La fuerza que necesita el cine nacional parece tomar impulso a través de un elemento financiero que logra sacar el barco a flote cuando de fondos se trata, la coproducción. Es cada vez más común escuchar esta palabra cuando hay referencias sobre cine colombiano (y se podría decir que latino), donde la unión hace la fuerza y cada vez se busca fortalecer más el aparato audiovisual de gran pantalla hecho en Colombia. Productores que colaboran en el exterior, directores extranjeros que vienen a locación colombiana, actores nacionales que se entremezclan en créditos de películas foráneas, la globalización también se ha tomado el cine de este lado del continente.
DAGO Y TROMPETERO 2014
Como es costumbre, el calendario fílmico local inició con un nuevo título de la imparable máquina taquillera de Dago García Producciones, efectivo para convocar público, no tanto para contar historias memorables. El Paseo 3 es el final de la trilogía que comenzó el papá Antonio Sanint, continuó John Leguízamo y terminó Alberto Barrero con una desgastada trama donde la familia tradicional que vivió sus vacaciones se dispone a regresar a casa, mientras vive situaciones poco creíbles, poco risibles y cada vez más alejada de su primera parte, donde lo único rescatable que prevalece es el sentido de la unión familiar. De las tres entregas, la final fue la menos esperada y por lo tanto la que menos recaudó en taquilla, y aunque no tuvo malos números demostró que la fórmula repetida deja de ser un recurso para convencer.
Lo curioso es que El Paseo 3 no fue dirigido por el copiloto de Dago, Harold Trompetero. Tal vez fue porque él también tenía su título para estrenar, Todas para Uno, una comedia romántica que lo devuelve a las temáticas de Diástole y Sístole (1999), pero sin el mismo impacto y picardía de su debut como director. La historia de un DonJuan criollo (Santiago Alarcón) que vive inconforme con su situación sentimental y busca el verdadero amor, mientras su asistente (Jessica Cediel debutando en gran pantalla) es su paño de lágrimas y quien lo ama en secreto. Con el leitmotiv musical de Esteman y los chistes flojos de Alejandro Riaño, el romanticismo jocoso de Trompetero es un refresco ligero para las historias violentas que son costumbre en cartelera nacional.
DELIRIO POR LOS BALONES
2014 fue un año de balones sin duda alguna. La clasificación de Colombia al Mundial de Futbol de Brasil fue el catalizador para la salida de nuevos títulos que abrazados por el éxito de la Tricolor buscaron empatía con el público en las grandes salas. En marzo se estrenó el primer ejemplar de estas películas hechas con la pelota, Bolaetrapo, dirigida por el mexicano Guillermo Iván, un retrato colorido de un torneo internacional de fútbol popular que se juega con un balón rudimentario y que tiene como protagonistas a un barranquillero y un mexicano quienes no solo se disputan el trofeo de campeón sino el amor de una porrista. Provista de un buen número de clichés costeños y enmarcada en lo pintoresco al contar con gringos, gauchos y manitos en la tierra de la butifarra cuenta con una fotografía de buena factura por parte de Mauricio Vidal pero se va aflojando al contar muchas historias que se desvían de un objetivo real y poco a poco van despedazando la bola de trapo que se ganará el amor de la protagonista.
En abril las salas de cine se inundaron de salsa. La prometedora Ciudad Delirio que abrió el Festival de Cine de Cartagena hizo su estreno para el público y como era de esperarse tuvo una alta recepción en Cali, ciudad salsera por excelencia. Sin embargo el film de la española Chus Gutierrez presentó una coreografía visual sin mayor virtuosismo, especialmente en la trama. Mientras se muestra una Cali costumbrista a medio hacer, esta comedia romántica que narra el idilio entre un español que quiere salir del limbo rutinario europeo y la directora de una academia de baile que aspira a presentarse en la gran compañía Delirio, termina siendo blanda y predecible. Logra ser reforzada con dignidad por el vestuario y el soundtrack y se destaca por la naturalidad del antagonista John Alex Castillo y algunos planos de la Sucursal del Cielo y de las coreografías. Queriendo ser una descarga brutal con la elegancia del son montuno, Ciudad Delirio es una Salsa Rosada tibia, a la que le faltó pasión en el relato.
Uno de los directores que emprende camino a sacar a la luz un título anual en las salas es Fernando Ayllón, que ya lleva en su haber los títulos de ¿Porqué Dejaron a Nacho? (2012) y Secretos (2013). En su tercera entrega nos muestra otro filme nacido del fenómeno Brasil 2014, Nos Vamos Pal
Mundial, comedia blanca que narra las peripecias de dos amigos taxistas que van recaudando fondos de diversos modos para poder viajar al país de Pelé para apoyar a la selección. Al mejor estilo de Sábados Felices, la película recluta a varios personajes de la comedia televisiva para actuar básicamente en un solo sketch conceptual con chistes predecibles que son efectivos ante un público familiar sin mayor pretensión que de comer crispetas y reírse un domingo. Del elenco se rescata la curiosa aparición de Maru Yamayusa (Dejémonos de Vainas) y su jerga futbolística. Ayllón va encaminado junto a la gente de Take One Film Productions a competirle al monstruo industrial de Dago García. Todavía le falta mucho en recaudación de taquilla, pero en cuanto a guiones y actuaciones, van en franca lid.
La última entrega de aquellas películas con "Fiebre Amarilla" del fútbol fue De Rolling 2: Por el Sueño Mundialista estrenada en mayo, con un resultado menos afortunado que su antecesora, tanto en taquilla como en historia. Una vez más el comediante Andrés Lopez hace un homenaje a la sobreexposición y al gag desgastado en una múltiple aparición con 9 personajes distintos, donde el objetivo es narrar el Mundial del Futbol Suiza 1954 desde una cabina de radio, una vez más desde la imaginación del locutor Chucho. Sosa, floja, monótona y nada creíble, esta reciente entrega de Harold Trompetero deja mucho que desear y provoca un hastío inevitable de la imagen de Lopez. Lo único que puede rescatar Trompetero de este filme es llegar a ser el director colombiano con más largometrajes en su carrera, once para ser exactos, superando al veterano Gustavo Nieto Roa, que en 2014 llegó a diez títulos con Estrella Quiero Ser.
LOS INDEPENDIENTES, A MITAD DE AÑO
En junio salió a luz pública la ópera prima de Andrés Cuevas, Souvenir, apuesta por un cine de carácter romántico sin llegar a ser risible ni lacrimoso, una especie de walk movie -o en términos criollos, una película de caminata- en la que el protagonista (Alejandro Estrada) es un vendedor que regalando un souvenir intenta descifrar la cita romántica perfecta de su vida. A través del montaje paralelo y muchos diálogos se van explorando zonas humanas que se refieren a las relaciones interpersonales con puntos de vista variados, discutibles pero válidos. A pesar de las dificultades con el sonido directo y un score poco afín con la trama, Cuevas tiene el mérito de proyectarnos un guión distinto, lúcido en frases y apostando por la universalidad, donde el amor siempre será tema de discusión y de interés. Sin llegar a ser la transformación del cine o la reflexión absoluta, Souvenir fue una cuota de refresco dentro de la cartelera local, que le apunta a lo humano antes que a lo divino sin mayores pretensiones.
La reivindicación del talentoso Rubén Mendoza con el público vino en julio con Tierra en la Lengua, una hermosa y cruel poesía audiovisual enmarcada en los Llanos Orientales. Luego de su controversial e incomprendida La Sociedad del Semáforo (2010), Mendoza regresa para contarnos una historia patriarcal, que va despedazando el machismo gradualmente y que nos muestra un anciano que quiere terminar sus días en el río asesinado por sus propios nietos. Un portentoso papel del abuelo (Jairo Salcedo), una tremenda fotografía rebelde y caprichosa de Juan Carlos Gil y un vértigo psicotrópico con olor a llanura es una amalgama audiovisual llena de magia salvaje, una película poderosa y sangrienta, cruel e indomable como la visión cinematográfica de Rubén Mendoza, que a pesar de contar con muchos adversarios ante sus posturas, se consolida como uno de los grandes nuevos talentos en el panorama fílmico colombiano.
LA VIEJA GUARDIA, LA NUEVA GUARDIA
En agosto dos directores de la vieja guardia volvieron a hacer presencia en la cartelera. Desde Juana tenía el Pelo de Oro (2007) Pacho Botía no daba señales de vida hasta este año, en el que reaparece con El Faro, una Santa Marta del olvido donde un viejo guardafaros debe cumplir una promesa y un par de forasteros deben ayudarlo a realizarla. Con el cumplimiento del deber como valor a resaltar, este filme pasivo mas no lento es una nueva muestra de aquel cine de carácter etnográfico al estilo de Los Viajes del Viento o Chocó, esta vez anclado en un paraje olvidado de la costa caribe colombiana. No contó con fortuna en la taquilla (3.926 asistentes) como tampoco lo hizo la más reciente película de Gustavo Nieto Roa Estrella Quiero Ser. El célebre director de Esposos en Vacaciones y El Taxista Millonario esta vez sufrió uno de los grandes descalabros de su carrera al apenas convocar 4.354 personas a las salas con una historia muy débil que reencaucha los novelones mexicanos de la niña pobre que quiere ser rica y famosa en la TV y es utilizada por un afamado director de novelas. Con un guión poco atractivo y de baja credibilidad, actuaciones flojas y problemas con el diseño sonoro, esta película pasaría a engrosar cualquier lista de culebrones que no llegan a trascender. Tal como le pasó a Trompetero este 2014, cantidad no es sinónimo de calidad, sin embargo Nieto Roa puede ostentar en su prontuario diez largometrajes en su haber.
El primer ejemplo de terror teenager en Colombia se vivió gracias un director teenager, que contó con mucha suerte en las taquillas, aunque no tanta con la crítica. David Bohórquez es un jovencito inquieto que, con un bajo presupuesto y la ayuda en un cameo del Youtuber Nicolás Arrieta logró convocar 37.500 personas y ser una de las escasas cintas colombianas en mantenerse más de una semana en cartelera, Demental. Un fenómeno inédito que logró hacerse realidad gracias al marketing digital, un acertado manejo en redes sociales y apuntarle al público que necesitaba: el teenager. La leyenda de 14 estudiantes asesinados por un psicópata despierta la inquietud de una joven escritora quien comienza a investigar sobre este misterio y termina sumergida en su propia historia de terror, es el resumen de una película joven que mezcla estilos e influencias de películas como Snatch o El Club de la Pelea en una versión más precaria, llena de planos sucios y fuera de foco, sugiriendo mas no exhibiendo la sangre y con actores juveniles que no prometen grandes carreras, que sin embargo logró captar atención por la buena promoción en Internet. Un fenómeno que poco a poco se irá desarrollando a este lado del hemisferio, donde solo es suficiente una idea, una cámara y un buen influenciador de alguna red social que atrape a un incauto virtual.
TRAMAS DE JÓVENES. TRAMAS DE "CUCHOS"
A finales de agosto se estrenó Mateo, de María Gamboa Jaramillo. Postulada a la preclasificación para el Oscar a película extranjera, es un retrato de la adolescencia en la provincia, llena de dudas, búsquedas, anhelos y sed de poder. Con el uso de actores naturales, el protagonista vive un dilema entre el amor al dinero a través de la extorsión o el amor a las personas a través del arte. Con un sentido de responsabilidad social, Mateo es una cinta honesta sin mayores artificios, con un guión sencillo pero inteligente y con el río Magdalena como escenario de las búsquedas de este joven, que podría ser cualquier colombiano. Buscando retratar a la juventud pero desde otro escenario se estrenó la segunda cinta de Oscar Ruiz Navia, Los Hongos. Mas que una trama, es una pintura de la Cali suburbana, recorrida por dos jóvenes amigos que aman el graffiti y viven la ciudad a ritmo de Zalama Crew, La Llegada del Dios Rata o Gan Gan y Gan Gon. Estos desahogos de aerosol en celuloide crean una película muy personal de Ruiz Navia, con ciertos tonos de izquierda, contemplaciones de muro pintado y la vida vestida de calle. Con una bonita actuación de la Ñaña (Atala Estrada), Los Hongos se desprende de los guiones que buscan un objetivo y simplemente lo que busca es mostrar una atmósfera, la caligrafía de una ciudad.
La Ñaña, una de las grandes "Cuchas" del 2014. |
La zona de estrenos documentales en salas comerciales durante el 2014 contó con el tema de la droga sin mayor prejuicio. El primero fue en octubre, Infierno o Paraíso de Germán Piffano. Un loable seguimiento del director durante 11 años a un adicto al bazuco, desde sus momentos más críticos en la Calle del Cartucho hasta su posterior rehabilitación y residencia en España; a través de un registro documental sin ninguna floritura estética logra hacernos captar el lado humano del bazuco y el lado inhumano de Europa, donde el infierno y el paraíso se confunden y no hay una visión certera de la felicidad. El otro documental, falso documental con elementos de road movie, proviene del siempre polémico Rubén Mendoza estrenando su segunda cinta del año. Memorias del Calavero es el regreso a la tierra natal de "El Cucho", mítico viejo extraído de La Sociedad del Semáforo para que vaya revelando detalles de su andar por el mundo y que vive la vida con una intensidad de muerte próxima. Maestro para engañar, febril expositor de la causa perdida, Mendoza una vez más crea un imaginario vertiginoso lleno de humo y alucinaciones en un documental sucio y agitado por los paisajes de Santander, que encuentra su redención y limpieza audiovisual cuando revela que no es un documental. El cine de Mendoza -junto a la música de Velandia- siempre será poético, simpático e irritante a la vez.
LOS NIÑOS DEL 2014
Cuando Dago García no cuenta entre sus filas con Harold Trompetero o Felipe Dothée para dirigir sus producciones encuentra siempre la colaboración de Juan Camilo Pinzón. No fue suficiente el relativo "fracaso" de El Paseo 3 (la película colombiana más taquillera del 2014) para publicar una nueva, Carta al Niño Dios. Para García se está convirtiendo en costumbre lanzar en paralelo a sus comedias sencillas, películas que promuevan los valores familiares con el propósito de captar audiencias de todas las edades y entrar a producir cosas políticamente correctas. Luego de títulos como El Carro, El Control y El Paseo hay una nueva entrega fílmica en la que un padre hará todo lo posible para regalarle a su hijo una bicicleta, petición del niño para Navidad. Con un humor muy blanco y Antonio Sanint como gancho de taquilla, una vez más la llave García/Pinzón entabla conversación con la industria y enriquece sus arcas con un guión sencillo y sin misterio, donde siempre prevalecerá la misma moraleja, mantener la unión familiar.
Durante el 2014 curiosamente no se había tocado el tema del conflicto armado y narcotráfico colombiano, uno de los más usados y vapuleados por la crítica y el público. Salvo algunos momentos de la coproducción Manos Sucias y la posterior salida de Plata o Plomo, hubo silencio alrededor de este tema. Curiosamente, una de las películas más aplaudidas del año encerró de nuevo esta temática pero desde una perspectiva infantil. Ya existía un bonito precedente con Pequeñas Voces (2010) y Los Colores de la Montaña (2011), pero esta vez la narración se traslada al departamento del Nariño con Jardín de Amapolas. Un padre y un hijo desplazados se introducen en el negocio del cultivo de amapola, el único lucrativo al sur del país, entretanto el hijo va cultivando una amistad con una niña vecina, quienes le hacen el quite al conflicto con sus juegos y travesuras. La amapola es belleza y fatalidad, lucro y maldición, fragancia y plomo, es la dualidad en la que siempre se ha encontrado Colombia, que queda expuesta en este sencillo pero bonito retrato de un país, un paisaje idílico de hermosura letal.
Inocencia fatal. Jardín de Amapolas, de Juan Carlos Melo. |
A comienzos de diciembre se estrenó Petecuy La Película, de Oscar Hincapié, un conjunto de géneros que abarca el falso documental con el drama, la acción y con un propósito social, que es rescatar a un grupo de pandilleros de un barrio de Cali e intercambiarles armas por ideas para hacer su propia película. Su intención merece todos los aplausos, sin embargo el desarrollo de la historia se va perdiendo y mientras sus tonos reales adquieren matices de ficción sin mucha credibilidad, su responsabilidad social se va convirtiendo en pura propaganda de la misma película, lo que opaca el centro del relato. Con César Mora al mando actoral y mucho rap de Cali se va exhibiendo este filme con éxito en varias muestras activistas y de derechos humanos, pero como muchas películas colombianas independientes, con muy poco público en la única sala comercial de Bogotá donde la pusieron en cartelera.
TRABAJANDO EN EQUIPO
El cine colombiano cada vez va más de la mano con la coproducción. Los productores tienen menos miedo y se arriesgan a hacer apuestas mixtas donde otros países participan y contribuyen a la realización de nuevos productos. En enero estuvo Anina, largometraje uruguayo animado con la producción de Jhonny Hendrix que nos mostró una bella niña con nombres, apellidos y situaciones palíndromas; en mayo se estrenó Secreto de Confesión, del director venezolano Henry Rivero (En Coma), con una historia policíaca de ritmo vertiginoso donde un criminal va confesando sus pecados a un cura, con la participación de Marlon Moreno y Juan Pablo Raba; en junio se estrenó la taquillera historia de terror Encerrada, que de Bogotá se traslada a una zona rural para introducirse en un cuarto recóndito donde se esconde una niña misteriosa, y que contó con actuaciones de Carolina Guerra y Sebastián Martínez, quienes también dieron crédito a un atractivo balance de taquilla; en julio se estrenó la argentina Días de Vinilo, una divertida comedia en torno al rock clásico y un homenaje a The Beatles, bajo la producción de Rhayuela y Federico Durán, con un guión entretenido que refuerza el valor de la amistad y el amor por la música.
La mejor coproducción que presentó el 2014 vino de la mano del director americano Josef Kubota Wladyka y su ópera prima Manos Sucias, que aunque toca el tema del tráfico ilegal de armas y el conflicto armado, logra convencer por su ritmo, su dirección de actores naturales y su emotividad, además de mostrar una visión interesante del Pacífico desde su ojo foráneo; en octubre se estrenó la cinta americana Default del colombiano Simón Brand, impregnada de la atmósfera hollywoodense, con recursos estilísticos de cámara en mano y recreando la angustia de un secuestro dentro de un avión, sin pena ni gloria en la taquilla local; cuatro años después de presentarse en el festival de cine de Bogotá se estrenó en sala comercial Plata o Plomo del director paisa John Human, abordando el tema de los narcos pero esta vez desde la geografía de Miami, sumándose al arsenal de narcopelículas con origen en Colombia; en noviembre estuvo en cartelera Deshora desde Argentina con la producción de Jhonny Hendrix de nuevo y la actuación de Alejandro Buitrago, quien encarna a un joven en rehabilitación que llega a la casa campestre de una prima para perturbar su matrimonio; finalmente, en diciembre la directora peruana Enrica Perez estrenó Climas, con la producción ejecutiva de Diana Bustamante y la historia de tres mujeres de sitios remotos que aman, viven y duelen a su manera, bajo la temperatura emocional del ser femenino.
Los números son gratos con el cine colombiano si se unen los esfuerzos entre producciones locales y coproducciones lanzadas durante el 2014, con un total de 26 títulos. Los números no son tan gratos con muchas de estas producciones al saber que las salas de exhibición comercial son reacias y la gran mayoría de estos filmes no duran más de una semana en cartelera. A pesar de bajar ostensiblemente la cifra de convocatoria con la cinta acostumbrada del 25 de diciembre, el título local más taquillero del año fue El Paseo 3 con más de 825.000 espectadores, y los títulos que salvaron el año con asistencias aceptables fueron Encerrada por su terror hollywoodense (395.000) y Ciudad Delirio por la expectativa caleña (279.900). Con todo y la falta de apoyo por parte del público, el cine nacional sigue, se diversifica, se asombra por su capacidad de variar en historias luego de tener dominancia del narcocine y las películas de conflicto armado, contando apenas 3 de las 26 estrenadas. Cabe anotar que los mejores roles del año corrieron por cuenta de la tercera edad llenos de carácter y sabiduría a su modo, desde el machista abuelo Silvio de Tierra en la Lengua, pasando por la abuela Ñaña y el papá Gustavo de Los Hongos, la laboriosa Zoraida de Climas, hasta llegar al carismático Cucho de Memorias del Calavero. A pesar de la aún incipiente concurrencia del espectador común, nuestro cine sigue siendo una empresa romántica que los directores, productores, gente del gremio y cinéfilos esperan por verlo metido en el engranaje de una posible industria. Ya existen las coproducciones. Ya existen los festivales. Faltamos nosotros, la gran audiencia.