No hay un período de la historia donde el llamado hair metal tuviera tanta acogida de jeans rotos, melenas frondosas, cuero y spandex como en el segundo lustro de los ochentas. La oferta no paraba y era vertiginosa, desde las caras bonitas de Skid Row y Poison, pasando por la irreverencia cervecera y sexual de Motley Crue y Warrant, y otros nombres muy vendedores como Bon Jovi o White Lion. Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto del mundo gozaban de una euforia colectiva concentrada en idolatrar a los rockstars y sentir el bullicio guitarrero en estadios convulsionados de emoción melenuda. En Sheffield ya contaban con su propio combo de estrellas que no imaginaban una acogida universal de gran magnitud. Def Leppard hizo de su disco Hysteria una emoción ítem colectiva a lo largo y ancho del orbe.
Contaban con buenos antecedentes y una imagen respetable ante el público rockero gracias a su trabajo Pyromania (1983) con una lealtad a las guitarras duras y una rudeza que los ubicaba muy cerca del hard rock sin muchos atavíos pop. Cuatro años duró la gestión de su siguiente disco que contó con varios tropiezos. La salida de su productor estrella Robert John 'Mutt' Lange por desgaste los hizo más frágiles en estudio; el travieso síndrome de la botella obligó a la expulsión del guitarrista Pete Willis; y un desafortunado accidente provocó la pérdida del brazo izquierdo del baterista Rick Allen.
DE LA TRISTEZA A LA HISTERIA
La banda inglesa tuvo que replantear el asunto y solucionar por pasos los contratiempos. Se vinculó como guitarrista a Phil Collen, se adaptó una batería electrónica a las necesidades de Rick Allen quien tomó el reto de tocar con un solo brazo, y después de probar sonidos con otros oídos -Jim Steinman y Nigel Green- a regañadientes regresó 'Mutt' Lange para componer las cosas y proponer un nuevo camino a Def Leppard. El uso osado de la tecnología, los samples y los efectismos, combinados con la base rítmica instrumental marcaron un giro vital en la sonoridad del grupo y crearon una histeria pop que funcionó para las masas. El llamado pop metal se hizo motivo de ovación.
Los resultados no pudieron ser mejores: Más de 20 millones de copias vendidas, figuración de Siete singles en puestos destacados de Billboard y listas múltiples en los dos hemisferios -al mejor estilo del Thriller de Michael Jackson- y una aceptación definitiva en su país de origen. El acoplamiento entre las guitarras de Phil Collen y Steve Clark fue inmediato, la pierna derecha de Allen le sirvió de brazo izquierdo para hacer buena labor en tambores, el bajo minimal pero necesario de Rick Savage cumplió con una tarea pulcra, y la voz de Joe Elliott funcionó de maravilla con el concepto del álbum y lo llevó al reconocimiento de la crítica como una de las mejores gargantas rockeras en la historia.
DESPEGUE INSTINTIVO
El despegue del disco no preveía la avalancha de éxitos. En EEUU se lanzó como primer sencillo el tema de apertura del álbum "Women", sin mayor figuración en listas. Pero la pista ya mostraba los cambios en sonido: Acceso directo a un hair metal con coqueteos pop, una línea de bajo elemental y una batería que golpetea contundente sin mayor velocidad, mientras Joe Elliott habla del pecado original y de la necesidad instintiva de doncella o meretriz, 'Skin or skin let the love begin/Women'. El tema fue reforzado por un videoclip que muestra la lectura de cómic de un héroe llamado Def Leppard que monta en tabla skate y viaja por distintos planetas luchando contra los alienígenas que aprisionan mujeres robot.
La canción que se lanzó como primer single en el resto del mundo fue la abordable "Animal", una definitiva consolidación del sonido pop-metal que puede agradar a niñas de moña y a mechudos despreocupados, abriendo campo a nuevos adeptos al grupo, pero también generando disgusto en los fans más radicales que reclaman los tiempos de su LP High' N'Dry (1981). "Animal" es un sencillo que se cuela fácil en el oído mientras habla de instinto y desecha el amor, que costó dos años y medio de confección en estudio porque nadie estuvo de acuerdo con su sonido primario, hasta que 'Mutt' Lange le dio la gama deseada. Una energía similar tuvo su canción "Armageddon It" con la misma cadencia y el mismo propósito lírico, buscar el desfogue hormonal hasta el Final de los Tiempos, un 'hair pop' que cayó bien en los tímpanos gringos y llegó al N. 3 en listados. Sexualidad libre que rebosa de alegría melenuda y brinda éxito.
ODIO AL AMOR
Uno de los flancos fuertes de enganche comercial del disco fue sin duda su lado baladístico. Siguiendo el ejemplo de varios en la escena como Whitesnake, Poison o Cinderella , Def Leppard no se quedó atrás y publicó como tercer single "Hysteria", un melódico y sentido pop de guitarras tersas y coros de amor de jean roto que fue motivo de muchas dedicatorias de parejas jóvenes en la época y le dio un honroso puesto 10 en listas americanas. Pero la balada rompedora del disco fue "Love Bites" con un gran trabajo vocal de Elliott, uso de vocoders, efectismos ligeros y una emoción característica del grupo que hoy día la hace reconocer como una de las mejores power ballads de la historia, con un Nº Uno poderoso en Billboard y halagos múltiples de propios y ajenos, que se rasgaron vestiduras dedicando los peligros del amor a sus ex-novias 'If you got love on your sights/Watch out, love bites'. La tercera balada del álbum es la canción de cierre, "Love and Affection", con un tratamiento similar a "Hysteria" en una simple y efectiva melodía que conquista radioescuchas y que nuevamente recalca el tema del instinto y el amor libre, olvida el afecto diurno e invoca la pasión nocturna. Def Leppard no cree en el amor en este disco.
Ingrediente imprescindible del éxito de 1987, su productor. Desde Zambia para el mundo, Robert John 'Mutt' Lange se trajo los elementos de combinación adecuados para el gusto de la audiencia y tuvo momentos grandes en ejecución del disco. Uno de los mejores, "Gods of War", de impecable producción, con sutiles pero oportunos cambios de ritmo en vocales e instrumentos, y un efectista uso de samples de voces de Margaret Thatcher y Ronald Reagan hablando de guerra en una canción -la única del LP- de corte político que degrada el conflicto, 'On a countdown to zero take a ride on the nightmare machine/There ain't gonna be heroes'. El final del tema recuerda por momentos al glorioso "I want you (She's so Heavy)" de The Beatles, mientras revientan los proyectiles y los discursos bélicos encima de la pista, cortesía del afamado productor. Lo mejor de la intervención de Lange se debe a que también deja canciones frescas y sin artilugios al mejor estilo de Pyromania, como "Run Riot", un ágil amotinamiento de hard rock fiel a sus primeros tiempos que invita al desorden de peinado y a un anárquico y feliz momento de agite rockero con un destacado solo de guitarra de Steve Clark.
COHETES AZUCARADOS DE ÉXITO
La tromba que definiría el suceso comercial y la inmediata fama mundial del grupo la promovieron dos canciones, emblemáticas de Leppard hasta el día de hoy. "Pour Some Sugar on Me" es un autoritario golpe sensual que funciona a la perfección en la fórmula de single hard rock, con un golpe de batería implacable, un fraseo provocador, unas guitarras que van creciendo con los minutos y unos coros que llaman a la diabetes libidinosa, una vez más el codiciado almíbar del sexo que les regaló el Nº 2 en USA y la inmortalidad en las listas de canciones inmarcesibles del rock. No tan perpetuo pero sí muy importante en explosión y métodos de producción, "Rocket" fue el último sencillo del Hysteria, que contó con todo el veneno tecnológico de 'Mutt' Lange, un proyectil de guerra victorioso y categórico lleno de efectos, samples del Apollo 11, voces en reversa y un poderío innegable de la banda en la interpretación, con todo y los juguetes del estudio. La pista es un tributo rockero a sus influencias musicales, donde recorren con la letra nombres memorables del género, 'Ziggy, Benny and the jets/Take a rocket/ We just gotta fly'. Un misil rotundo que los llevó a la gloria ida y vuelta.
El tema preferido de las líricas, las mujeres y su dulce fruto, sin importar consecuencias. Como en el caso de "Don't Shoot Shotgun", tema dedicado a las mujeres peligrosas que destilan malicia en su mirada y que hacen caer rendidos a sus pies a unos cuantos mechudos sumisos que piden clemencia y obviamente un poquito de afecto genital en este pop-metal de uptempo dinámico que busca divertimento. Esa diversión impúdica y caliente se mantiene en "Excitable" que con su título lo dice todo, en medio de un ritmo juguetón que en instancias puede caber a comienzos de los ochentas y el new wave, en la canción más antojadiza del álbum que no deja de pedir un poco de satisfacción animal.
Libido de pelo largo, jeans rotos que se consolidan como iconos pop, un brazo que se impone como mandamás de la percusión, una voz lista para vivir el sueño del rock and roll, una producción que ataca las convenciones del género y rompe con la barrera radical. Es el reflejo de un Hysteria triunfador y perdurable, que todavía se sintoniza en algunas emisoras y que, quebrando la línea entre el rock y el pop, logró hacer consenso en los dos públicos y colarse en las colecciones personales en sus casas. La banda debe agradecer el esfuerzo espontáneo de su productor Lange, las últimas intervenciones en cuerdas de Clark -murió junto al exceso en 1991-, la voluntad corajuda de su baterista Allen, y la fórmula ganadora que los hizo consentidos de las ventas y las listas, aquel hair metal que los mantiene célebres en el circuito musical causando Histeria colectiva en todas las orillas del universo.
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