8 jul 2016

EL MIEDO TRIUNFAL DE MAGALY SOLIER


Una inocencia maliciosa se esconde tras el desinteresado look de la peruana Magaly Solier, una de las actrices naturales más sorprendentes de la última década. Aquella mirada de sufrimiento ancestral logra penetrar las fibras del más escéptico y sus formas nativas de convincente naturalidad han logrado darle un acento destacado al panorama del cine inca.

Huanta fue territorio hostil en la época oscura de Sendero Luminoso, donde se vivió el ultraje y la violación a los derechos humanos llenando la tierra de sangre. En aquella provincia tuvo que hacerse a pulso Magaly Solier, de origen campesino, manos de chacra y ojos andinos, que sin proponérselo comenzó a tejer una imagen casi mítica, envuelta en una sábana de inocencia golpeada que siempre persigue la emancipación.

El temor ganador: La Teta Asustada.

Su filmografía no cuenta con la fortuna de tener una distribución amplia en nuestro continente. No obstante, Solier ha logrado conquistar públicos más lejanos como el europeo, gracias a la exhibición de sus películas en  festivales prestigiosos como Cannes, la Berlinale, San Sebastián e incluso una nominación al Oscar por La Teta Asustada, el punto álgido de su carrera como intérprete.

La impronta actoral que Magaly ha transmitido en sus cintas es aquella vulnerabilidad femenina que busca redimirse. Lágrimas de pasados tortuosos, canciones quechua que relatan el terror para apaciguar el temor, movimientos corporales de ingenuidad que guardan reverencia y desconfianza simultáneas. La actriz huantina es símbolo de un bello desasosiego que carga con el peso de sus raíces indígenas y que algún día busca salir del oscuro pasaje de la vejación occidental.

Madeinusa: Una virgen no tan santa.
Su debut en Madeinusa (2005) es la simpleza autóctona con un sueño occidental. Con apenas 19 años interpretó a una niña de costumbres ancestrales tentada por los hábitos occidentales de Lima, que debía cumplir con el ritual de ser la Virgen oficial del Tiempo Santo, época de un pueblo para hacer prácticas non sanctas. Una inocencia que se mueve en la ambigüedad del pecado, 'Yo si quiero ser Virgen', decía Madeinusa. En su primera aparición en gran pantalla dejó conocer sus lágrimas andinas, sus sueños de liberación y su hermosa voz quechua al canto, objeto de aclamación por los foráneos y de algunas críticas por los puristas del huayno.

Claudia Llosa fue su hada cinematográfica. Luego de descubrirla en la preproducción de Madeinusa y notar los buenos resultados, la directora la volvió a reclutar en La Teta Asustada (2008), la historia de una joven que padece una enfermedad psicológica adquirida por el terror subversivo en los ochentas, y que busca revertir el ultraje y la violación al introducirse de forma permanente una papa en la vagina. Allí Magaly Solier consolidó una estampa de identidad muy definida: una mujer estoica, temerosa, triste, recelosa, arraigada a su madre, pero siempre con la esperanza como pulmón.

Estoicismo a prueba. Celina, personaje de Magallanes.
Un personaje no tan lejano al anterior se vislumbra en su más reciente aparición en cine con Magallanes (2015), donde interpreta una humilde peluquera con un pasado de vejaciones y abusos que no quiere recordar, y un presente de tenacidad y búsqueda por salir adelante con su hijo. En la película de Salvador del Solar, la peruana reconfirma que sus roles de mujer vulnerable le sientan bien al ojo espectador, pues combina muy bien su aspecto de sufrimiento y de resistencia esperanzadora.

El plus obligado es su faceta como cantante. Los discos Warmi y Coca Quintucha son prueba sonora de las capacidades vocales de Magaly, pero su momento glorioso se vive en la sensibilidad de "La Sirena" y los cantos quechua de La Teta Asustada, un soundtrack sublime inspirado en el terror donde la música es método de catarsis, pues 'Hay que cantar cosas bonitas para esconder nuestro miedo', dice su personaje Fausta.

El quechua melódico. Magaly Solier cantante.
Si bien ha intentado mostrar facetas menos frágiles en títulos como Blackthorn o el corto Ñusta Huillac, la Tirana, Magaly no deja de ser la dulzura endeble de Magallanes o Amador (2010), y ya hace parte de un estilo que conmueve e invita a una candorosa intranquilidad. Sin embargo, para que la artista fortalezca su currículo internacional deberá someterse a roles con más carácter o explorar géneros alternos al drama para consolidar el gramo de credibilidad que le falta para ser actriz de élite. Por ahora, Magaly Solier puede jactarse de sufrir de un miedo triunfal en el mundo del séptimo arte.