La consagración de su fé y los ratos agridulces con las ventas y las críticas durante las décadas del 80 y 90 hicieron a un lado las grandes publicaciones y halagos a nombre de Bob Dylan. Pero el viejo zorro del folk rock aún contaba con buena cuerda, su capacidad compositiva reconectó el chip de la aceptación y a pesar de cierto desgaste cronológico de la garganta y un ausentismo de los escenarios por periplos indefinidos, el hombre del sombrero volvió a pisar terrenos gloriosos con el lanzamiento de Time Out of Mind (1997), una epifanía de samples y rescates blueseros de la mano de su productor Daniel Lanois. Tal producción le trajo el Grammy como Álbum del año y un sinnúmero de aplausos críticos. Con el impulso adquirido de esta inesperada revelación que revivía su prestigio, la consolidación de la acogida y el punto ecléctico de su etapa madura como músico llegaría con "Love and Theft".
A pesar de la triste coincidencia del lanzamiento del álbum con el 9-11 de las Torres Gemelas en 2001, la historia del trabajo se desarrolló para bien. El mismo Bob se encargó de la producción bajo el seudónimo de Jack Frost y quiso soltarse de un solo concepto musical para saltar entre géneros y hacer un desfile por todo un relato americano sonoro desde los 20s hasta la actualidad. El travieso desarrollo del álbum recorre el blues,el country, el rockabilly, la balada, algunos matices jazz y folk. Una amalgama riquísima que no se siente brusca tras el cambio de canciones. A pesar de la marcada diferencia en los compases, los juegos vocales del protagonista y la no proposición de álbum conceptual, hay un tono magistral en las ejecuciones basado en una simpleza virtuosa, llena de buen humor y narradora de un discurso musical norteamericano condensado en doce piezas.
EN EL NOMBRE DEL SUR
El nombre del álbum se inspira en el libro del historiador Eric Lott llamado Love and Theft: Blackface Minstrelsy and the American Working Class. Y dentro del entorno lírico que recrea Dylan en las letras de este disco hay un interesante itinerario que reconoce las rutas del Sur norteamericano, especialmente reconocido por ser referente geográfico de la esclavitud y punto de desarrollo importante del blues. Allí se reúnen la alegría y el horror, el dolor y la humildad, el fracaso optimista y el anecdotario de plantación y de parcela, una pintura que recoge memorias de una región racista y que rescata los aportes afro al desarrollo cultural del país del Tío Sam.
"Love and Theft" es ciertamente una anti-obra de Minstrel - teatro americano que se burlaba de los negros, interpretado por blancos- donde Dylan se viste de raza oscura, pero recoge episodios trágicos y pintorescos de la época de la esclavitud afro, provisto de todas las armas que originaron el rock and roll y definieron el espíritu musical estadounidense y parte de su costumbrismo. Sólo hay que escuchar el tema de apertura, un circense country que llama al carnaval antes de la Cuaresma y recuerda el Mardi Gras de New Orleans, "Tweedle Dee & Tweedle Dum" es una fiesta vagabunda llena de excesos, que describe el recorrido de un par de fracasados que se trasladan del imaginario de Lewis Carroll para colarse en las carnestolendas líricas de Bob Dylan. Un llamado a los desmanes y los placeres de la vida antes de entregarse a la fé, sin importar raza.
DESGRACIAS IDÍLICAS
El sonido más americano del álbum se condensa en la canción más conocida de este, "Mississippi", un río musical que navega entre el folk, el country y el pop en un relajado tributo a Jeff Buckley, el gran compositor que cayera ahogado en las aguas de la mencionada corriente. Extraída de los temas descartados para lanzar en Time Out of Mind, la canción cuenta con el fracaso como aliado y el infortunio como motivación mientras navega por el Mississippi, 'I'm drowning in the poison, got no future, got no past/ But my heart is not weary, it's light and it's free'. Popularizada por Sheryl Crow y las Dixie Chicks, "Mississipi" es la impronta del álbum. Ese aire de vagabundo que deambula por el sur se siente en varios de sus temas, "Floater (Too Much to Ask)" tiene esa esencia de horror hilarante que refiere vivencias de pobres errantes con pesimismo jocoso, mientras rescata los violines del campo en hillbilly suave y una voz que canta y habla al tiempo. Un idilio campestre con el descalabro.
El álbum no tendría solidez musical si no fuera por el respaldo de sus músicos. Su duradero compañero en el bajo Tony Garnier y sus acólitos de cuerdas Larry Campbell y Charlie Sexton inflan el producto hasta hacerlo estallar de sabor americano. Lo demuestra así ese lumínico rockabilly "Summer Days", un verdadero homenaje al pasado desde su melodía hasta su lírica, donde las guitarras frescas, los Cadillacs, la abundancia y la vida más simple eran los días de verano que no regresarán. En contrapeso a un pasado glorioso, llega un presente vengativo con "Cry a While" que se lamenta de los dolores de antaño y ahora se emancipa con un futuro, menos peor. Ese blues con sabor rockero y voz aguardientosa es una plañidera bastante divertida y busca liberarse de las congojas de los almanaques antiguos, 'To break a trusting heart like mine was your style/ Well, I cried for you now it's your turn to cry a while'. Todo tiempo pasado fue peor. ¿O mejor? Las historias de Dylan desmienten el refrán y lo dejan abierto.
UNA GARGANTA VERSÁTIL
Mucha gente ha intentado desvirtuar el actual estado de las cuerdas vocales de Bob Dylan. Si bien es cierto el tiempo pasa cuenta de cobro al cuerpo, el señor Zimmerman -real apellido de Bob- no se deja amilanar.Al mejor estilo de los cantantes de los 40, acompañado por el órgano Hammond de Augie Meyers y con cadencia blues, Dylan canta con soltura en "Bye and Bye" 'Well the future for me is already a thing of the past/ You were my first love and you will be my last'. Aún más definido y sofisticado suena en "Moonlight", a lo Sinatra exterioriza su lado romántico y se deja llevar por tres minutos de la luz idílica de la luna en una inusual -pero válida- composición amorosa. Para finalizar su cuota suave, un folk pop reposado y acústico, "Po' Boy" es el romance con la desventura, la voz es menos fina y adquiere una ronquera que se lamenta con pesar cándido de la desdicha, sin abandonar el toque punzante de muchas canciones dylanianas, 'Poor boy 'neath the stars that shine/ Washin' them dishes, feedin' them swine'.
El género que domina "Love and Theft" es el blues. Entre géneros se cuela, saca la casta, se revitaliza y combina muy bien con el componente vocal del viejo Bob. Las mejores muestras del disco las tienen los blues más vigorosos."Lonesome day Blues" es juguetón, rítmico y etílico, eléctrico, es otro ejemplo de reposición ante la adversidad, de un pesar que se mira con buena cara, 'Yeah I tell myself something's coming, but it never does'. Ese aire de desgraciada esperanza se sostiene en otro blues despierto, "Honest with me" es un ágil lamento de forastero, que elude sus pesares poco memorables y busca reintegrar su cerebro a mejores instancias. Al mal tiempo buena cara parece ser el refrán que quiere reconfirmar Dylan en su disco entero.
Un sombrero patrimonial de Norteamérica: Bob Dylan. |
TRIBUTOS DESDE EL DELTA
Armado de banjo y de ruralidad con toques delta blues, viene otro homenaje dividido a un personaje y a un suceso. "High Water (for Charley Patton)" es el tributo al padre del Delta, el señor Patton que creció viendo las orillas del Mississipi, río que una vez más cometió grandes travesuras fluviales con la inundación de Louisiana en 1927 y que se describe en la letra del tema. Un río que protagoniza otra desgracia lírica mojada de Dylan en el disco, con todo el sabor ancestral del blues más primitivo.
El cierre del disco se traslada a su naturaleza musical de folk con un triste y evocador discurso que reniega del amor. "Sugar Baby" suena introspectivo en seis minutos de aflicción lenta, 'There ain't no limit to the amount of trouble women bring/ Love is pleasing, love is teasing, love's not an evil thing'. El lado menos idílico de Bob Dylan se manifiesta para finalizar un álbum lleno de matices y riquezas melódicas oriundas del Sur, de las plantaciones, del río Mississipi y de un pasado marcado por el sometimiento y las limitaciones en la historia norteamericana. Las raíces del rock and roll son la atmósfera circundante junto a un tratamiento alegre y orgánico, con una navegación fácil entre géneros, y con una voz cuaternaria que sigue conmoviendo almas y cautivando corazones. La mejor manera en que Bob se roba los aplausos amorosos del público no puede ser otra sino con su música compacta, con su lírica memorable y con su desgracia esperanzadora.