16 sept 2011

PAUL BUTTERFIELD- THE PAUL BUTTERFIELD BLUES BAND


La fuerza eléctrica que generaron las guitarras conectadas invadieron de vitalidad la escena del blues de Chicago en los sesentas, germinando una legión de reconocidos músicos que tomaron sus instrumentos, le brindaron corriente alterna que afinizaba bien con el rock and roll, flirteaba al tiempo con salpicaduras de jazz, y le inyectó una extraña dosis de melancolía feliz al género. Los nombres son interminables, pero entre los más destacados vale la pena mencionar a Muddy Waters, James Cotton, Buddy Guy, Willy Dixon y desde luego, Paul Butterfield.

Lo curioso del asunto es que el color de piel de Paul no le permitía al inicio vincularse a la grandeza de sus colegas y esta característica le brindó ese catálogo especial de ser uno de los pioneros del blues blanco junto a gente como Johnny Winter en USA, y Alexis Corner y John Mayall en Gran Bretaña. No obstante, su excelsa participación como intérprete de la armónica y su sencillez y sinceridad en varios conciertos de Howlin' Wolf, Little Walter y Otis Rush le hizo ganar el cariño de los artistas afro y ser partícipe de los secretos, las discusiones y la evolución del blues en la transición de los cincuenta a los sesenta. Pero Paul quería tener un proyecto propio.





La disciplina fue parte esencial de la estrategia de Butterfield para convertirse en un gran músico. Luego de probar las mieles clásicas con la flauta traversa, prefirió los soplos sentidos y amargos del blues con la armónica. La práctica solitaria y extensa en The Point - del Hyde Park de Chicago- le convirtió en un virtuoso de la Hohner usando las dos manos y haciendo dotes de silencios bruscos, vibratos y variaciones novedosas que le darían mas adelante un puesto privilegiado en el mundo del blues. Los vientos de la armónica le desafinaron la academia y optó por abandonar la universidad y dedicarse por completo a la música, con la complicidad de su amigo y vecino, el guitarrista Elvin Bishop.

La fórmula para encontrar un sonido magnético y compacto llegó con la complicidad multiracial del bajista Jerome Arnold y el baterista Sam Lay. Así las influencias culturales marcarían mucho el estilo musical de estos entusiastas de Chicago, que tendrían como elemento clave al talentoso guitarrista Mike Bloomfield, quien llegaría a prender incendios con madera de blues bien hecho y contribuiría al contacto con el sello Elektra y la consiguiente unión con la banda para publicar el álbum debut. Como pieza final del engranaje, llegó Mark Naftalin a colaborar en el órgano. The Paul Butterfield Blues Band vio la luz en octubre de 1965.

Multirracial y efectivo, el combo de Paul Butterfield.

El blues de Chicago que expone la banda de Butterfield siempre va a estar ligado al sabor que dejó el rock and roll naciente de los cincuentas. Se demuestra abiertamente con el vivaracho y juguetón "Born in Chicago", una de sus piezas insignia que muestra los diálogos joviales entre la armónica y la guitarra y comienza a evidenciar la calidad del grupo, mientras le cantan a una ciudad famosa por el crimen organizado y las pilatunas gangster de Al Capone, 'Well, my blues are alright if there's someone left to play the game'. La influencia con el rock se sigue sintiendo en "Shake your money maker", un incendiario blues de doce compases -original de Elmore James- que instiga a mover el trasero hasta morir y que carga con un demonio sonoro de muchas vidas, contundente, bailable y absolutamente pecador, en una versión corta que ha pasado por los instrumentos de bandas como Fleetwood Mac, Black Crowes y George Thorogood. Al fin y al cabo, a muchos músicos les fascina la idea de ver a las chicas meneando su 'moneymaker'.

Una de las grandes influencias -e incluso compañero de tarima en el pasado- dentro del sonido de la banda es el señor Little Walter, respetado y famoso armonicista de la década del cincuenta, quien fue inspiración para incluír dos piezas en el producto debut de la Butterfield Band. La primera es "Blues with a Feeling" que con el título lo dice todo, puro sentimiento repleto de tonadas sensibles de guitarra y berridos magistrales de armónica que sugieren las más letales notas de desamor resignado, con cierto dejo al jump blues. La segunda composición original de Walter es "Last Night", un no menos lastimero discurso musical, más lento y melancólico, con la parsimonia rural del abatido dócil, blues de poca esperanza pero de alto sentimiento, 'I'm gonna wait 'til tomorrow/They tell me every day brings about a change'.


Fragmento documental bluesero. La Butterfield Band y Eddie "Son" House

Sin ser el protagonista de la historia, el organista Mark Naftalin se lleva un gran crédito cuando se habla de poner el Hammond a transitar sin prejuicios por la senda del blues blanco. Las piezas instrumentales del disco cuentan con esa picardía ágil del órgano que ameniza la velada en compañía de una armónica desinhibida de prolongaciones y murmullos danzantes, y de una guitarra formidable que se deleita en diapasones de diversión punteada, tal como se escucha en "Thank you Mr. Poobah". Esos mismos deleites comparecen con placer en esa atrevida muestra instrumental de gritos bien construídos en "Screamin", una sublevada armónica que despierta al cataléptico y una guitarra que remueve los suelos con energía bluesera gracias a la maestría en la composición del geniecillo Mike Bloomfield. Instrumentos que devoran estudios y los convierten en una pista absoluta de sensaciones.




Pero para que el ensamble funcione como una máquina de vapor es necesario nombrar a Sam Lay, encargado de los tambores, quien brinda resolución, dinamismo y una fuerte influencia al sonido del Soul y el funk. Esa máquina percutora de sangre afrodescendiente se apodera del micrófono en la versión de "Got my Mojo Working" y no demerita para nada, pues suena igual o más sabrosa que la canción original de Muddy Waters, con un swing especial en la forma de tocar la batería y una voz indiscutiblemente negra. La locomoción a todo vapor debe seguir funcionando en la percusión de "Mistery train", con la misma dinámica de "Got my Mojo Working"y una armónica de Paul que simula muy bien al gigante de los rieles y las válvulas y se deshace en un road song que narra el desamor viajero de una máquina de vapor que le arrebata su adoración, 'That long black train take my baby and gone'. Mucho más atractiva que las versiones de Elvis, Junior Parker (la original), Neil Young y de interminables nombres de bandas y artistas que se han montado en este tren de despecho.

La consistencia y el poder casi rocanrolero de Paul Butterfield con su armónica está presente en casi todo el disco. Eso se puede evidenciar en la composición original de Willie Dixon "Mellow Down Easy" donde se explaya en un discurso de altas y bajas que desafía al más versado en soplos blueseros. Pero Paul también le da un tiempo de tregua a la armónica en un par de temas y prefiere dar prioridad a su voz, como en el caso de "Our Love is Drifting" donde se lamenta con una voz afligida de gritos moderados y rinde homenaje a las relaciones que se van al traste, 'It's too late now baby/You know our good love's gone bad'. El instrumento sobresaliente en este caso es la guitarra heroica de Bloomfield, que batalla contra la tristeza produciendo notas sentidas y magníficas, y que sigue dominando el panorama en el blues de doce compases "Look over yonders Wall", entretanto Bishop y Arnold sostienen la rítmica, Lay brinda el vigor y Butterfield se encarga de brindar una voz blanca que se acopla en un género que alguna vez fue exclusivo de los negros.

Dos grandes de blues blanco: Bloomfield y Butterfield

La banda grabó un trabajo más en 1966 -East-West-, pero lentamente se diluye en miembros diferentes, pues Bloomfield monta proyecto aparte con The Electric Flag, Lay se enferma y Bishop y Naftalin abandonan el grupo en 1968. Butterfield tendría un vistazo de popularidad en los festivales de Woodstock y Monterey, pero las formaciones de músicos y los roces con sus compañeros se distorsionarían tanto que optaría por crear un nuevo proyecto, Better Days. Sin embargo, el ensamble más recordado y con más méritos para la historia de la música sería su Blues Band, un diamante efímero que estamparía su pesada huella en los anales del blues, que logró acentuar las propiedades del movimiento de Chicago, le dio apertura a muchos músicos blancos para interpretar el género sin miedos prejuiciosos, y daría a conocer dos de los mejores ejecutantes musicales en las memorias sonoras, el revolucionario Mike Bloomfield, y el discreto pero siempre novedoso Paul Butterfield.

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