarse a los beneficios de un planeta sin consumismo con versos estilo 'You run for the money/You don't even know about wild mountain honey', envuelto en teclados dulces y compases arrulladores de empaque celestial. Esa dulzura de esperanza sintética hace parte del cierre del LP con "The Window", reiterando esa visión idealista de un planeta cordial, 'Well, look through the window/ Tell me what do you see/ A beautiful planet/ Peace and harmony'. Aquella faceta de positivismo sereno trabajaba muy de la mano con el elemento espacial de sus teclados, el lado más hippie de Steve Miller.
SABOR A SUR
Pero el guitarrista de Milwaukee recordaba de donde provenía su vuelo. Y sabía que su sangre originaria lo arrastraría al blues como una marca vitalicia. Para fortuna de muchos de sus escuchas clásicos, pues sus piezas más sinceras y macizas transpiran el género. Sin necesidad de solos virtuosos o apasionamientos encordados, "Mercury Blues" es el rescate rural del Mississippi, y una genial adaptación del "Mercury Boogie" original de K.C. Douglas, homenaje a la ancestralidad y desde luego al auto clásico de la Ford, engendrando una exquisita road song. Y para confirmar el apego al origen hay una versión más rugosa, llena de plantaciones y aromas del sur en "Sweet Marie" con una guitarra acústica primitiva pero infalible, y un soporte vital en la armónica del mítico bluesman James Cotton, en un sencillo pero hipnótico ensamble que finalmente converge con la guitarra eléctrica y nos regala un blues sin teclados ni atmósferas pero que parece traído desde otra galaxia por la misma Marie para deleitarnos de delta.
El romance de la Miller Band con la radio no le impide seguir explorando su lado autóctono, y hacer gala de sus flirteos con el country y los sonidos del Sur. Alegre, gentil y siempre sonriente, la ruralidad se acentúa con "Dance, dance, dance" y la eterna vitalidad de su disco, 'If you keep on dancing you'll never get old'. El baile no para y se va tornando a rock sureño con "Take the money and run", dinamismo simple y efectivo de riffs definidos y batería límpida, que le sirvió para mostrarse como primer sencillo de Fly Like an Eagle y rozar el Top 10 de la Billboard, mientras cuenta la historia de dos amantes, ladrones y prófugos, que huyen al mejor estilo de Bonnie and Clyde. Aquella sustancia mixta entre lo sureño, lo rocanrolero y la accesibilidad de su sonido fue garantía de un éxito que conserva su eco en las radios de rock adulto.
LA SIMPLICIDAD VIRTUOSA DE MILLER
El verdadero equilibrio, la sustancia pura del rock al mejor estilo de Steve Miller se encuentra en dos canciones que lo desglosan como artista, un himno que nunca fue single, y un single que casi es un himno. El primero es "Serenade", favorito entre sus seguidores, dinámico, brillante y con la marca de agua del estilo guitarrístico de Miller, aquel vaquero espacial que canta 'Did you hear the music/ Serenade from the stars'. El segundo es su más grande éxito durante la década, la pícara y consistente "Rock'n me", #1 en EEUU y Canadá y #11 en el Reino Unido, de fuego reposado, que homenajea el intro de "All Right Now" de Free, y que muestra la estampa vocal más fresca de Steve, en una pista digna de sonar en carreteras, bares y emisoras en simultánea. Estas dos canciones son la muestra de un trabajo eficaz, sin aspavientos y con una simplicidad virtuosa que truena en la memoria y logra identificar a leguas el sonido de Miller.
Y aunque sus melodías suenen accesibles, aparenten inocencia melódica y se cuelen fácil en la radio, todo lo producido por Steve Miller viene desde el alma. Y como las canciones que más llevan alma provienen del soul, el compositor se atrevió a remembrar a Sam Cooke y extraer una desnuda pero sentida versión de "You Send me", haciendo un cándido dúo con su guitarra y dulcificando su voz con tanto afecto, que es una serenata acústica de arpegios campestres, elemental pero terriblemente amorosa.
Las melodías simples pero nítidas, de un espíritu americano inconfundible y con un aire de jovialidad interminable, fueron causas esenciales de la consolidación de Fly Like an Eagle como álbum memorable para los norteamericanos. Incluir fragmentos espaciales, viajar por los sonidos del Sur y confirmar su estilo guitarrístico de sereno arte fueron parte de esta aventura discográfica, una de las más reposadas y frescas cruzadas para conseguir el éxito en los setentas. Llegaría una exitosa placa al año siguiente con más pistas destacadas desde su Book of Dreams, y más adelante terminaría de hechizar al público con Abracadabra (1982). Pero fue Fly Like an Eagle su punto equilibrado, no tan bluesero, no tan pop, no tan afanoso, no tan underground, con el éxito debajo del brazo y con el sonido identitario que haría más accesible a las masas aquella sencillez lúcida de Steve Miller y su banda, que esta vez volaron por todo lo alto con su serenata estelar de rock and roll.
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