19 jul 2014

BRASIL 2014: AGRIDULCE CAIPIRINHA



Para la buena salud del  espectador futbolero se vio un Mundial espléndido, lleno de goles y atajadas, de actitud ofensiva y de rostros que contribuyeron a escribir nuevas historias en la red y en el césped. Sudáfrica nos había dejado un sabor discreto, terroso y tímido. La tierra de Caetano Veloso y Oscar Niemeyer nos trajo color, sabor y gol. Un esfuerzo enorme a nivel económico que le puede causar hernias monetarias a futuro al gobierno de Dilma Roussef, daba malos presagios previos a la competencia cuando la gente salió en son de protesta por el despilfarro y las altas cifras que se invirtieron en cemento y hierba futbolera. La presidenta logró salir a flote gracias al espectáculo de los hombres en la cancha y la hermosa panóramica que ofrecían los campos de competencia, pero también se vio minada por los tristes resultados finales de la Canarinha, que se vio aminorada y vapuleada por las potencias europeas y fracasó en llevarse su sexta Copa jugando en casa.

América se ha acostumbrado a animar las fiestas. Y Europa a llevarse las utilidades. Tal como en Sudáfrica, el fútbol, las ganas y el sabor latino ha sido aderezo para el platillo deportivo. Esta vez hubo grandes representantes de calidad, buenos sistemas tácticos y entusiasmo: Colombia, Costa Rica, México y Chile mostraron un lindo espectáculo de toque, ofensa, irrespeto por los papiros y actitud ganadora. Argentina fue la que llegó más lejos, pero sus presentaciones en primera ronda mostraron un fútbol deslucido y ultra defensivo, que poco a poco se fue recomponiendo y le dio chance de llegar hasta la última instancia. Uruguay, la mejor de Sudáfrica, comenzó al revés, pero tuvo en Luis Suárez un amuleto de suerte que apagó su magia luego de su sanción por el famoso mordisco contra Chiellini en el duelo contra Italia. Estados Unidos cada vez muestra una propuesta más sólida y seria y hasta Obama se sentó a ver los partidos del National Team. Y Brasil, que tenía todo listo para celebrar en su casa y borrar el Maracanazo del 50 no logró el objetivo, saliendo de la Copa humillada por los resultados ante Alemania y Holanda y con un argumento futbolístico mustio, desprovisto de jogo bonito, sin picardía y apabullado por la tristeza.


LOS KAISERS DEL JUEGO

Justicia. No propiamente divina. Alemania vino a impartir su sistema efectivo, rapidísimo y peligroso. El famoso Jogo Bonito ahora se escribe en alemán, es el  Schönes Spiel el que domina el mundo, y de la poca jerarquía que le quedaba a América no hay rastro porque nos terminaron de colonizar, esta vez sin carabelas ni billetes sino con un ataque contundente y una lección de buen fútbol. Una Selección que nos entregó las mejores experiencias visuales jugando contra Ghana, Portugal y Brasil, que cuenta con un arquero líbero seguro fuera y dentro del área chica (Neuer),mediocampo y delantera arrolladores (Schweinsteiger, Lahm, Kroos, Müller), una suplencia de lujo (Schürrle, Klose, Khedira, Götze) y un sacrificio absoluto por parte de sus jugadores que defienden y atacan olvidándose de su posición en el campo para ir en función de un fútbol total. El equipo de Joachim Löw lo dejó bien claro desde el principio, y aunque tuvo dificultades con Estados Unidos, Argelia y la bien parada Argentina, nunca dejó de mostrar efectividad y lucidez. Una merecida  Sieg Heil (Victoria Segura) para el mejor equipo del mundo en la actualidad. Con goleador histórico incluido, un Miroslav Klose que llegó a 16 goles en torneos orbitales en la tierra de Ronaldo, su inmediato predecesor que se quedó con 15.

Lionel Messi y un dudoso Balón de Oro. La pulga no saltó de la dicha.

Argentina veía en un inicio un grupo accesible y un camino despejado a la final. Si hubiera mostrado el ataque demoledor de los Cuatro fantásticos y eficacia en la zona de ataque, no hubiera contado con la lluvia de críticas que se ganó durante todo el certamen. Sufrimiento, se podría decir que  estreñimiento para hacer un gol fue la constante. Irán, Suiza, Bélgica y Holanda se encargaron de desdibujar la figura temeraria de los romperedes y hacerlos ver cojos y con las neuronas torcidas. Un extraño efecto se presentó en la albiceleste y el formato defensivo, que tuvo problemas durante la Eliminatoria, se convirtió en el fortín y estandarte de su selección. Poco a poco se fue consolidando una barrera difícil de acceder con Mascherano al comando, apenas superada en dos ocasiones por la insolencia veloz del nigeriano Musa, un ingenuo gol de Bosnia y la dorada anotación de Götze que les quitó el título en tiempo extra. Lionel Messi ganó el Balón de Oro sin convencer del todo, y la Pulga no pudo saltar a la inmortalidad como todo el mundo esperaba, a pesar de su eficiente producción goleadora en primera ronda. Un tango de arrabal que se canta con amargura subcampeona.


TRAGO NARANJA

Un equipo digno de disputas finales es Holanda, eternamente relegado al podio de la plata o el bronce. En Sudáfrica dio muestras de su poderío veloz, de contragolpes letales y de eficiencia laboral innata. La fórmula se repitió en la edición brasilera con un equipo ordenado, invicto y con ideas. Arjen Robben (el verdadero merecedor del Balón de Oro) fue el cohete que impulsó la chispa tulipán con sus grandes desbordes, su excelso manejo del esférico y su flirteo con la red. Tuvo compañeros ocasionales que secundaron su Cruzada como Van Persie, Vlaar, Sneijder y Depay, que contribuyeron a pasar una primera ronda de muy buena calificación, excepto por el susto con Australia que le jugó de igual a igual y al que ganaron 3-2 sufriendo. En la fase final contó con algo de fortuna providencial eliminando a México con dos goles en cinco minutos, y a Costa Rica en los penaltys con un arquero suplente especialista en la materia, hasta que llegó el Chiquito Romero de Argentina y les detuvo penas máximas a lo Grande. Sin embargo, la Naranja Mecánica se comienza a acostumbrar a la paternidad futbolística sobre Brasil y esta vez se quedó  con un honroso tercer puesto humillando a la selección local con un paquete de 3 goles y demostrando que los Países Bajos siempre jugan con altura. Les falta trabajar en la puntada final, donde ya están pidiendo el nombre de su país estampado en la Copa.


                   
Goleada histórica. El Maracanazo es ahora un bonito recuerdo frente a esto.

La caipirinha le salió amarga a Brasil en su propio Mundial. Si bien al comienzo se embriagaron de fortuna con una primera ronda invicta llena de goles y con un joven Neymar piloteando el equipo (tal vez el único que se acuerda cómo se juega el fútbol en Brasil), luego tuvieron que recurrir a artimañas arbitrales, a jugar con el favoritismo local y a confundir con su fútbol desconocido y carente de magia. Le ganaron a Chile y a Colombia con lo justo, sudando frío y bajo la mirada inquisidora de su propio público. La mejor defensa del mundo compuesta por Thiago Silva, David Luiz, Dani Alves y Marcelo se vio a gatas, imprecisa e ingenua y nunca encontró el camino de la luz verdeamarela. Llegó Alemania y el Maracanazo se convirtió en una sombra sin memoria después del espectáculo deplorable de un 7-1 en casa propia y una marca de ganado que sangrará por mucho tiempo y en la que la reivindicación parece ser lejana. Scolari, el DT campeón del 2002 no fue capaz de mover sus fichas de modo adecuado y volvió a caer en un pozo profundo sin retorno luego de la derrota con Holanda en la lucha por el tercer puesto, y su palmarés quedó en las catacumbas de la memoria. Una caipirinha que embriaga de tristeza.


RIO DE GOLES

La mejor cara del Mundial la ofreció la primera fase, con 32 equipos al servicio del gol. Hubo partidos vibrantes, pulmones laboriosos y selecciones reveladoras. En todos los grupos hubo acción de la buena, con incidentes aislados y hasta con un 0-0 para enmarcar como el de Brasil y México, donde el portero Ochoa se consagró como el Rey de los reflejos. Candidatos a goleador desde un inicio como Müller en Alemania, Van Persie en Holanda, James Rodríguez en Colombia, Neymar en Brasil y Messi en Argentina. Y como curiosidad vale resaltar que todas las estrellas de sus equipos y sin excepción (hasta el solitario Cristiano Ronaldo y el demorado Rooney) lograron anotar para sus combinados. 171 anotaciones prestas a emocionar a las coloridas hinchadas de todo el orbe.

El Niño Maravilla de Colombia, James Rodríguez.
El mejor partido del Mundial fue en blanco y negro, de ida y vuelta. Alemania y Ghana acordaron tablas en un 2-2 excitante, lleno de aceleraciones, de disparos al arco, de trayectos peligrosos y de atrevimiento en el ataque, brindando deleite puro lleno de pólvora en los pies. Lo secundó el duelo entre portugueses y estadounidenses con otro 2-2 dramático y sudoroso, donde Silvestre Varela salvaba en último minuto de la eliminación a los lusos. También se destacó el cotejo entre Holanda y Australia con uno de los mejores goles del torneo, un Tim Cahill inspirado que pintó una belleza al lienzo de la red. Italia e Inglaterra protagonizaron un lindo clásico de campeones donde de nuevo la raza negra fue influyente, con los goles de Sturridge y Balotelli, y que inclinó la balanza por el lado azzurro. Infortunados ellos porque que de ahí en adelante salieron descabezados en el grupo por Costa Rica y Uruguay. Otro cotejo memorable fue la masacre holandesa frente a los campeones de 2010, una España que sufrió los estragos de las palomitas de Van Persie, los regates de Robben y las infantiles marcaciones de sus defensas y el pundonor de Iker Casillas convertido en una masa inerte e inconsolable. No se puede dejar de mencionar duelos como Bélgica- EEUU (2-1 en tiempo extra), Argelia-Corea del Sur (4-2), Francia-Suiza (5-2) y Colombia-Uruguay (2-0).


FIGURAS Y DESFIGURADOS

Cuando todos esperaban que en Colombia la figura llegara con los goles de Falcao, su inoportuna lesión delegó la responsabilidad en un volante, James Rodríguez. El jovencito de 22 años se cargó el equipo a cuestas y estuvo iluminado por la epifanía del pase y el gol. Se convirtió sin pensarlo en el mayor artillero del Mundial con seis anotaciones en cinco encuentros. Y comandó un equipo lleno de baluartes valiosos como Ospina, Cuadrado, Yepes o Sánchez que lograron llegar históricamente hasta cuartos de final, donde se les atravesó un Brasil amañado y patrocinado por un arbitraje localista. Pero no sólo fue Colombia la que cantó goles históricos en español, Costa Rica hizo lo propio desahuciando a tres campeones del mundo y avanzando hasta cuartos de final. La acertada dirección de Jorge Luis Pinto, la inaccesible portería de Keylor Navas y el manejo de Bryan Ruiz le brindaron alegría enorme a los ticos, que dejaron a la Concacaf con una imagen digna y competitiva.

Mundial de arqueros. Keylor Navas, la segura cuota de Costa Rica
La misma Concacaf nos regaló un portero que salió del anonimato para recordarnos a Gordon Banks. Memo Ochoa logró la consagración en el empate sin goles frente a Brasil y también hizo lo propio en el encuentro contra Holanda. Otro portero merecedor de equipo grande fue Tim Howard de Estados Unidos, que mostró eminentes capacidades para evitar euforias. Mundial de porteros listos para la consagración: Courtois en Bélgica, Enyeama en Nigeria, Ospina en Colombia, Navas en Costa Rica, Romero en Argentina, Bravo en Chile y Neuer en Alemania, a la postre Guante de Oro.

Por el lado de los goles, llegaron las oportunas apariciones de Benzema, la seria candidatura de Müller para ser el goleador de todos los Mundiales, la efectividad de Schürrle en el equipo teutón, el hat trick de Shaquiri frente a Honduras, único en esta edición futbolera, la capacidad goleadora de Enner Valencia en Ecuador, las gambetas venenosas de Robben y su camino al gol, y un duelo de 4 dianas para los símbolos de sus equipos Van Persie, Messi y Neymar. Llegó James Rodríguez y les ahogó las ganas.


Tim Cahill, uno de los grandes goles del Mundial.


Por el lado de las tristezas se puede hablar de los pasos en falso de los continentes asiático y africano, donde Ghana y Costa de Marfil, siendo selecciones con buenos elementos de ataque no lograron pasar de primera fase, y Japón y Corea, que en su Mundial hicieron buena presentación, esta vez salieron castigados por la ineficiencia. España, campeona defensora, se quedó en el camino y no hubo Salvador de Bahía que les ayudara a vivir la hecatombe con Holanda y la posterior eliminación con Chile, donde Xavi, Iniesta y las grandes estrellas del 2010 se perdieron en una bruma inexplicable. Inglaterra e Italia se quedaron revisando los pergaminos de su pasado y se fueron con pena del certamen, apenas mostrando algo de vistosidad en el duelo entre ambos. Ecuador le apostaba a los octavos y tenía con qué, pero el gol de último minuto de Seferovic ante Suiza (2-1) los marcó para poner un pie fuera de la Copa. Cristiano Ronaldo no le dio chance a Ibrahimovic y el Mundial no le dio chance a Cristiano de hacer algo por el fútbol, hizo apenas una finta y un gol.

Y entre los seleccionados que llegaron lejos pero sin convencer, el ganador de los perdedores fue Brasil, con sus penosas goleadas y un cuarto puesto amarguísimo y mortal. Argentina, inconforme subcampeón, nunca mostró el nivel de ataque que el Obelisco de Buenos Aires quería ver, y Messi jugó con un pie en la tierra y otro en la nebulosa. Bélgica, aprovisionado de una nómina estelar, pasó a cuartos de final con resultados ajustados, de modo incómodo y nunca convenció al respetable. Grecia pasó a octavos gracias al milagroso penal de último minuto frente a Costa de Marfil pero nunca se ganó el mérito y mostró un fútbol parco y áspero. Después del impulso sobresaliente de Luis Suárez y su posterior salida con el mordisco cavernícola ante Italia, Uruguay jugó fútbol cojeando y aunque atacó a Colombia en octavos, nunca llegó a encontrarse a sí mismo de nuevo.

Suarez y Chiellini: El mordisco del año.

Como todos los Mundiales. rostros de dicha y otros de desconsuelo. Revelaciones gratas como Colombia, Costa Rica o Argelia. Selecciones que merecieron mejor suerte como Costa de Marfil, México o Ecuador. Equipos con peso que se quedaron como Inglaterra, Portugal o España.  Y otros que aportaron lo mínimo al espectáculo como Camerún, Bosnia o Honduras. El Mundial de Brasil tuvo sabor de trópico, goles de samba, bailes de brazuca y atajadas de Cristo Redentor. Ganó la meritocracia, perdió el arbitraje. Ganaron los goles, perdió la abstinencia. Ganó el espectáculo, perdió el jogo bonito de antaño. Ganó Europa, perdió América. Y aunque nuestro continente no dejó de brindar un performance digno de competencia orbital, se queda con la sensación de una agridulce caipirinha que baja por la garganta aceptando con dignidad la derrota.




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