11 abr 2010

STEVE EARLE- GUITAR TOWN



Los años ochenta siempre rinden tributo a la fiesta, el colorido, los sintetizadores y los osados pasos de la moda con looks estrambóticos y luces delirantes en la disco. Sin embargo, siempre detrás de aquella algarabía de risas pop se escondían detrás movimientos que lograban impacto en los listados a pesar de no hacer parte vital del prontuario ochentero. Sucedió con el country, género popular y emblemático del país de Walt Disney, que nunca ha tenido esa relevancia internacional que siempre hubiesen querido, tal como el vallenato en Colombia o las cumbias argentinas.

Y en Estados Unidos siempre ha sido bandera este ritmo campirano que se desenvuelve entre tractores, camiones y sombreros castigados por el sol de campo abierto. Para 1986 tres eran exponentes claros y exitosos en la escena de Nashville, el rebelde y travieso Randy Travis, el hombre de los covers exitosos y el famoso sonido 'twang' Dwight Yoakam y el joven y muy promisorio Steve Earle. Este último con cama natal en Virginia, pero con toda la crianza en Texas, acostumbrado a las grandes autopistas con panoramas áridos y a los camiones de carga de apariencia autoritaria, que decidió dedicarse a la música después de ver tocando a Lynyrd Skynyrd y recibir el vaticinio gentil de boca de Ronnie Van Zant, quien sellando con un collar de regalo a Steve, conminó a ser un grande en tarimas al hasta ahora treintañero entusiasta.

Ronnie Van Zant, el 'profeta' de la carrera de Earle

Y el álbum debut de Earle funcionó de manera profética con el tope de listados country en su muy bien recibido Guitar Town, (300.000 copias vendidas), un relato de diez canciones que se filtraba en la vida cotidiana rural y camionera del momento, y que contaba con letras sencillas y riffs generosos historias de desamor y de carretera que lo ubicaron en el listado de las grandes promesas musicales, incluso con la osada comparación con el Jefe Bruce Springsteen, pero en una versión menos rocker y más country.




Y rindiendo homenaje a su instrumento compañero de historias, el Guitar Town se vuelve representativo con ese modo desenfadado pero perspicaz de contar sus relatos abriendo su disco con ese fraseo que nos envuelve en pleno road movie, con aventuras, desplazamientos, desgaste de llantas, recorridos por parajes ciertos e inciertos como músico en un trailer que corre presuroso en busca de nuevos públicos. "Guitar Town" se convirtió en casilla 7 de listados como primer single de su trabajo durante marzo de 1986. La guitarra country llega para invadir América en el dial de los furgones y las camionetas.

La segunda historia en sencillos viene con "Hillbilly Highway", que viene respaldada por el talento de Richard Bennett en el bajo slap y Bucky Dexter en la guitarra de pedal, en un muy pegajoso tema de aullido tejano, perfecto para la rockola calurosa de pueblo y que ocupó la posición 33 en listas country, no tan exitosa como el primero, pero con un sonsonete de alta recordación que rescataba las vivencias de Earle con un padre minero que busca la luz entre minerales preciosos y obstinado se niega a ver un hijo guitarrista en sus filas genealógicas, mientras la autopista ingrata cada vez separa más al muchacho de su madre cuando este se va a buscar fortuna, vivencia de pueblo que una vez más toca el tema de las carreteras y lo va volviendo eje conceptual del trabajo.



Y como todos los sueños de quien quiere progresar en la ciudad de las oportunidades, hay una clara alusión de el que quiere abandonar su apacible vida rural para convertirse en un agitado individuo lleno de dinero en sus bolsillos y de presiones en su cabeza. "Someday" es la solemne y perfecta descripción de la situación, tercer single de Steve Earle, que en tonos bastante pop y la participación más activa de John Jarvis en el piano vuelve a listados en el número 28. Con un discurso melancólico pero muy evidente en la vida real, Earle logra convencernos con aquella realidad que se vive en cualquier New York, Sao Paulo o Bogotá con la inmigración rural: 'Someday I'm finally gonna let go 'Cause I know there's a better way'.

El último intento por permanecer en las listas es el más triunfante: "Goodbye's all we've got left" es un golpe de country pop que encaja perfecto en los oídos de los amantes del género, con un muy agradecido puesto 6 en listados de 1987, y con una descentralización evidente del radicalismo en las tonadas de este tradicional ritmo, dando apertura a melodías mas cercanas al pop y a la escucha de los jóvenes sin juzgar esta corriente como música para abuelos o campesinos, una intención muy efectiva de incluir a todos los públicos, en un tema que también toca a todos, el desamor, el fin de las relaciones, el cierre de ciclos sentimentales, una fórmula lírica que funciona en cualquier melodía y en cualquier oyente despechado.



El trabajo se reparte entre cargas sentimentales y cargas de autopista. Se evidencia el heroico sentir del amor sin medir consecuencias posteriores en "Fearless Heart", con una lenta declaración a querer así duela, de entregarse así mal pago sea. Se percibe el rechazo final al término de una relación en el sabroso pero melancólico "Think it over". Y finalmente, después del conflicto, de la ruptura y las lágrimas, solo queda el refugio en la buena amiga de seis cuerdas y el lamento acústico y apesadumbrado de "My old friend the blues", al fin y al cabo el único que acompaña al triste y solitario novio sin sombra que deambula por las calles del desamor.

Los otros viajes melódicos se remontan al estilo de vida del americano trabajador, siempre involucrando neumáticos y pavimento: "Good Ol' Boy (Gettin' Tough)" es un country pop dinámico que narra de forma clara la rutina diaria del trabajador que se mata todos los días en su labor para pagar su camioneta pickup y recibir apenas lo necesario en un país que vomita dinero por todos sus flancos pero el capitalismo salvaje apenas lo deja asomar a algunas familias, 'I was born in the land of plenty now there ain't enough'. O el nexo entre padre e hijo, que debe soportar las largas ausencias del jefe de familia mientras reemplaza el calor de familia por el de la silla y el timón en "Little rock and roller", una sumisa voz de Earle que evoca a un padre que está hecho de llantas y que lo recuerda en fotos de billetera.


El cierre es más que perfecto con "Down the road", que entre mandolinas, guitarras acústicas, voces lastimeras y un respeto profundo al country, declara que solo el camino de muchas líneas amarillas es el que lleva a un impredecible destino a quien se dedica a seguirlo, el encanto que produce la carretera en quien trabaja a través suyo, la inevitable travesía por los pasajes de la existencia, el análogo significado de esa autopista que nos puede traer felicidad o tragedia, el sencillo tramo de pavimento que nos trae un Steve Earle inspirado en un homenaje a la ruta de la vida.

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